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Ben Affleck, el sueño americano en forma de zapatillas Nike

Hoy se estrena ‘Air’, la película dirigida por el actor americano, que nos lleva de regreso a los ochenta para documentar el acuerdo entre Nike y Michael Jordan

Ben Affleck, el sueño americano en forma de zapatillas Nike

Fotograma de la película

Cuando estaban en los inicios de sus carreras, Ben Affleck y Matt Damon escribieron juntos el guion de El indomable Will Hunting e interpretaron cada uno a un personaje en la película que dirigió Gus Van Sant. Ganaron el Oscar al mejor guion original y lanzaron sus carreras como actores. Con el tiempo, Damon consiguió el estatus de estrella, mientras que Affleck, cuyas dotes interpretativas están más limitadas, ha tenido una trayectoria menos lustrosa. Volvieron a coincidir ante la cámara hace un par de años en El último duelo de Ridley Scott; Damon como protagonista, Affleck como secundario. 

Este último, sin abandonar la interpretación, decidió dar el salto a la dirección y lo cierto es que no le ha ido nada mal. Debutó con un policiaco demoledor, Adiós, pequeña, adiós, protagonizado por su hermano Casey y basado en una novela de Dennis Lehane. Continuó con otro potente policiaco, The Town (Ciudad de ladrones), en el que ya pasó de su hermano y se puso él mismo de protagonista, cosa que repetirá en las dos siguientes. Dio la campanada con Argo, sobre el rocambolesco rescate de los rehenes de la embajada americana en Teherán, con la que ganó tres Oscars, incluido el de mejor película. Después vino la adaptación de otra novela de Lehane, Vivir de noche, ambientada en los años 20 y más floja. Regresa ahora a la dirección con Air, en la que cuenta con Matt Damon como cabeza de cartel, mientras que él se reserva un papel secundario apto para el lucimiento. 

Cartel de la película

¿De qué va Air? Les pongo en antecedentes: estamos en los ochenta del pasado siglo, Nike es una compañía de calzado deportivo centrada en el running, que tiene una división de baloncesto entre modesta y patética. En este terreno, la marca va claramente por detrás de Adidas y Converse. La empresa, creada por el visionario Phil Knight, ha crecido y ha salido a bolsa, pero mantiene su sede en la remota Oregón. 

Y aquí es donde empieza la película: visto el lamentable papel de losers que tenían en el ámbito del baloncesto, uno de los ejecutivos, Sonny Vaccaro (Matt Damon), propuso la osada idea de apostar todo el presupuesto, añadiendo más pasta si era necesario, a un único jugador con proyección como escaparate de sus deportivas. Jugárselo todo a una carta en lugar de hacer lo de siempre, que era contratar a tres segundones al alcance de sus modestas posibilidades. Y Vaccaro tuvo la corazonada de que el nombre idóneo para la maniobra era Michael Jordan, que entonces era un rookie (un novato), aunque él le veía madera de futura estrella. Tuvo que convencer a Knight (al que da vida Ben Affleck), al belicoso agente del jugador (Chris Messina) y sobre todo a la madre (Viola Davis), una señora muy lista, empeñada en impedir que a su hijo le tomasen el pelo. La apuesta de Nike en crear una línea personalizada, que identificaba las zapatillas con su portador: las míticas Air Jordan.

De entrada, parece un tema más adecuado para una conferencia en una escuela de negocios que para una película. Y si, como es mi caso, uno no es aficionado al baloncesto ni a la NBA, pues la propuesta no pinta muy apasionante. Para colmo, Air consiste básicamente en tipos hablando en unas oficinas. Y encima, todo el mundo sabe cómo termina la cosa. No es un espóiler: Jordan acepta la propuesta y el acuerdo se convierte en un hito del márquetin y de las negociaciones de los jugadores con las marcas, porque por primera vez el jugador cobrará un porcentaje de las ventas. 

Tráiler de la película ‘Air’

Pese a todas estas potenciales pegas, resulta que la película funciona. ¿Cuál es el secreto? Pues la eficacia con la que está narrada la historia. Parte de un guion muy solvente, que maneja diálogos inteligentes, no pierde el tiempo con subtramas sentimentales y evita caer en trucos dramáticos de pacotilla. A ello se suma la eficaz dirección de Affleck, que se pone al servicio de la trama sin innecesarias piruetas visuales. En otras manos, el resultado podría haber sido un tostón monumental o un mero publirreportaje de Nike.

Air no es un retrato de las entrañas y excesos de la NBA y sus estrellas, como sí lo era la estupenda serie de HBO Tiempo de victoria: la dinastía de los Lakers, , que contaba cómo el millonario hortera Jerry Buss compró el decrépito equipo de Los Ángeles y reinventó la liga de baloncesto como si fuera un espectáculo digno de Las Vegas. La película de Affleck se centra en el negocio que se genera alrededor del deporte, en la línea de lo que proponía Moneyball en relación con el béisbol, contando el caso real del gerente de un equipo que decidió contratar a un economista recién licenciado en Harvard y utilizar las estadísticas avanzadas para fichar jugadores.

Fotograma de la película

Air está en la estela de esas odas al capitalismo, la iniciativa empresarial y la capacidad de innovación que el cine americano ha convertido en una suerte de subgénero desde que Mickey Rooney interpretara en 1940 a El joven Edison. En tiempos más recientes, y sin ánimo de ser exhaustivo, hemos tenido La red social, sobre cómo el alumno nerd de Harvard Mark Zuckerberg creó Facebook; El fundador, con Michael Keaton en el papel del listillo que se inventó el concepto de cadena de hamburgueserías McDonald’s, o Le Mans 66, sobre cómo un brillante ingeniero de Ford y un piloto misántropo lograron plantar cara a Ferrari en la mítica carrera. El reverso sería El lobo de Wall Street, el retrato más crudo del capitalismo especulativo o, en versión psicópata, la serie de Disney + The Dropout: Auge y caída de Elizabeth Holmes, que cuenta cómo una estudiante de Stanford aspirante a emprendedora acabó convertida en una estafadora sin escrúpulos. En todas ellas tenemos a un personaje con ideas geniales y revolucionarias que se enfrenta al orden establecido. En todas ellas ese personaje tiene un punto de chifladura y una notable capacidad de seducción. 

Este es un escollo que logra superar con nota Affleck: su protagonista no es un excéntrico carismático. El ejecutivo interpretado por Damon es un tipo anodino con unos cuantos kilos de más encima, del que ni siquiera tenemos un atisbo de su vida privada. Lo más parecido a un excéntrico que circula por Air es el dueño de Nike, cuyas mayores extravagancias son un dudoso gusto en el vestir y plantar los pies descalzos sobre su mesa de despacho (en una escena que clona una célebre fotografía). 

Acabo destacando un aspecto muy relevante de la película: el gran trabajo en la ambientación ochentera. Hay una presencia continua de elementos característicos de la época y la banda sonora es una sucesión de hits de la época. Para cualquiera que fuese joven en esa década, Air va a tener el efecto de la magdalena de Proust. 

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