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Fernández-Miranda: «No entiendo por qué la izquierda reniega de la Constitución»

En ‘Objetivo: Democracia’, el periodista abandera desde los hechos una defensa de quienes hicieron posible la Transición

Fernández-Miranda: «No entiendo por qué la izquierda reniega de la Constitución»

El periodista y escritor Juan Fernández-Miranda. | Carmen Suárez

A punto de cumplir medio siglo, la Transición es, cada vez más, un exponente del maniqueísmo actual con el que se juzgan los acontecimientos pasados. En tiempos de revisionismo y polarización, el periodista Juan Fernández-Miranda se ha propuesto abanderar la defensa, desde el punto de vista de los hechos, de uno de los periodos más fructíferos de la historia de España.

Objetivo: Democracia. Crónica del proceso político que transformó España (Espasa) es esa reivindicación, la de un «mito» que necesita regresar a lo terrenal para seguir siendo creído. Un relato fidedigno de los años (1975-1977) que devolvieron la democracia a España y en el que Fernández-Miranda, adjunto al director de ABC, hereda de forma excepcional el testigo de la generación que protagonizó esa gesta para intentar transmitirla a una que desconoce y desconfía, como de cualquier mito, de las proezas de quienes la lideraron.

«En los últimos diez años, solo escucho hablar mal de la Transición, sobre todo desde la política. Es hora de reivindicarla, de desmontar los mantras y contar realmente lo que sucedió en ese periodo», adelanta Fernández-Miranda en conversación con THE OBJECTIVE.

A su juicio, la Transición se ha contado poco, especialmente en los últimos años. «Desde los años 90, se ha dado por buena y ha quedado olvidada, de manera que las personas que la critican están ocupando ese espacio», señala. 

Uno de los reproches de quienes se niegan a mitificar la Transición es que España no es una ‘democracia plena’ y que este proceso trajo las elecciones, pero no el fin del franquismo en su concepción más profunda. Fernández-Miranda rechaza categóricamente este relato por la vía de los hechos. «El 15 de junio de 1977 los ciudadanos votan en libertad, 19 meses después de la muerte de Franco. Lo que sucedió a partir de ahí es lo que quisieron los representantes elegidos por el pueblo. Había derecha y había izquierda. Estaban todas las fuerzas políticas. Decir que las élites franquistas utilizaron la Transición para perpetuar el franquismo es, sencillamente, una mentira histórica».

«Con Podemos y Sumar en el Gobierno, decir que la Transición fue un conchabeo de la derecha franquista no tiene un pase»

Fernández-Miranda desarrolla aún más el argumento: «Llevamos dos legislaturas con Podemos y Sumar en el Gobierno. Los herederos del Partido Comunista, los herederos del partido que perdió la guerra. Decir que la Transición es un conchabeo de la derecha franquista no tiene un pase». 

Con los ojos del presente, esta obra evidencia una paradoja: una en la que 50 años después, parte de los partidarios de la Constitución son ahora sus principales enemigos, y quienes se oponían a ella, sus más acérrimos defensores. «No entiendo por qué la izquierda reniega de la Constitución. En el 56, el PC pide reconciliación y amnistía. Y en el 77, la tuvieron. Que la izquierda critique la Transición no tiene lógica, y que una parte del PSOE se deje arrastrar tampoco», zanja.

La asignatura pendiente

Desmontado el mantra, es innegable que la generación política de la Transición dejó asuntos pendientes que hoy siguen sin resolverse. «La Transición resolvió tres de los cuatro grandes problemas que arrastraba España: el problema religioso; el militar; el de desigualdad social y; aunque al principio parecía que sí, no resolvió el problema territorial, en gran medida por la deslealtad de las fuerzas nacionalistas e independentistas», expone Fernández-Miranda.

«¿Qué le critico yo? A mí me parece que la Transición tiene un problema que es que se mitificó. A partir de los años 90 nos acomodamos en que todo era perfecto y la democracia es un modelo que es como montar en bicicleta, exige dar pedales, y si dejas de darlos, te caes. La democracia la tenemos que cuidar cada uno de nosotros. Este libro es una apelación al 40% de españoles que nacimos en libertad a que nos comprometamos con la defensa de este modelo», argumenta.

La obra de Juan Fernández-Miranda, premio Espasa 2024, aborda la complejidad de un proceso inédito -y de éxito- en la historia contemporánea. «La Transición es modélica porque deroga en un único movimiento -la Ley para la Reforma Política- todo lo anterior». Un relato en el que brillan las estrellas, el «tridente virtuoso» encarnado por el rey Juan Carlos, el presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, y el de las Cortes, Torcuato Fernández-Miranda. En un símil: «el Rey fue el que señaló la democracia. Don Juan Carlos fijó la estación, Torcuato las vías y Suárez fue el maquinista».

