The Objective
Bambalina

Barei: «Cada vez me importan menos las grandes metas y más las personas»

La cantante y compositora habla de su último trabajo, su trayectoria y estos siete años de silencio

Tras siete años sin publicar un álbum de estudio, Barei – Bárbara Reyzábal González-Aller (Madrid, 1982)– ha sacado Trece, el cuarto de una carrera que empezó, casi por casualidad, en Miami y está jalonada por éxitos como Say Yay!, con el que participó en Eurovisión en 2016. En ese tiempo, además de ser madre de mellizos y seguir componiendo para otros cantantes, emprendió un camino de introspección cuyos frutos se recogen en este disco. Sobre todo ello habla aquí, profunda y generosa.

PREGUNTA.- Acabas de publicar Trece y tiene 13 canciones ese álbum. Imagino que no eres supersticiosa.

RESPUESTA.- Fíjate que era un número que no me gustaba mucho, un poco porque te viene heredado asociarlo a la mala suerte, pero le he cogido un cariño especial. De hecho, es curioso, porque he llegado aquí a las 13.13, esto es número 13; a las 13.11 tenía una matrícula delante que era 1113… Me lleva persiguiendo muchos años.

P.- ¿Tú ves señales así? ¿Te gusta ver esas «cositas in-solitas», como las llama Carmen París?

R.- Empiezo ahora a creer un poco en esas cosas. Nunca he dejado de creer en nada, ni he creído en nada específico. Estoy muy abierta, desde la humildad: yo que sé. Pero es verdad que últimamente, desde hace tres años, veo el 13 por todos lados, y me han pasado muchas cosas relacionadas con el 13. Ha habido una persona en mi vida relacionada con el 13, que me ayudó mucho en estos últimos años, en mi transformación, en muchas cosas, a conocerme mucho mejor. También es un homenaje a esa persona, en parte. Luego, 13 kilos perdí cuando tuve a los mellizos, 13 años de mi vida fueron de una manera concreta, en un lugar concreto… Para mí son cambios transformadores y relevantes en mi vida.

P.- Este este disco has dicho que forma parte de ese cambio, es el cuarto de tu carrera. Has estado siete años sin hacer un álbum de estudio, pero no has dejado de trabajar. Has estado componiendo para otros músicos, como Soraya. Ese parón entre disco y disco tiene que ver todo con con la maternidad, que además fue de mellizos, ¿no?

R.- Con la maternidad y con la pandemia, se juntó un poco todo. La pandemia al final nos paralizó a esta industria especialmente. Bueno, a muchas, pero a esta más. Nadie daba conciertos y nadie salía a hacer nada. Se me juntó eso con tener mellizos y también con querer y tener la oportunidad de centrarme en la maternidad que quería. Quería estar lo más presente posible los dos primeros años y lo hice. He seguido haciendo cosas, pero de manera mucho más esporádica, más tranquila, sin presión. En cuanto a la música, tampoco tenía muy claro si quería volver como cantante, la verdad.

«Antes siempre tenía ansiedad: a ver a dónde llega, a ver cuánta gente lo escucha, a ver qué opiniones hay»

P.- ¿Por qué fue eso?

R.- Porque sentía mucho rechazo a la parte superficial de esta profesión, que es muy grande. Tienes esa parte creativa que a mí me encanta, de conectar con las emociones, de irte hacia adentro. Después de ser madre el viaje hacia dentro es ya para siempre; no dejas de crecer y de tener que mirarte y que te hagan de espejo. Entonces, no resonaba conmigo mucho la parte de eventos –qué me pongo, cómo me peino, cómo me pinto, si estoy bien, si no estoy bien, si he engordado, si no he engordado, si me dicen un comentario o me dicen otro–. No me apetecía esa parte tan superficial, porque estaba en un momento muchísimo más introspectivo, y sigo en ese viaje. La decisión de volver se dio cuando cuando decidí hacerlo desapegada del resultado. Más que decidirlo, sentí que ya no tenía apego al resultado, que ya era capaz de hacerlo disfrutando del camino y no de lo que iba a pasar al final del camino. Después de mucho trabajo personal y mucho autoconocimiento, mucha terapia y mucho mirar hacia adentro, dije: bueno, si lo hago desde aquí, sí lo quiero hacer, porque lo voy a disfrutar. Y de hecho lo estoy disfrutando más que nunca. Antes siempre tenía ansiedad: a ver a dónde llega, a ver cuánta gente lo escucha, a ver qué opiniones hay, a ver qué críticas harán. Ahora ni lo miro. Obviamente, si me llega un comentario bonito y largo, lo leo, por supuesto, pero yo no lo busco. Ya no es lo mismo.

