THE OBJECTIVE
El purgatorio

Marta Robles: «Cuántas cosas nos hubiéramos perdido si no existieran las drogas o el alcohol»

La afamada periodista y escritora madrileña presenta en ‘El purgatorio’ su nuevo libro: ‘Lo que la primavera hace con los cerezos’

Marta Robles (Madrid, 1963) es periodista, más de tres décadas de carrera lo atestiguan. Es escritora, sus 18 libros lo confirman. Es madrileña, esto supongo que el DNI lo certifica. Además, está casada, es madre de tres hijos y sigue manteniendo el amor por los suyos y por su pasión, la escritura. Hace unas semanas, publicó Lo que la primavera hace con los cerezos, una recopilación de historias de amor, desamor, pasión desenfrenada, amores epistolares, sexo, drogas, homosexualidad, cuernos, mujeres fatales y hombres malvados. Todo para ver cómo influyó la pasión en las creaciones de los grandes artistas de la historia.

«Los escritores, la gente en general, siempre hablamos de dos temas, del amor y de la muerte», sentencia Marta nada más comenzar la entrevista. ¿Acaso hay algo más importante que el amor y la muerte? Aparte de tener un piso en propiedad, tener un contrato indefinido y, si eres hombre, mantener el pelo cuando cumples los 30. Seguramente no.

El Purgatorio‘ recibe a la escritora madrileña que ha indagado en los amores y desamores de novelistas, poetas, pintores, cineastas y fotógrafos. Todos conocemos sus obras, pero no muchos conocen quiénes inspiraron esas obras. Robles sabe de lo indispensable del amor, se posiciona claramente en contra de la cultura de la cancelación y es consciente del poder de las drogas para la creación: «¡Cuántas cosas nos hubiéramos perdido si no existieran las drogas o el alcohol!».

‘El Purgatorio’ de Marta Robles

PREGUNTA.- ¿En dónde es más fuerte la adicción? ¿En el amor o en las drogas?

RESPUESTA.- En el amor, sin ninguna duda.

P.- En la droga del amor.

R.- Es que el amor es una droga y es el eje de todo. El eje fundamental de todas las cosas. Es decir, incluso las personas que son adictas a algunas sustancias, normalmente han llegado a esa adicción por alguna cuestión que tiene que ver con el amor, el desamor y la pérdida, que es en torno a lo que gira el mundo de los seres humanos.

P.- Hay que ser un drogadicto del amor.

R.- No es que haya que ser un drogadicto del amor.

P.- ¿No hay que buscarlo constantemente?

R.- Los escritores, por ejemplo, está muy claro que siempre hablamos de dos temas, del amor y de la muerte. Los seres humanos, en general, también. Incluso cuando hablamos de la muerte y cuando la incertidumbre de la muerte nos bloquea y nos angustia, precisamente porque nos vamos a tener que separar de aquellos a los que amamos o porque vamos a abandonar nosotros a los que amamos.

P.- ¿El sufrimiento es parte indispensable del amor?

R.- Los argentinos tienen ese dicho que dice «¿Para qué sirve el frío? Para saber lo lindo que es el calor». Es cierto que en todas las emociones hay picos y valles como en la propia vida de los creadores, como en las propias obras. No debería ser indispensable el sufrimiento, pero sí que es cierto que el amor, al ser la emoción más poderosa, te mantiene permanentemente en un estado de fragilidad y de zozobra que te hace más vulnerable a casi todo.

P.- ¿Hay más tabú en la sociedad para hablar de amor que de sexo? Se habla más ligeramente de sexo y menos de amor.

R.- Probablemente, sí. Ahora mismo te encuentras con que hay mucha gente joven que da toda suerte de explicaciones y de detalles infinitos sobre sus relaciones sexuales, pero que es incapaz de hablar de del amor, e incluso del compromiso que supuestamente debería incluir el propio amor. Es gracioso porque esto vuelve a ser una derivación de algo que ya ocurría en la Grecia antigua. Los griegos no consideraban mucho el amor de pareja entre hombre y mujer porque no se daba entre iguales. Ellos consideraban que era mucho más interesante la amistad porque se daba entre iguales. Amistad, entre hombres, que a veces incluía sexo.

