Alejandro Requeijo, el cronista de un fútbol en peligro de extinción
El periodista, uno de los autores de las piezas sobre Florentino Pérez y Rubiales, presenta su primer libro: ‘Invasión de Campo’, un texto contra el fútbol negocio
El fútbol ya no es lo que era, que cantaba la Fundación de Raperos Atípicos de Cádiz (F.R.A.C) en su tema Odio eterno al fútbol moderno. Tras un proceso de años de homogeneización, el deporte rey ha cedido a la exigencia de estos tiempos que reclaman un modelo único, global, con las identidades muy acotadas en las que los directores del espectáculo deben mantener a línea todo aquello que pueda enturbiar la experiencia del aficionado asiático o del turista que pasea por las gradas de los estadios como quien mira la Plaza Mayor desde la terraza de uno de sus bares.
La innovación, las luces led en las paredes del estadio, los bares acristalados y los camareros engalanados, los marcadores eléctricos y los rimbombantes sistemas de megafonía que tapan los cantos de los aficionados con el último tema de moda estadounidense forman parte de la locura transitoria en la que se sumergió el fútbol español hace años.
El peaje se conoce -como la cuenta de las peores noches- después del subidón. Los precios abusivos, el machaque sistemático al aficionado de toda la vida (apartado, a fuerza de malas decisiones por parte de las directivas, de su asiento en el estadio), los propietarios histriónicos y la muerte de los valores de unas gradas que padecen una crisis de identidad en medio de las mudanzas a campos de última generación en polígonos en medio de la nada (no sin antes derruir el viejo hogar, y aquí paz y después gloria y si te apuras un bloque de viviendas).
En medio de este tumulto, hay quienes han decidido dar un golpe sobre la mesa y reclamar lo que por historia, justicia y moral les pertenece: el fútbol de toda la vida, el poder exhibir sus símbolos y pancartas sin que los gerifaltes de la competición de turno les obliguen a deshacerse de ellas a pesar del cariño y el trabajo invertido en ello, el poder estar orgulloso de la pertenencia a unos colores que emanan noches de gloria y caídas al fango.
Uno de estos puristas es Alejandro Requeijo (Madrid, 1985), periodista de investigación del diario El Confidencial y uno de los nombres tras las investigaciones sobre los negocios entre Gerard Piqué y Luis Rubiales con la Supercopa de España o los audios del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez y que ha publicado su primer libro: Invasión de campo (Ediciones B), un manifiesto contra el fútbol como negocio y en defensa del aficionado.
Cuenta Sergio del Molino en Un tal González que los tímidos se reconocen en un par de miradas. Y debajo del periodista que relata los casos y las sentencias que han hecho del fútbol español el desastre organizativo en el que se ha convertido, hay alguien que en el fondo escribe sobre lo que realmente le hace feliz y que, sin preguntas ni contemplaciones de por medio, le han arrebatado. Los aficionados estamos ante un deporte que ha perdido los valores a cambio de cheques en blanco. Hemos quedado relegados a la nada dentro de un espectáculo que cada día es menos diferente en todos lados y en el que si uno apura a desentonar es inmediatamente señalado y reprimido bajo la etiqueta de vándalo o alborotador. El fútbol se encuentra en peligro de extinción si nadie hace nada para remediarlo.
El aficionado debe, por ello, erigirse como el defensor de una herencia histórica transmitida entre generaciones y no ceder a quienes le exigen que se convierta en un simple cliente. THE OBJECTIVE conversa con el periodista sobre estas cuestiones, el Atlético de Madrid y la esencia de la religión civil más profesada en todo el globo por personas de diversas creencias: el fútbol.
Entrevista a Alejandro Requeijo, autor de Invasión de campo
PREGUNTA.- ¿De dónde sale todo este amor por el fútbol que siente Alejandro Requeijo?
