Jean-Baptiste Andrea, premio Goncourt: la narrativa al servicio de la historia
El escritor francés se alzó con el premio más prestigioso de Francia en 2023 con su novela ‘Cuidar de ella’
Si alguien les dijera, excitadísimo, henchido de emoción como recién puesto de Propofol, que ha ganado un premio literario con una dotación de 10 euros, seguro lo mirarían raro. En Francia, sin embargo, reconocer abiertamente haber percibido esa ridícula cantidad pone sobre la pista de la sustancial importancia del galardón. Y es que el premio literario más prestigioso del país vecino, el Premio Goncourt, va acompañado por esa suma. Por eso sabemos que Jean-Baptiste Andrea, 56 años, ganador del año 2023 con su novela Cuidar de ella, publicada en España por AdN, no andará expectante del suculento cheque. Aunque haber sido elegido para recibirlo ya lo ha catapultado al estrellato más reservado de las letras galas.
El escritor, antes director y guionista de cine, se ha abierto tan privilegiado hueco con una novela de título impactante, aunque con mucha trampa. Una historia de amor, oh, menuda novedad, dirán algunos, entre un escultor taruguete de manos recias y una aristócrata igual de avispada que pomposa. No es, según lo veo, ni el susodicho romance, ni la lustrosa ambientación en la Italia fascista lo que torna la novela digna de reconocimiento. Por supuesto, Andrea ha mamado sabiamente de su escuela cinematográfica y alumbra arcos narrativos adictivos en pocos párrafos, pero es su tierna, sencilla y discreta lírica, pespunteada por adjetivos atinados y frases de caparazón ligero con corazón de plomo, la que, lo más seguro, le ha servido el premio.
THE OBJECTIVE ha conversado con el autor para desentrañar los secretos de tan magnética elegancia narrativa.
Pregunta. En el mundillo literario uno sabe, más o menos, si tiene alguna posibilidad en los premios a los que se presenta. Usted está lejos de ser un escritor anónimo, aunque es cierto que su obra rompe con el canon de la autoficción y la diversidad que se venía imponiendo. ¿Confiaba en llegar tan lejos?
Respuesta. No estuve nervioso hasta la última fase de selección. Hay muchos grandes editores y es un juego muy particular, en el que uno nunca lo tiene claro. Sinceramente, no esperaba llegar tan lejos y eso me tranquilizaba. El único momento en el que comencé a estresarme fue la mañana en la que se decidía el ganador, porque no me había proyectado realmente antes en la posibilidad de ganar. Luego, se ha dicho mucho que mi obra entra dentro de lo tradicional, y no sé muy bien qué significa eso. Hace miles de años que contamos historias y yo es lo que he hecho. Admito que no cultivo en absoluto el culto de la forma. Del estilo. Creo que la forma no tiene importancia. Si me dicen que tiene una forma tradicional, al ser una historia de amor entre un hombre y una mujer, lo entiendo, pero para mí no quiere decir nada. Ha sido uno de los ángulos de ataque de quienes han querido poner en duda la selección de la obra para el premio. Pero, como te digo, pienso que contar una buena historia es lo más puro que se puede llevar a cabo en literatura, más que revolcarse en una cuestión de estilo.
P. Y, sin embargo, está claro que hay un estilo, una forma de narrar que orbita entre la sencillez y la dulzura poética.
R. Supongo que mi estilo es intentar desaparecer de la escritura. Me gusta que la gente se sienta emocionada por las frases, pero no que diga: «Oh, qué bien escribe este tío». La narrativa ha de estar al servicio de la historia.
P. ¿Se trata, quizás, de una herencia de su trabajo en el cine? En las descripciones parece bastante visible.
R. Probablemente en el ritmo. Sin embargo, pensando en lo que dices de las descripciones, te diría que leyendo Los tres mosqueteros a ti te asaltan, igualmente, una gran cantidad de imágenes. No obstante, no puede ser una novela cinematográfica. Así que el ritmo es lo que creo que tiene más que ver con el cine en mi literatura. De todas formas, el auge del cine ha cambiado la forma de escribir. La lentitud decimonónica ahora es impracticable. Adoro que la complejidad sea simple, y eso nos lo ha regalado la cultura visual. Intento buscar palabras sencillas. Fácilmente legibles. Y hoy, con la presencia de imágenes claras en el imaginario, con una simple palabra, se puede hacer una descripción perfecta de un paisaje. Cuando yo hablo de un ‘salón de Western’, el lector ya tiene bien clara la idea en su cabeza. No me hace falta, como hace 80 años, entrar en descripciones sesudas. La palabra se convierte así en una llama con la que hacer explotar imágenes en la mente de quien la lee.