P.- Antes estabas pendiente.

R.- Buscaba la aprobación fuera, la validación externa. Que todavía me queda mucho trabajo por hacer, porque eso es algo que nos pesa mucho. Pero es verdad que ahora, como el valor me lo doy desde otro lugar…

P.- La propia Soraya decía aquí que ser madre te da una especie de superpoder.

R.- Totalmente. Te sientes un poco heroína. Sí, sí, es verdad. Yo tengo la sensación de que soy capaz de cualquier cosa desde que soy madre. Me puedo enfrentar a cualquier cosa que venga en la vida. Me costará más o menos, me dolerá más o menos, pero la capacidad la tengo y ese potencial lo he visto al ser madre, es verdad.

P.- Haces este disco, además, en español, que quizá tiene que ver con todo eso que estás diciendo. Sí. ¿Por qué cantabas en inglés y por qué vuelves al español?

R.- Bueno, empecé cantando en castellano, luego pasé al inglés. Me pasaba una cosa, y es que mis influencias son todas anglosajonas. Al final, tanto americano, tanto pop británico y tantas influencias de ahí, era muy difícil dar la sonoridad que quería a las letras en español, que lo hice en Billete para no volver, que fue el primer disco de estudio que saqué –no el primero que grabé, pero sí el primero que salió–, sí tiene ese punto en las producciones –Rubén Villanueva lo consiguió–, esa sonoridad de fuera, pero a las melodías había que darles muchas vueltas para que casaran y tuviera un sentido. Me pasé al inglés por completo para poder fluir de manera más libre en las melodías y en las métricas. Porque al final la dicción inglesa no tiene nada que ver con lo dura que es la española. Quise fluir en todos los sentidos. Mis influencias son estas, pues lo voy a hacer en su totalidad, con inglés y fluyendo en las métricas, las melodías, la producción, todo, que todo suene a eso. Y creo que lo conseguimos, la verdad. Say Yay!, por ejemplo, es un tema que cantaré toda vida.

Barei. | THE OBJECTIVE

P.- El de Eurovisión de 2016.

R.- Toda mi vida lo cantaré y toda mi vida me gustará. Hay gente que luego aborrece su tema de Eurovisión. Yo amo ese tema. Lo odié cuando lo compusimos, porque tardamos mucho, mucho en hacerlo. Pero yo creo que se consiguió reflejar todo eso que yo he mamado de influencias. El volver al castellano es porque como este disco es tremendamente personal, que no autobiográfico… Obviamente hablo sobre experiencias mías, pero de una manera muy neutra. Es muy personal porque habla de lo que todas las personas pasamos, todas las emociones: miedo, frustración, negación, ira, tristeza, alegría, amor, desamor, autoboicot, autoengaños, un montón de cosas. Como es un disco de emociones, es muy personal por eso, porque cada persona se lo puede llevar su terreno, porque todas las personas pasamos por las mismas emociones. No hay nadie que no pase por todo eso en algún momento de su vida, en diferentes circunstancias, pasamos por lo mismo tanto tú como yo. Para poder vomitar los mensajes de manera espontánea, honesta y sin pensar mucho, desde las vísceras, tenía que hacerlo en castellano, porque yo pienso castellano, yo no pienso en inglés. Era más honesto conmigo y más honesto con quien lo escuche.

P.- Hay una canción de la que me interesa que hablemos especialmente, Cuéntame qué te pasa. Es sobre alguien que está pasando por un mal momento y alguien desde fuera intenta ayudarlo de alguna manera.

R.- Y que también lo está pasando fatal.