P.- ¿La amistad es un amor que no requiere tiempo diario?

R.- Pues yo no estoy tan segura. Hay amigos que te exigen casi más que los amores. Yo siempre digo que los buenos amigos siempre tienen que saber lo que le puede dar o no su amigo para que esa amistad se conserve y dure toda la vida.

P.- ¿Por qué cree que puede existir ese temor o ese tabú a la hora de hablar de amor? ¿Le tenemos miedo al amor?

R.- Vivimos en la era del no compromiso. Entendemos que el amor, esto de vincularnos directamente a una persona, nos vuelve mucho más vulnerables, más frágiles. Mientras que el sexo sin amor es como hacer un ejercicio aeróbico.

P.-Marta Robles publicó hace unas semanas Lo que la primavera hace con los cerezos, un ensayo en torno a los grandes amores de los creadores literarios. Lleva por título uno de los versos de los 20 poemas de amor y una canción desesperada de Neruda. Un Pablo Neruda del que dice: «Es un gran artista, pero no es una buena persona».

R.- Escojo este verso de Neruda, el último verso del poema 14 de los 20 poemas de amor, porque creo que es el que ejemplifica de la mejor manera posible lo que es el buen amor. El buen amor es querer que la persona a la que amas florezca. Querer sacar lo mejor de ese otro. Por otra parte, este es un ensayo en donde trato de contarle al lector lo que creo que es la relación entre el amor, el desamor, la pérdida y la creación. Todo ello a través de las vidas y las pasiones amorosas de los grandes creadores de todas las disciplinas. Entre esos creadores está Neruda que, como tú bien dices, probablemente ahora estaría cancelado. De algún modo, están intentando cancelarlo, al menos en su Chile natal. De hecho, se le quiso poner su nombre a un aeropuerto y decidieron que no lo iban a poner porque su obra es excelsa, pero no era la persona más maravillosa del mundo.

A mí me parece muy bien que no le pongan su nombre al aeropuerto de Chile, teniendo en cuenta que este hombre confesó en sus memorias que violó a una mujer. Además, abandonó a su esposa y a su hija que tenía hidrocefalia. Lo que no entendería de ningún modo es que nos privaran de su obra. Si hay un artista que, por lo que sea, cometió un delito, lo que hay que hacer es meterlo en la cárcel. Pero meterlo en la cárcel a él y dejarnos su obra a los demás, porque si no, a quien castigamos es a la propia humanidad en vez de al que ha cometido tal fechoría. Hay que entender que un ser brillante o una persona genial en un aspecto de la vida no lo tiene que ser en todas las demás.

P.- Los artistas no tienen por qué ser buenas personas.

R.- Desde luego, y los cocineros tampoco.

P.- Ni los periodistas, que hay mucho malaje.

R.- La primera vez que entrevisté a Manuel Vicent recuerdo que le pregunté si para ser escritor hay que ser buena persona, y me dijo que convenía ser un canalla. Con esa sorna que le caracteriza, ese cinismo.

Marta Robles posa con su nuevo libro
Marta Robles posa con su nuevo libro. | Carmen Suárez

P.- Esto es como esa tontería de que los periodistas deben ser buenas personas

R.- ¿Pero quién te ha dicho eso?

P.- Es la famosa frase de Kapuściński de que, para ser buen periodista, hay que ser buena persona.

R.- No, justo lo contrario.

P.- ¿Hay que ser malvado para ser periodista?

R.- No, pero hay que tener una mirada rasa en la que tú no tienes que juzgar al de enfrente. Si eso de ser buena persona es ser empático, entonces tal vez habría que hacerle caso a Kapuściński, pero es que el ser empático no te garantiza tampoco ser buena persona.

P.- En el epílogo del libro, escribe «Por otro lado, si nos separamos de los artistas y navegamos en otros mares…, si supiéramos que Fleming había sido un asesino, ¿dejaríamos de usar antibióticos para curar nuestras infecciones? Si se descubriera que Thomas Alva Edison fue un tipo infame, ¿apagaríamos el mundo?». ¿El mundo se ha vuelto hipócrita o imbécil con el tema de la cancelación?

