¿Quién es el autor de uno de los sonetos más famosos de la literatura en español?
Un académico mexicano publicó una investigación sobre el poema en 1915 que podría aclarar su autoría
El siglo XIX, y más concretamente el romanticismo, revaloró la estética barroca. A partir de ese momento muchos autores y obras de aquellos tiempos se leyeron con interés y sorpresa, porque superados los prejuicios neoclásicos, se pudo ver la gran calidad literaria que los excesos barrocos contenían. Se redescubrieron entonces la belleza culterana de Góngora, la inteligencia deslumbrante de Quevedo, etc.
De este modo, se empezaron a publicar muchas obras que despertaban el interés del público lector y que habían sido olvidadas.
Y así, al finalizar el siglo XIX, se publicó un soneto que de inmediato pasaría a la fama, no sólo en los países hispanohablantes, sino en muchos otras naciones interesadas en la cultura hispánica. Incluso fue traducido a la mayoría de las lenguas cultas con grandes elogios. Desde entonces goza de gran prestigio y es reputado como uno de los más famosos y valiosos sonetos de la lengua española.
Dicho poema es conocido con el nombre «A Cristo crucificado» o también se le reconoce e identifica por el primero de sus versos: «No me mueve, mi Dios, para quererte».
Autor desconocido
Desde aquellas ya lejanas fechas de fines del siglo XIX se dijo que el autor era desconocido. Sin embargo, algunos arriesgaron algunas autorías y fue atribuido a San Juan de Ávila, a San Francisco Xavier, a Santa Teresa de Jesús y a San Ignacio de Loyola, entre otros, además de otros personajes desconocidos.
Pero a mediados del siglo XX, Alfonso Méndez Plancarte, gran experto en poesía novohispana, cuestionó estas teorías. En general, las razones por las cuales se habían hecho esas atribuciones se debían a que los escritores anteriormente mencionados habían escrito poesía en el siglo XVI, una época en la que se cultivó la mística, género del que bebe claramente el soneto. Pero no hay ninguna evidencia que pruebe que éste se hubiese escrito en ese siglo.
Así lo expresó el escritor y filólogo Marcelino Menéndez y Pelayo en 1881, en el discurso de ingreso a la Academia Española:
«En cuanto al célebre soneto ‘No me mueve mi Dios para quererte’, que en muchos devocionarios anda a nombre de Santa Teresa, y en otros a nombre de San Francisco Javier (que apuntó una idea muy semejante en una de sus obras latinas), sabido es que no hay el más leve fundamento para atribuirle tan alto origen; y a pesar de su belleza poética, y de lo fervoroso y delicado del pensamiento (que, mal entendido por los quietistas franceses, les sirvió de texto para su teoría del amor puro y desinteresado), hemos de resignarnos a tenerle por obra de algún fraile oscuro, cuyo nombre quizá nos revelen futuras investigaciones».
El nombre de dicho fraile oscuro fue revelado treinta y cuatro años después.
Descubrimiento de Carreño
El académico mexicano Alberto María Carreño publicó en 1915 un libro titulado Joyas literarias del siglo XVII encontradas en México. En él hace una minuciosa investigación y demostración de quién fue el autor de dicho poema.
Carreño encontró estos versos en un manuscrito titulado Arte doctrinal y modo general para aprender la lengua matlalzinga, fechado en 1638. Su autor es el fraile de la Orden de San Agustín Miguel de Guevara, que vivió a finales del siglo XVI y la primera mitad del XVII.
Así describe Carreño su descubrimiento del poema y de quién fue su autor:
«Entre los valiosísimos manuscritos que posee la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística (…) uno hay que tiene esta portada:
‘Arte Doctrinal i modo Gl. Para aprender la lengua Matlaltzinga, Para administración de los sanctos sacramentos asi Para conffesar, cassar i Predicarla con la Difiniscion de sacramentis Y demás cossas nesesarias Para Ablarla i entenderla Por el modo mas ordinario Y versado común i Glmte. Para no Ofuscarse en su inteligencia.
Hecho Y ordenado Por el Padre Fray Miguel de Gueuara Ministro Predicador i Operario Euangelico en las tres Lenguas q Glmente corren Mexicana Tharasca y Matlatzinga en esta Prouincia de Michhuacan. Prior actual Del conuento de Sntiago Athatzithaquaro. Año de 1638’.
Preparábame a estudiarlo a fin de escribir el respectivo prólogo antes de darlo a las prensas, como he hecho con los demás manuscritos que he publicado, cuando hallé en la hoja 8 el soneto famoso: ‘No me mueve, mi Dios, para quererte’».
En un primer momento, el descubrimiento pasó inadvertido para Carreño. Con el paso de los días y una posterior reflexión, entendió el significado último que tenía tal hallazgo.
Conclusiones de autoría
En más de trescientas páginas el sabio mexicano va organizando su exposición hasta llegar a la conclusión de que el autor del afamado poema no puede ser otro que el mismo escritor del manuscrito: fray Miguel de Guevara.
Hay sobrados argumentos para sostener que dicho poema incluido en el manuscrito no puede ser de otro autor, sino de quien lo transcribe. Carreño sintetizó su posición y defensa afirmando que su hipótesis se sostiene en siete afirmaciones, que son:
- Solo se conoce un códice, el que posee la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, original de Fray Miguel de Guevara, y fechado en 1638. Antes no existe huella ni noticia alguna del soneto.
- Ha quedado demostrado que no fue escrito por ninguno de los santos a quienes impropiamente ha sido atribuido, ni hay fundamento para juzgarlo obra del siglo XVI; y todo indica que debe tenérsele como correspondiente al siglo XVII.
- Las composiciones de Guevara lo acreditan de hábil versificador, pensador profundo y poeta.
- Su libro contiene composiciones entre las cuales se halla el soneto y que, a no dudarlo, son del propio Guevara.
- La factura de todas las demás composiciones revela que son producto igual al soneto, con el que están en consonancia por el fondo y por la forma.
- La cultura general de los hombres de letras de la Nueva España y especialmente de los frailes agustinos en la época en que Guevara escribió su libro justifica del todo su aptitud para componer el soneto.
- Guevara da el soneto como obra suya y, al contrario, había expresado de modo claro qué trabajos en su libro no salieron de su pluma.
Para Carreño no había pruebas irrebatibles de que Guevara fuese el autor del soneto. Pero nadie podía presentar mejores derechos de paternidad del poema que el fraile, ya que «ninguna de las composiciones amparadas bajo el nombre de Fr. Miguel de Guevara, y que acompañan al soneto ‘No me mueve, mi Dios, para quererte’ ha sido publicada por otro diverso escritor, y que dado que el autor del Arte Doctrinal declárase también autor de aquellas composiciones poéticas, debemos tenerlas por suyas».
A Cristo crucificado
Para quienes no lo conozcan o no lo recuerden bien, aquí transcribimos el soneto:
No me mueve, mi Dios, para quererte,
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido;
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, en tal manera
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No tienes que me dar porque te quiera;
porque aunque cuanto espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
Sobre el autor:
Profesor-Investigador del área de las literaturas hispánicas (Especialista en narrativa española siglos XIX, XX y XXI), Universidad de Guadalajara