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Cultura

La cara oculta de Eurovisión: voces y música de mentira en el «festival de la canción»

Desde 1999, el certamen tiene prohibido que los músicos toquen sus instrumentos en vivo y directo

La cara oculta de Eurovisión: voces y música de mentira en el «festival de la canción»

Actuación de Austria en Eurovisión 2025. | Denis Balibouse (Reuters)

El principal problema de Eurovisión no es político (que también). No, el primero es puramente musical. Un festival de la canción donde lo único que es en vivo y directo es la voz principal. Lo demás, fuegos de artificio superproducidos, donde la música pasa a un segundo plano para mostrar fruslerías de clic fácil. Mucho envoltorio y poco producto, en términos estrictamente musicales. 

Vamos por partes.

El Festival de Eurovisión nació en 1956 como un experimento de reconciliación cultural tras la Segunda Guerra Mundial. Fue ideado por la Unión Europea de Radiodifusión (UER) como una manera de unir a los países del continente a través de la música. El primer certamen tuvo lugar en Lugano (en la eterna neutral Suiza) y contó con la participación de solo siete países. Dicen que durante el franquismo pocas casas no sintonizaban Televisión Española aquella noche. 

Desde entonces, ha crecido hasta convertirse en uno de los eventos musicales más vistos del mundo, con decenas de países compitiendo, con algunos ilustres invitados ajenos a Europa, como Australia o Israel.

Así conocimos a Sandie Shaw y su clásico Puppet on a String de 1967, o el famoso La, La, La de Massiel, que le dio a España su primera victoria al año siguiente. Eurovisión ayudó a lanzar al estrellato a los suecos ABBA, que ganaron con Waterloo en 1974. Desde entonces, la banda de pop se convirtió en una de las mejores y más exitosas de la historia. A día de hoy, 43 años después de su disolución, sigue teniendo 32 millones de oyentes mensuales en Spotify. 

Pero ganar Eurovisión no es sinónimo de éxito internacional, ni de lejos. Muchos ganadores han caído en el olvido colectivo, y apenas sobreviven en las listas de reproducción de algunos “eurofans”. Quizás la única excepción notable de los últimos años sea el grupo italiano Måneskin.

Cambia el siglo y también las reglas

En 1999, con la llegada del nuevo siglo, se produce un cambio crucial en la normativa del certamen: se acaba la música en directo.  

Hasta entonces, las canciones debían ser interpretadas con un acompañamiento orquestal en vivo. Pero el nuevo milenio impuso por fuerza el uso de pistas pregrabadas y abrió la puerta a presentaciones más centradas en el baile, la escenografía y el impacto puramente visual. La música quedó en un segundo plano.

Por eso, cuando vemos un instrumento encima del escenario de Eurovisión, no está sonando realmente. Sí, querido lector, nos toman por idiotas.

Una trompeta no suena sin un micrófono en la campana, una batería necesita micros (o triggers) en los parches, igual que un violín o una simple pandereta. Rusia ganó el certamen en 2008 con un Stradivarius encima del escenario. ¿Para qué, exactamente? Para nada. La pista del violín estaba pregrabada. Solo sacaron un carísimo instrumento centenario por mero postureo. 

Los geniales Lordi (ganadores en 2006 por Finlandia) o los divertidos Koza Mostra (sextos en 2013 por Grecia) tuvieron que pasar por el aro. Podrían haber ejecutado perfectamente lo que se veía en el escenario, pero las normas lo prohíben expresamente.

La cosa va más allá: ni siquiera todas las voces tienen que sonar en directo. Solo la principal. La mayoría de los coros de las canciones están pregrabados, no vaya a ser que los cantantes tengan que concentrarse en hacer una buena armonía vocal. ¿Para qué? Menear el culo da más likes. En la cuestión vocal, afortunadamente, se puede elegir. Hay unos pocos que sí hacen coros en directo. Tampoco se permite el Auto-Tune (o cualquier otro software de afinación digital). De momento, al menos. 

Así las cosas, por el escenario de Eurovisión han pasado músicos excelentes… y también verdaderas aberraciones. Lo segundo predomina. Creo que no hacen falta ejemplos, la hemeroteca habla por sí sola. 

Y todo esto se suma a lo que ya sabemos: importa más llevarse bien con el vecino que premiar la calidad musical. El baile espectacular puntúa más que una canción que emocione (ay, Chanel…). Las votaciones se hacen por mero cachondeo y muchos miembros de los jurados no han pisado una escuela musical en su vida. Muchos que sí hemos estudiado música -con años de dedicación, constancia y sacrificio- consideramos el certamen un verdadero insulto al cuarto de los siete artes.

Como colofón, la UER se cubrió de gloria expulsando a Rusia en 2022 por la invasión de Ucrania, pero no a Israel por la invasión de Gaza, Cisjordania y el Líbano. ¿Cuestión ideológica o simplemente monetaria? La marca de cosméticos Moroccanoil, procedente del citado país, patrocinó la edición de 2024 y patrocina también la de este sábado.

La cadena de televisión Keshet 12 financia los gastos de la delegación israelí con un presupuesto récord de 3,5 millones de shekels (aproximadamente un millón de euros). La contribución directa del país oriental a financiar la UER nunca se ha hecho pública oficialmente, pero se estima por millones. Está claro que algunos han puesto mucho esfuerzo por estar en el “festival de la canción” de Europa desde 1973. 

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