THE OBJECTIVE
Cultura

'Fly Me to the Moon': la Luna, el amor y las teorías de la conspiración

El film, protagonizado por Scarlett Johansson, es una comedia romántica con la misión del Apolo 11 como telón de fondo

‘Fly Me to the Moon’: la Luna, el amor y las teorías de la conspiración

Escena de 'Fly Me to the Moon'.

Entre las diversas teorías de la conspiración que llevan décadas rondando por ahí, hay una según la cual en realidad el ser humano jamás ha pisado la Luna. Se dice que lo de Armstrong soltando la célebre frase del pequeño paso y el gran paso fue un fake y según algunas versiones el falso alunizaje lo filmó el mismísimo Stanley Kubrick por encargo de la CIA y NASA. Estos disparatados rumores -¡bulos, fango!, en lenguaje actual- sirvieron de base en 1978 para un entretenido thriller titulado Capricornio Uno, en el que lo que se falseaba era la conquista de Marte. Ahora Fly Me to the Moon, dirigida por Greg Berlanti, retoma el asunto en tono de comedia romántica, tan ligera como encantadora.

Preocupado por el desinterés o directa oposición que despierta el proyecto Apolo 11, el gobierno decide contratar a una publicista para vender la misión patriótica de llegar a la Luna a los televidentes americanos. Y de paso tantear si las grandes marcas estarían interesadas en invertir dinero para asociar sus productos con la conquista del cosmos (vamos, capitalismo en estado puro). Además, conforme se acerca el día del lanzamiento, cunde la inquietud ante la posibilidad de pifiarla y quedar en evidencia frente a los soviéticos, que les llevan la delantera en la carrera espacial. Entones, al misterioso y maquinador agente gubernamental a cargo del tema -interpretado por un Woody Harrelson que cada vez maneja con más soltura su vis cómica- se le ocurre escenificar una versión alternativa para cubrirse las espaldas.

La publicista a la que le cae la misión de promocionar las maravillas del Apolo 11 y de orquestar la falsa filmación es una versión femenina de los protagonistas de Mad Men, a la que se nos presenta fingiéndose embarazada para vender una campaña a los ejecutivos de una marca de automóviles. De modo que, en cuanto se pone manos a la obra en Cabo Cañaveral, despliega todo tipo de argucias y engañifas, ante la indignación del responsable del lanzamiento del cohete. A la publicista la interpreta Scarlett Johansson -también productora de la película-, que maneja con mucha eficacia la combinación del registro cómico y el sentimental: se muestra alternativamente manipuladora, seductora, enamoradiza… Frente a ella, Channing Tatum, cuya actuación está en las antípodas, porque lo que le toca es poner cara de rebotado.

La cinta es por encima de todo una comedia romántica a la antigua usanza, en la que los polos opuestos se atraen. La cínica publicista descubrirá que tiene un corazoncito y el recto responsable de lanzar el Apolo 11 acabará admitiendo que en ocasiones hay que maquillar y manipular un poco la información para vender un producto. De detestarse pasarán de forma irremediable a amarse, como lleva sucediendo en el cine desde los tiempos de Cary Grant y Katherine Hepburn en las screwball comedies de los años treinta del siglo pasado.

Fly Me to the Moon actualiza esta fórmula infalible, maneja diálogos ágiles con momentos muy ingeniosos y utiliza con habilidad recursos como un omnipresente gato que se ha colado en las instalaciones de la NASA y acaba teniendo al final un papel estelar. Acaso podría haber explorado más a fondo la guerra de sexos y la tensión de los opuestos; acaso no era necesario incidir tanto en el pasado de los dos protagonistas -cada uno arrastra una herida íntima- para construirlos como personajes, y acaso algunos giros de guion puedan resultar un poco forzados. Pero en conjunto la trama romántica y los toques de comedia funcionan.

Campaña de márketing

Lo de la NASA y el alunizaje real o falso sirve básicamente como telón de fondo y contexto de época para el enredo amoroso. Sin embargo, bajo la aparente liviandad, la película planea una verdad de fondo: la carrera espacial -en plena Guerra Fría- fue, tanto o más que una aventura científica, una gran operación de márketing que confrontaba dos modos de vida: capitalismo y comunismo. Y más allá de la gesta técnica, lo verdaderamente relevante era quien plantaba primero su banderita en la yerma superficie lunar. Por esta dimensión de campaña publicitaria para vender un sistema político, no resulta tan descabellado pensar que alguien pudiera haber concebido un plan B por si el alunizaje acababa en fiasco o su retransmisión resultaba ser un churro por las dificultades técnicas. Recordemos que el acontecimiento se televisaba en directo.

La visión que da del asunto este largometraje está en las antípodas de la versión épica que nos endilgó hace unos años Damien Chazelle en First Man. Con todo, la mejor y más panorámica crónica de la aventura y el tinglado político de la conquista del espacio sigue siendo ese hito del nuevo periodismo de Tom Wolfe titulado Lo que hay que tener, un recorrido por las sucesivas fases de la carrera espacial desde el inicial programa Mercury hasta la conversión de los astronautas del Apolo 11 en héroes americanos paseados por todo el mundo occidental, incluida una visita a Madrid en pleno franquismo. El libro fue adaptado al cine de forma muy competente por Philip Kaufman en Elegidos para la gloria.

Fly Me to the Moon no tiene tanta ambición, pero funciona como un bien armado divertimento. Y sin ser una comedia muy ácida, contiene una certera frase que deberían aplicarse algunos políticos en activo (y no miro a nadie): «La verdad sigue siendo la verdad, aunque nadie se la crea, y una mentira es una mentira aunque todo el mundo se la trague».

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D