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Historias de la historia

Un best-seller de muerte

Hace un siglo, el 18 de julio de 1925, apareció publicada Mein Kampf (Mi lucha), la obra de Adolph Hitler que es la Biblia del nazismo

Un best-seller de muerte

Mein Kampf (Mi lucha), la obra de Adolph Hitler.

«¿Ha leído usted El Capital? No, pero he visto la película». Este chiste sobre la obra fundacional del marxismo, creo que de Woody Allen, lo podríamos aplicar en la realidad a Mein Kampf, la obra fundacional del nazismo: Nadie la ha leído, pero hemos visto tantas películas de nazis que conocemos al dedillo la ideología y los métodos que Hitler expuso en su libro best seller.

Adolf Hitler, Mein Kampf, Volume 1 (1925) | German History in Documents and  Images
Primera edición de Mein Kampf, primer volumen.

Cuatro años y medio de lucha contra mentiras, estupidez y cobardía, en realidad ese fue el título que Hitler le había puesto a su creación literaria, una mezcla de ideología y autobiografía de casi 800 páginas. Su falta de oficio de escritor era patente en esa forma de titular, pero Max Amman, encargado de las publicaciones del partido, acudió a salvar el proyecto editorial, proponiéndole a Hitler un rótulo impactante, Mi Lucha, que en alemán y en letra gótica suena aún más fuerte, Mein Kampf. A Hitler le encantó y logró vender 3.000 ejemplares el primer año, un éxito, dado lo minoritario que era todavía el Partido Nacional Socialista Alemán.

La gestación de la biblia nazi tiene mucho de simbólica, es como un paradigma de la desastrosa situación político-social en la que se encontró Alemania tras su derrota en la Gran Guerra de 1914-1918, que ahora llamamos Primera Guerra Mundial. Nadie quiere a los perdedores y la primera consecuencia fue la caída de la monarquía imperial. El orgulloso Káiser Guillermo II tuvo que huir a Holanda y se proclamó la República de Weimar, pero inmediatamente estalló la revolución comunista. 

Un año después de que los bolcheviques tomaran el poder en Rusia (octubre de 1917) parecía que sus camaradas alemanes lo iban a conseguir también, pero en Alemania existía una derecha nacionalista muy potente, que le daría la batalla a los rojos. Oficiales del Ejército y la Marina, organizaciones de excombatientes, fraternidades estudiantiles, clubs de cazadores, empresarios, terratenientes y profesionales en paro, formaron grupos de lucha grandes y pequeños que se enfrentaban al «peligro rojo». En ese universo, buscando desesperadamente un puesto destacado, se encontraba un excombatiente, herido de guerra y artista fracasado llamado Adolph Hitler, que en 1923 se convirtió en jefe del pequeño Partido Nacional-socialista

Al anochecer del 8 de noviembre de 1923, una variopinta banda de ultranacionalistas, dirigida por Hitler, pero que tenía como gran figura al general Ludendorff, el genio estratégico que había dirigido el Estado Mayor alemán durante la Gran Guerra, puso en marcha en Múnich el «golpe de la Cervecería». Había una reunión política del partido en el poder en Baviera, el Partido Popular (precursor de la Democracia Cristiana) en la Cervecería Bürgerbräukeller, y Hitler se presentó con un numeroso grupo de milicianos de su partido, llamados SA o camisas pardas, que bloquearon las salidas.

Hitler se subió en una silla, empuñó una pistola y pegó un tiro al aire, gritando: «¡La revolución nacional ha comenzado!» A continuación declaró constituido allí mismo un «gobierno provisional». En la cervecería estaba el gobernador de Munich, Von Kahr, que fue hecho prisionero, aunque el general Ludendorff, militar de la vieja escuela, lo puso en libertad «bajo palabra», lo que significaba que no intervendría en los siguientes combates. Pero el tiempo de la guerra entre caballeros había pasado, y Von Kahr se puso a organizar la represión del golpe.

Al día siguiente, cuando Hitler y Ludendorff encabezaban una marcha de varios miles de simpatizantes que pretendía ocupar los ministerios, al llegar a la Plaza del Odeón la policía disparó sobre ellos. Catorce nazis murieron y muchos fueron heridos, incluido el propio Hitler. En la Plaza del Odeón se acabaron los sueños de Hitler de tomar el poder con una Marcha sobre Berlín, como había hecho Mussolini con su Marcha sobre Roma.