RESPUESTA.- Ha sido bastante autodidacta porque en mi casa tampoco es que fueran especialmente futboleros. Gustaba el fútbol, pero no era una militancia como la que he desarrollado yo con los años a partir de ir al estadio, donde me enamoré del Atlético de Madrid. El libro reivindica eso: el concepto de ir al estadio, del fútbol presencial. Creo que el fútbol por televisión es útil pero no te muestra ni una mínima parte de lo apabullante que es la experiencia de amar unos colores en el estadio.
P.- Pero tú mismo lo dices: ya no se puede ir al estadio. Ir al Santiago Bernabéu para el último partido de la Copa del Rey costaba 75 euros como mínimo, y el asiento era en el gallinero del estadio.
R.- El pesimismo no es una opción. Las aficiones deben tomar conciencia de lo que está sucediendo y rebelarse. Las instituciones públicas no pueden seguir mirando para otro lado viendo como los gestores del fútbol hacen y deshacen de forma poco transparente a su antojo. Te dirán que es el mercado, pero es que incluso el mercado está sujeto a regulaciones y tengo la sensación de que el fútbol lleva demasiado tiempo yendo por libre. Las instituciones públicas deben proteger el fútbol porque estarán cuidando un patrimonio cultural, social, familiar e incluso estético y arquitectónico que nos pertenece a todos.
P.- ¿Cuál es tu primer recuerdo futbolero?
R. La impresión que me causó la tonalidad del césped la primera vez que entré en el estadio. Digo muchas veces en broma que ese día entendí el significado del color verde, ese tapete maravilloso. Cambia absolutamente todo entre verlo por televisión y verlo en el estadio. Cambian las dimensiones, los colores, los sonidos.
«Escuchar a Florentino sospechar que su portero tenía un problema de visión y además decirlo en público, decirlo a otras personas, que a su vez se lo podían decir a otras, sí que nos pareció relevante»
P.- El mejor estadio, en cuanto a emociones y calidad, en el que hayas estado es…
R.- Sin duda el Calderón es el sitio para mí más especial, pero es que he estado en La Bombonera, he estado en El Monumental de River Plate, he estado en Maracaná antes de la reforma para el Mundial. No son estadios de fútbol, son auténticas radiografías de lo que es la sociedad argentina, la brasileña. Mi preferencia se va a ir hacia esos campos que permanecen inalterables al paso del tiempo por encima de cualquier diseño novedoso con muchas lucecitas led y todas las comodidades.
P.- Tú que has paseado por estadios de toda España, ¿qué dicen de nosotros nuestros campos?
R.- Los estadios de fútbol deberían ser lugares de expresión popular, lugares de empoderamiento de la clase trabajadora y no los reductos de pijos ni los productos de lujo en el que ya están convirtiendo el rock and roll. De lo que se trata es de preservar la identidad propia de cada estadio y no homogeneizarla bajo criterios comerciales.
P.- ¿Cómo corregimos el haber permitido que unos tipos vengan desde Oriente Medio, Asia o Estados Unidos y puedan hacer y deshacer a su antojo las tradiciones de equipos centenarios? En esto que tú llamas ‘La resaca de los jeques’ se me vienen a la mente el Málaga, el Valencia.
R.- El problema está antes de los jeques. En España se impulsó una Ley del Deporte de 1990 que obligaba a los clubes con deudas a entregarse a manos privadas. Eso fue lo que dio lugar a que la inmensa mayoría se convirtiesen en Sociedades Anónimas Deportivas y los hinchas, que eran los legítimos dueños de esas instituciones deportivas, fueron expulsados de la capacidad de gestión. Este año, se ha impulsado una nueva Ley del Deporte en cuya exposición de motivos se reconoce que aquella decisión fue un error. No se resolvió la cuestión económica porque cayeron en manos de empresarios irresponsables.
