Cuando Jean Giraud se convirtió en Moebius, genio visionario del cómic
Llega a las librerías ‘Obra hermética’, que reúne sus suculentas historietas publicadas en la revista ‘Métal Hurlant’
El dibujante francés Jean Giraud se convirtió en Moebius gracias a México. Viajó allí por primera vez con 16 años, cuando su madre se casó con un mexicano, y regresó al país varias veces. Según su propia confesión, en la primera estancia descubrió los porros, el sexo, el jazz y unos paisajes como los de los wésterns de las películas que plasmaría en su futura obra. En los viajes posteriores, gracias a los consejos de su amigo Alejandro Jodorowsky, exploró la obra de Carlos Castaneda, el mundo de los chamanes y los alucinógenos. Todo lo cual resultó muy relevante para su mutación de Giraud a Moebius, nombre con el que creó una de las propuestas más revolucionarias e influyentes del cómic de la segunda mitad del siglo XX. Llega ahora a las librerías el grueso volumen Obra hermética (Reservoir Books), que reúne las suculentas historietas publicadas en la revista Métal Hurlant, a caballo entre la ciencia ficción y la psicodelia, con toques de humor, erotismo y guiños varios.
Numa Sadoul tituló su fundamental libro de entrevistas con el dibujante Docteur Moebius et Mister Gir (no está traducido al castellano), que es una buena manera de sintetizar su trayectoria, porque hay, en efecto, algo de Jekyll y Hyde en su personalidad. Como Jean Giraud o Gir dibujó durante décadas el celebérrimo wéstern en viñetas El teniente Blueberry, paradigma del clasicismo y de la elegancia y expresividad del dibujo. En paralelo desarrolló otra personalidad, más libre y experimentadora, bajo el seudónimo Moebius, tomado del matemático y astrónomo alemán August Ferdinand Moebius, creador de la llamada cinta o banda de Moebius, que representa algo en apariencia imposible que desafía nuestras nociones preconcebidas de la realidad. Eso precisamente es lo que pretendía hacer el dibujante.
Jean Giraud (1938-2012) inició su carrera como ayudante del belga Jijé, autor del western Jerry Spring. Cuando el guionista Jean-Michel Charlier le propuso a Jijé poner en marcha otra historieta del oeste, El teniente Blueberry, este declinó y sugirió a su muy prometedor ayudante. Así se inició una serie con la que el discípulo rápidamente superó al maestro por la intensidad dramática que lograba imprimir a sus ilustraciones. Las andanzas de Blueberry —para cuyo rostro Giraud se inspiró en el actor Jean-Paul Belmondo— unieron al joven dibujante con el mejor guionista de la escuela francobelga junto con René Goscinny. Si este último era el rey indiscutido del registro cómico (Astérix o el western paródico Lucky Luke entre otras maravillas), Charlier era el maestro de los tebeos de aventuras, con personajes como de los aviadores militares Tanguy y Laverdure (dibujados por Uderzo, el ilustrador de Astérix, aquí en tono serio) y El teniente Blueberry.
Blueberry empezó a cabalgar en 1963 en las páginas de la revista Pilote. Cinco años después, las calles de París se llenaban de las barricadas estudiantiles del mayo del 68. En esos años convulsos, de radicalización política y liberación personal y sexual, los jóvenes dibujantes de Pilote se sentían cada vez más incómodos con la línea impuesta por el director, Goscinny, partidario de un humor blanco, poco amigo de experimentos y procacidades y nada dispuesto a dejarse arrastrar por radicalismos ideológicos.
De modo que acabó sucediendo lo inevitable: en 1974 los jóvenes revoltosos abandonaron la publicación, crearon una editorial con el nombre de Les Humanoïdes Associés, entre cuyos fundadores estaban Philippe Drulliet, Jean-Pierre Dionnet y el propio Jean Giraud. De ahí surgió la muy influyente revista Métal Hurlant, centrada en la ciencia ficción y abierta a todo tipo de experimentos formales.
