THE OBJECTIVE
El purgatorio

Arcadi Espada: «Las mascotas deberían ser exterminadas»

El periodista barcelonés admite su simpatía hacia Puigdemont o María Jesús Montero: «¿Qué le voy a hacer?»

«Mientras escribía este libro, murió mi padre. Nunca dejó que le agradeciese nada». Así, escueto, sucinto, seco, pero brillante es como Arcadi Espada (Barcelona, 1957) le mostró gratitud a su progenitor en las páginas de Raval, una de sus mejores obras. Una frase que define un modo de entender el oficio y la vida. Defensor de la verdad, obsesionado con los hechos que «no tienen versiones, lo diga Rashomon o su porquero». El periodista catalán, referente del columnismo español, visita ‘El purgatorio’ en una conversación alejada de la bruma política, de esa actualidad efímera que en ocasiones borra lo importante de la vida, del verano, y de ser un hombre del Mediterráneo.

PREGUNTA. – Si pusiera un millón de euros encima de la mesa, que ojalá los tuviera, y se los diera, ¿seguiría escribiendo o ya sería jubilación y el descanso placentero?

RESPUESTA. – A ver, un millón de euros, tengo 67 años, me temo que tendría que escribir algo.  De todos modos, esto ya llega tarde, si llegara, porque uno de mis deseos más fervientes, especialmente viviendo en Cataluña, ya les había propuesto muchas veces a los nacionalistas que practicaran conmigo una suerte de mecenazgo inverso. Es decir, que me pagaran por no escribir, ya que me consideraban un enemigo público, pues muy sencillo. Y esto yo lo llegué a escribir y a publicitar. «Mire, como solo escribo por dinero, si ustedes quieren», pero no llegó la oferta. 

P.- Esto de expresar que uno escribe por dinero no se suele dar en los círculos periodísticos o de escritores, otra gente parece que lo oculta con una serie de motivaciones, que se desviven por el folio.

R.- Bueno, a mí gente que me quiere y todo eso dicen que esto es una coquetería, una boutade, que a mí en realidad lo que me gusta más en la vida es escribir. Es completamente falso. A mí hay muchas cosas que me gustan en la vida. Me gusta, por ejemplo, leer, yo leo todos los días, no solamente las cosas que leemos ahora en cualquier sitio, sino leer libros. Como también me gusta mucho pasear, me gusta mucho comer, me gusta mucho cocinar, me gusta mucho viajar.

Me dedicaría a ese tipo de cosas si hubiera funcionado el mecenazgo inverso. En fin, como tengo que escribir, pues intento hacerlo lo mejor posible y luego no digo que hay algún momento en que te sientes bien porque has dicho justo lo que querías decir, de una manera precisa e incluso armoniosa. Eso da satisfacción. Pero la única razón fundamental por la que escribo es porque he tenido que ganarme la vida desde muy pequeño.

P.- Me consta que es muy buen paseante, ¿se anda diferente en Madrid que en Barcelona?

R.- Sí, Madrid ha mejorado. Yo soy uno de los catalanes que conocí Madrid antes que París, debe haber dos o tres, Madrid la conozco muy bien desde muy pequeño, porque además tenía familia aquí y era una ciudad espantosa para pasear. Bueno, es más, si uno va por Madrid, por ejemplo, yo muchas veces voy andando hasta la estación y entonces atravieso Recoletos, el Paseo del Prado.

Y uno se da cuenta de que ni siquiera ese lugar, que es una de las yemas de la de la cultura universal, o sea, un lugar que debería estar súper protegido, patrimonio de la humanidad c0mo es, llega un momento en que uno tiene que ir saltando esta especie de obstáculos que ponen ahí unas verjas pequeñas, unos parterres ridículos, en fin. O sea que se ve claramente que Madrid nunca fue una ciudad hecha para el paseo, por lo menos el Madrid moderno que yo conocí a partir de los años 70.

Ahora ha mejorado un poco, pero Barcelona es una ciudad infinitamente superior a Madrid en el sentido del paseo. Es mucho más ciudad, más que una agregación, tiene una trama urbana mucho más identificable. Se trabajó desde mucho antes en eso que llamaron la planificación de la ciudad. Hay barrios llenos de lugares peatonales muy agradables, el Borne, Gracia, y realmente mi única actividad, digamos así de ejercicio y tal, es el paseo y el paseo urbano que me gusta mucho. Porque en el campo, donde también me gusta pasear como por la playa, pero hay el peligro de encontrarte siempre una bestia, un animal de esos horribles. Ahora en la ciudad también porque las mascotas son un peligro horrible, una cosa que debería ser exterminada.

