THE OBJECTIVE
Cultura

Chaves Nogales, el ‘camarada director’ del diario 'Ahora’

Juan Carlos Mateos recopila los editoriales del periódico del periodista sevillano y niega su neutralidad política

Chaves Nogales, el ‘camarada director’ del diario ‘Ahora’

Chaves Nogales (primero por la derecha) reunido con el Comité Obrero. | Hemeroteca nacional

La hagiografía es, sin duda, el código más sencillo de todas las variantes del género literario de la biografía, que en teoría –existen excepciones a esta regla; algunas excelentes, otras mediocres– debe ser el relato fidedigno de la vida de un individuo insertada en el continuum de su tiempo. Por lo general, se supone que esta clase de libros tratan sobre los avatares de un personaje real y concreto. Pero esto, como es sabido, únicamente es una simple convención: cualquier vida, sobre todo aquella que nos cuenta su actor principal, no puede ser más que una obra de ficción o, en el más optimista de los casos, un ejercicio de realismo selectivo, como ya demostró Marcel Schwob en sus Vidas imaginarias (1896), en cuyo prefacio proclama que tanto la existencia de Shakespeare como la de un comediante de segunda, incluso de tercera categoría, tienen idéntico interés para un biógrafo. Todo depende de cómo se cuenten.

La editorial Renacimiento acaba de dar a la imprenta una recopilación con los 78 editoriales publicados por el diario Ahora entre agosto y noviembre de 1936. La elaboración de este libro, bautizado con el título de Junto al pueblo en armas, obra de Juan Carlos Mateos, se enmarca dentro de los trabajos académicos, entre ellos una tesis electoral en la Complutense, que este investigador extremeño viene realizando sobre la prensa diaria en el Madrid de la Guerra Civil. Un trabajo de acopio de materiales de prensa e informes oficiales –en este caso los del comité obrero que gobernó el diario que fundase Luis Montiel en 1930– que pretende analizar las circunstancias en las que se ejercía el periodismo entre dos fuegos totalitarios.

La lectura de los editoriales de Ahora desde el verano del alzamiento militar hasta el otoño de ese mismo año muestran, sin lugar a dudas, la intensa atmósfera de sectarismo y propaganda que acompañó a la sangrienta matanza entre españoles, hizo caer a la república y trajo la dictadura franquista. Muchos son terribles, pero en su lenguaje bronco, combativo, maniqueo, a veces inmisericorde, se adivina la manipulación a la que, en este caso desde el Frente Popular (que no es lo mismo que el régimen republicano), tuvieron que enfrentarse aquellos días los periodistas de la capital de España, acorralada tanto por la falta de papel como por el antagonismo de la guerra. En definitiva, un documento similar a los carteles y afiches de propaganda de ambos bandos, con los que se pretendía enardecer y movilizar a los fieles.

Mateos, sin embargo, proyecta la militancia y el sentido último de estos textos, que primero recogían la opinión de la sociedad editora, y después el diktat del comité obrero que se incautó (ilegalmente) del medio– en una única dirección: la figura del periodista sevillano Manuel Chaves Nogales, subdirector del periódico y, en su última etapa, máximo responsable de Ahora. El resultado de esta asociación directa, no sustentada en ningún documento, es un prólogo donde el investigador extremeño adjudica al autor de A sangre y fuego una conversión entusiasta a favor de la causa revolucionaria de las izquierdas en la España de 1936. Una tesis que se asemeja al método con el que Schwob, al decir de Borges, escribió sus biografías: «Los protagonistas son reales, pero los hechos pueden ser fabulosos y no pocas veces fantásticos, ya que el sabor peculiar de la obra [de Schwob] está en este vaivén».

