THE OBJECTIVE
Historia Canalla

Juan de Borbón contra el Rey

En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta

Juan de Borbón contra el Rey

Ilustración de Alejandra Svriz.

La Transición a la democracia fue un proceso muy complejo, lleno de pasos peligrosos envuelto en relaciones difíciles y enrevesadas. Una de ellas fue la del triángulo que formaron Franco, Juan de Borbón y el príncipe Juan Carlos. El camino a la democracia necesitó que Don Juan se echara a un lado y dejara a su hijo protagonizar el cambio. Esto fue muy complicado por la personalidad del heredero de Alfonso XIII, como por las maniobras de Franco, el plan confuso de Juan Carlos de Borbón, y el entorno del propio Don Juan.

Don Juan de Borbón vivió un mar de contradicciones entre un torbellino de voces que aconsejaban cosas dispares. No tuvo una idea fija desde el principio, y Franco lo manejó con facilidad. «Me toreaban», confesó en 1978 a Saínz Rodríguez. Se debatió entre sostener la legitimidad de la línea dinástica en su persona contra su hijo Juan Carlos, y apoyarlo en la sucesión para instaurar una democracia en España. Su figura emergió en 1941, tras la muerte de Alfonso XIII. No había aún cumplido los 28 años. Pedro Saínz Rodríguez, el hombre que le acompañó durante más tiempo, le aconsejó encontes que pensara en el apoyo de la Alemania nazi para la restauración monárquica en nuestro país. En ese momento se pensaba que Hitler iba a ganar la guerra mundial, y que podía ser el árbitro de Europa. Don Juan se negó a vestirse «de nazi ni juro fidelidad a Hitler por todos los tronos del mundo», según declaró entonces, pero las conversaciones siguieron. Ribbentrop, el ministro de Asuntos Exteriores alemán, comunicó a Hitler que era bueno tener a Don Juan en su órbita por si se daba el caso de que un golpe de Estado militar en España, de carácter monárquico y apoyado por los británicos, acabara con Franco. De esta manera, aunque no estuviera Franco y sentaran en el trono a Don Juan, Alemanía le ganaría la jugada al Reino Unido.

El plan británico pasaba por tomar las islas Canarias y fundar un Gobierno con Don Juan como rey, tal y como había hecho De Gaulle contra la Francia de Petain. Este plan parecía que contaba con militares señalados como Kindelán, Aranda, Orgaz y García Escámez, que era el capitán general de Canarias. Franco reaccionó. Sustituyó a estos militares y pensó neutralizar a Don Juan. El 30 de septiembre de 1941 el dictador le escribió para decirle que la Monarquía era el «único camino» y él su «único y legítimo representante», pero que debía cuidar su entorno, porque algunos de sus consejeros no miraban por los intereses de España. De hecho, Franco confinó a los juanistas más señalados: Sáinz Rodríguez y Vegas Latapié. Además, con el propósito de confundir a Don Juan para bloquearlo, el 12 de abril de 1942 le confió por carta que le ofrecería la «Jefatura total del pueblo y sus Ejércitos» para entroncar con la «monarquía totalitaria» de los Reyes Católicos.

En ningún caso, decía Franco, consentiría la restauración de una Monarquía liberal y parlamentaria. Al mismo tiempo, el dictador suspendió los viajes de Serrano Suñer, su ministro de Asuntos Exteriores, y del general Vigón a Italia y Alemania, donde iban a tratar el tema de Don Juan. El asunto parecía que se trataba de elegir entre una monarquía dictatorial, al estilo italiano, o una parlamentaria como la que tuvo Alfonso XIII.

