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Almodóvar se va al salvaje Oeste

En ‘Extraña forma de vida’, un wéstern de 30 minutos, Ethan Hawke y Pedro Pascal interpretan a dos vaqueros que rememoran un apasionado romance

Almodóvar se va al salvaje Oeste

Pedro Almodóvar junto con los actores de su nuevo cortometraje 'Extraña forma de vida'. | Nico Bustos

Algún día habrá que estudiar muy en serio no la calidad como cineasta de Pedro Almodóvar, ya contrastada con todos los altibajos que pueda tener su carrera, sino su portentosa habilidad para el márquetin. De acuerdo que tiene a estas alturas un consolidado prestigio internacional y eso, obviamente, ayuda a que la prensa se interese por sus proyectos. Pero es que diría que se está hablando más desde hace meses de su mediometraje (31 minutos) Extraña forma de vida que de Killers of the Flower Moon de Scorsese, de Oppenheimer de Nolan o hasta de la nueva entrega de Misión imposible de Tom Cruise, por citar tres estrenos muy esperados. 

En este caso, el anzuelo que se ha lanzado es el titular «wéstern queer» o «wéstern gay». Y sí, es un wéstern gay, lo cual no sé hasta qué punto es tan novedoso. ¿No lo era Brokeback Mountain de Ang Lee? Pues no recuerdo que se armara tanto revuelo. Y, de hecho, ya Andy Warhol en el remoto 1968 rodó un wéstern gay titulado Lonesome Cowboys con ayuda de Paul Morrisey y con dos habituales de la Factory -Joe Dallesandro y Taylor Mead- como protagonistas. Y si nos ponemos estupendos y tiramos todavía más atrás, no es muy aventurado vislumbrar un subtexto lésbico en la mítica Johnny Guitar, muy camuflado, claro, porque la película es de 1954, en plena vigencia del Código Hays. 

Cartel de ‘Extraña forma de vida’

Quienes esperen de Extraña forma de vida algo muy provocativo o locamente almodovariano se van a llevar un chasco. Lo más desmelenado -y no lo es tanto- que hay es un flashback en el que los dos protagonistas, entonces jóvenes, disparan a un odre de vino, beben a morro en compañía de unas prostitutas mexicanas y después se meten mano y se besan en el suelo, borrachos los dos. El resto de la carga erótica de las imágenes está manejado con mucha sutileza y lo más explícito con lo que se va a topar el espectador es la fugaz visión del trasero de Pedro Pascal. Lo que narra la película es el reencuentro, muchos años después, de esos dos personajes del flashback que tuvieron un escarceo amoroso cuando eran cuatreros y cuyas vidas después se separaron. La peripecia es puro melodrama: uno de ellos (Ethan Hawke) se ha convertido en sheriff y va a ir a la caza del hijo de su antiguo compinche (Pedro Pascal), porque el chaval era amante de una mujer casada con su hermano, al que ha asesinado. Este enredo no es más que la excusa argumental que propicia el reencuentro. Y al verse de nuevo, cada uno de ellos se replanteará la fugaz relación que quedó suspendida en el tiempo sin llegar a concretarse en nada. 

Pedro Almodóvar. | Iglesias Mas

La película está auspiciada por Yves Saint Laurent, que ya financió el mediometraje Lux Aeterna de Gaspar Noé. No es la única marca de moda que, en funciones de mecenazgo, financia a cineastas de prestigio. Prada, por ejemplo, produjo a Wes Anderson un delicioso corto titulado Castello Cavalcanti. La participación de Saint Laurent en el proyecto de Almodóvar explica que el diseñador del vestuario sea el director artístico de la marca, Anthony Vaccarello. Y nunca se había visto en la historia del cine del oeste a unos vaqueros con la ropa tan limpia y planchada. También las pistolas y rifles lucen extrañamente lustrosos. Almodóvar se permite, además, algunas licencias, como que un vaquero cante en portugués Extranha forma de vida de Amalia Rodrigues, que obviamente no estaba compuesta en tiempos del Far West; o que en el rancho del personaje de Pedro Pascal aparezca uno de los cuadros de cráneos de vaca de Georgia O’Keeffe, que por aquel entonces podría tener como mucho tres años. Por lo demás, el director se ciñe escrupulosamente a los arquetipos y escenarios del género, como el pueblo polvoriento, la oficina del sheriff o un duelo a tres bandas en un rancho. 