Jekyll y Hyde en viñetas
Tras un breve paso por la satírica Hara-Kiri y por Les L‘Écho des Savanes, otra revista fundada por jóvenes dibujante ansiosos de libertad creativa (Gotlib, Mandryka y Claire Bretécher), Giraud, ya como Moebius, revolucionó en las páginas de Métal Hurlant el mundo del cómic, rompiendo todos los corsés y abriendo de par en par las puertas de nuevas posibilidades expresivas. En paralelo, seguía con su faceta modosa dibujando aventuras del teniente Blueberry. Profesional fiable de día y chiflado experimentador de noche, Jekyll y Hyde en viñetas.
Sus historietas de Métal Hurlant, cortas o largas, en blanco y negro o en color, reunidas en la Obra hermética son un auténtico laboratorio de ideas. El propio dibujante reconoce en el libro de entrevistas antes mencionado que la libertad absoluta de la que gozó en esa época fue irrepetible. Y cuenta: «Cuando empecé mis experiencias como Moebius el cannabis era mi llave principal. Toda esa búsqueda del subconsciente operaba en gran parte gracias a la hierba, que había descubierto en mi primer viaje a México, mucho antes de la gran explosión de consumo de drogas psicodélicas. Para mí el cannabis representaba México y la magia de los chamanes, y estaba conectado con la expresión artística».
El dibujante trabaja en el terreno de la ciencia ficción pura —en las sucesivas entregas de Arzach—, pero da también rienda suelta a su vena más alucinatoria y surrealista con las andanzas del mayor Groubert —un explorador con salacot colonial—, que desembocan en la serie conocida como El garaje hermético, uno de los hitos del cómic de los años setenta. A estas obras mayores, hay que sumar The Long Tomorrow, con guion del norteamericano Dan O’Bannon, también incluida en el volumen, que contiene además abundantes historietas breves. En ellas Moebius juega con el humor disparatado, el erotismo, el pastiche y los homenajes (a Lovecraft, al ilustrador estadounidense Wally Wood, al clásico Little Nemo…)
Durante este periodo, participó además en el faraónico proyecto fallido de Alejandro Jodorowsky de adaptar al cine Dune de Frank Herbert. Se trata sin duda de la película inexistente más influyente de la historia. En aquel delirio imposible participaron —además de Moebius, que realizó diseños y un detallado storyboard—, el visionario artista suizo H. R. Giger y el guionista Dan O’Bannon, un trío que volvería a coincidir en otro proyecto que sí vio la luz: Alien de Ridley Scott. En el nonato Dune de Jodorowsky también debían participar en la banda sonora Pink Floyd y el compositor vanguardista alemán Karlheinz Stockhausen, y como actores Orson Welles en el papel del barón Harkonnen y Salvador Dalí como el emperador de la galaxia. El genial pintor le dijo a Jodorowsky que solo aceptaría si lo convertía en el actor mejor pagado del mundo, para lo cual exigió cobrar 100.000 dólares por hora de trabajo. Todo esto y mucho más se cuenta en el magnífico documental Jodorowsky’s Dune de Frank Pavich (disponible en Filmin).
Diseñador de ‘Alien’ y ‘Tron’
Una de las derivas de esa primera tentativa de llevar Dune a la pantalla fue la creación de El incal, obra maestra del cómic de ciencia ficción, que aprovechaba muchas de las ideas de ese proyecto. Con guion de Jodorowsky y dibujos de Moebius, se publicó en la década de los ochenta y supone el final de la etapa de experimentación desbordante de Métal Hurlant para dar paso a una obra narrativamente más estructurada.
La aventura fallida de Dune supuso además para Moebius un primer contacto con el mundo del cine, que fructificaría en obras posteriores en los que participó como ilustrador y diseñador: Alien, Tron y El quinto elemento de Luc Besson. Más allá de estas colaboraciones, su potente imaginario visual es rastreable como influencia en La guerra de las galaxias o Blade Runner.
Ahora, el volumen Obra hermética permite al lector adentrarse en un momento creativo único, los años postsesentayochistas, cuando la experimentación no tenía barreras. En esa época Moebius dio pasos de gigante y dejó claro para las futuras generaciones de dibujantes que el cómic era un arte adulto y para adultos en el que todo era posible.