Marruecos vs España: el Rey y la Marcha Verde
En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta
Las relaciones con Marruecos nunca han sido fáciles. Hay demasiados episodios oscuros, todavía secretos, sobre las relaciones entre ambos países, que han condicionado la política de España desde la Guerra de África de 1859, el trágico ataque rifeño a Melilla de 1893, el desastre de Annual con Abd el Krim, el golpe del 36, y por último en el siglo XX los sucesos de 1975. No conviene precipitarse cuando se sacan conclusiones sobre las maniobras marroquíes y las respuestas españolas.
El 23 de octubre de 1975 Franco estaba en las últimas. Saltaron las alarmas en El Pardo. Martínez Bordiú, el ‘yernísimo’, que no tenía ningún cargo oficial, se presentó en La Zarzuela para hablar con Juan Carlos de Borbón. Su pretensión era que el Príncipe aceptara otra vez la interinidad de la Jefatura del Estado, como en julio de 1974. El Borbón se negó. No quería ligar su futuro al presente dictatorial y agonizante. Según López Rodó, que había sido ministro con Carrero Blanco y lideraba a la familia tecnócrata, el Príncipe no estaba dispuesto «aunque se lo pidieran de rodillas». Luego Martínez Bordiú habló con Arias Navarro, el presidente del Gobierno, que se mostró partidario del traspaso de poderes. Esa tarde, el yerno, Martínez Bordiú, reunió en El Pardo al Jefe de la Casa Militar, Gavilán, y al de la Civil, Fuertes de Villavicencio. También estuvo presente Carmen Franco. Delante de todos, Martínez Bordiú dijo que el Príncipe se negaba a ser jefe del Estado interino, que había que conseguir que Franco llegara vivo al 26 de noviembre para que Rodríguez Valcárcel, presidente de las Cortes, siguiera siendo presidente del Consejo del Reino y seguir controlando la situación. Lo que había era miedo a un traspaso de poderes a Juan Carlos sin controlar las instituciones, y que se ajustaran cuentas con el búnker franquista. El doctor Pozuelo y su equipo médico aconsejaron no dar esa impresión a Franco, que estaba muy débil, y el grupo desistió de su plan.
Juan Carlos de Borbón se negó en un principio a la transmisión de poderes porque no era el momento. Si el final estaba cerca había que separarse lo más posible de Franco, y tener controlado el conflicto con Marruecos. El asunto del Sáhara era muy complicado.
El territorio sahariano, que era fronterizo con las Islas Canarias, tenía un litoral con ricos bancos de pesca y en el interior existían grandes yacimientos de fosfatos que podían hacer de Marruecos un país muy rico. Pero el asunto no era solo económico. Estados Unidos consideró que era conveniente contentar al rey de Marruecos para evitar la expansión de Argelia por el norte de África. Recordemos que eran los años de la Guerra Fría. La URSS apoyaba al régimen argelino, y deseaba instalar misiles intercontinentales en su territorio, lo que era un peligro evidente para Europa. Al mismo tiempo, Argelia había financiado la creación del Frente Polisario, un grupo dirigido por estudiantes que se habían formado en España, bien relacionado con la extrema izquierda española, y que combatían, o hacían terrorismo, contra Marruecos.
Hassan II y Estados Unidos sabían perfectamente que la sociedad española no admitiría una guerra por el Sáhara, de ahí que el momento adecuado para hacerse con el territorio saharaui fuera el de la enfermedad terminal de Franco. A finales de enero de 1975 trascendieron a la opinión pública española los primeros enfrentamientos entre nuestras tropas y los irregulares de Marruecos. El 10 de julio de ese mismo año, Hassan II anunció que ese mismo año de 1975 se produciría «la liberación total de nuestros territorios saharauis». El Gobierno español preparó entonces un estatuto de autonomía para el Sáhara. Y en respuesta, el Gobierno marroquí anunció la posibilidad de una marcha sobre el territorio español. Ante esta circunstancia, el Ejecutivo español anunció que se organizaría en el Sáhara un referéndum de autodeterminación. Para contrarrestarlo, Marruecos infiltró a numerosas personas en la todavía provincia española para asegurarse la victoria en la hipotética votación. Por aquel entonces, España tenía en la zona un contingente de 70.000 hombres. Parece ser que Franco, animado por sus recuerdos de África, estaba dispuesto a dirigir sus tropas aunque fuera desde El Pardo para impedir la invasión. Todavía en septiembre de 1975, el dictador consideraba que esta podía ser su última batalla.
La ONU y el Tribunal de La Haya habían dado el visto bueno a una República Saharaui independiente, lo que chocaba con los intereses de Hassan II. Sin embargo, Juan Carlos de Borbón estaba más interesado en mantener el apoyo del Ejército que en conservar la provincia africana, porque conocía que a los españoles les tenía sin cuidado el Sáhara porque era más importante para la Transición la situación y el honor del Ejército. Meterse en una guerra colonial en el tránsito a su reinado democrático entrañaba muchos riesgos. Incluso se habló del ejemplo portugués, donde la guerra en Angola dio pie a la Revolución de Claveles en abril de 1974. ¿Qué haría Juan Carlos en esas circunstancias?
La presión para que el Príncipe aceptara la interinidad de la Jefatura del Estado aumentó entre el 23 y el 30 de octubre. En esos días, Torcuato Fernández Miranda, el general Armada y López Rodó le aconsejaron que no lo hiciera. Sin embargo, ese último día Franco manifestó peritonitis. El final estaba cerca y lo sabía. El dictador ordenó que se aplicase el artículo 11 de la Ley Orgánica, que suponía la interinidad de la Jefatura del Estado de Juan Carlos. El Príncipe habló con Don Juan, con Pozuelo, el doctor del dictador, y con Carmen Franco, quien le aseguró que su padre no volvería al poder.
El 31 de octubre, el Príncipe, convertido en jefe del Estado, presidió el Consejo de Ministros. Después se reunió con Arias, Pedro Cortina y con el Estado Mayor del Ejército. Anunció que iría a El Aaiún a hablar con el gobernador general para comunicarle que España se retiraba del territorio. El Ejército se iba a retirar en «buen orden y con dignidad» no por haber sido «vencidos», sino porque no podía disparar sobre una «muchedumbre de mujeres y niños desarmados». Antes de eso, Juan Carlos había hablado con la administración norteamericana a través de Manuel Prado y Colón de Carvajal, un amigo personal del Borbón.
La idea era que el general Walters, en Marruecos, comunicara a Hassan II que España se retiraba, por lo que la Marcha Verde debía concluir y terminar así la tensión política que producía en Madrid. Así fue. Juan Carlos viajó a El Aaiún, habló con los militares españoles para que quedara claro que la retirada no era un deshonor, y volvió a Madrid. Después lo comunicó al Consejo de Ministros, durante el cual Hassan II llamó por teléfono para ratificar el acuerdo. Todavía pasó una semana para que la Marcha Verde terminara, pero el asunto quedó resuelto. El episodio estuvo bien calculado por el Príncipe para causar buen efecto en el Ejército, como muestra de autoridad, y demostró tener iniciativa. En aquel momento, salvó la situación.
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