P.- Entiendo que no tiene mascota.

R.- No, y me parece que toda la historia de la humanidad puede describirse perfectamente como un intento exitoso del hombre de separarse de los animales. Es decir, el campesino de hace dos siglos hacía el amor con los animales al lado de la señora. El proceso de civilización es un proceso de apartarte de los animales, pero claro, la historia de la humanidad está llena de paradojas, de idas y vueltas, y ahora tenemos que soportar estos sucios habitantes de nuestras ciudades que lo único que hacen es ensuciar, peligros, virus de todo tipo que evidentemente nunca se ponen en evidencia porque atenta contra lo políticamente correcto, pero que evidentemente son causantes de plagas innumerables.

El periodista catalán posa en la sede de THE OBJECTIVE – Foto: Carmen Suárez

P.- Arcadi Espada está, como dicen los cursis, a caballo entre Madrid y Barcelona, ¿compra lo del auge de Madrid y la decadencia de Barcelona?

R.- Sí, pero sin dramas. Las ciudades pasan momentos como las personas y en esto no hay que hacer propagandas ni hacer apocalipsis. Barcelona vivió un momento extraordinario que para mí es la culminación del proyecto, la transición, que fueron los Juegos Olímpicos desde que fue nominada en el 86 hasta el 92. Y fue un momento estupendo, glorioso de Barcelona, se hicieron cosas muy importantes, como por ejemplo los barrios nuevos en el mar, se reformó el litoral y además los barceloneses tenían la sensación de que efectivamente era un instante de felicidad.

Ahora en Madrid, desde hace unos años, sucede algo parecido. Es verdad que eso siempre va acompañado de cuestiones objetivas. O sea, el gran salto urbanístico de Barcelona es objetivo, con independencia de lo que los barceloneses sintieran. Y luego también están las simpatías y antipatías. Barcelona siempre fue una ciudad muy querida en el resto de España, envidiada a veces, a veces envidiada con mala fe, pero casi siempre admirada. Y por ejemplo, en el 92, pues fue una ciudad querida donde se celebró de alguna manera esa pertenencia española. Luego por cosas que todos conocemos perfectamente ser barcelonés o ser catalán se ha convertido en algo mucho más distante y antipático, cosa que a mí me duele.

Me duele porque yo soy un español completo. O sea, a mí no me interesan para nada los gallegos, ni los vascos, ni los andaluces, ni los catalanes, a mí lo que me interesa es el link entre todos ellos, porque me parece hasta divertido esta variedad, estas cosas tan distintas que les pasan a unos y a otros. Incluso estas peleas, estas estas cosas como de aldeíta que hay. Pero claro, efectivamente tanto en el País Vasco durante la criminal temporada de ETA como en Cataluña con el criminal proceso, dos criminalidades que hay que distinguir entre una y otra. Pues claro, han acabado por hacer antipático, pero estas cosas también se pueden suturar. Las cosas cambian, evolucionan. Y tampoco estamos condenados a esta especie de acidez de estómago que los catalanes dan al resto de España. 

P.- Hablando de antipatía, sí le escuché una vez decir que usted tenía simpatía por Puigdemont.

R.- Sí, me cae simpático. Pero es que la gente te cae simpática irremediablemente. ¿Qué voy a hacer? A mí Puigdemont me cae simpático porque me hace gracia, pero me hacen gracias tonterías, el pelito y tal. Además lo conocí cuando era un periodista de Gerona que escribía ya muy nacionalista y diciendo tonterías. Por ejemplo, a mí Junqueras me parece una persona siniestra. ¿Entonces qué es más perjudicial? Pues seguramente hay una fiera competencia entre los dos, pero qué voy a hacer si a mí Puigdemont me cae simpático, no puedo decir nada más.

