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'Vortex': un batido de efectos mariposa que extrañamente funciona

La serie de Netflix sobre viajes al pasado y sus consecuencias en el futuro cumple con su premisa: entretener al espectador

‘Vortex’: un batido de efectos mariposa que extrañamente funciona

Una escena de la serie 'Vortex'. | Netflix

Hay producciones que por premisa y puesta en escena parecen destinadas al fracaso, pero por alguna extraña razón, funcionan. Zoolander es tal vez el mejor ejemplo. Hoy, la película de Ben Stiller se considera como un clásico que se mofa de la moda. Sucede igual con Vicenzo, la serie asiática de gran éxito internacional sobre un abogado de la mafia que acaba con sus colegas violentos, en el regreso a su natal Corea del Sur. 

Vortex (Vortice en español), disponible en Netflix, es una buena representante de ese peculiar mundo. La serie francesa que crearon Camille Couasse y Sarah Farkas es bastante entretenida y a pesar de su aparatoso desarrollo, consigue que los espectadores la consuman de un solo tiro solo por el deseo de conocer cómo termina el entuerto.

La idea principal del show es la siguiente: en 2025, gracias a una nueva tecnología, la policía podrá sumergirse en las escenas del crimen, reconstruidas en realidad virtual, para ayudarles a resolver sus investigaciones. Sin embargo, un aparente error (el vórtice) durante una sesión del detective Ludovic Béguin (Tomer Sisley), lo pondrá en contacto con lo sucedido en el pasado y su afán por cambiarlo, tendrá efectos en el presente.

Vortex se lanzó en el servicio de streaming sin mucha alharaca y poco a poco se ha ido ganando el corazón de los espectadores gracias a la combinación de viajes en el tiempo, persecución de un asesino en serie y la excelente química entre los protagonistas, Tomer Sisley Camille Claris. En general, el equipo de actores cumple, a pesar de que el maquillaje para envejecer o rejuvenecer a algunos es… bastante cuestionable.

Un problema en el tiempo

La serie, como se puede ver en el tráiler, tiene un inicio que engancha. El detective Ludovic se despierta y todo parece en orden. Su amada esposa decide ir a trotar mientras él se encarga de la recién nacida, Juliette. Minutos después, los colegas del protagonistas llegan para informarle que algo muy malo ha sucedido: su esposa ha fallecido en un aparente accidente en la playa. Veintisiete años después, el policía tiene la posibilidad de revisar el caso gracias a una nueva tecnología, pero aparentemente un bug (un error) en el sistema le pone de nuevo en contacto con la fallecida.

Las producciones sobre los viajes en el tiempo y sus consecuencias, los llamados «efectos mariposa», abundan. Tal vez la más recordada sea Regreso al futuro (1985, Robert Zemeckis), que inmortalizó aquella marca de autos desaparecida: DeLorean. El tono de comedia hacía digerible aquello de que si tocas algo del pasado, se modifica el presente. Recordemos que Michael J. Fox debe asegurarse de que sus padres se enamoren en 1955 si quiere existir en el futuro. No obstante, también existe una cinta más aterradora sobre el mismo tema: El efecto mariposa (2004, Eric Bress, J. Mackye Gruber).

En la mejor película de Ashton Kutcher, al menos para quien escribe, las consecuencias de intentar enmendar una tragedia deviene en un mal mayor. Si no la has visto, es un buen momento para hacerlo. El mensaje del guion es claro: lo mejor que puedes hacer con el pasado es dejarlo atrás y seguir adelante. Sin embargo, sabemos que los seres humanos tienen una obsesión con la revisión de cada paso dado en la vida y también con los recursos que posibilitan el viaje en el tiempo/espacio, ya sea un automóvil o un error en el código de un sistema científico novedoso como la realidad virtual.

El problema en Vortex es que la trama se ubica en un futuro muy reciente —2025— y si bien Mark Elliot Zuckerberg nos ha puesto a correr, haciéndonos creer que nuestro presente es estar conectado a unos lentes, lo cierto es que estamos muy lejos de creer que lo propuesto en la serie francesa es posible en apenas dos años.

Hay algo que parece forzado desde el inicio para explicar el contacto entre el protagonista y su difunta esposa. Sin embargo, en casi todas las producciones de ciencia ficción, el espectador debe resignar la credibilidad para entrar en el juego, de manera que lo inverosímil se haga verosímil. Y esta no es la excepción. A cambio, claro está, se espera que la recompensa sea proporcional a esa licencia. ¿Cumple entonces Vortex? La respuesta sencilla es: sí. 

La emoción sobre la razón

Toda serie que obligue al espectador a consumirla de un solo tirón requiere de encanto. Y eso es lo que hace Vortex, a pesar de que las transiciones del pasado al presente y viceversa no están muy bien logrados, sobre todo por un trabajo de maquillaje bastante pobre y a veces inexplicable (algunos personajes apenas si se ven más viejos y otros demasiado rejuvenecidos). La clave, la carrera por saber si la protagonista podrá salvarse o no de la muerte pronosticada, es apasionante.

¿Cómo actuarías si sabes que tienes fecha de caducidad? Este punto en específico está trabajado de manera muy inteligente. Es normal que, por instinto de supervivencia, intentemos preservar nuestras vidas, así sepamos que eso trastoca el futuro de manera negativa. En este punto se debe destacar que los cambios cuando se trastoca el pasado, no está muy bien desarrollado en la serie. Se maneja a capricho, por lo que a veces pareciera que los guionistas se mueven a conveniencia solo para sorprender al espectador.

En conclusión, estamos ante un viaje emocionante, aunque poco verosímil sobre una materia que ha dejado grandes clásicos en el cine y la televisión. Si te gusta este tipo de trama, debes darle una oportunidad. De hecho, si consigues pasar del primer capítulo, seguramente no pararás hasta terminar de ver Vortex. 

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