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Grigory Sokolov, el pianista que solo habla en el escenario

El pianista ruso vuelve al Auditorio Nacional de Madrid el 27 de febrero para dedicar la primera parte de su concierto a Purcell, un acontecimiento nunca visto

Grigory Sokolov, el pianista que solo habla en el escenario

El pianista Grigory Sokolov. | Anna Flegontova

Grigory Sokolov (Leningrado, 1950) es uno de los pianistas más destacables de nuestro tiempo. El 27 de febrero vuelve al Auditorio Nacional de Madrid en la 28º edición del Ciclo de Grandes Intérpretes de la Fundación Scherzo. Lo hace dedicando la primera parte de su concierto a las piezas para clave del compositor inglés, Henry Purcell, algo muy infrecuente en los programas de los pianistas de su nivel. «Lo de Purcell es una innovación absoluta. No hay ningún hombre, de los artistas de esta categoría, que ni en el presente ni en el pasado haya transitado por la música de Purcell. Es un acontecimiento. Estoy seguro de que quienes estuvieran esperando el típico Rachmaninov, Chopin o Prokófiev, se habrán sorprendido al ver el programa», cuenta a THE OBJECTIVE Rafael Ortega Basagoiti, músico y crítico en varios medios.

Es un pianista con un talento muy precoz. En el año 66 –con tan solo dieciséis años– ganó la segunda edición del Concurso Internacional Chaikovski, con una mayoría de votos abrumadora sobre el siguiente clasificado. Deslumbró a un luminario del piano ruso como Emil Guilels, que le concedió la Medalla de Oro. Ortega afirma que «Sokolov es un pianista tremendamente peculiar, su técnica instrumental es portentosa. Su control de la pulsación, increíble. Es muy serio y sólido en sus planteamientos. Es en ese sentido un buscador de la innovación, y de hecho el programa que va a tocar lo demuestra». 

Grigory Sokolov | Cedida

El pianista ruso es poco dado a declaraciones públicas, ha permanecido en silencio muchos años. Ortega comenta que la última entrevista que pudo localizar de él es del 2006. Sokolov ha mantenido una larga pausa en su interacción con el público, no así en la música, pues no ha parado de realizar giras anualmente por toda Europa. «Hay un documental llamado Sokolov, una entrevista imaginaria sobre el pianista en el que él no dice ni una sola palabra. No consiguen que hable. Él es así. Sokolov tiene un principio totalmente sólido: considera suficiente su nivel de exigencia y de percepción. Es un pianista que hace años no toca con una orquesta. En un momento dado dejó de tocar con la orquesta porque se dio cuenta de que tener que encontrar un director con el que entenderse era complicado, también por la limitación de ensayos», explica Ortega.

Cartel con la programación de Sokolov

Purcell

«Llevo 50 años metido en esto del piano y nunca he visto a un pianista tocando Purcell. Si te metes en YouTube, alguno encuentras, pero me refiero a pianistas del nivel de Sokolov. Por ejemplo, Glenn Gould, que era el más ‘rarito’, se aproximó a William Byrd y a alguno de los virginalistas ingleses, pero no a Purcell». Sokolov dedicará su primera parte a Purcell. Tocará nueve piezas del compositor, entre las cuales se encuentran tres de sus ocho suites. El compositor inglés es conocido por las óperas, por las canciones y la música de canto. Pero la música para tecla ocupa muy poco espacio en sus composiciones. Según Ortega es «extraño que un pianista de esta categoría toque piezas de Purcell porque la importancia de la música de Purcell de tecla es relativa, dentro de su producción entera. Hay una mínima parte de 18 de las 40 piezas que componen su obra para tecla, que se publicaron en vida de Purcell. El resto son publicaciones póstumas».

La suite fue un género muy utilizado en la época barroca que surgió de la música de danza renacentista. En el Renacimiento y principios del Barroco, los compositores escribían colecciones de piezas cortas de danza para los bailes de la corte. Pero con el tiempo, las danzas y su orden se estandarizaron, y esto se convirtió en un marco práctico para que los compositores crearan música instrumental para todo tipo de instrumentos, desde solistas hasta orquestas completas. Los compositores de música para teclado prefirieron especialmente las suites. 

Las piezas de Purcell son mucho más cortas y el número de movimientos es menor. «Las partituras y suites inglesas de Bach van precedidas de un preludio, las francesas en cambio no. Y las de Purcell, normalmente también son presididas por un preludio. Después de este, hay dos o tres movimientos de danza. Bach se extendía a cinco. Purcell lo deja en cuatro, como mucho y por eso son todas muy breves. Las piezas más largas, que son las suites, duran cada una siete u ocho minutos, pero las otras piezas pueden durar tranquilamente uno o dos», aclara Ortega.

Mozart

La segunda parte del concierto estará dedicado a la Sonata No 13 y Adagio en si menor de Mozart. Sorprende aquí que el pianista haya elegido este orden por el carácter juguetón y animado del primero y algo más trágico y dramático del segundo. «Ahí también Sokolov es atípico. Al final del recital, a lo mejor otro pianista, hubiera hecho el Adagio primero y la Sonata después, que sería más lógico para acabar un concierto. Él no, él lo hace al revés», explica Ortega. 

Una de las cosas que pasa con el Adagio es que tiene varias repeticiones y el intérprete es quien decide si tocarlas todas. Según el tiempo que se elija y las repeticiones que se hagan, puede durar siete minutos o un cuarto de hora. «Estoy seguro de que Sokolov tocará un cuarto de hora, irá despacio y hará todas las repeticiones. Él considera que la música es lo más importante. Él no toca para el público, ni para el otro, él toca para la música en sí».  

El bis de Sokolov y el concierto como ritual

Ortega cuenta que Grigory Sokolov es muy generoso con las ‘propinas’ tras su programa oficial. Su respuesta a los aclamados aplausos también es conocida como «una tercera parte» del concierto. Normalmente toca hasta seis piezas de más, un regalo generoso. «Sus conciertos son un poco como largas ceremonias. Su físico, la media vuelta en plan militar, el saludo. Al terminar el concierto siempre hace tres o cuatro salidas». Todo eso conforma un parsimonioso ritual que no hay que perderse. 

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