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Espiritismo y pintura: el arte abstracto de Hilma af Klint guiado desde el más allá

El Museo Guggenheim de Bilbao dedica una exposición a la precursora de la abstracción que se adelantó a Kandinsky

Espiritismo y pintura: el arte abstracto de Hilma af Klint guiado desde el más allá

La exposición de Hilma af Klint. | Guggenheim Bilbao

Hilma af Klint (1862-1944) tenía una gran cantidad de cuadernos en los que iba tomando apuntes. Fue ahí donde plasmó un deseo: no quería que las piezas marcadas con una equis se mostraran al público hasta pasados 20 años de su muerte. La razón era simple, pensaba que la sociedad de su época no estaba preparada para ello. Su muerte llegó en 1944 pero en los años 60 su arte de marcado carácter espiritual no interesaba de modo que no fue hasta 1986 cuando se recuperó su obra. Sin embargo, la crítica no fue la esperada.

Ahora, reconocida como una de las precursoras de la abstracción que se adelantó unos años a Kandinsky o Mondrian, el Museo Guggenheim de Bilbao le dedica una gran exposición en la que podemos ver sus diferentes facetas: desde sus primeras obras de carácter academicista y figurativo hasta el arte más abstracto y radical realizado a través de sesiones de espiritismo. 

Ocupando la segunda planta del museo en su totalidad, las obras se han instalado de manera estructurada para insistir en la imagen de una artista adelantada a su época. «Es un personaje misterioso al que vamos descubriendo poco a poco. Su obra abstracta, descubierta tardíamente, es particular por sus características y formatos, que la vuelven muy atractiva», opina Lucia Agirre, comisaria de la exposición junto a Tracey R. Bashkoff, directora senior de Colecciones y comisario senior del Solomon R. Guggenheim Museum.   

De la Academia de Bellas Artes a la Sociedad Edelweiss

Hilma af Klimt nació en 1862 en una familia acomodada que le proporcionó acceso a la educación y formación. Su padre fue instructor de astronomía, navegación y matemáticas y pertenecía a una estirpe de cartógrafos. «Hilma af Klint crece en torno a la ciencia y aunque hoy lo científico y lo espiritual parecen enfrentados, entonces era la manera de alcanzar la verdad superior. Ella es el reflejo de esa sociedad del cambio de milenio en la que se producen descubrimientos científicos [como las partículas subatómicas o la radioactividad], se plantean el mundo de otra manera y buscan respuestas en otros ámbitos», comenta Agirre. 

Además de la educación que le pudo ofrecer su familia, Hilma af Klint sumó la formación artística de la Real Academia Sueca de Bellas Artes, donde entró en contacto con los círculos artísticos de la época. Interesada desde joven por el espiritismo, actividad que empezó a practicar en relación con la muerte de su hermana, la artista se puso en contacto con la Sociedad Teosófica y a través de ella se relacionó con la Sociedad Edelweiss. «Este grupo estaba relacionado con la teosofía y les proporcionaba la capacidad de hablar que la sociedad les negaba», apunta Agirre. 

Movidas por la curiosidad, en 1896 Hilma af Klint, Anna Cassel, Cornelia Cederberg, Sigrid Hedman y Mathilda Nilsson, a las que conoce en la Sociedad Edelweiss, fundan Las cinco, un grupo que se reunía para realizar sesiones de espiritismo y contactar con el más allá. «Hedman era la que canalizaba las sesiones, que se dividían en dos tipos: las dedicadas al dibujo automático y las sesiones de ouija y escritura automática», recuerda Agirre. Aunque a ojos del siglo XXI puede resultar atípico, en la época de Af Klint era habitual que «las clases ilustradas practicaran el espiritismo, la teosofía y la antroposofía». 

