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Cultura

En defensa de las listas

«En un mundo marcado por el exceso abrumador de información, las listas se hacen más necesarias que nunca»

En defensa de las listas

Una biblioteca con decoración navideña. | EP

Antes que nada, debo confesar que soy un fanático de las listas. Hago listas a todas horas de los asuntos más diversos. Mis momentos de relax, al final del día, normalmente sentado en un café, los dedico a elaborar listas: libros por leer, películas por ver, artículos por escribir… En un intento de descansar de las pantallas, las escribo siempre a mano en un bloc. Esa afición a las listas la he heredado de mi madre, que el año entrante hubiera cumplido cien años, y que, por su escaso acceso a la instrucción, en el mundo rural y en aquella época en la que se crió, sólo escribía listas, normalmente de la compra, pero también de la ropa que llevar a un viaje o de los invitados a una celebración familiar. Las listas ponían entonces orden en su mundo y ponen hoy orden en el mío..

Estamos en el tiempo dorado de las listas. Ya sea para hacer balance del año que se va o para marcarnos propósitos para el que está a punto de empezar. Hay listas personales, que sólo sirven para nosotros, y listas públicas, las que nos ofrecen casi todos los medios, que nos sirven de orientación y de contraste con nuestras propias selecciones. Al fin y al cabo, ¿qué es la carta a los Reyes Magos sino una lista?

En este mismo periódico, Carlos MármolJosé Carlos LlopJuan MarquésRicardo DuddaJosé Antonio Montano, Féliz de Azúa, Ricardo Cayuela y Andreu Jaume han publicado sus listas de los mejores libros de 2024 según su criterio; Ariana Basciani, la de los libros raros para regalar; Mauricio Bach, la de las mejores películas; Preslava Boneba, la de las obras teatrales imprescindibles; Galo Abrain, la de las mejores series; Saioa Camarzana, la de las mejores exposiciones… Y seguro que hay más que se me han escapado.

Como es obvio, las listas -y eso es lo que critican sus detractores- son necesariamente incompletas y responden al criterio subjetivo del que las hace. A quien las lee corresponde tener el criterio para compartirlas o rebatirlas. La editora adjunta de The Atlantic, Emma Sarappohacía la semana pasada una encendida defensa de las listas, que su publicación ofrece religiosamente bajo el título Atlantic 10  al llegar estas fechas. Explicaba el criterio que siguen a la hora de la selección. La palabra clave, según ella, es «sorpresa». «Buscamos títulos que nos llevaron a lugares o nos indujeron a conclusiones que no esperábamos».

Decidida partidaria del periodismo de servicio, Sarappo explicaba que siempre se habían planteado las dos mismas preguntas básicas:  «¿Qué historias han aportado este año una luz inesperada sobre los temas que nos resultan más confusos e incomprensibles? y ¿cuáles de ellas abrieron nuevas y estimulantes formas de pensar sobre cosas que solo creíamos que sabíamos?»

Los enemigos de las listas argumentan que resulta muy arriesgado y hasta arrogante elegir «lo mejor» en cualquier campo; censuran que se privilegien libros ya suficientemente promocionados a lo largo del año; hacen ver que es imposible leer todo lo publicado para que la selección sea justa; denuncian que se favorezca a los autores ya consolidados en detrimento de los nuevos;  y que den pábulo a los asuntos menos arriesgados frente a los temas más innovadores.

Claro que las listas no son infalibles. Toda selección implica elegir y desechar. En un mundo marcado por la confusión de ideas, por una exceso abrumador de información, muchas veces inútil, por la publicación de un ingente número de títulos, las listas se hacen más necesarias que nunca. Nos ayudan a ordenar el caos, a jerarquizar una oferta muy diversa, a tomar decisiones que se hacen más difíciles cuanto más inabarcables son las opciones.

Si, además, tenemos en cuenta que hemos llegado a un momento que se da el mismo valor a un post de un particular en una red social, a un comentario anónimo a una noticia, a la una opinión de un influencer cuyo prestigio se mide por el número de seguidores, un criterio profesional resulta más necesario que nunca. El crítico, el especialista, avalado por años de lecturas, no puede ser sustituido ahora por la acumulación de likes

Las listas fomentan el debate, el contraste. la comparación, el orden mental. Nos permiten contrastar nuestras propias listas con las que ofrecen los medios, ver divergencias y similitudes. Las listas no son palabra de Dios te alabamos señor, no son infalibles, sino orientaciones, de las que tomamos lo que nos interesa y desechamos lo que no. Las listas, en fin, nos ayudan a poner orden en un mundo especialmente caótico e inabarcable.

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