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Cultura

La inagotable atracción editorial por la Guerra Civil

85 años después, el conflicto sigue generando nuevas obras y apasionando a investigadores, divulgadores y público

La inagotable atracción editorial por la Guerra Civil

Soldados del bando nacional se cubren durante un intercambio de disparos con tropas del bando republicano en la Sierra de Guadarrama. | Keystone Pictures USA (Zuma Press)

¿Novedades sobre la Guerra Civil? ¿En serio? Sí, completamente en serio. Y no solo novedades circunstanciales sino aportaciones importantes, aspectos inéditos, nuevas estimaciones, miradas renovadoras. Sí, en 2024, 85 años después del fin del conflicto, la Guerra Civil sigue apasionando a investigadores, novelistas, divulgadores y público en general. En 2007, Isaac Rosa publicó ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (Seix Barral), un título que hacía un guiño a todos aquellos que reaccionan con «¡no me hablará usted otra vez de la guerra!» Pues sí, hablemos de la guerra porque, al parecer, sigue habiendo mucha, muchísima gente interesada en conocer algo más sobre el enfrentamiento civil.

Me limitaré en este comentario a tratar algunas de las novedades editoriales aparecidas este año, a lo largo de los últimos meses. Un repaso nada exhaustivo, porque me dejo en el tintero, por ejemplo, varias obras que, por distintos conceptos, merecen un análisis específico y así han sido consideradas en THE OBJECTIVE y otros medios. Me refiero, por ejemplo, a aportaciones notables y, por otro lado, tan dispares como Fuego cruzado. La primavera de 1936, de Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey (Galaxia Gutenberg) o Un veraneo de muerte. San Sebastián, 1936, de Guillermo Gortázar (Espuela de Plata). 

No se le escapará al lector atento que la simple mención al volumen de Álvarez y del Rey implica que, cuando hablo en términos simplificados de libros sobre la Guerra Civil incluyo implícitamente acontecimientos que la precedieron —la violencia del primer semestre del 36— y, en consecuencia, como voy a hacer seguidamente, mencionaré en esta visión de conjunto tanto el terror organizado de las chekas en los meses anteriores (Violencia roja antes de la Guerra Civil), como el gran levantamiento contra la República que es el precedente inmediato de la guerra (Octubre 1934) e incluso integraré aquí el análisis de los factores que precipitan el colapso de la República (el libro de Inger Enkvist). 

Se ha alertado en los últimos tiempos contra la perspectiva, tildada de determinista, que enfoca el régimen del 14 de abril no tanto por sus rasgos intrínsecos cuanto por su disposición de plano inclinado hacia la Guerra Civil. Se discute no solo la objetividad o utilidad de tal catalogación, sino que se subraya en último extremo el riesgo de una dimensión presentista (cuando el historiador juega con cartas marcadas y juzga los hechos por lo que sabe que pasó). La hispanista sueca Inger Enkvist menciona expresamente este defecto («trampa», escribe ella) y dice que trata de evitarlo en su breve ensayo divulgativo (unas 200 páginas) que titula El naufragio de la Segunda República. Una democracia sin demócratas.

Sabido es que la divulgación despierta en nuestros lares tantas actitudes displicentes por parte de especialistas como entusiasmo por parte del público generalista, ansioso de acercarse a la historia con rigor pero también amenidad. Como buena parte de los historiadores profesionales no aciertan a cumplir ese cometido o simplemente lo desprecian, el vacío lo terminan llenando periodistas o diletantes que a menudo incurren, cuando menos, en patentes simplificaciones, confundiendo el análisis del pasado con la mera narración historicista. Hacer buena divulgación aunando profundidad y atractivo formal no es fácil. Debo adelantar que los libros de los que aquí me ocupo, aunque interesantes todos, no siempre lo consiguen.

Sesgos ideológicos

Hay otro factor, nada despreciable en nuestro caso y más tratándose de una cuestión tan escabrosa como la Guerra Civil: la orientación ideológica. Mejor dicho, la disparidad que se produce entre una producción académica o universitaria claramente sesgada hacia la izquierda y una producción divulgativa en la que despunta (¿predomina?) una tendencia conservadora o derechista. Por supuesto, me apresuro a reconocer que esa es una esquematización que admite múltiples excepciones pero que menciono ahora porque una parte no despreciable de los libros que acojo en esta crónica son muy críticos con la aún predominante interpretación izquierdista de los dramáticos acontecimientos de los años treinta.

La propia Enkvist, antes citada, aspira ostensiblemente a ofrecer un retrato nítido y desapasionado de la Segunda República, pero su voluntad de equilibrio se ve comprometida por su basamento en unos historiadores y una bibliografía con claro predominio conservador. En particular, por citar un detalle algo más que anecdótico, su constante apoyo en las tesis de Stanley Payne (¡y no digamos ya sus menciones a Pío Moa!) le granjearán, por decirlo en los tópicos términos unamunianos, tanto el aplauso incondicional de los hunos como los dicterios de los hotros. Así seguimos estando. Ochenta y cinco años después no hemos conseguido romper totalmente el maleficio.

Algo similar ocurre en torno al libro de Pedro Corral sobre Paracuellos. La simple mención de este nombre genera reflejos pavlovianos en la sociedad española: la derecha mete el dedo en la llaga y la izquierda reacciona con fastidio: ¡otra vez Paracuellos! Corral, que lleva muchos años investigando aspectos desconocidos o despreciados de la Guerra Civil, como los desertores o los delatores, es ninguneado por las instancias académicas. En su nuevo libro ilumina los aspectos humanitarios del conflicto y se centra en las personas que, con riesgo de su vida, lucharon por detener las matanzas en el Madrid republicano. Quizá debíamos ponernos de acuerdo a estas alturas en que estos personajes (casi anónimos) y no Líster o Yagüe, fueron los auténticos héroes de la guerra.

