THE OBJECTIVE
Historia Canalla

¿Las mujeres podían estudiar con Franco?

En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de personajes polémicos y desmonta mitos con ironía y datos

¿Las mujeres podían estudiar con Franco?

Ilustración de Alejandra Svriz.

Tenemos un ministro de Memoria Histórica. Se llama Ángel Víctor Torres. En las islas Canarias le conocen bien, pero en la Península es casi un desconocido. La primera vez que le vimos fue en el Valle de los Caídos, con un traje blanco, mirando huesos. La segunda vez porque le acusaron de tener un piso para visitar chicas de alterne. La tercera vez ha sido de traca incluso para un ministro de la Memoria Histórica: en un mitin en Canarias el 26 de enero de 2025 dijo que en el franquismo «no se permitía a las mujeres estudiar».

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El tema tiene dos vertientes. Una, que el ministro de Memoria Histórica no sabe Historia, y si sabe, miente. Otra, que la campaña de antifranquismo sobrevenido para hacer política va a llegar a límites ridículos. De hecho, hay una parte de la izquierda que insiste en que las mujeres no podían ir a la Universidad, que tenían la educación prohibida.

Empezamos con una regla evidente que muchas veces se olvida: el franquismo fue un periodo muy largo con varias etapas diferentes. Hubo períodos distintos no solo por la legislación y la moral que había detrás, sino también porque la generación de españoles nacidos después de la guerra construyó una sociedad nueva gracias al desarrollismo.

El primer franquismo fue la etapa de dominio del catolicismo y el falangismo, y concluyó entre finales de la década de 1950 y comienzos de los 60. En este periodo se marcó una función natural para el hombre y otra para la mujer en su servicio a la comunidad, a España, y el Estado se volcó a forjar esas nuevas identidades con una moral y una legislación diferenciadas.

La ley educativa de 1945 estableció la universalidad, gratuidad y obligatoriedad de la enseñanza primaria para niños y niñas; es decir, hasta los doce años. Casi se consigue. En 1952 estaban escolarizados casi un 70 % de la población infantil. El Gobierno calculó que hacían falta 34.000 escuelas. En 1953 lo presupuestaron, se comprometió a hacer una escuela por cada 250 habitantes, y cuatro años después había 25.000 escuelas más. Con esto la escolarización en 1958 era del 90% de los niños y de las niñas. Por cierto, se creó entonces la famosa Cartilla Escolar donde iban los cursos y las notas. El objetivo era controlar la escolarización de los niños y mejorar la comunicación entre la escuela y los padres.

En esta etapa se recuperó la asignatura de Religión y se creó la de Formación del Espíritu Nacional. Ahí estuvieron metidos la Iglesia y Falange. Además, en este periodo se impuso la educación diferenciada en las ciudades, no en los pueblos, donde la carencia de recursos hizo que se mantuviera la coeducación; esto es, que niños y niñas fueran juntos a clase. En la educación diferenciada, las chicas recibían formación para ser buenas amas de casa y era obligatorio el Servicio Social de seis meses, sin necesidad de dejar su casa. Los chicos eran educados para ser productores y defensores de la patria, y era obligatorio el Servicio Militar, que era considerablemente más largo, dos años. El Servicio Social femenino era obligatorio si querían trabajar o matricularse en algún estudio, al igual que hacer la mili capacitaba para esas mismas tareas. Esto respondía a una concepción totalitaria y corporativa de la sociedad, algo muy propio de la época, pero que en España se extendió más de la cuenta.

Las cosas cambiaron al iniciarse la década de 1960. La ley educativa de 1964 amplió la escolarización obligatoria de niños y niñas hasta los catorce años. Y, al año siguiente, en 1965, se acabó con la segregación escolar, y niños y niñas pudieron estudiar juntos. También se pensó en acabar con el analfabetismo de los adultos, de la generación de la posguerra. Para eso, se crearon 5.000 escuelas para adultos, con 7.000 maestros. Por esas escuelas para adultos pasaron 150.000 hombres y mujeres. La tasa de analfabetos adultos se redujo al 8% en 1970. Esto muestra que el franquismo no fue una foto fija.

La educación no estaba prohibida para las mujeres. Al revés. Era obligatoria y gratuita desde 1945, por ley, hasta los 12 años, y luego, desde 1964, hasta los 14. No solo estudiaban todas las mujeres jóvenes nacidas después de la Guerra, sino que desde 1965 no había segregación por sexo y estudiaban junto a los chicos. En conclusión: sí hubo mujeres en la educación básica, bachillerato y también en la Universidad.

Esa presencia de la mujer se fomentó con la ley de 1961 relativa a Derechos Políticos, Profesionales y de Trabajo de la Mujer. Hasta entonces estaba establecido el despido forzoso de las mujeres al contraer matrimonio, incluso en la administración. Esta ley prohibió la discriminación por el cambio de estado civil y ordenó el pago del mismo salario por el mismo trabajo, por lo que estudiar en la Universidad cobró un atractivo importante.

¿Qué repercusión tuvo esto en una sociedad, la de los años 60, que quería progresar materialmente? Mucha. La matriculación de mujeres en la Universidad no hizo más que crecer. Cojamos los ejemplos de algunas Universidades. En la Universidad de Granada, en el curso 1958-1959, el 28% de las personas matriculadas en Ciencias eran mujeres. Llegaban casi al 60% en Filosofía y Letras y al 45% en Farmacia. En la Universidad Central de Barcelona en el curso 1973-1974 el 38% eran mujeres, y el 36% en la Universidad Autónoma. En Madrid era algo muy similar. Las cifras no son criticables pensando que hoy es al revés; es decir, que hay más alumnas que alumnos en la Universidad y no pasa nada.

También se puede criticar la selección de las carreras, pero es algo individual y cambiante por mucha ingeniería social que se quiera aplicar. La matriculación de mujeres en carreras técnicas y de ciencias fue avanzando hasta llegar al 26% en 1970. La participación de las mujeres era superior a la de los hombres en Farmacia, Filosofía y Profesorado de EGB. La Ley Educativa de 1970 tuvo sus efectos, porque en 1975, cinco años después, la matriculación de mujeres se disparó al 36,97%, sobre todo en Derecho, Empresariales, Arquitectura, Veterinaria e Ingeniería Química. La presencia femenina en el profesorado era similar, salvo en el número de catedráticas, ya que en 1974 solo había once mujeres de un total de 1.500.

La pregunta era cuántas mujeres con estudios universitarios antes de 1970 ejercían la profesión estudiada: alrededor de la mitad. Hoy es el 30% según Eurostat, siendo España el segundo país europeo con la mayor tasa de universitarios en paro.

Es falso que la mujer no tuviera permitido estudiar durante el franquismo. Hemos visto que la educación se hizo universal, obligatoria y gratuita desde 1945. Y que en la década de 1960 cambió todo. Dos datos: en el curso 1940-1941 el porcentaje de mujeres matriculadas en la Universidad fue del 13,2%, en 1958 eran quince puntos más, y en 1975 veinte puntos más. Que conste aquí y ahora que esto no es para defender la dictadura franquista; solo es para defender la verdad histórica y que no nos intenten engañar.

En suma: las mujeres no tenían prohibido ir a la Universidad ni el Régimen se oponía. Al revés, las mujeres de clase alta y media, de familias que podían estar más cercanas al franquismo, fueron las primeras en tomar cursos universitarios. Todos hemos visto las orlas que circulan por las redes en las que la presencia femenina es bastante importante. Son pruebas documentales y datos contra los que el relato no puede vencer.

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