P.- Se habla mucho de salud mental, pero al final da la sensación de que es solamente hablar, que es muy difícil llegar como amigo, como familiar, a ese tipo de problemas, cuando alguien cerca lo está sufriendo. ¿Este tema de dónde parte, es una experiencia que te haya pasado o que has visto?

R.- Sí, sí me ha pasado. Yo he estado dentro y fuera. Esa canción la hice estando yo fuera, viendo como un espectador a esa persona estar en el hoyo y estar sufriendo muchísimo, y no saber cómo ayudar, con la impotencia que genera, la frustración que sientes, y a la vez sabiendo que yo había estado ahí dentro también y entendiendo y empatizando con los que estaban fuera en su momento y me quisieron sacar a mí, y dándome cuenta de que en realidad, por mucho que preguntes a alguien «cuéntame qué te pasa», a veces no lo sabe ni esa persona. No le puede poner palabras, no hay algo que contar ni nada que se puede identificar, hasta que a lo mejor pides ayuda y llegas a ver cosas y a decir «esto es por esto». Hay un momento en el que estás tan perdido o tan perdida que identificar lo que te pasa es muy difícil. Y más, contarlo, porque no solo es identificarlo, sino expresarlo, tener la valentía de decir «me pasa esto» o «no quiero vivir», o cualquier cosa. Esa canción es de las que vomité más rápido. Fue llorar y vomitarlo directamente. Con Jonathan Pons y Antonio Escobar, los productores, normalmente llego con ideas o sacamos ideas de cero estando juntos, pero esta vez fui con la canción entera, y le dije a Jonathan: «Dime cualquier cosa, de estructura, de letra, de melodía». Y me dijo: «Nada, a esta canción no se le puede cambiar nada». Esta canción es es como es, y cambiarla sería salir de esa verdad. Es la única que estaba hecha de principio a fin cuando llegué al estudio. Y me di cuenta más tarde.

«¿Cómo puedo pretender yo ayudarte a ti con mis herramientas cuando tú a lo mejor necesitas otra cosa? Yo te estoy dando un martillo y necesitas una taladradora»

En ese momento, estaba en ese punto de frustración, de impotencia, de «por favor, cuéntame qué te pasa, que quiero ayudarte». Desde el ego también, porque cuando queremos ayudar a alguien es muy desde el ego y desde el buenismo. Desde «yo te doy mis herramientas», pero es que las herramientas que a lo mejor a mí me han servido para salir de mi hoyo no son las que te sirven a ti, no es la misma persona, no sientes desde el mismo lugar, tus circunstancias son diferentes, tu infancia ha sido otra. ¿Cómo puedo pretender yo ayudarte a ti con mis herramientas cuando tú a lo mejor necesitas otra cosa? Yo te estoy dando un martillo y necesitas una taladradora.

P.- Y en esos momentos, ¿qué es mejor, cuál es la mejor ayuda?

R.- Pues mira, yo tengo aquí una cosa tatuada que es un caballo, que simboliza el acompañamiento silencioso. Hay un cuento que leo mucho en mis hijos que se llama Estoy contigo, que es una preciosidad. Lo recomiendo a todo el mundo, y a padres y madres más todavía, para acompañar a sus peques. Hay un niño que está creando una construcción gigante, enorme, se nota que lleva mucho tiempo esforzándose. Ha estado mucho, mucho tiempo prestando mucha atención y con mucha ilusión. Y de repente llega una bandada de pájaros y se lo carga. Entonces, empiezan a llegar diferentes animales y cada animal quiere aconsejarlo de una manera, quiere sacarle de la emoción. «Pues estás enfadado, grita, yo te ayudo a gritar, grita conmigo». «Pues llora, es normal que llores, llora conmigo»… Cada uno le va diciendo una cosa y él con ninguno llega a conectar. No le gusta que nadie le diga ni «llora», ni «grita» ni nada, porque no sabe realmente lo que le está pasando. No sabe si quiere gritar, si quiere llorar, si quiere volver a hacerla, no sabe. Los demás están intentando ponerle un nombre a la emoción, como presionándole, y metiéndole prisa, con la impaciencia de querer ayudarlo. Hasta que al final llega un conejito y se va acercando silenciosamente y no hace absolutamente nada, simplemente está. Y llega un momento en el que el niño llora y el conejito le deja llorar. El niño grita y el conejito le deja gritar. El niño se pone a tirar cosas y le deja ahí. El conejito no hace nada. Hasta que, cuando ha pasado por todas esas emociones, el niño dice: «quiero volver a construir». Y entonces el conejo le dice: «¿Quieres que te ayude?». Y ahí empiezan a construirla. Me parece tan bonito ese símbolo.