Tenemos que distinguir que las personas tenemos un componente que está mucho más allá de lo que decimos o de lo que pensamos sobre la vida. Las personas a veces nos sentimos atraídas por gente que a lo mejor tiene muy poco que ver con nosotros desde el punto de vista ético y se establece eso que llaman una corriente de simpatía. Con las mujeres, por ejemplo, pasa exactamente lo mismo.

A mí, por ejemplo, la loca de la casa, la vicepresidenta del Gobierno, María Jesús Montero, que es la loca de la casa porque va dando voces en los controles. Tengo un video de ella maravilloso, que es el día de los ejercicios espirituales y conyugales del presidente Sánchez, y ella fue a Ferraz y se puso a gritar como una loca, a mí esa mujer que solo dice tonterías me cae simpática.

Y lo peor es cuando esto pasa con uno de los tuyos al revés. Ahí no voy a nombrar a nadie, pero cuando tú tienes a alguien con el cual estás de acuerdo en todo, políticamente, culturalmente, pero te cae mal, tiene algo que no (ríe). Distinguir esto me parece que es un acto de civilidad y de conocimiento sobre uno mismo.

P.- Estando en El purgatorio de THE OBJECTIVE siempre preguntamos por la relación con la fe de nuestros invitados.

R.- Tengo una relación muy intensa con la fe porque soy un ateo militante. Y por lo tanto creo que la fe ha hecho cosas positivas por la humanidad, además hay un componente evolutivo en ella, es decir, creer en Dios le ha permitido al hombre probablemente sobrevivir, ante el drama inmenso de la muerte, eso le ha mantenido en pie durante milenios. Y naturalmente, hay que reconocerle al ámbito de lo sagrado esa característica. Pero claro, naturalmente, el que eso haya servido para ponernos de pie no quiere decir que cuando estemos de pie tengamos que creer en supercherías como que hay un ser que dirige nuestros pasos de una manera subconsciente. No tengo ninguna relación de otro género con la fe, nada más que su negación.

P.- Mi intención con Arcadi, sin que sirva de precedente, es intentar evadir la actualidad, aunque es difícil evadir la actualidad, la política, porque además para el señor Espada la política es lo más importante que hay. 

R.- No es que sea para mí, es que la política es decisiva. Es decir, la política es decisiva, por ejemplo, para que los avances científicos, por decir algo, se ejecuten. La política es decisiva para que alguien viva de un modo o de otro, con dignidad o sin dignidad. Claro que puede haber nada más importante que ese modo de organizar el conocimiento humano, porque en realidad es lo que hace la política organizar, aunque lamentablemente muchas veces esté en manos de auténticos ignorantes. Pero sí, la política es decisiva. No hay nada más decisivo que la política. 

P.- Y a los que hablan de una excesiva politización de la sociedad, o sea, de debatir sobre si algo es de derechas o de izquierdas, de establecer todas las cosas en una batalla política.

R.- Como decíamos antes con las ciudades también con la política pasa eso. La política a veces también pasa momentos en los cuales digamos que su superficie invade demasiado la vida de las personas. Por ejemplo, el proceso en Cataluña, o por ejemplo, eso que ahora llaman la polarización que es un concepto, a mi modo de ver, algo dudoso, porque en realidad la política siempre ha sido bastante binaria, o sea, la política como los toros, han sido muy de parejas.

La política es, insisto, lo más importante que uno ha de entender de qué se trata. Porque no podemos decir que la política sea, pues el último comentario estúpido en Twitter del líder político determinado que contesta a su vez a otro comentario estúpido. La política como cuestión de fondo me estoy refiriendo, como modo de organización de la comunidad, ¿Qué puede haber más importante que eso? Ahora, formalmente, pues todo eso, como el propio periodismo, pues tiene sus capas de frivolidad, de ligereza, de vulgaridad. 

P.- Sobre el verano y sobre el mar que baña buena parte de España. ¿El ser un hombre del Mediterráneo es una buena descripción de Arcadi Espada?

R.- Sí, porque nací en Barcelona y por ejemplo, ahí hay algo que me resultaría muy difícil de prescindir en mi vida, que es el aceite de oliva, eso me costaría muchísimo. Creo que me costaría más prescindir del aceite de oliva que del vino, que por supuesto, bebo todos los días y no en grandes cantidades, pero que bebo y conforme he ido ganando dinero, pues cada vez lo bebo mejor. Respecto a la alimentación, para mí no hay ninguna duda, soy un Mediterráneo típico. Después de unos años de frivolidad y de tanteo con la comida de origen asiático, tuve un mal paso. A veces todavía en algún lugar muy refinado me atrevo con el sushi, pero odio el agridulce, no me gusta nada encontrarme frutas en la comida, ni dulzor, me parece muy molesto.

