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Historia Canalla

Largo Caballero: el PSOE guerracivilista y sangriento

En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta

Largo Caballero: el PSOE guerracivilista y sangriento

Ilustración de Alejandra Svriz

En marzo de 2021, Carmen Calvo, la entonces ministra de Memoria Democrática, presidió un acto de homenaje a Francisco Largo Caballero, quien fuera líder del PSOE en el primer tercio del siglo XX. En el acto, Calvo dijo que el PSOE actual se podía identificar con Largo Caballero por su «defensa de la clase trabajadora» como «la mejor manera de estar y de participar en un país en ebullición».

Dos meses después, en mayo de 2021, Pedro Sánchez, en la clausura en Valencia del Congreso de la UGT, reivindicó a Largo Caballero, diciendo que aquel hombre «actuó como queremos actuar». La frase es inquietante, porque Largo Caballero hizo todo lo posible para llevar a España a la Guerra Civil.

Es posible que la socialista se refiriese al compromiso que Largo Caballero asumió con la dictadura de Primo de Rivera en la Organización Nacional Corporativa. En esa organización Largo tuvo un importante cargo en representación de la UGT. En lo demás, Largo Caballero fue un desastre para los trabajadores. Su ley de términos municipales de 1931 generó mucho desempleo en el campo, y la jornada de ocho horas no fue más que la copia de la que estableció Romanones en 1919. Por cierto, las personas que murieron en las checas, o que fueron fusiladas, torturadas, violadas y robadas durante su presidencia, también eran trabajadores.

A esto, añadió Calvo que Largo Caballero tuvo un «compromiso» tan grande que lo pagó con el «exilio, la represión, el campo de concentración y el sinfín de sufrimientos». El compromiso no fue con la democracia ni con la República, sino con la dictadura del proletariado y con el gobierno exclusivo del PSOE con el Frente Popular. El 24 de septiembre de 1933 Largo Caballero declaró a El Socialista, órgano del PSOE, en una entrevista a un joven llamado Santiago Carrillo, que no sabía cómo había quien tenía «tanto horror a la dictadura del proletariado», porque «¿No es mil veces preferible la violencia obrera al fascismo?». Es más; el PSOE debía estar preparado para conducir «al proletariado a la revolución social» por lo que debía «prepararse seriamente para la lucha».

«Largo Caballero, además de un pésimo ministro del Trabajo, fue un golpista y un guerracivilista. No asumió el talante de los republicanos ni siquiera en 1945, en una carta que escribió a Indalecio Prieto, donde decía que habían sido demasiado «tolerantes»»

Podríamos decir que el concepto de democracia que manejaba entonces el PSOE era el propio de la época. Cierto, pero es imposible defenderlo hoy, al menos con cordura. Largo Caballero, además de un pésimo ministro del Trabajo, fue un golpista y un guerracivilista. No asumió el talante de los republicanos ni siquiera en 1945, en una carta que escribió a Indalecio Prieto, donde decía que habían sido demasiado «tolerantes». Es que, además, Largo Caballero rompió el Gobierno en 1933, lo que obligó a la convocatoria electoral de ese año, que perdieron. En vista de que la «democracia burguesa» no se dejaba violar, decidieron dar un golpe de Estado al que llamaron «revolución». Era 1934.

En 1934 no solo fracasó el golpe, sino que hirió de muerte a la República. Claro que a Largo Caballero no le importaba la democracia y menos la República. El 21 de enero de 1936, en un mitin en el cine Europa de Madrid -donde luego hubo una checa- dijo que: «Antes de la República, nuestro deber era traer la República; pero, establecido este régimen, nuestro deber es traer el socialismo. Y cuando hablamos de socialismo, hay que hablar de socialismo marxista, de socialismo revolucionario con todas sus consecuencias».

¿Y qué pensaba Largo Caballero de la expresión democrática en las urnas? Pues que no servía para nada. «Si triunfan las derechas -afirmó el 20 de enero del 36- tendremos que ir a la guerra civil declarada». Podría considerarse un despiste, pero es que lo repitió en un mitin en Alicante poco después, y más tarde el 2 de febrero en Valencia, donde dijo: «La clase trabajadora tiene que hacer la revolución», y «si no nos dejan, iremos a la guerra civil». Largo Caballero entendía que la violencia, matar, era un instrumento político. Lo dijo el 1 de noviembre de 1933: la política “exige hechos que repugnan, pero que luego justifica la historia”.

Lo importante era tomar el poder, y eso no se hacía «echando simplemente papeletas en las urnas», dijo el 10 de febrero de 1936. Seis días antes de la convocatoria electoral de 1936 soltó lo siguiente: «estamos ya hartos de ensayos de democracia; (queremos) que se implante en el país nuestra democracia». Podemos pensar que ese radicalismo era para excitar a las masas españolas. No. Largo Caballero lo dijo en 1934 en Ginebra (Suiza), cuando afirmó que el PSOE no creía en la democracia «como valor absoluto», y «tampoco creemos en la libertad».

Tampoco le gustaba el parlamentarismo; es decir, la representación legítima de la soberanía popular. Stalin escribió a Largo Caballero en diciembre de 1936, cuando era Presidente del Gobierno, que aparentara formas parlamentarias junto a republicanos como Azaña. El ‘Lenin español’ contestó que dichas instituciones no tenían entre los socialistas «partidarios entusiastas». En fin. Son muchas las citas de Largo Caballero que muestran su desprecio a la democracia y a los derechos humanos.

Vamos a acabar hablando de Largo Caballero y el Terror Rojo, porque el socialista tiene una estatua en Madrid, y el PSOE conserva una fundación con su nombre. Las matanzas en Madrid de septiembre y noviembre de 1936 se hicieron siendo Largo Caballero presidente del Gobierno, y su hombre de confianza, Ángel Galarza, como ministro de la Gobernación, lo que hoy es Interior. Cuando el 11 de noviembre de 1936 dos ministros pidieron explicaciones a Galarza de las matanzas que se estaban llevando a cabo, como Paracuellos, la respuesta es que se debían a la furia de los milicianos por los bombardeos de los sublevados. Eso significa que lo sabían cuatro ministros: José Giral, Manuel Irujo, Ángel Galarza y Juan García Oliver. El asunto se detuvo con la vuelta del anarquista Melchor Rodríguez, el ‘Ángel Rojo’, al puesto de Inspector General de Prisiones el 4 de diciembre de 1936, ante las protestas del cuerpo diplomático. La cuestión, por tanto, no es si Largo Caballero lo sabía, sino por qué tardó tanto en poner fin a las matanzas.

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