Lo del caballo es porque yo hice una terapia con caballos y me tuve que vender los ojos. Bueno, podías elegir, había un equipo. Y dijeron: «¿Quién quiere vendarse los ojos?, es un ejercicio de confianza». La confianza es algo que tengo que trabajar mucho. Y dije: «Yo». Me puse una venda y tenía que ir metida entre una manada de caballos sin riendas y sin nada, guiándome solo por la voz de un compañero o una compañera y con otro al lado sin tocarme –simplemente si iba a pasar algo, paraba a los caballos–, pero yo no sabía dónde el de al lado ni qué iba a hacer, no podía decirme absolutamente nada, no podía interactuar conmigo, y el que estaba fuera me guiaba para hacer un circuito. Yo tenía que hacer un circuito andando a ciegas, con discreción y los caballos alrededor. Es eso, el acompañamiento silencioso de los caballos y una guía desde fuera, pero tú confiar en el proceso y confiar en que cuando sea tu momento, pasará. Tu proceso es tu proceso.

P.- Es interesante lo que cuentas, porque pareciera también que es un tabú hablar de estas cosas y especialmente en una profesión que tiene tanta exposición.

R.- Pero precisamente por eso, creo que es una responsabilidad que tenemos, adicional. Precisamente por tener esa exposición, tenemos la gran herramienta de poder lanzar mensajes que a la gente le hagan reflexionar.

Barei. | Carmen Suárez

P.- Antes has hablado un poco de cómo es el proceso, porque tú llevas una canción compuesta y tienes un equipo con el que cambias y pegas y así. Pero, ¿cómo es componer para otra persona? ¿Es como se dice de Manuel Alejandro, que él hace el traje específico para esa persona, que parecía que esa persona lo había compuesto, o son tus canciones que de pronto oyes en otras voces?

R.- Normalmente las hago «traje a medida». Y me gusta mucho. Esa faceta sé que nunca la dejaría en mi vida. Jamás, porque a mí me gusta mucho la interpretación. Yo no he hecho arte dramático, pero me encantaría hacerlo. Y oye, nunca es tarde. Es más tarde para la música que para la interpretación. Al final, papeles de mujeres más adultas, mayores, siempre va a haber, y lo tengo ahí en la recámara. Componer me permite un poco meterme en la piel y en los zapatos de otros artistas, de otras personas, y permitirme jugar a ser actriz de alguna manera, con la historia que cuento, cómo lo interpreto al cantar la maqueta que luego va a cantar, yo que sé, Malú. Digo Malú porque ya tiene varios temas míos y, fíjate, no la conozco en persona.

P.- Qué interesante.

R.- No la conozco, me encantaría, pero no la conozco. Por ejemplo con Malú, lo que lo que suelo hacer es meterme a ver entrevistas actuales, para ver en qué momento personal está. No sé, intento empatizar con su momento vital, y de ahí digo: vamos a escribir sobre esto. Cuando hacemos un camp de varios autores pensando en temas para ella, ahí tengo más feedback y me han dado tips. Ella, quizá por por haber tenido algún tema en el que soy compositora, se ha permitido decir «quiero hablar de esto» –no me ha lo dicho directamente ella, pero sí su equipo–, y ahí tengo una base más potente sobre la que trabajar, yo y todos los autores que vamos. Pero me gusta mucho esa faceta, me encanta, porque es algo de mí y que no me genera ningún tipo de presión ni de ansiedad. Componer para mí siempre me lo ha generado, esta vez, en este disco, no. Es verdad que es la primera vez que me he sentido igual de libre que cuando compongo para otros artistas y por eso me ha gustado tanto este disco y estoy tan, tan feliz con el resultado. Con lo que hemos hecho, con el camino que hemos hemos caminado los tres, Jonathan, Antonio y yo. Y otros dos productores que también han colaborado, Rafa Vergara y Rubén Villanueva.