En España le prestamos muy poca atención a lo que sucede fuera. Te vas a otros países y ves estadios llenos, con aficiones felices, orgullosas, que se identifican con sus equipos a pesar de que no ganen todos los años todas las competiciones. Ves modelos como el alemán del 50 más 1, donde por ley los socios deben ser los custodios de sus clubes. Me llamó mucho la atención la gente del Unión de Berlín, un club muy particular, de gestión popular, con una afición completamente identitaria y un modelo de éxito porque sus aficionados son felices en torno a su club. Les pregunté si tenían algún problema con el Bayern de Múnich por ser el club hegemónico y me decían que no que se les tiene mucho cariño porque es el principal defensor del 50 más 1. Tienen un 25% de inversión privada de empresas muy potentes como Adidas, Audi, Allianz, y eso hace que tengan un poderío económico mayor. El problema lo tienen con el Hoffenheim, con el RB Leipzig, con esos equipos que están atentando contra su modelo de fútbol.
P.- ¿El 50 más 1 en España es una posibilidad?
R.- Perfectamente. Lo que hace falta es voluntad para poder aplicarla.
P.- Pero para eso hace falta que el aficionado pueda adquirir el 50% que se encuentra en manos del capital privado.
R.- En España se ha instaurado con demasiada facilidad el relato de que hay que generar mucho dinero para fichar a los mejores jugadores y esto tiene su última expresión en la venta de la Supercopa de España a Arabia Saudí. Dicen que es entendible porque paga mucho y hace falta mucho dinero para traer a los mejores jugadores, pero al final ha demostrado que no es la solución porque llega un equipo de la mitad de la tabla inglesa y se lleva a tu mejor jugador. Algo está fallando cuando, en la época del fútbol donde se genera más dinero que nunca, los principales clubes te dicen que están arruinados. ¿A dónde se está yendo el dinero? Es la prueba inequívoca de que es un modelo fallido.
P.- El Chelsea ha cerrado el mercado de invierno gastando más de 300 millones de euros. La Premier, en total, ha invertido 829. En España, todos los equipos de LaLiga han gastado 31,88 millones. ¿Cómo puede el modelo español volverse competitivo contra esta devoradora de fichajes inglesa?
R.- La Premier lleva durante bastantes décadas conformando un modelo mucho más atractivo para todos los aficionados, tanto los de estadio como los que lo ven por televisión. Es una competición mucho más abierta, mucho más limpia, sus arbitrajes son mejores, su fútbol es mucho más vistoso y eso no tiene que ver con un solo factor. Hemos visto durante la confianza que les dan a los entrenadores porque no se entiende el fútbol como una cosa histérica donde cada año tienes que mejorar el anterior. Aquí, muchas veces vinculamos el éxito o el fracaso a lo que hacen los equipos nacionales en las competiciones europeas y creo que puedes ser perfectamente feliz con tu club sin la necesidad de ganar la Copa de Europa cada año. Quien tenga dudas de eso que vaya un fin de semana a Anoeta, a San Mamés o al Sardinero y que escuche vea a esas aficiones perfectamente orgullosas e identificadas con sus futbolistas, con sus entrenadores, con sus jugadores, muchos de ellos surgidos de la cantera. Creo que hay muchos asideros en el fútbol para ser feliz.
P.- Se critica que la Superliga no permitirá que los equipos más humildes puedan disputar ninguna competición y que solo beneficiará a los ricos. Sin embargo, ¿no es la Premier League ya una especie de Superliga?
R.- El impulso de la Superliga responde a intereses única y exclusivamente económicos por parte de una élite del fútbol que pretende acrecentar aún más las diferencias entre los que más tienen y los que menos. Dices que la Premier es una Superliga, y puedo estar de acuerdo con esa información, pero entonces copiemos el modelo inglés, uno en el que está prohibido cobrar a las aficiones visitantes más de 36 libras por entrada, un lugar en el que la experiencia de ir los domingos al fútbol sigue siendo muy parecida a hace 30 años, donde se respeta la tradición con políticos que obligan a los dueños de los clubes a someter a votación y consultar a sus aficionados cualquier cambio en materia identitaria, con estadios que tiene una arquitectura responsable y pensada en el aficionado, con una competición abierta en la que cada año pueden ganarla varios equipos, con un reparto equitativo de los derechos de televisión. No es de un día para otro. La Premier lleva mucho tiempo manteniendo ese modelo y se ha consolidado en contra de otros cortoplacistas, ruinosos y basados única y exclusivamente en la explotación económica a corto plazo, como es España.
