Hiroshima
Su estilo claro y directo, sin moralina ni amarillismo, hace que la obra siga siendo relevante, y más ahora que Putin amenaza con convertirnos en ceniza prematura
Putin podría tirar una bomba nuclear táctica en una llanura desierta ucraniana y acaso la OTAN no actuaría. Temería la destrucción mutua asegurada. Es uno de los pocos escenarios posibles en la guerra europea. Las armas de destrucción masiva son una moda actualizada, por desgracia.
El ensayo ‘Hiroshima‘, de John Hersey, es un relato impactante y emotivo sobre los terribles efectos de la bomba atómica en la ciudad japonesa de Hiroshima. A través de los testimonios de seis supervivientes, el autor logra transmitir al lector el horror y la desolación que se encontró aquel falaz 6 de agosto de 1945.
Hersey, periodista estadounidense y corresponsal de guerra, viajó a Japón en 1946 para conocer de primera mano los efectos del bombardeo atómico. Allí encontró a seis hibakusha, supervivientes, dispuestos a contar su historia. El autor relata la experiencia de cada uno de ellos con una precisión y un detalle que resultan estremecedores. El ensayo comienza describiendo aquel día de verano en Hiroshima: un día normal, soleado y tranquilo. Hersey nos presenta a los seis protagonistas, que se encontraban en lugares distintos de la ciudad en el momento del bombardeo. Cada uno relata su experiencia desde el impacto inicial de la explosión hasta los días y semanas siguientes, en los que tienen que enfrentarse a los efectos de la radiación y la destrucción de la ciudad.
Los supervivientes
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Uno de los testimonios más desgarradores es el de Nakamura, una ama de casa que, junto a sus tres hijos, estaba en su hogar, cerca del epicentro de la explosión. Nakamura narra cómo la bomba destruyó su hogar y cómo ella y sus hijos tuvieron que huir a través de las llamas y los escombros. También nos habla de las dificultades que se encontraron para conseguir atención médica, ya que la mayoría de los hospitales habían sido destruidos y los médicos que quedaban no estaban preparados para tratar los efectos de la radiación.
Otro relato es el de Sasaki, un médico que trabajó en uno de los hospitales que no había sido destruido por la bomba. Sasaki describe la llegada de los primeros heridos y la sobrecogedora tarea de tratar a los pacientes con heridas de quemaduras y fracturas. El autor detalla con precisión la falta de recursos que tienen los médicos y enfermos para atender a los heridos y la desesperación que sintieron ante la imposibilidad de salvar a todos los pacientes.
Uno de los aspectos más destacados del ensayo es la ausencia de juicios de valor por parte del autor. Hersey no trata de justificar ni condenar el uso de la bomba atómica por parte de Estados Unidos, sino que se enfoca en la experiencia de los hibakusha y en la complejidad de sus vivencias. El autor evita el tono sensacionalista y se centra en presentar la verdad tal y como es, de manera clara con pizcas de emoción.
Los que no encuentran alivio son los supervivientes. El ensayista escribe: «Al referirse a los que pasaron por la experiencia de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, los japoneses tendían a evitar el termino supervivientes, porque concentrarse demasiado en el hecho de estar vivo podía sugerir una ofensa a los sagrados muertos».
Los japones, de algún modo, salvaron a los muertos y no salvaron a los vivos.
El ensayo ‘Hiroshima’ fue publicado en la revista The New Yorker en agosto de 1946, y causó un gran impacto en la opinión pública estadounidense y mundial. Fue visto como una denuncia de los efectos devastadores de la bomba atómica y se convirtió en un llamamiento a la reflexión sobre las implicaciones morales del uso de este tipo de armas. Hiroshima se convirtió en un referente para la literatura testimonial y el periodismo de investigación.
El ensayo ‘Hiroshima’ es una obra literaria mayestática, que logra transmitir al lector la crudeza y el horror de la bomba atómica en la ciudad japonesa. Hersey nos presenta la experiencia de los supervivientes con una precisión y unos flecos asombrosos. Su estilo claro y directo, sin moralina ni amarillismo, hace que la obra siga siendo relevante, y más ahora que Putin amenaza con convertirnos en ceniza prematura.