“Es la primera vez en mi vida que no he buscado la fórmula”

P.- Qué bonito eso que dices. El español parece que también se está imponiendo de alguna manera en el mundo por los géneros que se están volviendo masivos. No sé si lo observas y es también un poco a propósito.

R.- No, no, no. No hay ninguna estrategia detrás, más que ser honesta. Que eso esté sucediendo, sí, vale, pero es la primera vez en mi vida que no he buscado la fórmula. Siempre he buscado la fórmula, porque siempre estaba buscando detrás la validación externa, de radios, de público, de lo que fuera. Esta vez no lo he hecho con esa intención. Sí lo he hecho con la intención de a las personas que acompañen, pocas o muchas, les toque de verdad, que no sea un «qué bien suena» o «qué pegadizo». Obviamente tengo ese punto ya de deformación profesional de procurar que sea pegadizo, pero porque ya he hecho tantas canciones, tantísimas, que llega un punto en que te sale solo, que la estructura tenga una coherencia, que el estribillo se te quede, eso sí es algo que creo que en general en mis canciones suele pasar, pero no es buscando la fórmula, sino porque ya me me nace solo.

P.- Antes has dicho que odiaste cuando compusiste Say Yay! y ahora la amas. Cuéntame ese proceso y cómo fue estar en Eurovisión. ¿Por qué odiaste esa canción?

R.- Mira, yo envié cuatro temas a Televisión Española en su momento, cuando estaban buscando gente para para elegir a seis candidatos para la preselección, y de esos cuatro, los cuatro les valían. Y Rubén Villanueva, el coautor y productor, me dijo: «tenemos que hacer una nueva». Tenía todo el sentido, buscaba la excelencia. Decía: «si estos temas no los hemos metido en tu disco, si los hemos descartado, ¿cómo va a representar a España, en caso de que lo cojan? Hay que hacer uno nuevo». Empezamos a hacer Say Yay!, pero claro, Televisión Española decía: «No, no, no, no, no, no podéis empezar ahora, a un mes a un mes vista, a hacer un tema nuevo, cogemos uno de los cuatro». Y yo: «Bueno, pues si no, no cogéis ninguno, pero vamos a hacerlo». Hicimos uno nuevo y cuando se lo mandamos les gustó mucho, pero es verdad que ese mes fue un infierno. No dormíamos, estábamos de RedBull hasta arriba, taquicárdicos, claro, de tanto RedBull, tanta Coca-Cola, tanto café… Hicimos, yo que sé, como 19 estribillos, 15 preestribillos, no sé cuántas estrofas… Ya no sabíamos qué estaba bien, qué estaba mal, habíamos perdido totalmente la objetividad. Cuando ya salió el tema, fue como desprenderse de ello, y encima tuvo la acogida que tuvo. «Vale, está bien hecho el trabajo, nos hemos matado, pero está bien hecho». Y luego además, todos los frutos que nos dio, fue muy gratificante.

P.- Es impresionante cómo Eurovisión sigue siendo una experiencia que congrega audiencia en España. Atención decente, aunque no le guste o sí le guste, siempre está en la conversación. Por lo que estás contando, lo recuerdas con cariño.

R.- Muchísimo.

P.- ¿Hubo algo que no te gustara?

R.- Muchas cosas, pero es verdad que te fueron más cosas a nivel interno y con una persona en concreto nada más, que era el jefe de delegación y era un muro infranqueable.

P.- ¿En qué sentido, a qué te refieres?

R.- Cualquier cosa que proponías de escenografía, de cambios, era «no porque no». ¿Sabes el «cuando seas mayor comerás huevos»? Un poco así: no, porque lo digo yo. Sin consultar a nadie más, sin ni siquiera valorar los pros y los contras de hacer ese cambio. Era muy frustrante en ese sentido.

«Después de Eurovisión, fue muy duro ver cómo de repente pasas de ser una prioridad a nada»

P.- Soraya decía que también hubo cosas que no le gustaron, como su traje.

