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Aldo Moro: el inocente que murió «en el momento justo»

La serie de Marco Bellocchio, ‘Exterior Noche’, reconstruye el secuestro del líder de la Democracia Cristiana a manos de las Brigadas Rojas

Aldo Moro: el inocente que murió «en el momento justo»

Fotograma de la serie 'Exterior Noche'.

Aldo Moro era un hombre metódico y sencillo. De su casa en el barrio romano de Trionfale acudía rutinariamente a misa, a sus clases de universidad, a la sede de la Democracia Cristiana, al Congreso… Su auctoritas emanaba de la capacidad de conciliar extremos con rigor y honestidad. Pier Paolo Pasolini, observador implacable de la realidad italiana, lo consideraba «el menos implicado de todos» en las «cosas tremendas» que se habían sucedido en Italia en los últimos años de las tres décadas de gobierno monolítico de los democristianos tras la caída del fascismo. Moro era claramente el único hombre capaz de llevar a buen puerto lo que se conoció como el ‘compromiso histórico’: la integración de los comunistas en un gobierno de unidad nacional por primera vez en la historia de Occidente. 

Aquel gabinete de concentración con hasta seis partidos, negociado pacientemente con Enrico Berlinguer, dirigente del Partido Comunista Italiano, debía poner fin a la altísima conflictividad del país en la última década. Eran los Años de Plomo: huelgas estudiantiles, ocupaciones de fábricas, atentados de las Brigadas Rojas, secuestros de empresarios… Italia estaba por un lado al borde de la revolución y por el otro al límite de una asonada militar. Sea como fuere, el Estado se desmoronaba apenas un siglo después de consumada la unificación. 

Cartel de la serie.

El 16 de marzo de 1978, Giulio Andreotti presentaba ante el Congreso el gobierno diseñado junto al líder del DC, Aldo Moro. El muñidor de todo aquello no estaba, sin embargo, en la cámara. El diputado había salido de casa poco antes de las 9:00 en su Fiat 130 oficial, sin blindaje, acompañado de un Alfa Romeo de su escolta. En via Fani, esquina con via Stresa, la comitiva fue bloqueada por un coche y un grupo de terroristas abrió fuego asesinando a los cinco agentes de seguridad de Moro. El líder democristiano fue sedado y conducido en una furgoneta a un punto indeterminado de Roma. Ya no era el político más influyente de Italia, sino un valiosísimo reo de las Brigadas Rojas: una moneda de cambio.

Fotograma de la serie ‘Exterior Noche’.

Con los antecedentes y los sucesos de via Fani arranca Exterior Noche, la serie de seis episodios dirigida por Marco Bellocchio que acaba de estrenar en España la plataforma Filmin. Bellocchio, de 83 años, lleva décadas en la brecha del cine político, interpretando la realidad de su momento o en retrospectiva. En 2003 ya se acercó al ‘caso Moro’ desde la perspectiva de una joven militante de las Brigadas Rojas, con el filme Buenos días, noche. Ahora, en su primera incursión en el formato serie, reconstruye aquellos tres meses agónicos en los que el Estado italiano se debatió entre negociar y por tanto reconocer y regar con millones a un grupo terrorista o abandonar a su suerte a un hombre inocente. 

Tráiler de la serie.

Al igual que ha sucedido en España con hechos notablemente complejos como el asesinato de Carrero Blanco, la matanza de Atocha o el 23-F, la muerte de Aldo Moro ha generado todo tipo de teorías, controversias y debates en Italia del 78 hasta aquí. Aseguraba Leonardo Sciascia en Todo modo que «jamás se conocerá la más mínima verdad si los hechos criminales tienen la mínima relación con la gestión del poder». El propio Sciascia, diputado del Partido Radical en aquellos años, escribió El caso Moro en el mes de agosto del 78, apenas unos días después de hallarse el cadáver del político. El siciliano advertía entonces: «El drama de que la ausencia de Moro del Parlamento, de la vida política, fuera ‘más provechosa’, en un determinado sentido, que su presencia, ha sustituido, visto retrospectivamente, el drama del secuestro».    

Exterior Noche adopta la perspectiva de los principales implicados en cada uno de los episodios: el propio Moro en el primer capítulo; el ministro del Interior, Francesco Cossiga, en el segundo; el Papa Pablo VI (aquí interpretado por Toni Servillo, que ya hizo de Giulio Andreotti en Il divo, de Sorrentino), en el tercero; etc… De la mano de ellos, retomando una y otra vez los principales hitos de aquel secuestro, se va reconstruyendo una historia de medias verdades e intereses confrontados. 

En el ‘caso Moro’ juegan un papel fundamental las cartas que este envió, más o menos fomentado o coaccionado por sus captores, a distintos actores del conflicto. En la carta a Cossiga, por ejemplo, Moro le recuerda que «el sacrificio de los inocentes en nombre de un abstracto principio de legalidad, cuando la necesidad obligaría a salvarlos, es inadmisible». Ante la filtración de algunas de estas misivas, el Gobierno adoptó la postura de que el líder de la DC había enloquecido. El Partido Comunista, temeroso de que el votante italiano lo asociara con los terroristas de las Brigadas Rojas, era uno de los principales interesados en que no se negociara con ellos, visión que compartían muchos jerarcas de la Democracia Cristiana y miembros de la cúpula de la seguridad del Estado: era tanto como reconocer políticamente a las BR, ceder al chantaje y gratificarlos con una importantísima suma de dinero con que acometer nuevos atentados. 

Fotograma de la serie ‘Exterior Noche’.

Uno de los actores que dio pasos más decididos en la liberación de Moro fue el Papa Pablo VI, amigo estrecho del líder democristiano. El Sumo Pontífice llegó a librar la cantidad de 20.000 millones de liras en concepto de rescate, pero la operación quedó paralizada al descubrirse que su mensajero no estaba tratando con las BR sino, bien con oportunistas que pensaban llevarse el rescate con este ardid, bien con agentes de algún poder del Estado o fuera de él, interesados en echar por tierra la liberación de Moro. Impotente, Pablo VI escribió una escueta misiva pública a los terroristas que arrancaba así: «Os escribo a vosotros, hombres de las Brigadas Rojas: restituid al honorable Aldo Moro a la libertad, a su familia, a la vida ciudadana».

Por la cantidad de factores, intereses y móviles que confluyen, así como el impacto que tuvo (precipitó la caída del gobierno de unidad y, tras las urnas, certificó la salida de los comunistas del ejecutivo), el asesinato de Moro ha quedado, junto a la muerte de Pasolini, como uno de los misterios emblemáticos de los Años de Plomo en Italia. Desde entonces, las preguntas sobre los límites de las ‘cloacas’ del Estado, los mecanismos más o menos legales de defensa y represión del mismo, siguen abiertas. En la maraña de Poder y Crimen, como señalaba Sciascia, «jamás se conocerá la más mínima verdad». En su libro, el siciliano apunta la teoría de que la muerte de Aldo Moro era inevitable porque era pertinente para la mayoría de la clase política, justamente para que nada cambiara. Lo ilustra con un epígrafe tomado de Elias Canetti: «La más monstruosa de las frases: alguien ha muerto ‘en el momento justo’». 

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