Y claro, entre las cosas que me gustan del mundo pues está el jamón, por ejemplo, el jamón de Joselito, debo decir, porque es un jamón superlativo y tenemos la suerte aquí en Madrid de comerlo en una tienda fantástica que hay en la calle Velázquez. Y digo esto porque, claro, el problema cuando uno come, por ejemplo, ese jamón, es que ya no lo puedo comer en ninguna otra parte del mundo. Pero ni siquiera el mismo jamón envasado en otro lugar. O sea, porque claro, un trocito de cadera cortada finamente, eso es maravilloso. Me gustan las cosas de ese tipo, me gusta mucho la cocina mediterránea, me gustan mucho los garbanzos, por ejemplo, y curiosamente me gusta la cocina de los dos lados. O sea, me gusta mucho el hummus, para decir algo que se escapa de lo común.

P.- ¿Y algo que no le guste nada, aparte de la comida asiática?

R.- Una cosa que me repugna comer y que no he comido nunca son los caracoles. Ahora bien, la salsa con la cual hacen en Cataluña un plato muy famoso se llama “caragols a la llauna” que quiere decir caracoles en su lata, la salsa es muy buena. Y a veces he mojado el pan en esa salsa, pero claro, comerse un caracol, no sé, es como comerse un cuento de Walt Disney entero.

P.- ¿Qué relación tiene Arcadi Espada con el verano?

R.- Ah, maravillosa. Hay un verso de Félix Grande, que es un poeta muy vinculado con el flamenco, que dice «eres lúbrica y solar como la palabra verano». Sí, es mi estación preferida y no voy a decir «no, es que a mí lo que me gusta es la primavera, cuando no hace ni calor ni frío». Sí, a mí también me gusta, pero el verano es la intensidad suficiente que yo necesito. Por ejemplo, escribo mucho más en verano que en invierno, porque en invierno me entumezco, siempre tengo un poco de frío. Y en cambio el verano pues me deja, y luego me gusta mucho el mar. Me gustan mucho todas las cosas, el sol, la ligereza, el hecho de poder vestirte rápidamente y no tener que salir de cualquier manera, de cualquier manera digna a la calle, claro.

«Ser catalán se ha convertido en algo antipático, y me duele»

P.- ¿Cuáles son sus primeros recuerdos de playa, de mar? 

R.- Muy sencillos, la playa de la Barceloneta. Estrictamente unos baños que se llamaban los baños de San Sebastián, que eran los más selectos de las familias pobres a la cual yo pertenecía. Pero bueno, íbamos a lo más que nos podíamos permitir con mi papá, que me enseñó a nadar y a tantas otras cosas, y eso son los recuerdos muy convencionales de niño en esa playa. Con un litoral que no tenía nada que ver con la maravilla que es hoy. Era escandalosamente antihigiénico, estas cosas tienen siempre la luz melancólica que se proyecta sobre ellas. Pues bueno, los chiringuitos, las casetas de baño, una piscina muy simpática que había, que estaba bien, de la que recuerdo casi su textura.

P.- ¿Es Arcadi más de playa que de piscina?

R.- Sí, pero las piscinas me gustan mucho. Tengo un librito que le tengo mucho cariño, que se llama ‘Un instante de felicidad’, que es un libro cortito de unos artículos que me encargaron en ‘El País’ que publicara durante el verano, uno cada día y me inventé un personaje que se llamaba Felicidad que entonces hacía cosas distintas. A mí me gustan mucho las piscinas, me gustan, pero más que para bañarme, para verlas.

Y luego está, por ejemplo, ese maravilloso cuadro de Hockney que se llama Splash, es un cuadro donde se ve una piscina maravillosa, un trampolín y un cuerpo que ha caído. Y entonces emergen las gotas pintadas de ese cuerpo que acaba de sumergirse y que a mí me pareció siempre un cuadro que en su luminosidad extraordinaria era una metáfora de la muerte. O sea, el cuerpo cayendo, y de la vida quedan dos gotas.

