Las Noches del Botánico: música para disfrutar
El festival madrileño abre la edición de este año con un cartel igual de rico que su preocupación por evitar la masificación
Madrid alberga un número importante de citas de cara al verano. Varios mundos, como el Mad Cool, las noches de San Jazz o el Road to Rio Babel, son algunas de las propuestas. Pero, de entre todas ellas, hay una que, en sus ocho años de experiencia, ha demostrado haberse erguido victoriosa en un buen número de particularidades…
El festival Noches del Botánico puede colgarse la medallita de ser el ciclo de conciertos más largo de la capital, y el primer festival de España y Europa en nacer y desarrollarse bajo el paraguas de una universidad pública. No son, sin embargo, estos dos logros los que han catapultado al compromiso anual a tantos melómanos. La propuesta, tan ecléctica, variopinta como una playlist aleatoria de todos los programa de Radio 3, así como la fórmula de un concierto por día, han sido claves. También el espacio. Ir a un concierto en un Jardín Botánico es mejor que hacerlo en un polvoriento descampado a una hora de la ciudad.
No obstante, para husmear un poco más en los pormenores de esta cita de dos meses (junio y julio) con la música en la capital, THE OBJECTIVE ha conversado con los dos codirectores del festival, Julio Martí y Ramón Martín. La pareja de pilotos de esta nave musical narra las circunstancias de su unión. «Julio viene del mundo del jazz y el flamenco», dice Ramón, tomando la palabra por su socio. «Ha traído a España a eminencias como Miles Davis. Aunque también del mundo latino. Silvia Pérez Cruz o Rubén Blades, entre otros muchísimos. Yo vengo del pop-rock español y de montar cosas como el DCODE».
«Nuestra relación viene de un amigo común que nos presenta, en el momento justo en que a Ramón lo contacta la universidad con la posibilidad de hacer algo en este glorioso espacio«, dice Julio, tomando el relevo. El lugar, sin duda, es un privilegio. Aunque también, claro, una responsabilidad harto alejada de la despreocupación que acompaña a los emplazamientos donde suelen instalarse los festivales.
«Es por eso por lo que, desde el principio, nos concentramos en hacer una cosa de calidad y más minoritaria», prosigue Julio. «Aquí se cuida al máximo hasta el más mínimo detalle. La música va totalmente ligada al placer de la experiencia». Un goce, seamos francos, que escasea en las cualidades de otras propuestas donde la masificación, la falta de infraestructura y la clara búsqueda de beneficio priman por encima de todo.
Público limitado
«Somos dos empresas familiares», asegura Ramón. «No hay ninguna multinacional, ni ningún fondo de inversión, vamos un poco a la vieja usanza. Eso ayuda a que haya artistas que nos elijan, cansados de estadios o macro festivales». Porque el adjetivo macro, efectivamente, no puede relacionarse con las Noches del Botánico, con un aforo reducido de 4.000 personas por concierto.
Quizás, con otra estrategia, ambos co-directores podrían exprimir más la experiencia. Engordar la caja. Como parece que se estila en sus competidores. «Una cosa es vivir de esto», señala Julio, «que es lo que tenemos que hacer, y otra cosa es hacerte rico. Yo llevo cuarenta y tantos años en esta profesión. Es la que me da satisfacción. La música. Traerla. Darle una ventana y al público la posibilidad de asomarse a ella».
Un vistazo al talento musical internacional para el que las colas no son parte de la experiencia. Quien haya ido a un gran festival, con nombres parecidos a los que capitanean la edición de 2024 de estas Noches del Botánico, tal que Tom Jones, PJ Harvey, Queen of Stone Age o The Cult, sabrán que las vejigas al borde del estallido, el olor porquerizo y la boca alpargata ante la eterna espera de una bebida, es condición habitual. No así en las Noches del Botánico: «Tenemos un público limitado, o sea que siempre ha sido una situación en la que nadie se ha sentido incómodo. El año pasado hubo un poco de exceso de cola en el baño de mujeres, y la jefa de sala acabó derivándolas a los baños de hombres. Este año, para resolverlo, hemos duplicado el número de baños de mujeres», dice Ramón al respecto.
«Esto es un festival al que se viene para disfrutar de un concierto», enfatiza Julio. «A gozar la música. Punto. 40.000 metros cuadrados para 4.000 personas que están a 25 metros del escenario, y atendido por 300 trabajadores. Son cifras únicas. Además, nos cuidamos mucho a nivel mediático. Aquí no hay coñas. No hay prensa del corazón. Ni influencers vendiendo promoción. Y mira que nos lo han ofrecido. Es el único festival en el que no tenemos photocall. Si viene, no sé, la Pedroche, pues se le puede elegir un sitio apartado para que vea el show tranquila, pero nadie va a dar la murga con que ha venido al festival».
Limpio y seguro
«Como mucho», prosigue Ramón inspirado por las palabras de su socio, «lo que te decimos de ofrecer un espacio aparte. Por ejemplo, vino Valdano, el del fútbol, al concierto de Calamaro. Abrimos a las 19.30h y el tío estaba en la puerta desde esa hora. Y, claro, es muy alto, así que cantaba mucho. La gente empezó a cachondearse y a echársele encima haciendo tapón. Así que llegué yo, y le comenté si quería ir a una zona apartada. Él lo agradeció mucho. Pero es que así también pudimos controlar un poco los apelotonamientos de personas»
Preguntados por la actitud más feriante que musical de otras citas madrileñas, Julio salta con cierta indignación. «Los festivales se han convertido en parques de atracciones. Ponen hasta una puta noria. ¿Cómo se les ocurre poner una noria?». Una crítica, a la que Ramón suma la de la salubridad: «Si te has fijado, nosotros limpiamos todo el rato. No esperamos a que acabe el bolo. Es una forma de educar, porque si tú lo ves todo limpio no te da por ensuciar». La organización de Noches del Botánico, de hecho, no se anda con chiquitas dada la sensible naturaleza del espacio. «Pasa muy poco», dice Julio al respecto, «pero si aquí vemos a uno meando encima de las plantas, ¡no te olvides que esto es un Jardín Botánico!, viene el de seguridad y lo más fácil es que lo eche. Te cuesta, literalmente, 2 minutos ir al baño. No hay razón para no respetar el lugar».
En definitiva, las Noches del Botánico son una cita de referencia para los amantes de todo tipo de música, en un entorno propicio y con la exótica particularidad de una organización que piensa en proporcionar una experiencia tan memorable como respetuosa. Un ejemplo de que las cosas, en este universo de festivales, se pueden hacer de forma diferente.