R.- Creo que sí. Hay un buenismo desmedido en este momento. Sobre todo, lo que es terrible es que, al paso que vamos, nos encontraremos con que los que juzguen lo que es bueno o malo sean personajes de tan poca envergadura intelectual como, yo qué sé, Harry y Meghan, que al final parece que deciden quién se comportó bien o quién se comportó mal desde su punto de vista. Tenemos que hacer varios ejercicios. El primero de ellos es que no podemos mirar el pasado con los ojos del presente, porque eso, además de ser arrogante, nos impide ver qué ocurría realmente. Después creo que no hay nadie capacitado para cortarnos partes de la historia ni de la vida para que dejemos de verlas. Se trata de que lo veamos todo, sea bueno, malo o regular y podamos reflexionar sobre ello. Rechazarlo si es menester y no volver a repetirlo si somos capaces, que sabes que eso es lo que más nos cuesta.

P.- Seguramente si pasáramos a todos los artistas, incluso a todos los periodistas, a todo el mundo que esté de cara al público por un escáner, siempre habrá días malos, hechos negativos, acciones de mala persona y no por ello, entiendo yo, deben ser totalmente cancelados o eliminados.

R.- ¿Sabes lo que pasa? Que cuanta más relevancia pública tiene un personaje, más sabes de su trastienda. Todos los seres humanos tenemos escaparate y trastienda. Cuanta más relevancia pública tiene el personaje, cuanto más magna es su obra, más sabes de su trastienda porque más te interesa saber qué es lo que pasa para haber llegado hasta ahí. A lo mejor tú bajas a la cafetería de enfrente y te encuentras con que hay un señor comiendo churros que parece una buenísima persona, y resulta que en su trastienda oculta unas maldades terribles.

P.- Como cuando descubren a un asesino en serie y siempre sacan a los vecinos diciendo «Saludada siempre».

R.- Pero es que luego hay algunas ideas que nosotros tenemos arraigadas de nosotros y que provienen de la antigua Grecia. Por ejemplo, lo que es el famoso ‘efecto halo’. Te das cuenta de que, cuando te encuentras con una persona guapa, parece que no puede ser mala. Parece que los malos tienen cara de malos y son horrorosos. Pues eso no es verdad.

P.- ¿Se ha planteado incluir en nuevas ediciones del ensayo a Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler?

R.- Pues no tenía ninguna intención y además es que este libro se acaba aquí. No pienso hacer una segunda parte y una tercera y una cuarta parte, porque el mundo de la creación es inabarcable y yo he elegido los que me ha apetecido elegir de una manera absolutamente aleatoria y caprichosa. No, no he incluido a Mario Vargas Llosa. En realidad, no he incluido a ningún creador vivo porque me parecía que era más fácil hablar desde la perspectiva del tiempo. Pero vamos, el caso de Mario ya está estudiado. Ahí está La tía Julia y el escribidor.

«Las mujeres siempre creíamos que íbamos a ser capaces de cambiar a los cabronazos, pero los cabronazos no cambian»

P.- Hay hueco en el libro para la figura del don Juan: los canallas por los que tantas mujeres sienten fascinación. ¿Por qué muchas mujeres se enamoran de auténticos cabronazos?

R.- Porque creo que los hombres habéis hecho muchas putadas a las mujeres a lo largo de la historia y, entre otras, está la de hacernos creer que teníamos que ser abnegadas. Como solamente se nos dejaban algunas parcelas de actuación, destacamos en la de los sentimientos. Siempre creíamos que íbamos a ser capaces de cambiar a los cabronazos y los cabronazos no cambian. Esa historia de la redención no es posible. Me dicen: «No, pero es que los don Juanes en pleno siglo XXI ya están denostados», pero qué va. Estás con unas cuantas amigas y siempre hay una que dice: «A mí me gustan los malotes. Me gustan los canallas». Pues ese canalla es el típico don Juan al que habría que borrar de un plumazo.

