Cabalgata roja o fascista: 1937 y 1940
En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta
La última década la Cabalgata de Reyes ha estado muy politizada. Cuando la extrema izquierda gobernaba el Ayuntamiento de Madrid, con la alcaldesa Manuela Carmena, se metió en la cabalgata de Vallecas, un barrio madrileño, una carroza para la defensa de la «diversidad LGTBI» con una drag queen. Luego el mismo equipo municipal convirtió a los Tres Reyes Magos en tres personajes estrafalarios que irritaron a buena parte de la concurrencia y crearon mucha perplejidad en los niños. Además, omitió cualquier referencia religiosa, y sustituyó la música tradicional navideña por tecno, danzas étnicas, batucadas, y bailes orientales y sudamericanos. No era una Cabalgata de Reyes, sino un desfile de Carnaval.
En Valencia pasó algo igual, y sustituyeron a los Reyes Magos por Reinas Magas vestidas de tabernera de opereta con la misma parafernalia carnavalera. El caso era negar y atacar el hecho religioso. Un momento, porque en Barcelona también se instrumentalizó hace pocos años, cuando la Asamblea Nacional Catalana y Òmnium Cultural pidieron a los niños que fueran vestidos de amarillo a la cabalgata para reivindicar la amnistía de los golpistas. No acaba aquí. En la cabalgata de 2024, en el distrito madrileño de Chamartín, un actor blanco tuvo que interpretar al rey Baltasar, negro. Los dos actores negros de la empresa tenían covid, así que fue el que estaba libre, que era blanco. La izquierda woke despotricó diciendo que era blackface, apropiación cultural y fascismo, cuando en realidad solo era un actor haciendo su trabajo, que no es otro que fingir que es otra persona.
La tradición nació en el último cuarto del siglo XIX. Fue una representación teatral que se utilizó como acto benéfico para la recogida de juguetes en beneficio de los niños más desfavorecidos. En la década de 1910 se generalizó el recorrido de los Tres Magos de Oriente, a caballo, por las ciudades más importantes de España. Entonces estaba en manos de casas comerciales y de la prensa, con desfile y música.
El uso para fines políticos o de adoctrinamiento de esta celebración religiosa de carácter infantil y familiar no se realizó hasta mucho después. Fue en 1937 y 1940, cuando comunistas y falangistas se ocuparon de su organización. La fiesta abandonó la inocencia, y entró de lleno en la política y el odio.
El Gobierno socialista de Largo Caballero abolió de facto la Navidad en el invierno de 1936. Carecía de sentido que un proceso revolucionario comunista y ateo mantuviera una celebración cristiana, con Reyes, que reproducía a su entender las formas de alienación del pasado. El Ejecutivo sustituyó las fiestas navideñas por la «Semana Infantil», y la cabalgata del 5 de enero de 1937 por un desfile que quedó en manos del ministro comunista de Instrucción Pública. No hay que decir que fue un esperpento soviético, con una efigie de Stalin, otra de Largo Caballero, figuras ridiculizando a los «nacionales» y milicianos desfilando. A su paso, niños y adultos saludaban con el puño cerrado. Horrible, ¿verdad?
La nueva cabalgata fue organizada en Valencia por el comunista Jesús Hernández Tomás, ministro de Instrucción Pública (hoy, Educación), con la supervisión de Carlos Esplá, ministro de Propaganda. El desfile se celebró por la mañana. Abrió la marcha una sección de Guardia Municipal y una mujer a caballo como alegoría de España. De pronto, en la cabalgata, apareció una efigie de Largo Caballero portada por tres hombres, como si se tratara de algún festejo pagano o egipcio. Muy ridículo.
Luego continuaban las carrozas infantiles mezcladas con las políticas. Una llevaba un enorme busto de Stalin, al que seguía un coche con escalinata y un soldado soviético, y una pancarta que decía: «¡Vivan los niños del mundo entero y especialmente los niños soviéticos que ayuden fraternalmente a los niños antifascistas de España!». Los milicianos cerraban la comitiva. Los niños se arremolinaban al paso del desfile político, respondiendo a los procesionarios levantando el puño.
Los «malos» también tenían su sitio en la cabalgata. Ahí estaba la llamada «Caja de los sustos», que era un cubo gigante del que salía una gran cabeza de Franco cuando se apretaba un resorte. La precedía una figura del general Queipo de Llano con un traje de plumas, una botella en la mano derecha, y un micrófono del que salía un puño con el lema «Pueblo» que le golpeaba el rostro. La revista «Ahora», de izquierdas, decía que los «traidores» debían tener su lugar en el acto infantil para que los niños vieran a «Franco, el nazi, asomando su cabezota antipática» y a «Queipo, el borracho».
Muy diferente fue la celebración de 1940. Los tiempos habían cambiado. El «ABC» no era ya el «Diario republicano de izquierdas», como lo tituló el Madrid rojo de 1936, y reprodujo en su página 5 una foto de Goebbels repartiendo juguetes con un Papá Noel al fondo. Eso mismo hizo Carmen Franco, la hija del dictador, en los salones de la Asociación de los periodistas madrileños. Aquel acto ponía fin a una semana de representación de «El misterio de Navidad» organizada por las Organizaciones Juveniles de la FET y de las JONS, el partido único del régimen.
Tras los regalos llegó la cabalgata. Aquel 5 de enero reaparecieron los Reyes Magos por las calles de Madrid. Figuraba en primer término la Guardia municipal montada, banda de cornetas y tambores de los jóvenes falangistas y requetés. Los Magos de Oriente iban flanqueados por «esclavos porta-antorchas» y coros de pastores y «zagalas». La comitiva la cerraban tres centurias de Falange. A su paso, la gente levantaba la mano haciendo el saludo fascista. Espantoso también.
En la Barcelona de 1940 ocurrió lo mismo. La Sección Femenina de la FET y de las JONS organizó el reparto de juguetes y canastillas bajo los retratos de Franco y José Antonio. Los Reyes de Oriente reaparecieron en el Paseo de Gracia, saliendo de la Plaza de España, con desfile militar, y regalos en un elefante de cartón. Las calles quedaron abarrotadas de gente. «La Vanguardia» del 6 de enero decía: «La tradicional Noche de Reyes, eclipsada durante el siniestro periodo rojoseparatista, quedó restablecida anoche con un esplendor inusitado». El periódico barcelonés resaltaba que «nunca como en el día de ayer» se había visto tanta alegría por la «reintegración de esta bella y tradicional costumbre española».
Esperemos que esta politización de una celebración tan entrañable, infantil y familiar se acabe de una vez. A quien no le guste, que no vaya, pero que no moleste a los demás. Aprovecho para daros las gracias por seguir HISTORIA CANALLA y desearos un muy feliz e histórico 2025.
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