Capítulo 8: La Besana
THE OBJECTIVE publica en exclusiva y por entregas la nueva novela del escritor Álvaro del Castaño. Cada día, un nuevo capítulo de un thriller de acción electrizante que, a su vez, es un espejo que refleja la realidad que a menudo preferimos ignorar
«Si quieres esconderte bien, quédate cerca».
Ese era uno de los axiomas del manual del espía. Domingo Badía, ‘El Conseguidor’, había cumplido a rajatabla esa vieja ley no escrita. Cuanto más se aleja un fugitivo de la escena del crimen, más viaje hay que realizar, y, por lo tanto, más probabilidad de exponerse a un fallo, más riesgos toma uno, más dinero tiene que invertir y más fácil es seguir su rastro. Cuanto más lejos, más fácil es cometer errores.
El comandante estaba sentado en la terraza de una casa con bellísimos rasgos arquitectónicos modernos. A la entrada destacaba en grandes letras el nombre de la propiedad: ‘La Besana’. Largas paredes blancas enmarcaban el enorme y frondoso jardín rodeado de abundantes plantas. Toda la parcela tendría unas cuatro hectáreas, y estaba protegida por cámaras de seguridad, sensores de calor y de movimiento, y con los altos muros coronados por un hilo electrificado muy disuasorio. La propiedad era un verdadero fortín, pero desde el exterior eso no se apreciaba porque todos los elementos de seguridad eran muy discretos. La clave del sistema de seguridad era la de no llamar la atención. Estaba claro que la persona que lo habitaba necesitaba protección y sabía perfectamente lo que hacía.
Afuera en el jardín no hacía frío, pese a que despuntaba el alba y la humedad invadía el ambiente. Las hojas de los árboles del jardín parecían gritar de dolor por el incesante golpeo al que se veían sometidas por el violento aire en movimiento. Badía estaba sentado tranquilamente, inmóvil y meditabundo en una maravillosa silla construida con mimbres de ratán. Esta silla se hizo increíblemente famosa porque fue portada de Emmanuelle, la mítica película erótica, y porque se utilizaba como trono real en Polinesia. Desde su silla del pavo real, como le gustaba llamarla a él, Badía se sentía poderoso. Sentado y relajado, a su alrededor el mundo era quietud. La luz tamizaba sus pensamientos, el viento medía sus dudas y el humo del puro habano que agarraba con su mano derecha, escondía sus miedos. Estar sentado allí era estar bajo la influencia de un ansiolítico natural. Era Lexatin botánico en vena.
El comandante dormía muy poco y, a medida que se hacía mayor, aún menos. Afortunadamente, el dolor provocado por la herida de bala que le alcanzó en Gibraltar, y cuyas consecuencias hubieran sido absolutamente letales si no hubiera portado ese casi mágico chaleco antibalas, ya no le impedía conciliar el sueño. Estaba claro que ningún chaleco podía parar o desintegrar una bala de estas características, pero lo que sí lograba era impedir la muerte de la víctima. Tampoco le impedía dormir su larga lista de pecados, veniales, mortales y vitales, ni sus múltiples traiciones. Nada de eso le torturaba la conciencia, si acaso tenía una. Su mente descansaba en paz por el simple hecho de que no le atormentaban sus recuerdos. Sus vilezas no le perseguían. No le afligían sus deslealtades. Ya no distinguía el bien del mal. Simplemente dormía poco.
A esas horas de la mañana, con todo en calma, es cuando conseguía la máxima concentración que le permitía resolver los problemas que se le agolpaban en la mente. Recordaba perfectamente cómo había conseguido llegar tras sufrir el disparo a ‘La Besana’. Esta maravillosa casa era propiedad de su amante, Bárbara Cornualles, y estaba situada en el resort de lujo de Sotogrande, casi lindando con el pueblo gaditano de San Roque, y apenas a veinte minutos de Gibraltar. Tras recibir el impacto de bala, que le destrozó el fino chaleco antibalas que llevaba, y que le provocó una gran herida, perdió mucha sangre. Eso, y el dolor que padeció, le introdujeron en una nube de desconcierto. Su cabeza se nubló. Ese es el mayor enemigo cuando estás herido, que la debilidad atenace tu inteligencia y afecte a tu memoria y tu capacidad de decisión y de reacción.