«Todos mis libros los empiezo por el final. Así puedo permitirme escribir en una especie de trance»
P. ¿Hay algún origen concreto de esta búsqueda de la, llamémosla, elegante-sencillez?
R. Mi escritura es muy instintiva. No sabría decirte por qué lo hago, ya que, realmente, mi proceso es empezar a escribir ininterrumpidamente y dejándome llevar. Ahora, para lograr esto, admito que hago un gran trabajo de estructuración previo. Antes de empezar a escribir ya tengo toda la historia desarrollada en mente Todos mis libros los empiezo por el final. Así puedo permitirme escribir en una especie de trance, donde no me tengo que interrogar por cómo se irán sucediendo los acontecimientos. Cuando juegas un partido de fútbol, no te estás interrogando sobre cómo deberías chutar la bola. Lo haces por intuición. Para mí escribir ha de ser lo mismo.
P. ¿Por qué la escultura como eje y por qué en Italia?
R. Elegí la escultura porque la idea me sobrevino viendo la imagen de una obra escultórica en una película. Mis tres directores favoritos son Paolo Sorrentino, Almodóvar y Spielberg, y se trataba de un film del primero. En Silvio (y los otros), hay una escena donde aparece un crucifijo saliendo de una iglesia en ruinas y me emocionó tremendamente, asaltándome, de pronto, el motor de la novela. Respecto a la elección de Italia, tiene que ver con una cuestión personal. Tengo raíces italianas, poco explotadas, por parte de mi madre, y siempre he sentido una atracción natural hacia el país y su cultura. Por eso elegí Italia. Fue una forma de forzarme a acercarme a ella. Por el lado de mi padre, de hecho, tengo raíces españolas. Ibicencas. Quien sabe si, en próximos proyectos, terminaré dirigiéndome a ellas.
«La creación artística es una pasarela a algo más grande que nosotros mismos»
P. La obra se dirige, en muchas ocasiones, hacia la idea de un horizonte alcanzable de perfección. ¿Crees que la perfección es posible en el arte?
R. Totalmente. Si uno escucha una pieza de Bach u observa un cuadro de Da Vinci o La Piedad, de Miguel Ángel, está ante actos perfectos. Y es precisamente ahí donde veo que la creación artística es una pasarela a algo más grande que nosotros mismos. Sin dogmas. Hablo de la conciencia de algo superior que, precisamente, a través del arte, es alcanzable. Como si fuese el agujero de una aguja dispuesto en un gran techo, por donde si logramos asomarnos desvelamos inimaginables haces de luz y belleza.
P. Sitúas parte de la novela en la Italia fascista. Precisamente, los totalitarismos se han permitido el lujo de actos deshumanizadores y terribles a costa de creerse en el camino hacia la verdad. Hacia una supuesta perfección. ¿Es bueno, pues, buscarla?
R. La novela se sitúa en un momento de cambio hacia la aceleración. En una serie de décadas donde se pasa de poder volar con un pequeño avión hecho de madera y papel, a hacerlo en un pájaro de metal. Es el poder del progreso humano. La bomba atómica, por poner otro ejemplo, es un descubrimiento que permite lograr una energía increíble. Ahora, depende de para qué uses esa energía, podrás estar pervirtiendo la perfección de dicho descubrimiento. La perfección, para mí, ha de tener la responsabilidad de la celebración de la humanidad. Y, por tanto, de la belleza. Y, por consiguiente, ha de alejarse de la destrucción.
P. Para finalizar, ¿el cine o la literatura?
R. Me quedo con la literatura. La libertad creativa literaria es imposible en el cine. Para mí el cine ha sido una escuela impagable, pero vivo mejor desde que la escritura novelesca se ha convertido en mi actividad principal.