R.- En mi caso no fue nada relacionado con mi interpretación, ni con el vestuario, pero es verdad que los vestuarios los tuvimos que cambiar estando ya allí, porque nada de la escenografía que habíamos mandado se estaba haciendo. Todas las luces eran diferentes y, claro, tú haces un vestuario pensando en un tipo de iluminación. Si esa iluminación no tiene absolutamente nada que ver, tienes que rehacer todo estando allí. Y luego es eso. Tú llegas allí y de repente ves que no ha llegado un storyboard –que nunca llegó, nos enteramos después–, hecho por los escenógrafos, que era plano por plano, segundo por segundo. Marcaba si yo tenía que mirar a esa cámara, se encendía la de allí; si tenía que tirarme al suelo, se encendía la de arriba, tí imagínate. Primer ensayo, me pasa eso. A los demás países, no; cuatro retoquitos tenían que hacer, y yo tenía que cambiar todo.

P.- Qué estrés.

R.- Pero qué pasa, que encima, cuando bajas del escenario, tienes a toda la rueda de prensa y a la persona –la persona– a tu lado, en la rueda de prensa, sentado contigo. ¿Qué vas a hacer cuando pregunta qué tal el ensayo? No puedes hacer nada en ese momento, no te queda otra que decir «bueno, vamos a mejorar cosas».

P.- ¿Y la experiencia de haber trabajado con una multinacional? Esto lo he preguntado tanto a gente que ha trabajado dentro de multinacional, que te cuenta todos los pros que tiene, como a gente fuera de la multinacional. Para ti, ¿cómo fue?

R.- Yo he sido artista independiente y sigo siendo, toda la vida, excepto un año que estuve con Universal. A mí me vino muy bien en el momento de Eurovisión, porque a nivel logístico obviamente es un apoyo muy grande. Yo sola no hubiera podido abarcar todos los medios, todas las entrevistas, todo a lo que tenía que ir. No me hubiera dado la vida. Si ya casi me muero, imagínate si hubiera tenido que hacer yo toda la logística de los medios, no tenía ni mánager ni nada. Pero en ese momento me vino muy bien. A nivel logístico me vino fenomenal. Es verdad que, en mi caso, existí hasta el 14 de mayo. El 15 no se volvieron a descargar un tema mío, eso es la realidad. En ese momento fue muy duro ver cómo de repente pasas de ser una prioridad –en teoría, unos meses– a nada.

Barei. | Carmen Suárez

P.- ¿Eso es lo que te decide a salir de Universal?

R.- Bueno, es que en realidad, cuando vi que no se descargaban los temas, que el tren que yo había cogido se estaba empezando a parar y nadie hacía nada, en lugar de aprovechar y echarle más carbón a la locomotora… Rubén y yo hacíamos canciones y canciones y canciones y canciones y ahí se quedaban, hasta que ya un día fue: «Oye, por favor, si no queréis hacerlo, no pasa nada, pero dame la carta de libertad». Y me la dieron, sin ningún problema. Tardaron unos meses, ya el tren se había parado del todo, pero tampoco me pusieron objeción a salir. No fue rápido, pero salí.

P.- Te quería preguntar ese nombre artístico que tienes, Barei. Bárbara Reyzábal es su nombre de verdad. ¿Tú quisiste cambiarlo o fue consejo de alguien?

R.- No, no, yo quería. Cuando grabé el primer disco en Miami, que lo grabé con 23 años y nunca salió –es un disco que nunca nadie ha escuchado, excepto mi familia, no sé si algún día lo sacaré–, me llamaba Bárbara a secas, pero hubo un momento en que dije: tengo que buscar algo un poco más de marca. Al final Bárbaras hay muchas. Y entonces empecé a jugar con Bárbara, con Reyzábal y con Barbie, que es como me llamaban de pequeña. Entre la erre de Reyzábal, la i y la e de Barbie, le doy la vuelta, quito la be y hala: Barei.

P.- ¿Cómo llegas a ese primer disco en Miami? ¿Y cómo llega a no salir?