Después de deambular por las calles del Peñón, llegó andando a casa de su viejo amigo, un insignificante narcotraficante de Gibraltar, pero excompañero de aventuras, de esos que nunca le traicionarían. Ahí fue atendido con cariño y fue operado de urgencia por el médico que habitualmente atendía a todos los narcotraficantes heridos en los rifirrafes con la Policía o la Guardia Civil. Este médico hacía más urgencias hospitalarias por herida de arma en un mes, que todo el hospital de La Línea en un año. Su pericia era legendaria y contaba con buenos medios para afrontar sus retos quirúrgicos, pues los capos de la droga locales se aseguraban de pagarle muy bien y de que contara con los mejores utensilios. Tras un muy breve periodo de convalecencia en casa de su amigo, a Badía le sacaron a escondidas de Gibraltar en el interior de un camarote de un barco en el Puerto del Peñón, y le desembarcaron poco después, por la noche, frente a la playa del restaurante y club de playa El Cucurucho, en Sotogrande. Allí, le esperaba un coche que le llevó directo a ‘La Besana’, la casa de su amiga, amante, socia y confidente.
Lo que más le preocupaba al comandante en la actualidad era entender el porqué de ese atentado. Le preocupaba enormemente que quisieran acabar con su vida, eso era obvio. Pero también le llenaba de desasosiego que el motivo fuera otro, el de erradicarle del liderazgo de la organización que dirigía clandestinamente y con mano de hierro. Su alejamiento temporal de la actividad debido al atentado se le hacía muy cuesta arriba. Aunque él podía trabajar desde la sombra dando instrucciones a sus subordinados, lo que en realidad le gustaba era la microgestión. Siempre quería estar encima de todos los detalles de sus equipos. Cuando uno trabaja entre las sombras del contrabando, la política y espionaje internacional, aprende a planear todos los posibles escenarios. Uno de ellos era que se produjera un golpe de estado en su propia organización, pues la traición era moneda de cambio habitual en estas organizaciones. Era consciente de que todos, incluidos él y Bárbara, eran totalmente dispensables. Tras haber cerrado los últimos flecos del acuerdo de la operación Monkey Business, es posible que alguien con ambiciones quisiera acabar con él. Su plan le exigía ahora mantenerse en el anonimato, lo que hacía mucho más complejo tener el control de todos los integrantes de su ecosistema.
—Hola, mi amor, veo que ya estás en pie, y además fumando —dijo enojada Bárbara—. El médico te ha prohibido fumar, beber alcohol, y desde que te has recuperado, parece que estás planeando tu suicidio porque no paras de hacer ambas cosas a la vez. Me tienes harta, eres el peor enfermo que puede haber.
Bárbara dijo esto transpirando verdadero amor y ternura en sus palabras. Su preocupación por su salud era real, y se apreciaba que ambos se querían como solo se quieren esas parejas que llevan muchísimos años unidos.
—Hola, mi amor, no te enfades, ya sabes que no acepto órdenes y menos de un galeno. Ahora solo quiero disfrutar y relajarme para poder pensar con claridad. ¡Tengo muchísimo trabajo, y muy pocos vicios!
Bárbara le acarició la calva con ternura y se sentó enfrente con una taza de café en la mano. Pese a que acaba de llamarle la atención, se la veía muy contenta. Miraba a Badía con ganas de agradarle y de transmitirle paz y serenidad. Le amaba y quería que fuera feliz.
—No hay mucho que pensar cariño, a partir de ahora estarás escondido una temporada, tómatelo como unas vacaciones o como si estuvieras trabajando desde casa, todo online —dijo ella esbozando una gran sonrisa.
—¡Querida Bárbara, acuérdate de que yo no soy un funcionario, en mi línea de actividad el teletrabajo es bastante difícil!
—Te vas a quedar aquí en esta casa durante el tiempo que haga falta, hasta que pase esta situación. Aquí puedes pasear por el jardín, leer, y trabajar sin que nadie te vea. Esta casa está diseñada para mantener a los curiosos en el exterior, y los servicios de protección que tenemos son los mejores del mundo y matarían por ti. En unas semanas ya veremos cómo ha evolucionado todo y podremos movernos con mayor flexibilidad. Ahora por fin te tengo solo para mí. Vamos a poder hacer la vida de pareja que tanto he ansiado. Sé que a ti te parece una aspiración un poco burguesa, pero para mí no hay mayor felicidad que tenerte a mi lado.
—Amore, llevamos toda la vida buscándonos y alejándonos como si fuera una temible telenovela. Y, creo que tienes razón, es posible que sea el momento de sentar algo la cabeza durante una temporada, al menos hasta que se aclaren las cosas un poco.
