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‘El asesino de la baraja’: una carta ya vista en un documental fallido

La nueva aproximación a este asesino en serie español queda en deuda. Es una narración muy básica de un relato conocido

‘El asesino de la baraja’: una carta ya vista en un documental fallido

El 'asesino de la baraja', Alfredo Galán, cuando fue detenido. | Netflix

Todos sabemos lo que vamos a ver cuando ponemos un true crime. Conocemos el caso, ya sea porque lo leímos en los diarios o en Wikipedia. Es común que tengamos cierta cultura de sucesos violentos. De manera que, para que un documental sobre un crimen que apareció hasta la saciedad en los medios de comunicación nos sorprenda, debe contar con al menos una de estas dos cosas: aporte de nuevas evidencias o que la forma en que se narren los hechos sea diferente.

El mayor ejemplo de lo que advertimos sucede en Making a murderer, la excelente docuserie dirigida por Moira Demos y Laura Ricciardi. En especial, la primera temporada. Cada capítulo es más sorprendente que el anterior. Pareciera que estuviéramos revisando los acontecimientos en tiempo real. En determinado punto, nos involucramos tanto que empezamos a sentir lástima por el acusado de quitarle la vida a una fotógrafa, Steven Avery, y su familia. No podemos concluir que es inocente, pero sí queda claro el abuso de poder y las fallas del sistema en el desarrollo de la investigación.

En la otra esquina se ubica Wormwood, una verdadera rareza del ganador del Oscar Errol Morris. Este director, mediante una puesta en escena muy novedosa, indaga sobre la misteriosa muerte de un científico estadounidense involucrado en un programa secreto de la Guerra Fría. Es como ver una película de espías dentro de un documental. 

Podría enumerar más trabajos disponibles en Netflix, pero por ahora estos dos funcionan para resaltar el punto: estamos bombardeados por historias de asesinos en serie o crímenes sin resolver. Si bien es un material muy consumido por los usuarios de streaming, debido al morbo que rodea a estos sucesos, eso no impide que los realizadores aporten algo más que la simple exposición de lo acontecido. Esto último es lo que lamentablemente sucede con El asesino de la baraja

Una serie que no sabe qué quiere contar, ni cómo

El asesino de la baraja es un documental de tres partes, dirigido por Amanda Sans Pantling (Oso). La docuserie sigue a un hombre que dejaba un naipe en las escenas del crimen. En España fue todo un acontecimiento hace 20 años atrás. A continuación puedes ver el tráiler.

La producción de Sans Pantling tiene varios problemas. El principal: el ritmo. Aunque apenas se compone de tres episodios, cuesta una barbaridad terminarlos. No hay un acabado visual atractivo y la narración se concentra en dar voces a los involucrados, reduciendo la calidad estética a encuadres tradicionales de los testigos e imágenes de archivo. El desarrollo lineal de lo sucedido apenas despierta la curiosidad en algunos minutos.

Lo mejor de El asesino de la baraja sucede en el tercer y final episodio, en el que se insinúa que tal vez lo que estamos viendo es un guión escrito por fuerzas más poderosas y que el sentenciado, Alfredo Galán, es, como dice uno de los entrevistados «cabeza de turco». En ese momento uno se pregunta qué habría pasado si el documental se hubiera arriesgado más, partiendo precisamente de esa hipótesis. 

Es probable que la serie esté pensada más para el mercado extranjero que para el español. De allí que se haya optado por una exposición episódica y descriptiva formal. Una manera sencilla de exponer lo sucedido sin dar muchas vueltas. Sin embargo, también hay en Netflix ejemplos de que esto puede hacerse de manera más atractiva, como la serie de true crime escenificados en la India. Beast of Bangalore: Indian Predator o House of Secrets: The Burari Deaths son trabajos audiovisuales de altísima calidad.

¿Falta de dinero o de imaginación?

Al documental del asesino español pareciera que le hace falta dinero o producción. Es completamente espartano y básico. Cuando eso sucede, la imaginación tiene que suplir a la falta de recursos. Por otro lado, los declarantes aportan muy poco al suceso. Cierta sospecha de una comunión entre el acusado, Galán, y la extrema derecha aparece a última hora y se trata aparatosamente, como una carta salvadora de un relato que se hace cansino.

En lo que acierta la exposición de Sans Pantling es en dejar la duda en el espectador. Queda bastante claro que el caso fue tratado con bastante imprudencia y que el afán por encontrar un culpable, en medio de la consternación de la sociedad española, privó por encima de saber la verdad o acercarse lo más posible a ella. 

El asesino de la baraja, curiosamente, abre la puerta para que un director mucho más atrevido indague sobre esos huecos que la investigación policial no pudo llenar. Aquel que pueda penetrar el entorno de Galán y pueda sacar a la luz más información que la ya conocida, podría entregar un aporte a un suceso que sigue generando muchas preguntas. Porque, aún cuando se refuerce quién fue el ejecutor, es decir, más allá de que Galán en efecto sea el culpable de estos terribles hechos, lo que esperamos de un documental es que desarrolle haga énfasis en el por qué. Y ese por qué, por ahora, no tiene respuesta.

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