Javier Argüello explora los límites del tiempo y de la realidad
El escritor argentino publica ‘Cuatro cuentos cuánticos’ donde juega con la autoficción y los misterios de la conciencia
¿Qué son cuentos cuánticos? Son los que parten de premisas del mundo de la física como la multiplicidad de universos, la no existencia del tiempo fuera de los sujetos, el número de probabilidades al tomar una decisión amorosa, etc. Ese es el nuevo género que parece inventar para su proyecto particular Javier Argüello en su última entrega Cuatro cuentos cuánticos (Literatura Random House, 2024). El autor argentino prosigue así en su trayectoria como cuentista que empezó hace más de dos décadas con Siete cuentos imposibles (Lumen, 2001) y El día que me quieras, antología de tangos (Lumen, 2004) que ha compaginado con su labor en el mundo del cine, la de cronista y profesor.
En el primer relato de esta nueva entrega de cuentos el autor protagonista debe reunirse con sus compañeros de clase 30 años más tarde y se encuentra con su amor de infancia que le confiesa que en otra vida hubiera sido posible. El segundo cuento narra cómo el escritor queda obsesionado por un loco poeta hasta que descubre que vive en sus sueños. En el tercer cuento el escritor deberá cerciorarse de si realiza un viaje en el tiempo profetizado en una antología del cuento fantástico que coordinaron Borges, Bioy Casares y Silvina Ocampo, solo para darse cuenta finalmente de que el tiempo no existe, una especie de deconstrucción del mito del viaje en el tiempo que hemos visto en tantas películas y novelas. Finalmente, se cierra todo en el último relato en el que el escritor conferenciante descubre que los tres cuentos anteriores son ficciones suyas y pasea por las calles de Pekín de la mano de una íntima desconocida.
Todos esos viajes narrados son comprensibles analizando la vida nómada de Argüello y su oficio dedicado a las crónicas de viaje. En la novela Ser rojo (Literatura Random House, 2020) explicaba que sus padres argentinos eran parte de las juventudes comunistas que se instalaron para trabajar en Santiago de Chile, donde nació, durante la Unidad Popular de Salvador Allende, hasta que tuvieron que volver a la Argentina. Allí estudió en la universidad de Buenos Aires la carrera de Ciencias de la Comunicación, también cursó teatro y teoría musical. En el año 2000 se afincó en Barcelona donde empezó a trabajar en el Ateneu Barcelonés. Sus primeros cuentos fueron comparados con grandes cuentistas porteños y al ganar el concurso de relatos Paula se ganó el reconocimiento de Enrique Vila-Matas que formaba parte del jurado. También ha incursionado en el cine con el cortometraje Fuera de servicio. Actualmente trabaja en la creación de contenidos para agencias de publicidad, productoras de cine y estudios de diseño.
La obsesión por todo lo cuántico estaba ya años atrás en A propósito de Majorama (Literatura Random House, 2015): «Cuando yo me encontré con la teoría cuántica fue en la universidad, estudié Ciencias Sociales, pero en un seminario encontré este tema y me apasiona tanto como me apasiona el modo en que construimos la realidad. La teoría cuántica es la última teoría que nos lo explica y explica que la realidad está construida, una sensación que siempre tuve trabajando desde la ficción. Es lo que cuento en el prólogo, una ecuación no puede explicar la conciencia, y una ficción sí, afirma Argüello. Y continúa: «Me parece que nuestra idea del mundo se construye a partir de las ideas que nos vamos contando, ya sea el Big Bang o El capital. En ese sentido la fórmula de la historia es muy interesante para introducir el pensamiento en algo que no puede resolver una ecuación. Mi interés es anterior al libro de Ettore Majorama, me había metido en ese tema con en el ensayo La música del mundo, y entonces alguien me habló de Majorama y su investigación de teorías aledañas a la física cuántica. De hecho estuve en el CERN, dos veces charlando con físicos, y en octubre saldrá un ensayo mío sobre el estado de la física actual».
Ecuaciones literarias
El protagonista de los relatos tiene otro nombre pero una biografía muy similar a la del autor: «Supongo que encaja en lo que ahora llaman autoficción. A mí lo que me interesa es vulnerar el límite de la realidad, me parece que es interesante poner realidad mezclada con la fantasía sin que el lector sepa diferenciarlos. Poner cosas reales favorece ese juego. Suele ocurrir mucho que las cosas que son fantasía la gente se cree que son reales y las que son reales las toma por fantasía»
Encontré en el texto un guiño a Borges, una frase del cuento El Sur, lo que nos sirve para hablar de ese gran progenitor del cuento latinoamericano: «Sin duda ha sido una inspiración para mí. Cuando lo descubrí a los 14 o 15 años fue toda una revelación, te diría que fue una iluminación. Hasta allí pensaba que la literatura era contar cuentos, entonces descubrí que podía ser algo distinto, como ecuaciones literarias».
Finalmente, el lector detectará que hay mucha ternura en los cuentos: «Lo que más hace falta en el mundo es que nos miremos con buenos ojos. Que tratemos de entendernos y mirarnos. Si no nos miramos con un poco de compasión o ternura nadie pasa el examen. Nos estamos enfrentando todos mucho todos contra todos y creo que hay que subir el volumen de la empatía. Me parece que a veces esquivamos escribir de la ternura porque puede sonar tonto. Vale la pena correr el riesgo por entregar al mundo una pieza con ternura».