Bárbara era una bellísima mujer de setenta y pico años. Lucía un cuerpo voluptuoso y firme, y aún conservaba su característico pelo corto rubio a lo garçon que le hizo famosa en el cine español de los setenta, la época gloriosa del destape. Sonreía mostrando unos dientes perfectos que transmitían confianza y calidez. Ella y el comandante eran pareja sólida desde hace casi treinta años, cuando ella decidió desaparecer totalmente del foco público y convertirse en una reclusa, al margen de la sociedad para ocuparse de ‘sus asuntos empresariales’, como le gustaba decir a ella. Bárbara abandonó a su marido de esa época, y a su hija discapacitada, y fue todo un escándalo en los medios de esa época. Además del alboroto que causó el anuncio del abandono marital y filial en la sociedad, el escándalo fue mucho mayor porque ella se fugó con el mejor amigo de su marido. Badía era su compañero de trabajo y eran inseparables. Tras la ruptura, el comandante Badía tuvo que abandonar los servicios de inteligencia, y fue entonces cuando empezó su aventura en solitario.
Badía se enriqueció convirtiéndose en un mercenario de los servicios de inteligencia especializados en la intermediación entre los corruptos y la sociedad civil, y además atendía otros siniestros y muy secretos negocios que la mayoría desconocía. Su línea de especialización incluía tráfico de armas, contrabando, secuestros, preparación de golpes de estado en repúblicas bananeras, chantajes con montajes y escándalos públicos de personas relevantes. Con el tiempo, sus actividades subterráneas habían ido en aumento, y ahora controlaba varias organizaciones. Nadie sabía realmente en qué andaba metido. Su área de especialización profesional podría resumirse con el sencillo nombre de ‘Mafia S.A.’
La historia de Bárbara era muy compleja y tenía muchas aristas. Ella había querido ser siempre una mujer independiente, tanto en lo familiar como en lo profesional. Desde pequeña supo que no había nacido para criar hijos, y menos para ejercer de enfermera de ellos. Por eso, cuando se vio por circunstancias de la vida encerrada en un matrimonio tradicional, y limitada por una hija discapacitada, decidió fríamente abandonarles. Por otro lado, el mundo de su nuevo amante era mucho más apasionante. Rápidamente Bárbara dejó su carrera artística y pasó a gestionar los asuntos económicos del comandante. Consiguió multiplicar eficaz y discretamente todos los capitales que Badía iba generando en sus nuevos negocios. Se convirtió en una experta en inversiones en compañías off-shore, en especulación inmobiliaria en la Costa del Sol, y básicamente en cualquier actividad económica o financiera que tuviera una gran rentabilidad y poco control regulatorio o fiscal. Bárbara disfrutaba del mundo de los negocios y no tenía escrúpulos para invertir en determinados sectores ni a relacionarse con grupos peligrosos, siempre que las inversiones tuvieran un retorno adecuado. Tenía una cartera de hoteles, edificios en renta, una constructora y varias sociedades opacas en paraísos fiscales. Allí es donde Badía depositaba todo el dinero, fruto de sus trabajos sucios y subterráneos, para blanquearlo con negocios reales. Bárbara era su testaferro, su lavadora de dinero y su gestora de fortunas.
—Domingo, ya sabes que yo lo dejé todo por ti y lo volvería a hacer sin ninguna duda. Pero ahora quiero disfrutar de este tiempo extra que nos ha dado la vida. Sé que por unas semanas o quizá meses tendremos que estar por debajo del radar, pero luego mi amor, una vez retomes el control de todo, tienes que planear tu sucesión a los mandos de la organización ahora que te has garantizado un enorme caudal de beneficios a largo plazo gracias a Monkey Business. Tendremos protección, dinero y salud, y será momento de vivir la vida, o al menos de vivir la que podemos vivir. Será una vida placentera, recluida y tranquila. Yo te cuidaré.
—Querida Bárbara, creo que tienes razón, hay que pensar en dejar el negocio en manos de nuestro lugarteniente, nuestro cubanito.
Bárbara se emocionó, y se limpió una lágrima. Pensar en la posibilidad de poder pasar el testigo de la organización de su marido a su mano derecha, al que ellos habían elegido, preparado y cuidado durante tanto tiempo, era emocionante. Parecía que, por fin, tras tantos años de trabajo, sacrificios, y riesgos, llegaba el momento en el que iba a disfrutar de la vida con el hombre por el que había traicionado a su primer marido y a su hija.
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La historia narrada en la presente novela, junto con los nombres y personajes que aparecen en ella son ficticios, no teniendo intención ni finalidad de inferir identificación alguna con personas reales, vivas o fallecidas, ni con hechos acontecidos. Por lo tanto, tratándose de una obra de ficción, cualquier nombre, personaje, sitio, o hechos mencionados en la novela son producto de la imaginación del autor y no deben ser interpretados como reales. Cualquier similitud a situaciones, organizaciones, hechos, o personas vivas o muertas, pasadas, presentes o futuras es totalmente fruto de la coincidencia.