P.- A Marta Robles el tema de los amores, los desamores, las pasiones de las parejas, los cuernos y cómo acaban influyendo en la creación, ¿desde cuándo le interesa?

R.- Es parte de mi biografía. Desde que era muy jovencita, entre mis libros más queridos hay biografías de los grandes artistas de todas las disciplinas. Este libro tiene 15 páginas de bibliografía. Pero más allá de todo eso, es mi propio background, lo que he ido coleccionando en mi interior de anécdotas y de historias que he leído o me han contado sobre los grandes artistas que me han hecho reflexionar mucho, y sobre qué es lo que lleva a conseguir que una persona pueda crear las grandes maravillas. Esos grandes milagros que son las obras de arte.

P.- ¿De quién se ha enamorado escribiendo el libro y descubriendo su historia?

R.- Pues no te creas que tengo grandes enamoramientos. Me gustan los personajes, pero no soy muy mitómana. Me ha hecho mucha ilusión sacar a la luz a Lou Andreas-Salomé, porque es una mujer que ha pasado a la historia como la coleccionista de genios. Una mujer de la que se enamoraron Nietzsche o Rilke. Freud la admiraba muchísimo. Pero resulta que aun teniendo una obra excelsa y publicando todo lo que publicó, ha pasado la historia como una coleccionista de genios porque era una mujer fatal. Me he enamorado bastante de esa historia y, sobre todo, me ha gustado mucho rescatarla y sacarla a flote. Como me pasa también con Gerda Taro. Ya estaba un poco harta de que la gente pensara que Gerda Taro era la mujer de Robert Capa y no el 50% o más del 50% de las fotos atribuidas a Capa.

Marta Robles sonriendo durante el programa 'El Purgatorio'
Marta Robles | Carmen Suárez

P.- ¿Cuándo se es más creativo, por regla general? ¿Cuando se está enamorado hasta las trancas o cuando hay un desamor profundo y un corazón roto? ¿Cuándo la creación es más fecunda?

R.- Mira, cuando comienzo con el capítulo de los atormentados, que son unos cuantos, hablo de un pintor que se llama Alfonso Fraile, a quien yo conocí cuando estaba estudiando la carrera de periodismo y le fui a hacer una entrevista. Él contaba que se reunía con Gordillo y con no sé cuántos más y siempre decía: «Estamos en crisis, luego vamos a crear». Intelectualmente es que no ha estado muy bien visto el amor, el estar enamorado. Ya sabes lo que decía Ortega del amor, que era un estado de estupidez transitoria. Pero claro, es que volvemos otra vez a recuperar esa herencia del pasado de creer que las relaciones no se dan entre iguales. Ahora se dan entre iguales, con lo cual esa parte intelectual puede convivir con esa máxima de pasión. Lo que creo realmente es que lo que estupidiza un poco es esa parte primera de la pasión, cuando no piensas más que en el pie izquierdo del otro.

P.- Ahí entonces no.

R.- Bueno, también hay creación, pero yo creo que surge más del amor, porque como decía Voltaire: «El amor ataca al mismo tiempo a la cabeza, al corazón y al cuerpo». Entonces el amor o la ausencia de amor que, en definitiva, es esta parte de sufrimiento que tú dices, son muy creativos de un lado o del otro.

“Hay más tabú en la sociedad para hablar de amor que de sexo”

P.- Lo que sí hay, haya o no amor, son drogas. Habla en el ensayo, por ejemplo, sobre Patricia Highsmith y su adicción al alcohol. ¿Cuántas grandes obras nos hubiéramos perdido si no existieran las drogas?

R.- Cuántas cosas nos hubiéramos perdido si no existieran las drogas o el alcohol. Yo creo que el alcohol y las drogas son consustanciales al ser humano. Aparecen en la historia de los seres humanos al principio de los tiempos, en los asuntos rituales, y luego ya se incorporaron al ocio de una u otra manera. Siempre hay drogas en las vidas de los seres humanos. Lo que pasa es que los creadores en general son muy intensos para todo y, como te decía antes, viven permanentemente en zozobra, porque los creadores saben que pueden crear quizá solo una gran obra. Siempre están temerosos por saber qué va a pasar con la siguiente. Saben que para que una obra se convierta en arte tiene que estar henchida de emoción, y necesitan vivir emociones fuertes, sentirlas o crearlas. Creo que a veces incluso sus relaciones amorosas las torpedean ellos mismos para sentir ese sube y baja de del amor.