Por desgracia, no hay héroes sin víctimas porque las situaciones trágicas, que posibilitan el surgimiento de los primeros, conllevan de modo inevitable innumerables desgracias que, en el mejor de los casos, solo pueden paliarse. El abuso del concepto de víctima, que desemboca en ese victimismo omnipresente en nuestra era, conlleva una depreciación de la que no siempre somos conscientes. Parodiando a Borges, al hablar de miles —no digamos ya millones— de víctimas, perpetramos un abuso de la estadística. Terminan por no significar nada. Por eso conviene singularizar, como Pablo de Lora en Recordar es político (y jurídico). La víctima es su abuelo, fusilado en Paracuellos. Y la reflexión sobre la memoria parte de ahí, del hecho individualizado, casi íntimo: «Escribo porque te fusilaron, preguntándome por qué te fusilaron». Porque «Paracuellos es el gran elefante en la cocina de la legitimación histórica de la II República».

Quinta columna

Las otras dos patas de la mesa de los escenarios funestos, junto a héroes y víctimas, está constituida por verdugos y traidores. De todos estos —y de las modalidades intermedias— trata un libro curioso, escrito por dos divulgadores que en este caso operan como investigadores, Alberto Laguna y Victoria de Diego: La guerra encubierta. Operaciones secretas, espías y evadidos en la guerra civil española. Lo que más me ha gustado de esta obra es su perspectiva a ras de tierra que conlleva la atención preferente por la dimensión humana: la Guerra Civil como un desgarro brutal que no solo afecta a familias y lealtades sino a la propia conciencia de individuos concretos.

Uno de los autores citados, Laguna, fue coautor hace algunos años de un libro sobre la quinta columna, un tema sobre el que había más sospechas que certezas. Hasta ahora. Porque bien puede decirse, sin hipérbole alguna, que disponemos ya de la que en adelante será la obra de referencia insoslayable sobre ese asunto, un monumental estudio (más de 900 páginas) del hispanista Julius Ruiz: La guerra sucia. La República contra la quinta columna. Las aportaciones del historiador británico, que tiene una larga estela de títulos imprescindibles sobre la represión del período (desde El terror rojo a La justicia de Franco), son de tal entidad que merecen tratamiento aparte. Baste decir en este contexto que Ruiz nos presenta la cara más cruel del conflicto, desde las torturas sistemáticas a los asesinatos a sangre fría.

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La guerra sucia: La República contra la quinta columna
Julius Ruiz
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Y hablando de los aspectos más lóbregos, pocas obras podrán parangonarse con la que firman Sergio Campos y José Antonio Martín (la antes aludida Violencia roja…), pues literalmente chorrea sangre. Y aún más, sadismo. En la capital de España, en la primavera de 1936, dos meses y medio antes de que se produjera el golpe militar, «entró en funcionamiento el primer centro de detención y ejecución republicano, la primera checa de las 350 que hubo en Madrid durante la contienda». En este caso concreto, la faceta diferencial y determinante sobre la que tengo que llamar la atención —así también lo hacen los autores— no es la vertiente represiva, ni la magnitud de la misma, ni siquiera la crueldad inconcebible, sino la cuestión de las fechas, por cuanto caen por su base las pretendidas justificaciones de la violencia revolucionaria como explosión espontánea y reactiva.

La susodicha cuestión de fechas lleva aparejada otra consecuencia nada trivial para el análisis y comprensión de los acontecimientos. En último término, esto implica que la guerra no puede entenderse ni explicarse limitándonos a la guerra misma, ni siquiera a sus antecedentes inmediatos. Y aquí es donde entran y juegan un papel primordial los hechos que preludian y precipitan lo que pasó a partir del 17 de julio. Entre ellos, destacan los que sucedieron en Octubre de 1934. Este es el título de una obra colectiva en la que participan 13 reputados especialistas. Un libro que, aparte de ser fundamental por la información que contiene y el alto nivel de sus análisis, constituye —o debiera constituir— un modelo a seguir en la necesaria conjugación de acuerdos y discrepancias en el examen de un pasado complejo.

Pues si la guerra fue la polarización llevada al extremo, la reconciliación con una historia traumática debe pasar por el respeto a la pluralidad de puntos de vista. Cuando estamos ya cerca de conmemorar el centenario del conflicto armado, nuestros esfuerzos deben ir encaminados tan solo (¿tan solo?) a una mayor y mejor comprensión de aquella época. Aunque solo sea para no repetir los mismos errores.

Referencias:

  • Campos Cacho, Sergio y Martín Otín, José Antonio: Violencia roja antes de la Guerra Civil, Espasa.
  • Corral, Pedro: ¡Detengan Paracuellos!, La Esfera de los libros.
  • Enkvist, Inger: El naufragio de la Segunda República. Una democracia sin demócratas, La Esfera de los Libros.
  • Jiménez Zaera, Jesús (ed.): Octubre 1934, Desperta Ferro.
  • Laguna, Alberto y Diego, Victoria de: La guerra encubierta. Operaciones secretas, espías y evadidos en la guerra civil española, Arzalia.
  • Lora, Pablo de: Recordar es político (y jurídico), Alianza.
  • Ruiz, Julius: La guerra sucia. La República contra la quinta columna, traducción de Albino Santos Mosquera, Espasa.
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