Pero la Transición no fue color de rosa. Ahí radica la principal lección de esta obra. Fernández-Miranda señala en su ensayo cómo el ‘plan’ estuvo varias veces en el alambre y muy cerca de fallar. Hubo quienes pusieron de su parte para que así fuera. El terrorismo -tanto el de extrema derecha como el protagonizado por la banda terrorista ETA-, asestó duros golpes que, paradójicamente, sirvieron de acicate y de «pegamento» a una sociedad que ansiaba libertad.

El Rey que se la «jugó»

En tiempos complicados para su figura, Objetivo: Democracia ayuda a reconciliarse con un Rey emérito ahora cuestionado, pero que fue «valiente» en la consolidación de libertades. «El Rey se la jugó. Si ese proyecto de reforma política hubiese fracasado, se tendría que haber ido y habría sido Juanito el breve», argumenta el autor.

«El rey Juan Carlos es víctima de sus decisiones, pero esto no es suficiente para anular su proyecto político, que fue exitoso»

Siempre estará la duda de que fue primero, si el huevo o la gallina. Es decir, el convencimiento democrático de la Corona o la propia necesidad de supervivencia de la Institución. «Don Juan señaló el camino, el objetivo. Había que ir a una democracia. Juan Carlos entendió que el objetivo, que era recuperar la Monarquía, solo podía lograrse si esta era democrática. Ese vínculo es el que mantiene Don Felipe y el que ha jurado la princesa Leonor», razona.

«El Rey ha cometido errores graves. Los que tienen que ver con su vida familiar, hay que condenarlos desde un punto de vista crítico. Pero esto no puede hacernos perder el foco», asiente. A Don Juan Carlos se le recordará, cree Fernández-Miranda, como «el Rey de la Transición, el Rey de la libertad y, después, se contarán sus errores cuando se acomodó. Él es víctima de sus decisiones, pero esto no es suficiente para anular su proyecto político, que fue exitoso».

Algunos de esos errores del Rey, cuenta Fernandez-Miranda en su obra, comenzaron nada más acceder al trono. Días después de la muerte de Franco, el monarca recurrió a la monarquía saudí para «financiar» la democracia. En total, 36 millones de dólares. «Ahí es donde don Juan Carlos empieza a preocuparse por acumular un patrimonio personal», señala.

«Es cierto que en aquella época todo el mundo calló comportamientos que no eran ejemplares. Figuras como la de Juan Carlos I tienen claroscuros. No vale todo porque nos dio la Transición, al igual que tampoco los errores la tapan. Hay un espacio para criticar lo malo y elogiar lo bueno», defiende Fernández-Miranda.

«La clase política de la Transición arrastró a los ciudadanos hacia el centro. Hoy, es al revés. Los arrastran hacia los extremos»

Los inmovilistas

En este ensayo también tienen protagonismo actores de reparto como el presidente Carlos Arias Navarro, «un franquista sin Franco, atornillado al sillón». Junto a él, comparten escena los inmovilistas contrarios a la democracia, agrupados en el búnker, y colaboradores necesarios del harakiri franquista.

Fernández-Miranda señala el papel relevante que desempeñó su tío-abuelo Torcuato, presidente de las Cortes, en ese harakiri: «Él impuso una estrategia, el divide y vencerás. Les obligó a pronunciarse y a que se evidenciaran las distintas sensibilidades. Al dividirlos, unos por convencimiento, otros por interés y otros por miedo, decidieron que el franquismo se acababa en esa votación para la reforma política».

Paradójicamente, el terrorismo -tanto el de extrema derecha como el protagonizado por la banda terrorista ETA, supuso también un acicate, un rechazo a modo de «pegamento» que unió a una sociedad que ansiaba libertad.

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Sin embargo, la nostalgia del régimen no se ha evaporado medio siglo después. Sus defensores son «minoritarios, un reducto», pero siguen entre nosotros. Fernández-Miranda cree, eso sí, que no juegan un papel decisivo en la política actual. «No creo que Vox sea nostálgico del franquismo. Otra cuestión es que estén en posiciones ideológicas extremas a Sánchez y les guste coquetear con eso, pero Vox es un partido que lo que quiere es vivir en democracia y cambiar algunas cosas, pero no creo que estén en posiciones de Blas Piñar», defiende.

La degeneración política

Si algo tiene claro Fernández-Miranda es que muchos de los cuestionamientos de la Transición son fruto de la clase política actual, un colectivo que «ha ido degenerando» sustancialmente. La de la Transición es una generación de políticos excelente en un momento excelente en el que el servicio de Estado está por encima de intereses personales».

La realidad ahora es distinta: «La Transición fue la primera vez en un siglo que la clase política arrastró a los ciudadanos hacia el centro. Hoy, es al revés. Son ellos quienes los arrastran hacia los extremos».

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