P.- También en el libro hay historias de amor en diferentes lugares del mundo. ¿Se enamora uno de manera diferente en Cádiz que en Barcelona, en Ponzano que en Vallecas? ¿Cambia mucho cómo se enamora uno según el lugar donde se enamora?

R.- No sabría decirte, pero es que creo que hay tantos amores como miradas. Cada amor es absolutamente único y distinto al de los demás. Incluso si tú te enamoras de varias personas, te das cuenta de que un amor y otro no tienen absolutamente nada que ver. Con lo cual es muy posible que, si te enamoras en Ponzano y luego en Serrano, el amor sea diferente.

P.- ¿Entienden los amores de clases sociales?

R.- Relativamente. Creo que, en primera instancia, los amores no entienden de clases sociales. Lo que sí creo es que el amor, que es cabeza, corazón y cuerpo, tiene que tener una complicidad a tres bandas. Hay veces en las que, no sé si la clase social, pero sí la cultura, te hace rechazar un amor u otro. Puedes estar apasionado por la piel de una persona, pero si al cabo de un tiempo no compartes, no tienes nada que intercambiar intelectualmente por un tema de cultura; a menos que seas muy generoso y consideres hacer florecer a la otra persona, a lo mejor ese amor se puede ver mermado e incluso desvanecido.

P.- Ya que hablamos de amor, ¿en España los gobiernos tienen amor por la cultura?

R.- ¿Los gobiernos? [Ríe] ¿Cómo van a tener amor por la cultura si ponen a cualquiera? ¿Tú crees que pondrían a cualquiera en Hacienda o en Economía? Pero es que no voy solamente al ministro de turno. Voy a todos los estratos de la cultura en cualquier sitio. Vas a un ayuntamiento y le preguntas al encargado de cultura por, no sé, el género negro, y no tiene ni idea de lo que es. Y eso no pasa en Hacienda o en Economía

P.- ¿A Marta Robles le cabrea eso?

R.- A mí me cabrea muchísimo, porque creo que la identidad de un país se construye a través de la cultura. Lo que pasa es que los políticos siempre quieren rédito a muy corto plazo, pero la cultura es una grandísima inversión. La construcción de la cultura es fundamental, porque es la base de nuestra identidad y la identidad es el primer derecho del ser humano, con lo cual me parece que lo tendrían que tener un poquito más en cuenta. Pero ya sabes que los políticos son así.

P.- Tiene dicho Jorge Javier Vázquez que el tejido cultural de los países lo sustentan las mujeres y los gays. Primero, no sé si le compra esta afirmación a Jorge Javier, y segundo: ¿hay una sensibilidad distinta entre hombres y mujeres, heterosexuales y homosexuales?

R.- Con permiso de Jorge Javier, esa afirmación me parece una auténtica chorrada. Lo que sí creo es que las mujeres leen más. Es curioso que, después de siglos y siglos en que no nos han dejado ni leer ni escribir ni firmar, las mujeres hayamos encontrado el secreto del unicornio, el saber dónde está el tesoro que es la lectura. Es cierto que ahora las mujeres leen más que los hombres y leemos más ficción, mientras los hombres leen no ficción. Por una razón, porque yo creo que los hombres queréis rentabilizarlo todo. Entonces, al final, siempre es mejor leer una biografía y un ensayo que luego me sirve para la conversación, mejor que una novela que no sirve para nada.

P.- Sí, para epatar.

R.- Eso es un poco más masculino. Con respecto a las distintas sensibilidades, que se sea mujer, hombre, gay, heterosexual…, me da exactamente igual la sexualidad que se tenga. Hay gente que tiene sensibilidad y hay gente que no tiene ninguna sensibilidad. Algo que he descubierto con este ensayo es el enorme sufrimiento que ha habido a lo largo de toda la historia, precisamente por no entender y no respetar a las distintas sexualidades. Hay historias pavorosas. Por ejemplo, la historia de Chaikovski o la de Oscar Wilde.