En Junto al pueblo en armas, el editor (académico) ha preferido evitar este último rasgo (literario) y hasta prescindir de la prudencia y del equilibro a los que aboca la ambigüedad. Ha preferido sentenciar, como si fuera un hecho probado, y por tanto indiscutible, la militancia de Chaves en el bando revolucionario. Al igual que las vidas de santos amplifican las bondades y los milagros de sus protagonistas, mucho de ellos mártires, Mateos, sin una barca que le permita flotar, concluye –categóricamente– que si Chaves Nogales era entonces el director de la publicación y formó parte –tras su regreso desde París, antes de su marcha a Valencia– del comité obrero que fijaba la línea editorial tras el arranque de la Guerra Civil (existe una foto de una reunión publicada por el periódico en su número del 27 de agosto de 1936), la independencia que el periodista sevillano muestra en el soberbio prólogo de A sangre y fuego no puede ser más que una farsa. Chaves Nogales –esta es la conclusión de Mateos– sería, pues, un mentiroso que quiso ocultar (a posteriori) que sí había tomado bando y, por tanto, puede calificársele con justicia como un traidor a los suyos, tenerlo por perjuro o considerarlo uno de esos periodistas chaqueteros que escriben según sea la dirección del viento.

Ni un santo ni un hipócrita

La tesis es cómica: un arribista no muere en el exilio, trabajando en el Ministerio de la Verdad de Orwell, en una tumba inglesa sin nombre. Tampoco, por supuesto, por muy director que fuera (la obstinación lleva a Mateos a sostener que la decisión de incluir su nombre en la mancheta del Ahora como director fue una imposición personal movida por la vanidad) tiene que hacer necesariamente suyos todos los argumentos de una línea editorial que, por su propia naturaleza –entonces y ahora– establece la propiedad del periódico, no necesariamente su director, a quien en todo caso lo que se le exige es lo mismo que a un maestro de orquesta: que los músicos interpreten eficazmente una partitura ajena, compuesta por otro autor, en otra clave y refrendada por otras instancias. En este caso, los sindicatos UGT y CNT, que tenían la orden (por supuesto marcial) de velar –y en esos momentos el verbo dista de ser metafórico– y mantener obligatoriamente firme el apoyo de Ahora a las milicias del Frente Popular.

Que Chaves se sentara en ese cónclave, en su calidad de director del periódico, no demuestra nada de todo esto, del mismo modo que tampoco presupone coincidencia ideológica que un periodista forme parte de un consejo editorial profesional, donde se discuten e intercambian posiciones para llegar a un acuerdo (en el mejor de los casos) hasta que la propiedad del medio toma una resolución editorial. Chaves Nogales no fue un santo, pero retratarlo como un hipócrita o un periodista de conveniencia, amparándose en meras reiteraciones expresivas o abiertamente en puras suposiciones –como su conocimiento de primera mano del régimen soviético–, entra dentro del campo (por citar de nuevo a Borges) de la literatura fantástica.

En la interpretación que hace Mateos de los editoriales de Ahora, todos sin firma, y todos adjudicados por su mano en exclusiva al periodista sevillano, parece palpitar una clara voluntad de desacralizar al autor de La agonía de Francia, confiando acaso en que los excesos y los errores de sus biógrafos, y también de algunos de sus editores, ayudarán a conseguir la misma visibilidad pública que suele otorgársele (aunque sea por un rato) a quienes derriban estatuas. No cabe interpretar de otra forma la rotunda afirmación de que Chaves Nogales, por conveniencia, supervivencia o vanidad, se hubiera convertido de forma súbita durante esos meses críticos en un «comunista fervoroso», una posición de la que, según relata Mateos, se arrepentiría e intentaría maquillar a través de su propia obra.

Tan categórica tesis contrasta con la ingenuidad que supone decir que nunca recibió, en su condición de director, indicaciones del consejo obrero en relación a la orientación del periódico. Si el investigador se basa en la estricta literalidad de las actas oficiales de las reuniones, peca de ingenuidad. Sobre todo en una situación de guerra civil, cuando lo que está en juego no es una discrepancia, sino la vida de quienes –en Madrid o en Burgos– no se prestaban a obedecer las órdenes de aquellos que, con un simple gesto, podía quitársela. ¿Acaso en los registros de los cementerios se hacían constar los fusilamientos arbitrarios de uno y otro bando? Más que una discordancia entre lo que Chaves Nogales escribió (con su firma) y los editoriales de Ahora (todos ellos anónimos) lo que evidencia el prólogo de Junto al pueblo en armas es que esta cruzada (interesada) por desmentir a toda costa a los primeros chavistas, como los denomina el propio Mateos, puede perfectamente parir un ratón, incurrir en la insolvencia gratuita y hasta organizar un auto de fe. Laus Deo.

TO Store
Junto al pueblo en armas
Manuel Chaves Nogales
Compra este libro
Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D