Don Juan hizo entonces su «giro democrático». En noviembre de 1942 hizo unas declaraciones al Journal de Genéve diciendo que quería la monarquía de «todos los españoles, definitivamente reconciliados», y en marzo de 1945 llegó el Manifiesto de Lausana en el mismo sentido, lo que sumó a muchos políticos y partidos antes desavenidos. Esto acabó con las posibilidades de Don Juan en el universo franquista. Si volvían a la monarquía previa a 1931, ¿para qué la Guerra Civil y la ‘Cruzada’? Ya se lo dijo Muñoz Grandes, el general de la División Azul, al propio Don Juan: recibiría a «tiros» esa monarquía. Franco no quería deslegitimar el Alzamiento ni a los golpistas del 36 con una monarquía, en su opinión, blanda, que diera entrada otra vez a los partidos políticos.

La apuesta de Don Juan lo descartó porque era eliminar el sentido del franquismo. Franco dio una solución intermedia, clásica en su modo de operar, consistente en apuntar sin disparar. Eso fue la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, de 1947, sometida a referéndum para poner el sello de la supuesta legitimidad popular. España se constituía en Reino. Sin embargo, en su artículo 6º establecía que Franco, en el momento «que estime» propondría a las Cortes a la persona «llamada en su día a sucederle a título de Rey o de Regente». Esto desarmó a Don Juan porque el restablecimiento de la monarquía ya solo tenía dos caminos: el legal acogiéndose a la decisión de Franco, o el violento, que no deseaba nadie en la Europa de la posguerra. El Borbón lo comprendió, y accedió a que su hijo Juan Carlos fuera educado bajo la tutela de Franco.

El dictador jugó a que tenía varios candidatos para ser rey. El más sonado fue Alfonso de Borbón y Dampierre , duque de Cádiz y duque de Anjou. Era primo de Juan Carlos, hijo del infante Jaime de Borbón y Battenberg y Emmanuela Dampierre, y nieto de Alfonso XIII y Victoria Eugenia de Battenberg. Sonaba bien, sobre todo a cierta parte del inmovilismo porque lo veían como un instrumento para continuar el franquismo. Sin embargo, según los testimonios, carecía de cualidades. Esto no impidió que la opinión pública barajara su nombre, a instancias del Régimen, para crear inseguridad en Juan Carlos y asegurar su lealtad.

Pareció que Franco se decantaba por Juan Carlos cuando lo colocó junto a él en un desfile militar en 1965. Era una señal. Aquello rompió la relación entre Don Juan y su hijo. Juan Carlos no asistió a un homenaje a su padre en Estoril en marzo de 1966, y unos meses después, en enero de 1967, declaró a los periodistas en Estados Unidos que sucedería a Franco siguiendo los principios del Movimiento Nacional. Aquello era confirmar el miedo de Don Juan de que la monarquía se vinculara con la dictadura, y no con la democracia. Por eso la presencia de Don Juan en el bautizo de Don Felipe, en febrero de 1968, fue muy fría. La Familia Real parecía rota, lo que perjudicaba el proyecto monárquico y la sucesión. Franco no estaba completamente seguro de si vencerían en Juan Carlos sus amores filiales o su deseo de restaurar la monarquía tal y como había establecido la ley. Juan Carlos lo contrarresto con una entrevista a la Agencia EFE el 7 de enero de 1969, en la que declaró que haría «sacrificios», pero siempre respetando «las leyes de mi país», como así fue en 1975. Lo del sacrificio del padre lo dejó claro en una carta a Don Juan en julio de 1969:

«Te quiero muchísimo y he recibido de ti las mejores lecciones de servicio y de amor a España. Estas lecciones son las que me obligan como español y como miembro de la Dinastía a hacer el mayor sacrificio de mi vida y, cumpliendo un deber de conciencia y realizando con ello lo que creo es un servicio a la Patria, aceptar el nombramiento para que vuelva a España la Monarquía y pueda garantizar para el futuro»

Te quiero muchísimo y he recibido de ti las mejores lecciones de servicio y de amor a España. Estas lecciones son las que me obligan como español y como miembro de la Dinastía a hacer el mayor sacrificio de mi vida y, cumpliendo un deber de conciencia y realizando con ello lo que creo es un servicio a la Patria, aceptar el nombramiento para que vuelva a España la Monarquía y pueda garantizar para el futuro.

