Elton John: la autobiografía sin filtros de una superestrella del pop
Reservoir Books recupera las extraordinarias memorias de uno de mayores iconos de la música popular
Millones de discos vendidos, giras explosivas por todo el mundo y un menú variadísimo de gafas y atuendos son solo la envoltura de una personalidad volcánica, imposible de descodificar sin la ayuda de la figura real que se oculta tras el filtro de la fama: un Elton John de carne y hueso, dispuesto a confesarlo casi todo.
Escrita en colaboración con el periodista Alexis Petridis, ‘Yo’ es la autobiografía con la que este cantante golfo e irreverente explica su lado más problemático -sus depresiones, cierta tendencia autodestructiva y una malsana curiosidad por la cocaína‒, al tiempo que deja a un lado el patetismo y pone el foco en un sinfín de anécdotas divertidas e ingeniosas.
El resultado es un libro hilarante, exagerado, lleno de sexo, drogas y rock and roll, pero también alegre, cargado de ternura y con un final razonablemente feliz.
Los cotilleos y las revelaciones acerca de otras celebridades son constantes. En lugar de una confesión en voz baja, Elton John opta por desmitificar a las vacas sagradas del pop con ese descaro que dan los años y con un ingenio que le ha permitido salir airoso en situaciones que a otros nos dejarían de piedra.
Hay páginas de Yo que merecerían ser filmadas en una teleserie. Por ejemplo, todos los momentos en que Elton trata de eclipsar a Rod Stewart de la manera más disparatada posible. O esa ocasión en la que Richard Gere y Sylvester Stallone están «a punto de resolver sus diferencias a puñetazo limpio» durante una cena en la que ambos compiten por la atención de la princesa Diana.
Las anécdotas relativas a la adicción del cantante por las compras también son sensacionales. «De verdad -escribe-, no le recomiendo a nadie ir de tiendas al día siguiente de pasar tres días de juerga a base de cocaína, completamente deprimido, a menos que quiera despertarse después rodeado de bolsas y más bolsas llenas de auténtica basura que ni siquiera recuerda haber comprado. O, en mi caso, despertarse a la mañana siguiente después de que suene el teléfono y alguien le informe de que se ha comprado un tranvía. Y no un tranvía en miniatura. Un tranvía de verdad. Un tranvía modelo W2 de la línea principal de Melbourne que, según afirma la voz al otro lado del teléfono, va de camino a Gran Bretaña desde Australia, y que solo podrán entregarle en casa con la ayuda de dos helicópteros Chinook».
John Lennon y Yoko Ono, por cercanía personal, aparecen en varios momentos relevantes, pero es en los caminos secundarios del libro donde el autor acumula los recuerdos más divertidos: «Adelantándome a las preguntas de los lectores, diré que no tengo ni idea de cómo pudo Stevie Wonder pilotar una motonieve a través de las Montañas Rocosas de Colorado sin matarse, o matar en el trance a cualquier otra persona, pero el caso es que lo hizo».
Plumas y purpurina: modo de empleo
Aunque el libro solo toca de forma superficial la carrera discográfica de Elton John y sus procesos de trabajo, sí que define con claridad de qué modo se convirtió en estrella del rock.
Como músico y como personaje, hablamos de alguien que desborda cualquier marco y cualquier categorización. John es un tipo exuberante, paradójico, divertido. Tierno y temperamental, clásico e iconoclasta, reflexivo y desvergonzado. Un tren a toda máquina, cargado de adicciones que ha ido dejando atrás. Y con una excentricidad muy británica, digna de un dandy del XIX pero coloreada por el glam setentero.
En lo artístico, es uno de esos creadores tocados por la gracia divina. Talento, agudeza, relámpagos de inspiración, llámenlo como quieran. Sus recursos expresivos fueron tan potentes que a nadie le sorprende su ego desmedido. Precisamente por eso, al igual que tantos otros ídolos que llegaron a lo más alto entre los setenta y los noventa, alternó las jornadas interminables en los estudios de grabación con juergas diarias a la vuelta de la esquina.
¿Y qué decir de su repertorio? Tantos años en la carretera dan para mucho. En un proceso de renovación continuo, el cantante y pianista ha firmado obras triunfales, repartidas en vinilos indispensables como Tumbleweed Connection (1970), Madman Across The Water (1971), Honky Château (1972), Goodbye Yellow Brick Road (1973), Captain Fantastic And The Brown Dirt Cowboy (1975) o Too Low For Zero (1983).
Mención especial merece un colaborador reincidente, Bernie Taupin, autor de las letras de muchos de los éxitos más memorables de Elton. «Cincuenta años después ‒escribe este último, describiendo su simbiosis con Taupin‒, sigue siendo un caso de estudio acerca de personalidades opuestas. Y seguimos siendo muy amigos».
Camino a la sobriedad
Pese a algún enfado espontáneo, el libro está lleno de momentos en que el pianista y cantante se ríe de sí mismo con mucha sinceridad. Así, tras décadas de vida sana, puede ahora contar desde otro ángulo cómo, en busca de un exceso de euforia, se aficionó a la cocaína: «¿Qué demonios estaba haciendo? La probé, me dio asco, me hizo potar. ¿Hola? Era como si Dios me estuviera diciendo que lo dejara correr. A menos que hubiera empezado a llover azufre y yo hubiera sufrido una horrible erupción de forúnculos, me cuesta imaginar un aviso más claro de que aquello no era una buena idea».
A medida que el libro avanza, el lector ve a un Elton John más sensato y también más reflexivo. Tópicos de la vida de una estrella, como el precio de la fama, quedan reflejados en episodios tremendos, como su encuentro con Elvis Presley en el camerino del Capital Centre en Landover, Maryland.
«Algo en Elvis estaba mal, era algo perceptible y desolador. Tenía sobrepeso, estaba canoso y sudaba mucho», nos dice. «Se movía como un hombre que se hubiera despertado de una anestesia general, de manera rara y letárgica». Al conocer a su ídolo, Elton «estaba deslumbrado y horrorizado a la vez, lo cual no es una buena combinación para tener una charla chispeante».
A diferencia de lo que le sucedió a Elvis, en el caso de Elton John hay un proceso de redención que aflora en un libro repleto de malos ejemplos. Evidentemente, él no pretende transmitirnos ninguna moraleja. Sin embargo, también deja claro que vive con más calma ahora, con el orgullo del superviviente, rodeado de su familia y sin echar de menos aquella época en la que vivía con una maleta en la puerta.
«Sobre todo -concluye, satisfecho-, quiero pasar tiempo siendo… bueno, una persona normal, o todo lo normal que pueda aspirar a ser».