R.- Llegué a hacerlo porque una amiga me invitó. Yo tenía una maqueta grabada con versiones. Es curioso, porque todo me llevaba a Miami. Yo primero grabé una maqueta aquí de versiones que le llegó a Bebu Silvetti, un productor de allí, el de Tamara cuando cantaba «Celos son puñales que se clavan…» Escuchó esa primera maqueta y le gustó mucho, y dijo: «Oye, quiero que le hagáis temas en España a esta chica y que me la traigáis a Miami». Entre medias se puso enfermo él y murió. Entonces, ahí se quedó. Grabé una maqueta ya de temas inéditos, pero que yo no había compuesto, sino que los habían compuesto para mí, y con esa maqueta una amiga mía me invitó a Miami, porque sus padres estaban destinados allí. Una amiga mía de toda la vida. y me dijo: «Tráete la maqueta, por si acaso, que allí das una patada y salen 20 músicos». Me la llevé. Su padre había movido la maqueta en unos cuatro garitos de Miami conocidos. En un sitio se llama Macarena, abierto a artistas nuevos, me organizaron un concierto. Y el productor de ese concierto me juntó con Rayito, que es productor y compositor de todos, de Ricky Martin, Paulina Rubio, Shakira, de un montón de gente.

P.- El top.

R.- Claro, Rayito es español, tienes ahí un punto de conexión. Y Estuvimos hablando y me dijo: «yo estoy hasta arriba ahora, pero pero este chico con el que has hecho el concierto y otro compañero suyo también producen y tal, ¿por qué no te vienes?». Me vine a España, se lo planteé a mi madre y me dijo: «Venga, adelante». Estuve un año entero en Miami, grabé un disco allí. Cada tres meses me tenía que ir por la visa de turista, me iba, salía y volvía, y al final estuve un año, de 4 de julio, Día de la Independencia, a 4 de julio. Grabé el disco, pero cuando vine aquí, yo sentía que era demasiado latino. No eran mis influencias. Al estar allí me había dejado influenciar mucho por la gente de allí, muchos colombianos, mexicanos, cubanos. Y lo mío no es pop latino, lo mío es un pop más anglo. Entonces quise empezar de cero y quise empezar de cero componiendo yo melodías también, no solo letras, porque en ese disco las letras sí que son mías, pero las melodías casi ninguna. Y en el nuevo, Billete para no volver, que es el primero que salió, las melodías son mías y de Rubén Villanueva.

P.- Siendo de lo que se llama «buena familia», ¿es más fácil?

R.- Bueno, odio ese término, lo odio no te imaginas a qué nivel. ¿Por qué buena familia? Buena, ¿en qué sentido? Para empezar, juzgamos, a todo le ponemos bueno o malo. Odio dar un valor, pero «buena familia» es algo que me mata. Entiendo por qué lo dices, pero no me gusta el concepto que le hemos dado a «buena familia». Para mí una buena familia es una familia donde hay amor, respeto y una estructura armoniosa.

«Odio el término ‘buena familia’: una buena familia es una familia donde hay amor, respeto y una estructura armoniosa»

P.- Lo voy a decir claramente: una familia acomodada y sin problemas económicos. ¿Es más fácil o más difícil en esta profesión abrirse paso?

R.- Creo que es independiente, la verdad. Por un lado te puede pesar, la la gente te mira como que no te mereces ciertas cosas porque te han venido dadas. Esto es una cosa muy personal, pero la voy a hablar. En mi terapia, que hago mucho, he aprendido que cada vez que uno se siente no merecedor porque algo le ha venido dado está deshonrando todo el esfuerzo de los que lo consiguieron. Mi padre trabajó muchísimo hasta que se murió. Mis tíos, mis abuelos. Uno no tiene una vida cómoda de la nada. A lo mejor yo la puedo tener desde la nada, el estar tranquila, pero eso no viene así de pronto. Me siento muy agradecida. Muy agradecida de poder haber estado con mis hijos en la primera infancia, de haber estado presente y haber trabajado de vez en cuando de manera esporádica. Muy agradecida, muy agradecida, de poder también llevar a cabo mi proyecto. Pero es verdad que creo que no tiene nada que ver. Al final, tiene pros y contras, como todo. A lo mejor puedes desarrollar tu proyecto de una manera más pausada y dándole un punto de calidad porque puedes a lo mejor acceder a, yo qué sé, realizadores de videoclips determinados, no de otro tipo o lo que sea que que te dan a lo mejor eso, pero a la vez también mucha gente te hace de menos.

