¿Es España un país surrealista?
Tres exposiciones y un ciclo de conferencias sobre la vigencia del surrealismo coinciden en Madrid

La persistencia de la memoria, de Salvador Dalí. | Wikipedia
El pasado año se cumplieron cien años desde que André Breton publicara su Primer manifiesto del surrealismo, que marcó un antes y un después en la historia del arte, y, por qué no decirlo, de la propia sociedad y sus valores. Toda una amalgama de acontecimientos culturales coinciden en Madrid conmemorando la efeméride, pero también respondiendo a un inusitado interés por el movimiento, que parece cobrar una sorprendente actualidad.
Los surrealistas, fuertemente inspirados por el psicoanálisis de Freud, pretendían superar los límites de la razón y la realidad intentando reflejar en sus obras la trastienda del pensamiento, el mundo de los sueños, las emociones y los deseos. Sobre la revolución surrealista se indaga en tres exposiciones y un seminario que se celebran en la actualidad en Madrid. Un mundo con un innegable paralelismo con un presente en el que continuamente asistimos a distorsiones de la verdad y de la razón, y donde la irracionalidad de las emociones parecen regir nuestra vida pública. Tal vez las aglomeraciones en las salas de exposiciones respondan a una necesidad de búsqueda de explicaciones para esta sociedad tan surrealista.
En la Fundación Mapfre puede verse la muestra 1924. Otros surrealismos. Traída del Centro Pompidou de París y adaptada al interés español por Estrella de Diego, esta exposición pretende corregir aspectos del surrealismo en los que la propuesta de Breton, por vivir en el tiempo que vivió, hoy resultan anacrónicos. Por un lado, rescata el papel de destacadas artistas (Maruja Mallo, Remedios Varó, Leonora Carrington, entre otras), ninguneadas en aquel momento; de hecho, el «Manifiesto» describía a las mujeres como «bellas sin nombre». Y, por otro, limita el ombliguismo de París en un mundo que no conocía la globalización, e incluye otros focos del movimiento: desde la propia España al continente americano.
Los surrealistas fueron revolucionarios también en sus métodos. Resulta muy llamativa y actual la técnica empleada por la pintora alemana Unica Zürn, el llamado «dibujo automático». Para garantizar la inconsciencia total y evitar cualquier interferencia de la mente en su obra, la artista pintaba a la vez que tenía la cabeza ocupada en otra actividad, como hablar por teléfono. Toda una metáfora del déficit de atención de hoy en día, uno de los grandes males del mundo actual.
Desde la pasada semana y hasta el 5 de marzo, el Círculo de Bellas Artes -en el que por cierto también se puede ver una exposición del surrealista Max Ernst- celebra un ciclo con el sugerente título Es peligroso asomarse al interior. El surrealismo y España 1924 -2024, organizado por el CBA y Letras Libres. La presentación que ofrece la web de la propia institución no puede ser más reveladora de ese paralelismo entre el surrealismo de 1924 y el que ahora vivimos. «Irracionalidad, ingenio, humor negro, desdén hacia el trabajo y las normas, propensión al escándalo y al azar: España contaba con el caldo de cultivo perfecto para recibir al surrealismo. El manifiesto de André Breton acaba de cumplir cien años, y es el momento de explorar cómo ha calado en el arte y la idiosincrasia españoles».
En la misma web, se puede leer esta explicación de dónde podemos encontrar el surrealismo hoy en día. «Lo popular se expresa en internet, no en coplas o rimas, sino en publicaciones en redes sociales. Las propuestas del surrealismo siguen vivas en los millones de comentarios e imágenes que se vierten en la red».
Se anuncia que el influencer Anónimo García dará «ejemplos actuales y divertidos de escritura automática y degradación de lenguaje propios de los surrealistas pero realizados por el pueblo en su impromptu discursivo».
Como prueba de la vigencia del surrealismo, se menciona «el incesante dudar y buscar, el desdén temerario hacia las costumbres y los imperativos sociales de cada época, la reivindicación del deseo, la rasgadura en el corsé artístico, la crítica a la razón como falso sustento social, el ataque al trabajo y la exaltación de la imaginación». ¿Hacen falta más argumentos para concluir que vivimos un momento surrealista?
Faltaría preguntarse si este es un fenómeno mundial o exclusivo de nuestro país. Que España es un país surrealista parece evidente. Por si hubiera dudas, lo confirma otra exposición en el Reina Sofía, también con gran éxito de público, sobre lo que no deja de ser la versión patria del surrealismo: Esperpento. Arte popular y revolución estética. La conclusión final sería que el mundo es cada día más surrealista, al menos en su acepción de absurdo e irracional. El nuevo orden que se está implantando en los últimos meses y la naturaleza estrafalaria de los nuevos líderes lo certifica. Lo que no impide afirmar, entre el orgullo y la preocupación, que España, además de surrealista, es un país esperpéntico, que parece lo mismo, pero no lo es.