P.- ¿A favor o en contra de leer en la playa?

R.- Bueno, pero qué tontería.

P.- Hay gente que está en contra de leer en la playa.

R.- Ah, no sé, pero es que hay gente en contra de todo. Hay gente en contra de sí misma, hay gente muy triste en la vida en contra de sí misma. Yo, el único problema de leer en la playa, primero que yo no suelo tumbarme nunca en la playa ni cosas parecidas. Yo voy, entro en la playa, salgo y entonces voy a algún lugar donde se esté bien. Pero si tuviera que hacerlo, hay un problema para mí y es que leo mucho en el iPad, y me es muy cómodo leerlo porque veo mal los libros. En fin, prefiero leer el iPad y además, sobre todo trabajando, se subraya muy bien y todo eso. Y claro, el iPad al aire libre es complicado de leer, por el sol.  

«La gente del cine español es la que dice más tonterías en los periódicos»

P.- También el verano es una estación asociada a la música, no sé si a que escuchamos más música o que hay más musicalidad en la calle. Le quiero preguntar por su relación con el flamenco, ¿de dónde le viene?

R.- Una relación desde joven. Y viene por mi padre era andaluz. Debo decir que a él le gustaba un tipo de flamenco que no es el que a mí ni me gustaba entonces, ni me gusta, era un flamenco muy melismático, muy folclórico, muy de la parte andaluza más que de la parte gitana, o sea el flamenco de Valderrama, el flamenco de Marchena. Muy dulce, muy musical, muy reivindicado ahora por los artistas, porque les ofrece muchas posibilidades de improvisar y de interpretar.

Tengo un libro de entrevistas a flamencos que hice cuando tenía 20 años, por el conocimiento de un buen amigo que traté en esa época, algo mayor que yo, que se llamaba Antonio España y que juntos hicimos ese libro que se ha publicado hace un par de años, que son entrevistas con la gran generación flamenca. Entonces, ese libro, aparte del valor que pueda tener intrínseco por lo que digan ellos, tiene mucho valor por lo que supuso para mí de experiencia el tratar, pues no sé, a Camarón, a Paco de Lucía, Lebrijano, a Terremoto, a Tía Anica La Piriñaca, en fin, los nombres de la edad de oro del flamenco. Nunca hubo una edad como esa. 

P.- ¿Quién le sorprendió más?

R.- De mi relación con eso que se llaman los monstruos. O sea, es como si alguien en el mundo del deporte dice «no, es que yo conocí a Pelé, a Maradona, Di Stéfano, y ahora el chico Yamal, los traté» Es que nunca he tenido una relación con el genio tan intensa y tan directa como la que tuve cuando los conocí, cuando estuve con estos, aunque fuera dos horas hablando. Luego, naturalmente, los he ido a ver a todos ellos y he estado en infinidad de conciertos. Eso para mí fue muy importante, las cosas que a uno se le adhieren desde muy joven, están siempre. Eso es inevitable, la juventud es un adhesivo tremendo.

«Es falso que lo que más me guste en la vida sea escribir»

P.- Lo que te gusta de joven, te gusta para toda la vida.

R.- Me pasa como con los tangos. Empecé a escuchar tango por mi madre, que los cantaba además de manera muy graciosa. Y entonces sé infinidad de letras de tango, luego puede haber épocas en que uno escuche más o menos. A mí me gusta mucho la música popular, escucho música clásica, pero no soy un experto, ni la conozco bien ni nada. Y ahora cuando uno cumple una edad, me gusta escuchar las canciones que he escuchado. Soy bastante reacio a escuchar músicas que no he escuchado porque tengo que hacer un esfuerzo excesivo, que lo hago a veces en otras cosas, como con la literatura o con el arte, pero que con las canciones no.

P.- Que su carrera periodística haya estado marcada por la verdad, por el interés en la verdad, ¿tiene algo que ver con que le interese también la pureza de la música? ¿La pureza del flamenco?

