David McVicar y Nadine Sierra reviven 'La Traviata' con una propuesta impactante
La ópera de Verdi regresa al Liceu con una puesta en escena que explora los bajos fondos de París y un elenco soberbio
![David McVicar y Nadine Sierra reviven ‘La Traviata’ con una propuesta impactante](https://theobjective.com/wp-content/uploads/2025/01/Traviata-cover.jpg)
Nadine Sierra y Javier Camarena a la cabeza del elenco. | Sergi Panizo
La historia de ópera de La Traviata de Giuseppe Verdi es universal como en la literatura La dama de las camelias de Dumas. La Traviata está en nuestro inconsciente, desde lo pop cuando en la película Pretty Woman Eduard (Richard Gere) lleva a la ópera a Vivian (Julia Roberts) y ella se enternece frente a la escena de amor de Addio del passato entre Violetta y Alfredo. Para otros es el recuerdo de Libiamo, ne’ lieti calici, la famosa interpretación de Luciano Pavarotti en 1993 durante el brindis en el primer acto de esta ópera.
Este año el escenario del Gran Teatre del Liceu se ha transformado en un espacio cargado de simbolismo y tragedia: una lápida grabada con el nombre de Violetta recibe al público, anunciando el destino de la joven que, despreciada por la sociedad burguesa, muere sola, víctima de la tuberculosis y de una hipocresía que nunca le permitió redimirse. Así arranca la reposición de La Traviata que, bajo la mirada del escenógrafo David McVicar, se adentra en los bajos fondos de París, lejos del lujo superficial y el glamour de otras producciones, apostado por un montaje clásico con las actuaciones especiales lideradas por Nadine Sierra (Violetta), Javier Camarena (Alfredo Germont) y, en la sesión a la que asistí, con Lucas Meachem como Giorgio Germont, quienes llevan a la vida personajes que conectan completamente con el público sin escape alguno al drama.
La puesta en escena de McVicar no se limita a trasladar el libreto al escenario: su equipo viajó a los espacios reales donde vivió Marie Duplessis —la inspiración detrás de Margarita, el personaje de La dama de las camelias de Alejandro Dumas— para realzar de la humanidad de su historia. El resultado es una producción que equilibra elegancia y autenticidad, arrancando con una subasta de los bienes de Violetta, como un recordatorio de su fragilidad, vulnerabilidad y su condición de objeto desechado por quienes la admiraron en vida.
Hay que destacar que la soprano estadounidense Nadine Sierra, quien ya triunfó en el Liceu con Lucia di Lammermoor y liderará West Side Story dirigida por Gustavo Dudamel el próximo mes de julio, encuentra en este personaje una vulnerabilidad que la inspira profundamente. Interpretar a Violetta es una proeza monumental, casi como si el rol demandara tres cantantes diferentes, una para cada acto. No es un papel para obsesionarse con la perfección técnica, sino para transmitir emociones con la mayor honestidad posible. Y ahí es donde Sierra brilla, tal como lo hicieron figuras como Maria Callas.
El primer acto cierra con varias de arias que parecen poner a Violetta paralelismo de sí misma. Es un desafío titánico, uno que Sierra abordó sin escatimar energía, dejando al público preguntándose cómo se puede esperar más en los siguientes actos. La prueba definitiva llegó con una conmovedora Addio del passato, una interpretación llena de una belleza desgarradora por parte de la intérprete estadounidense.
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Por su parte, Javier Camarena, quien regresa tras su éxito en Barcelona, aborda el desafío de interpretar a Alfredo Germont, mientras se recupera de unas molestias vocales que no han mermado la expectación del público. Su presencia en el estreno es casi un hecho, y con ello, se espera que el tenor mexicano reafirme su conexión con los espectadores del Liceu, quienes aún recuerdan las noches memorables que ha regalado en este teatro.
La dirección musical de Giacomo Sagripanti, que debuta en el repertorio verdiano en el Liceu tras abordar a Rossini, Puccini y Donizetti, realizó una interpretación matizada y respetuosa con la partitura. La orquesta ofreció una interpretación acotada a la interpretación y cargada de teatralidad, con sobresalientes intervenciones del violín, que atizaban a aflicción de la escena. Sagripanti acompañó y brindó a los cantantes el espacio sonoro necesarios para brillar sino que lo confirme la Callas estadounidense, Nadine Sierra.
Por si no queda claro, La Traviata no solo emociona por su música, su tragedia o por los referentes que tenemos de ella, sino porque nos recuerda que la fragilidad de sus personajes, que es, en el fondo y a pesar de los años que nos separan de Verdi, la nuestra.
La Traviata estará en Gran Teatre del Liceu hasta el domingo 2 de febrero.