THE OBJECTIVE
Cultura

Las ocho mujeres que inspiraron a Picasso

Eugenia Tenenbaum, historiadora del arte que trabaja desde la perspectiva de género, publica su nuevo libro ‘Las mujeres detrás de Picasso’

Las ocho mujeres que inspiraron a Picasso

Francoise Gilot, una de los ocho personas que tuvieron una relación con el artista. | Ana Santos

Se dice que a Marie-Thérèse Walter le apagaba cigarrillos en la piel, que a Fernande Olivier le prohibió trabajar como modelo de artistas y la encerraba en casa bajo llave para que no saliera y que el ojo morado con el que Dora Maar llegó un día de 1983 al estudio de Victor Brauner fue fruto de un puñetazo de Pablo Picasso y no de una discusión con su padre como ella dijo entonces. Son muchas las historias que empañan la figura del artista, del que acaba de cumplirse el 50 aniversario de su muerte y cuya efeméride se está celebrando con una programación que está teniendo lugar en diferentes puntos del globo.

Jacqueline Roque, Fernande Olivier, Eva Gouel, Olga Khoklova, Francoise Gilot, Marie-Thérèse Walter, Dora Maar y Geneviéve Laporte son las ocho parejas imprescindibles del artista y quienes jugaron un importante papel en su producción artística. Protagonistas de una gran cantidad de sus obras (Khokhlova aparece en 140, Gilot en 183, Walker en 222,  Dora Maar en 283 y Roque en 311), además de musas, a todas ellas les une, también, haber sufrido algún tipo de violencia por parte del artista malagueño. 

Nadie discute que Picasso, inventor del collage y el cubismo, ha sido uno de los artistas más importantes de la historia. Sin embargo, las mujeres que animaron su obra, algunas de ellas también artistas, pintoras, fotógrafas, escritoras o bailarinas, han quedado a la sombra del pintor malagueño. Traerlas al frente y otorgarles el lugar que siempre han merecido es el objetivo de Las mujeres detrás de Picasso (Lunwerg), el nuevo libro de Eugenia Tenenbaum, historiadora del arte que trabaja desde la perspectiva de género.

Portada del libro

Ocho mujeres con talento

No se trata de un libro de biografías al uso. Eugenia Tenenbaum ha querido recrear fragmentos de la vida de estas mujeres y las acompaña de ilustraciones de Naranjalidad, María Hesse, Laura Agustí, Esther Gili, Lady Desidia, María Herreros, Ana Santos, Isa Muguruza y Sara Herranz. Esta primera parte ficcionada recoge ocho historias basadas en datos reales que Tenenbaum ha recopilado acudiendo a biografías, libros y documentos. «Imagino cómo son las habitaciones y algunas de las conversaciones que pudieron tener pero era muy importante que todo estuviera bien documentado e investigado. Con esa base histórica he configurado las narraciones», explica.

Eugenia Tenenbaum. | Cedida por la autora

Así, un busto de Fernande Olivier reflexiona desde la vitrina de un museo, Olga Khokhlova se comunica con su familia mediante una serie de cartas y Francoise Gilot representa una obra de teatro en la que se encuentra con Dora Maar. Para completar estas historias y para que algunos datos biográficos no quedaran fuera, Tenenbaum añade una página biográfica en la que radiografía su origen, cómo vivieron y cómo murieron. 

Marie-Thérèse Walter. | Laura Agustí

Más que musas

En más de una ocasión se ha comentado lo importantes que fueron las mujeres en la vida y obra de Picasso. En este sentido, a Eugenia Tenenbaum le ha sorprendido descubrir «hasta qué punto fueron esenciales». A menudo se habla de la serie fotográfica con la que Dora Maar documentó la evolución de la creación del Guernica, la gran obra maestra de Picasso. Pero también cabe recordar que fue ella quien «le enseñó las fotos del bombardeo» y, en cierto modo, quien motivó su ejecución. 

También es importante poner sobre la mesa que si esta pintura de gran tamaño e incalculable valor cuelga hoy en España fue gracias al empeño con el que Jaqueline Roque quiso cumplir con la voluntad de su marido. «Picasso quería que cuando él muriera y se instaurara la democracia el cuadro volviera a España», recuerda la autora. Y Roque se encargó de hacerlo realidad. 