R.- No, ¿por qué tiene que ser el flamenco una música de verdad? Para empezar, el flamenco es una música muy mestiza, no tiene nada que ver con eso que llaman la pureza. A mí me hace mucha gracia esas cosas de la apropiación cultural. Hace unos meses con esto de Rosalía, salió una gitana diciendo «me han, nos han robado» ¿Que han hecho los gitanos? Los gitanos son los maestros de la apropiación cultural, porque son unos genios genéticos para la música. Y allí donde han ido, sea Hungría, Israel o sea Andalucía, han producido una música extraordinaria. Pero una música que ha sido siempre la síntesis de la música originaria del lugar donde había un folclore determinado y de su propio talento musical. Entonces, ¿qué coño es esto de la apropiación cultural? Bueno, pero es que lo diga una gitana ya, es que es la monda.

P.- Cuénteme cómo fue aquella noche con Camarón en la que le leí que ninguno de los dos podía tenerse en pie.

R.- Pero él tenía mucha más culpa porque estaba en el escenario, yo estaba abajo. Eso fue en la presentación del famosísimo disco ‘La leyenda del tiempo’, disco que el joven Arcadio de aquella época despreció porque le parecía que era un disco impuro (ríe).

Hice una crítica que todavía resuena en mí, para que se viera las tonterías que yo podía escribir. Pero con independencia de lo del juicio que a mí entonces me mereciera aquel disco superlativo, la noche en que Camarón presentó ese disco, yo estuve en Jerez, por parte de una compañía discográfica que era del padre de un amigo mío.

Pero realmente Camarón no se tenía en pie y estaba completamente borracho o drogado o lo que fuera, y cantó fatal. Y yo también, tampoco me tenía en pie porque había bebido toda la bodega, una borrachera tremenda de fino. Afortunadamente, luego lo vi decenas de veces. Estuve hablando con él, muchas otras veces y aquello pues evidentemente pudo ser borrado.

«No tengo mayor relación con la fe que su negación»

P.- Sobre Camarón escribió una vez, a raíz de un documental que le hicieron en Netflix, y comentaba el mérito que tenía hacer seis horas de documental y que la palabra droga no apareciera en ningún momento.

R.- Es que es extraordinario. En fin, hacer una biografía es muy difícil porque hay que contar verdades que son muy incómodas para las personas que son biografiadas. Y luego hay que lidiar con la familia y hay que lidiar con los amigos y hay que lidiar con la corrección política y hay que lidiar con todo esto. Pero claro, hablar seis horas de Camarón, sin mencionar en ningún momento la palabra droga, que fue una de las cosas que acabó con él, me parece un exceso. Y sobre todo una dificultad realmente mayúscula. 

P.- Es un ejercicio importante de narrativa de cómo sortear ese tema. El motivo era que la familia, si no, no cedía los derechos de las imágenes que tenía.

R.- Algo así pasaría. Además, hay una cuestión aquí algo más complicada y peligrosa. No es solo Camarón, que fue en aquel momento, para mucha juventud de las periferias andaluzas un referente. Y, por supuesto, sin quererlo, llevó a muchos jóvenes a conductas terminales. Este tema de la droga es un tema que yo lo tengo a flor de piel por circunstancias familiares, y una de las cuestiones que me parecen realmente intolerables es el prestigio social de la droga, del que la droga goza, el prestigio social y el prestigio cultural poético.

O sea, todo el mundo se mete con lo que dice todo el mundo en infinidad de canciones sobre los negros, los gays, las mujeres, nadie dice nunca nada sobre los llamamientos a consumir drogas del 90% de las letras de rock. Letras que evidentemente han tenido su peso y su impacto en esta tragedia de las drogas. De las drogas lo que se ve muchas veces es el impacto superficial del iceberg, es decir, aquello que nos descoloca totalmente, la muerte por sobredosis, por ejemplo, tantos jóvenes que aparecen muertos en un portal. Pero es que lo que no se sabe es la cantidad de vidas fracasadas que la droga trae.

Buscaba hace un tiempo información, un paper, por así decirlo, sobre la relación entre el fracaso escolar y las drogas, pues no hay apenas nada, al menos en España. Y por cierto, volviendo a la política, aquí la política mantiene en nuestros días una especie de impavidez ante el problema de las drogas como si efectivamente no existiera. Por supuesto, el impacto es infinitamente más importante que la violencia contra las mujeres, que los suicidios, que todas estas cosas que forman parte a veces de la de la espuma periodística. Infinitamente más importante es que no se puede ni comparar.