Don Juan lo vio como un error y una traición. Consideró que Juan Carlos iba a mantener el franquismo tras la muerte de Franco, relacionando así para siempre la monarquía con la dictadura, que era lo que había perdido a Alfonso XIII. Don Juan respondió que no pensaba abdicar y apostilló:

«¿Qué monarquía salvas? ¿Una monarquía contra tu padre? No has salvado nada. ¿Quieres salvar una monarquía franquista? Por lo tanto ni estoy de acuerdo, ni daré mi acuerdo nunca, ni aceptaré jamás que tú puedas ser rey de España sin el consentimiento de la Monarquía, sin pasar a través de la dinastía»

¿Qué monarquía salvas? ¿Una monarquía contra tu padre? No has salvado nada. ¿Quieres salvar una monarquía franquista? Por lo tanto ni estoy de acuerdo, ni daré mi acuerdo nunca, ni aceptaré jamás que tú puedas ser rey de España sin el consentimiento de la Monarquía, sin pasar a través de la dinastía.

El 23 de julio de 1969, Juan Carlos juró «lealtad a Su Excelencia el Jefe del Estado y fidelidad a los Principios del Movimiento y las Leyes Fundamentales». Don Juan perdió el equilibrio, y se dejó querer por el rupturismo en el tardofranquismo, desde 1973. La Junta Democrática Española, dominada por el PCE, quiso usar al Borbón para acabar con Franco. Negociaron, pero finalmente, bien aconsejado, desechó su participación en ese proyecto en junio de 1974.

El año 1975 fue muy tenso para Don Juan. Hizo unas declaraciones muy duras. Las publicó el ABC. Venía a decir que si Juan Carlos continuaba con el franquismo, la única solución era la revolución. A esto sumó un discurso en Estoril el 14 de junio de 1975 en el que dijo que Juan Carlos suponía «garantizar la continuidad del régimen» y evitar la democracia. Frente a ese continuismo, Don Juan se presentaba como el rey para una monarquía que superase la Guerra Civil y encarnara el «poder arbitral, objetivo y desinteresado» imprescindible en las democracias.

El gobierno de Arias Navarro prohibió el acceso de Don Juan a territorio nacional, aunque levantó la prohibición ese verano. La enfermedad de Franco era terminal y había que escuchar los deseos del Príncipe. Desde octubre de 1975 mejoró la relación entre Juan Carlos y su padre, que conoció de primera mano el amplio proyecto democratizador que tenía su hijo. Luis María Ansón, secretario del Gabinete de Información del conde de Barcelona, dio un titular descriptivo en ABC: «Don Juan de Borbón no hará, de momento, declaraciones políticas», y que estaba en «continua comunicación con el Palacio de la Zarzuela», es decir, con su hijo. El diario Informaciones traducía el mensaje: «Don Juan de Borbón no hará nada contra su hijo». Los españoles podían percibir que el titular y protagonista de la restauración monárquica era Juan Carlos. Nadie más, y el resto eran obstáculos y ruido. La postura del juanismo estaba clara ya a finales de 1975, y el círculo más cercano de Don Juan se dedicó a propagar la nueva postura: no había ningún otro proyecto viable que Juan Carlos de Borbón, como querían los españoles, el Ejército y Europa, para consolidar una «democracia libre -declaró Anson- sin los traumas sufridos por Portugal». Don Juan ya no era oposición a lo que quedaba de Régimen, ni lo sería para su hijo.

Juan Carlos de Borbón, ya rey, confesó a José Luis de Villalonga mucho tiempo después que comprendía la actitud de su padre durante esos años. Al tiempo, dijo, que Don Juan quería mantener el principio dinástico en su persona, no deseaba ser un obstáculo para su hijo. No iba a renunciar a su derecho, depositado por Alfonso XIII, ni iba a ser el adversario de Juan Carlos. Fue dramático. «Cuando a veces -comentó el rey- yo intentaba ponerme en el lugar de mi padre me entraban escalofríos».

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