Hitler fue juzgado, condenado a cinco años y encarcelado en la prisión de Landsberg, pero en realidad las muy conservadoras autoridades bávaras simpatizaban con aquel extremista de derechas que se enfrentaba a los comunistas, el auténtico coco. Se convirtió en un preso VIP, que podía recibir las visitas que quisiera, hasta el punto de que el día de su cumpleaños dio una fiesta en su celda con 40 invitados.

Solamente estuvo preso nueve meses, pero con todas sus necesidades cubiertas por el estado bávaro, aquello fue en realidad como una beca que le permitió reflexionar y elaborar su ideología y sus planes para tomar el poder, recogiendo sus ideas en una obra escrita, lo que sería Mein Kampf. Incluso gozó de un secretario que le ayudó en la redacción, Rudolph Hess, uno de sus seguidores más fieles que también estaba preso.

La corta estancia en la cárcel no le permitió escribir más que el primer volumen de Mein Kampf, y cuando lo liberaron en 1924 se tuvo que retirar a terminarla a Berchstesgarden, un lugar idílico en los Alpes Bávaros donde luego instalaría su famosa casa de vacaciones del Nido del Águila.

Mein Kampf en España

El 18 de abril de 1931, recién proclamada la Segunda República Española, un semanario llamado La Conquista del Estado, fundado mes y medio antes por Ramiro Ledesma Ramos, admirador del fascismo italiano, publicaba en su número 6 «Propaganda y organización política», un  artículo «especial para La Conquista del Estado» escrito por Adolph Hitler.

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Hitler en su celda de la prisión de Landsberg, donde escribió Mein Kampf.

En realidad se trataba de unos extractos del capítulo 11 de Mein Kampf, que había traducido uno de los primeros colaboradores del semanario llamado Antonio Bermúdez Cañete. Era un periodista que había estudiado en Múnich en los años 20, lo que le permitió un conocimiento de primera mano del naciente movimiento nazi. Curiosamente, Bermúdez Cañete volvería a Alemania como corresponsal del diario católico El Debate, y con los nazis instalados en el poder criticaría su «racismo, ateísmo y derivas socialistas», por lo que fue expulsado de Alemania en 1935.

La obra de Hitler había mantenido una difusión discreta durante los años 20, unos millares de ejemplares vendidos al año, y desde luego no traspasó las fronteras de Alemania. Pero en las elecciones generales de 1930 el Partido Nacional-socialista se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria, y Mein Kampf vendió 50.000 ejemplares. 

En 1933 Hitler llegó por fin al poder, fue nombrado canciller por el mariscal Hindenburg, presidente de la República, aunque su partido no fuese el mayoritario en el parlamento. El mundo se preguntó entonces quién era aquel personaje un tanto atrabiliario, y el libro que supuestamente lo explicaba traspasó las fronteras germanas. Mein Kampf vendió ese año un millón de ejemplares en su versión original, ya era un auténtico best seller, pero además fue editado en Londres, en versión abreviada y autorizada por Alemania, con el título My Struggle (Mi Lucha) y en Boston, como My Battle (Mi Batalla).

La primera edición española fue publicada en Barcelona en 1935. Fue el aparato de propaganda nazi quien la impulsó, y la tradujo un diplomático boliviano hijo de alemán, Federico Nielsen Reyes, miembro del Partido nazi. Curiosamente, la editorial elegida fue Araluce, que se dedicaba mayoritariamente a la literatura infantil y proclamaba orgullosamente que sus libros tenían «autorización eclesiástica» del Obispado de Barcelona. En la portada, junto a título Mi Lucha, el editor añadió por su cuenta Autobiografía.

En 1937, ya en plena Guerra Civil, fue directamente Eher Verlag, la editorial del Partido Nacional-socialista, quien publicó una reedición de Mi Lucha en la ciudad de Ávila, puesto que Barcelona y Madrid, los dos grandes centros editoriales de España, estaban en poder de la República. Por cierto, el estallido de la Guerra Civil pillaría a Bermúdez Cañete en Madrid, donde fue detenido, encerrado en una checa y asesinado por los republicanos. Un ajuste de cuentas del destino con el primero que dio a conocer en España Mein Kampf.

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