Premios Goya 2025: un perdón sincero entre tanto activismo
El shock: la productora de ‘La infiltrada’ recordó que la memoria está también para recordar la historia reciente

Richard Gere agradeciendo su Goya. | EFE
A los Goya de Granada tuvo que llegar un cantante para hacer el mejor discurso en la noche del cine. Y no, no habló de política, no quiso salvar Gaza, ni concienciar a nadie del enorme peligro que supone el cambio climático, habló del perdón. Y todos entendimos, embutidos en este mundillo de hipócritas, bienquedas y egos crecidos, que esas palabras nacían del escarnio inmisericorde al que la industria ha sometido sobre Karla Sofía Gascón. Subió Pucho, C. Tangana, Antón Álvarez, todos en uno, al escenario para recoger el premio a mejor documental, ‘La guitarra flamenca de Yerai Cortés’, y nos contó, en una brevedad nunca lo suficiente bien agradecida, que su película va sobre la comprensión y el perdón; «Dejemos que la gente se equivoque, porque cuanto mayor es el error más necesitamos el perdón de los demás».
Hubo humanidad en esas palabras del madrileño, el primero y casi único que se dignó a dejar caer un apoyo ante el asesinato social. Y hubo sinceridad, porque uno de los elementos que más en falta se echan de todas los asuntos oficiales, desde los Goya al Congreso de los Diputados, es la verdad. Es el «aquí cuando coño se dice ole», que diría Manuel Molina. Porque hay muchas sensibilidades susceptibles a ser heridas, por la rigidez que dan los trajes de infarto, las pajaritas demasiado prietas, y el botox, no nos engañemos tampoco. Por eso, a todas esas consignas de baratillo se las llevarán pronto el tiempo donde nacerán otras injusticias por las que gritar, y se quedará el perdón de Pucho y la emoción en la voz rota de Maribel Verdú cuando hablaba de Aitana Sánchez-Gijón, Goya de Honor.
Si la gala arrancó, a eso de las 10 de la noche, con ese himno del ‘Bienvenidos’ mientras se desplegaban las alas en la esperanza de que el vuelo fuera ágil, terminó, bordeando las dos de la madrugada, después de que la bomba estallara. Y no es por hacer juego con la única ciudad del mundo con nombre de explosivo, si no porque el premio a mejor película, por primera vez en la historia de los galardones, fue compartido por ‘El 47’ y ‘La infiltrada’. Fue nuestro momento La La Land, aunque sin que aquí hubiera fallo alguno como sí le pasó a los sacrosantos Oscars en 2017 en ese premio final equivocado: aunque sí hubo una confusión inicial cuando primero se leyó como ganador el nombre de ‘El 47’ y ya, en medio de la algarabía, se pronunció el otro nombre, el de la peli protagonizada por Carolina Yuste.
«Va a ser un poco largo, porque no se cuándo volveré otra vez», empezó, cachondo, su discurso de ’emocionamiento’, Salva Reina, recogiendo el premio a mejor actor de reparto. Y sí, de nuevo se hizo largo, qué remedio, son muchos galardones, mucha gente por desfilar, y es una noche al año. De hecho hay un momento de la ceremonia donde todo parece pillar ritmo, y es justo en ese instante cuando aparece el presidente de la Academia, al filo de la una de la madrugada, «a dar la vara», como él mismo reconoció. Al menos Fernando Méndez-Leite, el presi, tiene ese aspecto de abuelo bonachón que no se da mucha importancia a sí mismo. Leonor Watling y Maribel Verdú, encantadoras, pero con la misma capacidad cómica que Santiago Abascal, estuvieron simplemente correctas como maestras de la ceremonia, y ya que no fueron irreverentes, al menos fueron sucintas.
El guión cumplió algunas de las apuestas que apenas se pagaban: menciones al peligro del fascismo «Ojo que vienen a caballo», apuntó, analista y experimentado actor, Eduard Fernandez; alusiones a Palestina, Miguel Ríos ya se apuntó el tanto en la primera canción de la noche; indirectas para Donald Trump, por aquello de su plan resort en Gaza, «hay que tener miedo a los nuevos imperialismos y a las limpiezas étnicas», comentó en su Goya de Honor, Aitana Sánchez-Gijón; y claro, el cambio climático. Ahí tuvo un aparte Miguel Ángel Silvestre, guapo nacional, pero para hacer una asociación cuanto menos dudosa. Los muertos por la DANA en Valencia no son fruto único del cambio climático, se le puede adjudicar, de manera más certeza, a una gestión desastrosa, a la nula previsión de los gobernantes y las autoridades correspondientes, pero ¿exclusivamente al cambio climático? ¿No había mejor manera de rendir homenaje a los más de 200 fallecidos?
«Al cine español le faltan espectadores, no votantes», resumió en X, certero, Jaume Ripoll, el fundador de Filmin. Y esa sensación durante toda la gala de los Goya 2025, pesaba sobre el ánimo de este que les escribe. Ya hubo un momento culmen o más bien sima, cuando la premiada a mejor sonido—con toda la libertad, oiga—lanzó un speech extensísimo donde incluía a todas las reivindicaciones seguidas como quien recita la alineación del Madrid de la Quinta del Buitre, Y la música sonaba y se elevaba, indicativo de que ya te estás alargando demasiado, pero ella dale que dale. Juan Carlos Ortega, tu espíritu estuvo más presente que nunca. Hasta en la carta que Almodóvar le dejó a su hermano Agustín para leer, ese neoliberalismo que ya había pronosticado uno de sus personajes. Pedro Almodóvar quitándole el puesto al Maestro Joao. También hubo momentos de shock para lo establecido: María Luisa Gutiérrez, la productora de ‘La infiltrada’, y sus palabras finales, porque la memoria histórica está también para recordar la historia reciente, como la historia de ETA.
En la ciudad de Luis Rubiales, cuya antológica actuación del «cuando era un bebé, mi hermana se cayó encima de mí y me partió las piernas», nunca mereció una mínima mención de la Academia, se han hecho carne estos Goya 2025. Incluido ese momento cateto y disfrutón del Goya Internacional a Richard Gere, esto es, pillar una estrella internacional que le coincida la fecha y pillarlo, que esto luce mucho. Y, pese a ratos más o menos vistosos, no dejará esta gala un gran poso, y eso es porque faltó un hilo conductor, un orden, una historia que contar por encima de todas las pequeñas historias de los premiados: estoy hablando de hacer televisión. Y de atraer al espectador de la pequeña pantalla, especialmente al espectador poco politizado de casa. Ese que quiere sentir cine y no mitin. Ah, ya sabrán que Sánchez estuvo presente, era terreno seguro. Igual usted piensa que el presidente también está para acudir a lugares más incómodos. Seremos comprensivos solo por esta vez, y porque lo pidió C. Tangana.