Pintura guiada por los maestros del más allá

Convencida de que Las cinco tenían un encargo directo de los espíritus, en 1906 Af Klint emprende uno de sus proyectos más ambiciosos: Pinturas para el templo, una serie compuesta por 193 obras en la que se aparta de todo lo aprendido en la academia de bellas artes para lanzarse a un nuevo arte que parte de la relación con el espiritismo, el rosacrucismo, la teosofía y la antroposofía de Rudolf Steiner. 

Ella misma dijo que estas obras, entre pinturas de gran formato y dibujos de menor tamaño, deberían exponerse en un templo helicoidal que nunca llegó a realizar. «Estas piezas están concebidas para ese edificio y, por eso, tienen grandes dimensiones. Ver abstracciones de estas características, con esa calidad y formato, es lo que las hace singulares», sostiene Agirre. En este ambicioso trabajo explora lo que a simple vista permanece oculto, lo que se relaciona con el entendimiento del universo. 

A este proyecto le dedicó una década de trabajo en cuya primera etapa todo era dictado y estructurado por los mensajes que recibía en las sesiones. En sus propias palabras: «Las imágenes grandes me fueron dictadas de manera interna, y yo no tenía idea de lo que iban a representar. Trabajé bajo la dirección de un poder que no era el mío». En 1907 Af Klint siente una revelación que le lleva a ejecutar diez cuadros que hablan de las cuatro etapas del ser humano: infancia, juventud, madurez y ancianidad. Un mes más tarde se enfrasca en Los diez mayores, un grupo de obras de un tamaño monumental que, aparentemente, tuvo que ejecutar colocando los lienzos en el suelo. 

Cuatro años de retiro artístico

En 1908 su trayectoria se paraliza de manera abrupta durante cuatro años. «Alguna vez se ha comentado que el motivo fue la visita que le hizo Rudolf Steiner pero no es cierto. La artista había visto sus charlas y le escribió varias cartas para que la visitara en su taller y una de ellas demuestra que la visita tuvo lugar en 1910, dos años después de que la artista aparcara su proyecto», recuerda Agirre. 

Las razones reales fueron otras: ese año se disuelve el grupo de Las cinco porque Hilma af Klint quería incluir a más gente pero no tuvo el consenso de sus cuatro compañeras. Además, su madre se queda ciega y tiene que hacerse cargo de ella. 

Cuando en 1912 retoma la actividad, lo hace «de una manera más libre y aunque sigue recibiendo mensajes de los maestros, se toma una mayor libertad a la hora de escoger los colores y la composición», comenta Agirre. Esta nueva etapa se prolongó hasta 1915, año en el que da por concluida la serie y deja por escrito cómo debería ser el templo que las acogiera: un edificio casi redondo de tres niveles conectados por una escalera de caracol y una torre de cuatro pisos con una sala de altar en la parte superior albergaría estas pinturas. El templo, por supuesto, nunca se llegó a realizar. 

Átomos y mundo botánico

Cuando la artista sueca culmina Pinturas para el templo se lanza, en 1916, a un nuevo grupo de trabajos titulado Serie Perceval, cuyo título alude al caballero de la mesa redonda que busca el Santo Grial en la leyenda artúrica. «Sigue trabajando en serie pero estas nuevas obras son de pequeño formato y hace cientos de ellos», aclara la comisaria. Realizadas en tan solo diez semanas, en ellas continúa buscando el significado de los mensajes recibidos del mundo de los espíritus. Además de esta serie, acomete otras dedicadas al átomo, a las plantas y árboles y a las diferentes religiones para llegar a una etapa final en la que trabaja la técnica de la acuarela.

«De Af Klint tenemos aún mucho por descubrir y eso es lo interesante porque aporta lecturas nuevas», apunta. En conjunto, lo que los artistas abstractos nos dicen es que «había una conciencia y una necesidad de romper con lo que se hacía hasta entonces, buscaron nuevos caminos y direcciones y crearon una nueva corriente». Y lo cierto es que Hilma af Klint se adelantó a otros artistas como Kandinsky o Mondrian en asentar las bases del arte abstracto. 

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