«Algo está fallando cuando, en la época del fútbol donde se genera más dinero que nunca, los principales clubes te dicen que están arruinados»
P.- ¿Qué te ha aportado el Atlético a la vida?
R.- Lo entendí como un gesto de rebeldía, de no escoger siempre el camino fácil. Me gustó el Vicente Calderón, la idiosincrasia de su afición, sus gradas, el ambiente que se generaba en la previa, durante y después del partido. Me enamoraron los colores de su camiseta, su escudo, los jugadores que han marcado época desde Ben Barek a Collar, Escudero, Aberlardo, Garate, Futre, ‘Niño’ Torres, Kun, Forlán, Falcao… Me gustaba la relación con el Ejército de Aviación, su origen de un club que respeto tanto como el Athletic de Bilbao. Fueron múltiples cosas que me hicieron abrazar esa fe rojiblanca que también se entiende como contraposición al Real Madrid. Creo que en el ADN del Atlético está ese antimadridismo que no tiene por qué ser nocivo, pero sí de rebeldía contra muchas de las cosas que representan.
P.- Esos colores, esos jugadores y esa contraposición al Real Madrid es algo que parece que ha perdido el Atlético en los últimos 10 años, pasando de un club popular a una especie de copia sin identidad. Adiós a las franjas verticales, adiós al escudo, adiós al Calderón, adiós a lo que fue el Atlético de Madrid.
R.- La masa social lleva años inmersa en un conflicto interno provocado en gran parte por la mudanza al Metropolitano, que ha permitido que ocupen sus gradas personas que no bebieron de la experiencia y de los años duros del Calderón. Ha llegado mucha gente nueva que no ha hecho ningún esfuerzo por contribuir a perpetuar el maravilloso legado que portábamos la gente del Calderón. Nunca es tarde para revertirlo. La gente del Unión Berlín me decían que cuando estaban en segunda para subir a primera, en uno de los fondos había una pancarta que decía «Mierda, vamos a ascender». Era una manera de decir, ¡ojo!, que van a venir los buenos tiempos y aquí va a haber más de uno que va a querer entregarse a los brazos del falso altar de la evolución y los tiempos modernos porque esto es el negocio y no hay nada que hacer.
P.- Entremos en el periodismo. ¿Sigue existiendo el periodismo de investigación o hemos reducido todo a las filtraciones?
R.- Por supuesto que sigue existiendo el periodismo de investigación. El término de la filtración se utiliza de una manera muy injusta. Detrás de una información siempre hay una y a lo mejor no es suficiente para sostener un titular y te sirve para tocar a otra puerta, para levantar otro teléfono y para seguir investigando. Detrás de una gran exclusiva yo siempre digo que suele haber alguien necesitado de afecto, de cariño, alguien con ganas de venganza. Los periodistas estamos obligados a desligar los intereses propios de la fuente de los del periodista, que al final es el pacto sagrado con el lector. Me rebelo contra esa costumbre de vender como una exclusiva lo que es algo propio y denostar como una filtración lo que hace la competencia.
P.- Pasemos a los nombres propios: Florentino Pérez. ¿Cómo fue la sensación de tener en tus manos los audios del tipo más poderoso en la historia del fútbol español?
R.- Uno empieza a pensar prácticamente sólo en el titular que va a hacer, en el primer párrafo que va a escribir, en cómo lo va a publicar, en cuántas llamadas tiene que hacer para terminar de amarrar bien esta información, en qué momento hacerlo, en cómo lo vas a trabajar. Es una situación absolutamente maravillosa y es explica tantos sinsabores que te depara esta carrera.
P.- ¿Llamar a Casillas ciego, perrito y demás no entraría en los comentarios estrictamente personales?