Tráiler oficial de ‘Extraña forma de vida’, el cortometraje dirigido por Pedro Almodóvar

Extraña forma de vida es uno de esos caprichos que Almodóvar puede permitirse por su relumbrón internacional, mientras por un motivo u otro, se va postergando su anunciado empeño en dar el salto a rodar un largometraje en inglés. Se habló hace años de un remake americano que Mujeres al borde de un ataque de nervios. Después, el director barajó la posibilidad de filmar la antes mencionada Brokeback Montain como su trampolín para poner un pie en la industria americana, pero se echó atrás y el relato de Annie Proulx lo acabó llevando al cine Ang Lee. Últimamente se ha hablado con insistencia de la adaptación de Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin, que tenía que protagonizar Cate Blanchett, pero el proyecto también se ha cancelado. 

Mientras el largometraje en inglés no acaba de cuajar, el director manchego juguetea con pequeños ejercicios de estilo, como quien va tanteando el terreno. En 2020 rodó La voz humana (30 minutos), el monólogo de Cocteau, con Tilda Swinton. Ahora cuenta con Ethan Hawke y el chileno Pedro Pascal, estrella ascendente en el cine americano, que ha protagonizado una de las mejores series de este año: The Last of Us (HBO), una ficción postapocalíptica que, por cierto, maneja no pocos códigos colindantes con el wéstern. 

Extraña forma de vida se ve con agrado, pero sabe a poco, porque su media hora apenas permite abocetar la historia de amor crepuscular que narra. Si quieren ver una historia de amor gay crepuscular mucho más elaborada echen un vistazo al portentoso tercer capítulo de The Last of Us, que funciona casi como una película independiente del resto de la serie. En una pirueta sorprendente, ese episodio abandona muy al principio a Pedro Pascal y su coprotagonista (la estupenda Bella Ramsey) y se centra en contar la historia de un personaje secundario que vive una sorprendente y tardía historia de amor en pleno apocalipsis, narrada con una elegancia y profundidad pasmosas. 

Los actores Pedro Pascal y Ethan Hawke. | Fotograma / Iglesias Mas

El mediometraje de Almodóvar está rodado en Almería, lo cual es un bonito guiño a un lugar muy emblemático de la historia del cine en España, donde se filmaron montones de spaghetti westerns y al que ya homenajeó Alex de la Iglesia en 800 balas. Sobre los años gloriosos en que Almería fue el plató de montones de películas del oeste europeas hay un par de documentales interesantes, Por un puñado de sueños de Paco Baños y Antonio Lobo y Spanish Western de Alberto Esteban. En aquella Almería Sergio Leone reinventó el género y lo cambió para siempre con sus spaghetti westerns protagonizados por un jovencísimo Clint Eastwood. El genial cineasta forjó un nuevo imaginario con un Far West mugriento, polvoriento, ultraviolento y muy cínico. Su influencia fue tan arrolladora que desde Europa logró incluso reorientar la iconografía del wéstern americano.

Después de Leone, el género perdió para siempre la candidez y la épica heroica y se hizo visualmente más sucio y moralmente más turbio. Sin embargo, Almodóvar retoma el western anterior a Leone. Sus personajes vestidos de Saint Laurent lucen impolutos y sus referentes hay que buscarlos en los clásicos americanos. La chaqueta verde que luce Pedro Pascal parece un guiño a la prenda de este color que llevaba James Stewart en Horizontes lejanos de Anthony Mann. Y la trama de Extraña forma de vida tiene no pocos paralelismos con la de El último tren de Gun Hill de John Sturges -con Kirk Douglas y Anthony Quinn-, salvo el trasfondo gay, obviamente. El Far West imaginado por Almodóvar parece partir de los recuerdos de alguien que vio de niño esas películas clásicas y ahora invoca los escenarios de su ensueño infantil para contar una historia de amor crepuscular.

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