P.- Por retornar a la política… ¿Hace falta más cariño en la política española? ¿Hace falta más sexo, más amor?

R.- ¿Más sexo en el Congreso de los Diputados? Bueno, estoy segura de que hay sexo. Entre otras cosas, porque hay muchas parejas en el Congreso. 

P.- ¿Entonces no hace falta que se amen más?

R.- No hace falta. Lo que tienen que hacer los políticos es aprender a amar bien. Es lo que deberíamos hacer todos: amar a los demás con esas ganas y con esa voluntad de hacer lo que la primavera hace con los cerezos. Es decir, hacer florecer a la gente y sacar lo mejor de ella.

P.- Estuvo Jaime Peñafiel en el primer purgatorio y aproveché para preguntarle sobre las primeras damas, sobre las parejas de los presidentes. Me resulta interesante lo poco que podemos conocer de los amores de quienes nos gobiernan. ¿Y si nos gobierna un presidente muy enamorado o uno con un matrimonio en crisis? ¿Alguna vez ha reflexionado sobre los presidentes y sus amores?

R.- Sobre los presidentes del Gobierno y sus amores no he tenido reflexión, pero mi libro anterior se llamaba Pasiones carnales y hablaba de los amores de los reyes que cambiaron la historia de España desde el siglo VIII hasta el siglo XX. Lo que les pasa a los poderosos es que sus amores nos pueden afectar a todos porque, evidentemente, sepamos lo que pasa o no en la trastienda de los que nos gobiernan, si al final tienen un problema amoroso, eso también va a determinar su comportamiento. Lo que pasa es que, con los reyes, no es lo mismo que antes, sobre todo teniendo en cuenta que había poderes absolutos.

P.- Al menos, los políticos no se casan entre primos, que sepamos. Otra cuestión: ¿la maldad de un ser humano se puede explicar por la falta de cariño?

R.- Recuerdo una psicóloga que decía que a Freud su madre le llamaba «mi niño de oro», y a Hitler la suya le llamaba «mi bestia inútil». No significa que una y otra cosa al final acaben construyendo toda la personalidad, pero desde luego yo sí me he dado cuenta de que hay una relación muy directa de las cuestiones de la infancia con cómo se desarrollan las vidas de las personas. Te encuentras, por ejemplo, la relación que tiene el propio Simenon con su madre, que no tiene ningún afecto. Le hace ir de mujer en mujer buscando esa aprobación, ese cariño. Hay muchísimos ejemplos de cómo las relaciones de los padres o de las madres con los hijos, al final, determinan muchísimo su personalidad y su comportamiento posterior.

P.- ¿Cómo cambia el concepto del amor siendo hija o siendo madre? Me refiero a la hija respecto a sus padres y de la madre respecto a sus hijos. Yo soy hijo, pero no soy padre.

R.- Es justo lo contrario. De padres a hijos es un amor incondicional, por regla general. Luego hay padres que son terribles. Un padre no pide nada, ni espera nada mientras que los hijos se ven con derecho a absolutamente a todo. Yo que soy hija y madre de alguna manera lo sé.

P.- ¿Le ha cambiado ese concepto? ¿Ha descubierto ese amor? ¿No le pide nada a sus hijos?

P.- No se lo pides porque, de todos modos, no te lo van a dar [Ríe].

P.- ¿Es más intenso el amor de una madre a un hijo que al revés, de un hijo a su madre?

R.- No necesariamente. Siempre he pensado que suele haber más afinidad, curiosamente, entre los hijos y las madres y las hijas y los padres, porque al final hay un punto de competencia extraña, pero no sabría decirte.

P.- ¿Quiere diferente un padre y una madre a un hij0?

R.- Depende de la madre y del padre. Hay padres que saben querer y que quieren maravillosamente y hay madres que no saben querer y viceversa. No quiero diferenciar el mundo entre los hombres y las mujeres. Tengo la sensación de que todos somos personas. No quiero dividir el mundo entre buenos y malos, blancos y negros. A mí me parece que todo es muy ambiguo.