P.- ¿Por pija?

R.- Sí. Tampoco me he sentido nunca muy señalada. Esto pasa. No estoy hablando de mí en concreto, creo que pasa en general. En realidad no hablo de experiencia, porque es verdad que yo me he sentido bastante libre, acompañada, querida, tanto por la industria como por mis compañeros de profesión. Nunca me he sentido juzgada en ese sentido. Más a nivel personal, a nivel personal con mucha gente, pero a nivel profesional, tampoco se le ha dado mucho peso. Yo sí sé la facilidad que me ha dado, obviamente. No voy a negar algo que es obvio, pero estoy súper agradecida. Gracias, papá. Y bueno, al final hay que darle una dirección a lo que tienes. Y si puedes con eso también generar riqueza, me refiero a riqueza virtual, quizá humana, y tener un gran equipo y trabajar con mucha gente y y dar trabajo a mucha gente también, creo que hay que estar agradecidos.

P.- Luego hay otro tema que hablaba con Jonás Trueba: que todos al final tenemos los mismos problemas. Uno que me parece fundamental, y que en tu caso ha estado también muy presente, es la muerte.

R.- Muchas muertes.

P.- De tu padre, cuando eras muy pequeña; la de tu sobrina, de manera trágica, hace pocos años también… Sin embargo, siento que en tu música le das la vuelta también a ese sentimiento. No sé cómo lo procesas.

R.- Yo es que soy muy de vida. Soy muy vital. Me gusta mucho vivir. He pasado mucho dolor, como todo el mundo, pero creo que cada vez lo abrazo más y cada vez le veo más el lado necesario para crecer. Eso me hace agradecer el dolor. No es que lo busque, pero agradezco cuando sucede. Hay una frase que me gusta mucho: en la incomodidad es donde se crece. Pues en el dolor también. El dolor es incómodo. Puedes llamarlo incomodidad, puedes llamarlo dolor. Yo he corroborado muchas veces que el dolor me ha traído muchas cosas buenas. Me ha dolido mucho, a veces se ha convertido en un sufrimiento muy largo, por resistirme a sentirlo también…  También habla mucho el disco de eso, de dejar que el dolor duela, porque si te resistes a él… En realidad no nos hacen sufrir las emociones, el sufrimiento es de la resistencia a ellas. La emoción en sí no es ni buena ni mala, pero cuando nos resistimos a sentirla, es jodido porque se te genera un malestar muy grande y tu cuerpo lo empieza a somatizar por todos lados, en el estómago, en la cabeza, en la espalda, en la piel, en un montón de cosas. Alguna resistencia estás oponiendo ahí.

«Al final, cuando nos muramos, ¿qué voy a pensar? ¿En cuántos discos he vendido? Me va a dar exactamente igual»

Es verdad que sí, que la muerte ha sido algo muy presente en mi vida, no solo por esos dos casos, sino muchísimos más, pero me hace ver la vida de otra manera. Gracias a esas vivencias, la vida la exprimo desde otro lugar. Valoro mucho, y cada vez más, las pequeñas cosas. El momento presente. El estar aquí contigo ahora, hablando, mirándote a los ojos.  Cosas que a veces pasan desapercibidas, como que no les damos tanta importancia. Parece que solo tienen importancia las grandes cosas, los grandes hallazgos, los grandes objetivos, y cada vez me importan menos las grandes metas y más las relaciones personales. Al final, cuando nos muramos, ¿qué voy a pensar? ¿En cuántos discos he vendido? Me va a dar exactamente igual. ¿O en cuántos conciertos he dado? Me voy a quedar con el amor, con el cariño, con la sensación de expansión desde el amor.

P.- Barei, me ha encantado hablar contigo. Muchísimas gracias por esta sinceridad y todo lo que has contado, que me parece súper valioso más allá de tu disco, que espero sea un éxito.

R.- Gracias por mirarme a los ojos todo el rato. Me parece muy bonito, no todo el mundo lo hace. Eso es un regalo. Gracias.

P.- Gracias a ti.

[¿Eres anunciante y quieres patrocinar este programa? Escríbenos a [email protected]]

Publicidad