Cuando se habla de salud mental, ¿Cómo qué salud mental? El principal problema de la salud mental en Occidente son las drogas. Y en ese sentido debo decir que hay una excepción en la política española, que es Isabel Díaz Ayuso, que efectivamente es una persona que se ha tomado en serio este asunto. No sé por qué extrañas razones. Quizás sea, como en mi caso, un sesgo familiar, o quizá sea porque ha estado en contacto, porque ha leído o sabe o lo que sea. No lo sé, pero es evidente que es la única persona de la política española que ha decidido tomarse este asunto.

P.- Sobre cine patrio, ¿por qué cree que hay una parte de la población española que rechaza el cine de este país?

R.- Pues no lo sé, creo que tiene que ver más bien con la política. Hay una parte de razón, o sea, la gente que dice más tonterías en los periódicos sobre la vida, la política y tal tienen que ver con el cine español, sin ninguna duda. Son realmente categóricos diciendo bobadas, y además poniéndose siempre exquisitos en el lugar correcto. Y la sucia política que llevan a cabo ahora con las cancelaciones, con el apoyo de periódicos de referencia como el diario El País, eso me parece atroz. Realmente el nivel cognitivo de los cineastas españoles, cuando lo sacas de la producción artística y los pones a opinar es muy inferior al de los deportistas más berroqueños, que también a veces les pones a opinar de política con los resultados que todos conocemos.

Por lo tanto, hay una parte que explica esa antipatía que la derecha más o menos tiene sobre el cine español, pero claro, el cine español ha dado absolutas maravillas. Es verdad que tenemos a lo mejor tenemos unos actores que no son, no tienen el nivel de lo que buscas. Por ejemplo, mis actores favoritos son los argentinos, he disfrutado mucho últimamente con esta serie llamada ‘El encargado’ y con Guillermo Francella, esa serie para mí es una serie perfecta.

P.- ¿Pero cuál es la peli que más veces ha podido ver en su vida?

R.- ‘Casablanca’. Es que pasan los años y uno vuelve a verla, y a decir, ¿cómo es posible que se me vuelvan a saltar las lágrimas cada vez que veo a la prostituta del café de Rick cantando La Marsellesa? ¿Cómo es posible? Lo estoy diciendo ahora, no voy a llorar por supuesto, porque estamos en público.

Para lograr eso tiene que tener una gran cantidad de trucos, o sea, tiene que tener una habilidad que a lo mejor que ni siquiera es buscada, pero tiene que tener una magia arquetípica. El desarrollo de la narración, los personajes, etcétera, con la cual no se puede ir muy rápido. Otra que también he visto muchas veces es ‘Vértigo’, tremenda.

Arcadi firmando uno de sus libros – Foto: Carmen Suárez

P.- Tengo para cerrar con El purgatorio de Arcadi Espada una serie de preguntas cortas… ¿Tiene palabra que deteste?

R.- Ombligo. Me parece muy fea.

P.- Un sonido.

R.- El viento entre las hojas. 

P.- Algo que le disguste.

R.- Pelar alcachofas.

P.- ¿Su insulto preferido?

R.- Subnormal.

P.- ¿Y en catalán?

R.- Fill de puta. Recuerdo que un día Joan de Sagarra llamó «Fill de puta» a Boadella en los toros. Y entonces yo escribí una crónica en ‘El País’ diciendo que había llamado a Boadella «hijo de puta», y Sagarra me corrigió diciendo que le había llamado «fill de puta», que no era exactamente lo mismo. Y tiene un poco de razón. 

P.- Si pudiera cenar con un personaje del pasado.

R.- Josep Pla.

P.- Un trabajo que deteste.

R.- Detestaría trabajar en cualquier lugar que tuviera horarios muy rígidos.

P.- Dado su gusto por los perros y los gatos, si pudiera reencarnarse en un animal, ¿en cuál se reencarnaría?

R.- En ninguno, por Dios. A mí me gustaría reencarnarme en Siri cuando fuera inteligente, eso sí me gustaría, pero en un chucho asqueroso no, por favor.

P.- Un consejo de sus padres que haya repetido más.

R.- Hijo mío, no seas un pelmazo.

P.- Un consejo para escribir.

R.- Trabajar.

P.- Y uno para conquistar a la chica de la que está enamorado.

R.- No ser un pelmazo.

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