La primera pareja importante que tuvo fue Fernande Olivier, cuando Picasso aún no era conocido. Su relación se mantuvo desde 1904 hasta 1912 y junto a ella, su primera gran musa, da inicio al cubismo aunque durante los años que estuvieron juntos vivieron en la precariedad. Antes de la ruptura con Olivier, Picasso mantuvo un triángulo amoroso con Eva Gouel, a quien llamaba ma jolie. Durante su relación, activa entre 1912 y 1915, Gouel deja su trabajo y se dedica por entero al pintor, que da paso en esta época del cubismo analítico al sintético. Sin embargo, cae gravemente enferma y muere en 1915 a los 30 años.

Dora Maar. | María Herreros

A la bailarina rusa Olga Khohlova la conoce en 1917 cuando se encontraba de gira en Roma con el ballet ruso de Diaghilev. Por aquellos años, el director trataba de sacar adelante un nuevo concepto de ballet para el que quería contar con unos decorados diseñados por Picasso. En seguida iniciaron una relación que se prolongó hasta 1935 y de la que nació Paulo. Tras varios años de crisis, Khokhlova descubre que Picasso espera un hijo con Maria-Thérèse Walter, una joven con la que mantenía una relación desde 1927. A partir de ese momento, la producción de Picasso se vuelve frenética, fruto de la obsesión que le generaba la joven. En 1935 nace su hija Maya, momento en el que la relación entre ambos empieza a enfriarse de manera gradual. 

Sin embargo, para 1936 conoce a Dora Maar, una de las más destacadas fotógrafas del grupo surrealista, la instigadora del Guernica. Tras el abandono del pintor, Maar sufre un ataque de locura temporal que revierte junto a Lacan. «En las biografías de Picasso, Dora Maar aparece dibujada como una mujer débil que llora pero esta es una construcción que no tiene nada que ver con la realidad», critica Tenenbaum. 

Jacqueline Roque

Avanzados los años 40 conoce a la también pintora Françoise Gilot, la única mujer que fue capaz de dejar al artista y volcar sus memorias en Vida con Picasso, una edición que el artista trató de frenar sin éxito. No es de extrañar que vendiera miles de ejemplares. En este sentido, Gilot asegura que solo después de encender los braseros para que el estudio estuviera caliente, recibir y responder cartas, cocinar y llevarle la comida, Picasso podía sentarse a pintar.

En 1944 una joven Geneviéve Laporte consigue una entrevista con Picasso para un periódico escolar. En sus memorias refleja que se vieron todos los miércoles de 1944 y 1945. Sin embargo, esta relación que parecía platónica (entre ellos había 50 años de diferencia) se torna física entre 1951 y 1953, aunque se mantuvo en silencio hasta que Laporte la hizo pública a través de sus memorias. 

Además de sus parejas y fuentes de inspiración, todas ellas fueron, de algún modo, «sus secretarias: le conseguían los materiales que necesitaba para trabajar, respondían al teléfono y trabajaban con Jaume Sabartés, su representante», recuerda Tenenbaum. «Llego a la conclusión -añade- de que es fácil ser un genio cuando solo tienes que sentarte a pintar porque todo lo demás, como la burocracia, está cubierto».

Sin mencionar a Picasso

El nombre del pintor tan solo aparece una vez: en el título del libro. Tenenbaum utiliza este recurso que descubrió en el libro Hamnet de Maggie O’Farrell (la escritora no menciona nunca a William Shakespeare) para dirigir la mirada hacia ellas y convertirlas en las protagonistas de sus propios relatos. «Se trata de experimentar con la presencia y la ausencia y un acto de justicia poética.  A pesar de que nunca se le nombra en el libro, su presencia sigue siendo constante. Con ellas ocurre justo lo contrario, a pesar de nombrarlas con nombre y apellido una gran parte del público sigue sin ubicarlas». Por eso, acercarse a ellas desde otra perspectiva era primordial.

Las mujeres detrás de Picasso
Eugenia Tenenbaum Comprar
Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D