P.- Pero sí tengo la sensación, por los padres que conozco, que un padre es menos de decir «te quiero», aunque quiera igual, y una madre si suele decir más «te quiero», por poner un ejemplo.

R.- Es que eso tiene que ver más con una cuestión cultural. A lo largo de la historia, a los hombres se les ha dicho que no podían hacer esto o aquello, y las mujeres debían hacer esto o hacer aquello. Entonces las mujeres parecía que solo teníamos un huequito en el que movernos, y en esa porcioncita de vida y de tierra que nos dejaban, nosotras teníamos que hacerlo todo. Entre otras cosas, expresar los sentimientos, que era parte de nuestra propia personalidad. Pero yo no creo que se quiera más por decir más veces «te quiero», aunque creo que es muy necesario que se aprenda a decir «te quiero» porque muchas veces, y yo me doy cuenta, he visto la enorme inseguridad de los creadores que se pasan toda la vida buscando la aprobación de sus padres.

P.- Al final, mi sensación es que todo lo que hacemos en la vida lo hacemos por tres o cuatro personas, para la aprobación de esas tres o cuatro personas.

R.- ¿Y qué es la aprobación?

P.- El amor

R.- Exacto

P.- Qué bonito nos ha quedado esto.

“Los artistas no tienen por qué ser buenas personas”

R.- Es que es verdad. Tú quieres que te aprueben. Quieres que estén orgullosos de ti y que te quieran. Es lo único que busca el ser humano.

P.- ¿Cuándo se enamoró por primera vez?

R.- [Ríe] Me enamoré por primera vez hace muchísimos años. Yo tuve un primer novio desde los 14 hasta los 25 años y, además, tuve la suerte de enamorarme bien. Lo que pasa es que, claro, cuando eres tan joven, al final vas creciendo de un modo distinto y pasa lo que pasa. Pero yo no sería ni periodista ni escritora, ni habría hecho muchas cosas en mi vida de no haber sido por mi primer novio. Mi primer amor.

P.- Ahora quiero conocerlo.

R.- Sí, eso me dicen muchas amigas.

P.- ¿Se desgarra más el amor de usarlo que de no usarlo?

R.- De no usarlo. Creo que el amor al que no le prestas atención y no le pones toda la carne en el asador, y sientes el calor, el frío, el viento, el purgatorio, el infierno y tal, ese amor acaba por no existir. Un día Luis Rojas Marcos fue a una entrevista que yo le hacía con un libro sobre las parejas rotas y venía con su pareja, agarradito de la mano. Y le dije: «Tú venga a hablar de las parejas rotas y a decir que el amor se rompe siempre, y vienes agarrado de la mano con tu pareja. Si dices que se va a romper». Y me dijo: «Porque siempre que dejas de pensar que las parejas se pueden romper, es cuando se rompen». Tú tienes que estar siempre pensando que hay una fragilidad en el amor, y por eso debes estar dándole brío.

P.- ¿Cuál ha sido el milagro de su vida?

R.- Haber conseguido hacer una familia como la que tengo. Creo que es un auténtico milagro en mi vida. Además, mi familia es una familia reconstruida. Es decir, nosotros somos una familia recasada, que eso sí que es un auténtico milagro. Mi marido tenía tres hijos y yo uno, y juntos dos. Y todos se llevan como hermanos. Es de lo que probablemente más orgullosa me siento en mi vida.

P.- ¿Cuál es el peor pecado que se puede cometer?

R.-  No amar, pero es que no vivir es no amar. Creo que un hombre o una mujer, si está vivo, siempre va a buscar de algún modo el amor, en cualquiera de sus facetas. El amor no se reduce solamente al amor hombre y mujer. Hay muchos tipos de amor.

P.- Como decían en ‘Casablanca’, «el mundo se derrumba y nosotros nos enamoramos».

R.- Eso te ha quedado fenomenal.

P.- Marta Robles, quede con Dios. La seguimos leyendo.

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