R.- Dejamos fuera comentarios que tenían que ver con la vida personal de futbolistas. Pero claro, escuchar a Florentino sospechar que su portero tenía un problema de visión y además decirlo en público, decirlo a otras personas, que a su vez se lo podían decir a otras, sí que nos pareció relevante.
P.- ¿Ha cambiado algo tras los audios o todo sigue igual?
R.- He escuchado a aficionados del Real Madrid darme las gracias por haber publicado eso porque había cambiado la imagen que tenían sobre él. A mi eso ya me parece significativo. Los medios de comunicación tenemos que estar para serle útil a la gente de alguna forma.
En torno a los audios, percibimos varias reacciones: gratitud por haber publicado algo sobre un personaje del que nadie se atreve; que todo esto ya se sabía, lo que me llama poderosamente la atención porque me gustaría saber donde lo habían escuchado antes; y que Florentino tiene razón. Oye, si eso es lo que tú concluyes me parece libre. Creo que también es mucho más sencillo darle la razón a Florentino cuando, curiosamente, durante demasiados años los relatos que emanaban de los medios de comunicación tenían mucho que ver con eso que se escuchaba en las conversaciones.
P.- Otra de las informaciones sobre las que estás detrás es las que afectan al presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales, y al exdefensa del F.C. Barcelona Gerard Piqué. ¿Qué sientes en la famosa rueda de prensa cuando suelta la frase de «tengo miedo a que me metan un saco de cocaína en el maletero»?
R.- Me dio la sensación de estar volviendo a épocas pretéritas del fútbol español con unos dirigentes que ponían como única garantía de credibilidad su propia figura. El ciudadano demanda otro tipo de explicaciones, de datos, de pruebas, y de argumentos. No desmiente ninguna de nuestras informaciones el hecho de que Luis Rubiales sea una persona muy obstinada.
P.- Una vez se van publicando, los ataques ya pasan a ser personales contra el medio: «Burdas manipulaciones, filtraciones interesadas».
R.- En sus argumentos ante los tribunales, han articulado todo tipo de elucubraciones, y te hablo de términos que han usado los propios jueces para describir sus argumentos. Llegaron incluso a barajar la posibilidad de que su teléfono móvil hubiese sido atacado por la herramienta de Pegasus. Cualquiera que me conozca sabe que no soy especialmente ducho en las nuevas tecnologías como para poder hackear un teléfono móvil o instaurar un malware en un móvil o en un ordenador. Pero probablemente lo más llamativo es que la Federación Española pidió judicialmente secuestrar nuestras informaciones: prohibir a un medio de comunicación de una democracia consolidada de informar a sus lectores sobre algo que es relevante. Rubiales ha pedido a la justicia que tanto José María Olmo como yo seamos encarcelados y condenados a varios años de cárcel por hacer nuestro trabajo.
P.- ¿Cuántos más o menos?
R.- Yo he calculado, por los delitos que se nos acusan, unos cinco años de cárcel.
P.- ¿Cómo puede seguir en el cargo después de que se conocieran sus negocios con la Supercopa y los beneficios para Gerard Piqué, las ayudas irregulares para pagar una vivienda, lo del famoso chalet de Salobreña y que su salario dependía, hasta que lo reformó tras conocerse el escándalo, de que Madrid y Barcelona queden mejor en las competiciones?
R.- Básicamente por dos cosas: porque no se quiere ir y porque el modo de elección de los presidentes de las federaciones es muy particular, por lo que no es tan sencillo como puede ser el hecho de que todos los ciudadanos o todos los aficionados decidan sobre las personas que gestionan este deporte. También por la absoluta pasividad del Gobierno español, que aun habiendo recibido denuncias de distintos agentes informándole de que estos hechos están sucediendo y que además están siendo investigados por la Justicia ordinaria, no ha querido mover un dedo para, por lo menos, someterlo al criterio del Tribunal de la Administración del Deporte.
P. ¿Te preocupan las consecuencias de estas informaciones?
R. No. Me preocupa que se sepa la verdad.