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Cultura

Ideología y barbarie: la historia ajusta cuentas con la memoria

THE OBJECTIVE dialoga con el historiador Francisco Núñez Roldán, autor de ‘Terror Rojo (1931-1939)’

Ideología y barbarie: la historia ajusta cuentas con la memoria

Un convento jesuita ardiendo en la Gran Vía de Madrid durante la Segunda República, 1931. | Dominio público

Zapatero resucitó el tema de la Guerra Civil con la Ley de Memoria Histórica en 2007 como un episodio que necesitaba un ajuste de cuentas, y presentó la Segunda República como un episodio ejemplar. Fue un modo burdo de hacer política frentista, de exaltar las emociones más toscas, y de apartar a la derecha de la vida política. Nació entonces en nuestro país un género ensayístico con dos vertientes: el memorialismo, entregado a la tarea de forjar el relato de la izquierda recordando las bestialidades del franquismo, y el contramemorialismo, dedicado a contraponer ese relato recordando las barbaridades del frentepopulismo. Esta batalla cultural por el pasado se mantiene viva con la Ley de Memoria Democrática de 2021, elaborada por Bildu para el Gobierno del PSOE.

En este sentido resulta interesante el libro de Francisco Núñez Roldán, titulado Terror Rojo (1931-1939). Ideología y barbarie en la Segunda República y la Guerra Civil española (Sekotia, 2025), que recoge la violencia ejercida por el Frente Popular. La expresión «Terror Rojo» se empezó a usar en el siglo XX con reminiscencias del Terror jacobino para relatar los crímenes comunistas en Rusia ya en la década de 1920.

Más adelante, durante el conflicto civil en nuestro país, se aplicó en 1937 para describir la violencia en la retaguardia de Madrid, Andalucía y Cataluña. Después Fernández Flórez lo utilizó para titular su novela más triste, publicada en 1938. Más recientemente lo encontramos en algunas obras de historia como las de Julius Ruiz y José Javier Esparza, entre otros. La expresión ha cuajado porque el pasado echa humo, y por eso entrevisté a Núñez Roldán.

PREGUNTA.- ¿La historia es un campo de batalla política?

RESPUESTA.- Bueno, la historia, como bien resumía Benedetto Croce, «é pensiero», es pensamiento; es decir, no es lo que ocurrió, sino por fuerza y siempre un relato de lo que ocurrió. De ahí su posible tergiversación aprovechable y por supuesto su interés en que el pasado justifique determinada política en el presente, a modo de compensación, de reivindicación, de ajuste de cuentas, de falsificación interesada incluso, como ocurre tantas veces.

P.Dice en su libro que la izquierda tiene interés en crear un relato, ¿por qué?

R.- Para crear un victimismo que exija compensación, no a quienes ya no están, sino a quienes se arrogan ser sus descendientes, aunque muchos proceden de campos sociales conservadores, o no hicieron nada durante el franquismo aunque podrían haberlo hecho. La derecha se durmió en los laureles y ha relajado su discurso, incluso traicionando sus orígenes, avergonzándose de ellos.

«Tiene menos justificación que la derecha haya caído en ese discurso de abominar del franquismo, del que en realidad procede»

P.¿Está santificada la Segunda República en el relato que hace la izquierda?

R.- Indudablemente. No hay más que indagar un poco en su historia. Fue desde el principio, por desgracia. No hay que perderse la prensa de la época. Dice mucho. Puede consultarse por internet. Fue terrible sobre todo la prensa de izquierdas, sus intenciones, su lenguaje, o sus abiertos propósitos de insurrección armada si la derecha y el centro ganaban las elecciones, como ocurrió en 1934.

P.¿En ese relato toca ahora atacar a la Transición?

R.- Es comprensible ese ataque freudiano al padre, del que se depende pero con el que se choca. El lloriqueo izquierdista es comprensible. Lo que tiene menos justificación es que la derecha haya caído en ese discurso de abominar del franquismo, del que en realidad procede en cuanto a concepción global de la sociedad.

P.Parece que la clave para la izquierda es la interpretación de la violencia, como si hubiera una buena o justificable, y otra mala, la de la derecha.

R.- La izquierda –y eso une a la ETA y sus subproductos actuales– fabrica un discurso teóricamente a la defensiva pero que es de lo más agresivo que existe. Pero claro, descalificando la violencia derechista queda justificada la de la izquierda, independientemente de lo extensa que sea. Las continuas acusaciones actuales de odio hacia partidos que no han matado, que no queman contenedores y no hacen escraches, por parte de quienes sí lo hacen es un signo más de ese proceder. Lo de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, que decía alguien…

P.- ¿Cómo define el «terror rojo»?

R.- El terror fue buscado, intencionado, nada gratuito y perfectamente selectivo. Formaba parte de una estrategia del miedo social que viene desde la Revolución Francesa y pasa por la Rusia bolchevique. La hipotética figura de la persona «descontrolada» que realiza la labor sucia, sucísima a veces, de la que el poder izquierdista dice abjurar, pero que le resuelve convenientes papeletas que legalmente no hubiera podido justificar.

«La propaganda izquierdista fue sin duda más eficaz y enconada que quienes se relajaron al haber ganado la guerra»

P.¿En qué se diferencia del «terror» provocado por el bando golpista?

R.- Al principio de la guerra desgraciadamente en poco, pero después hubo unos procedimientos legales que llevaron a que de las 30.000 condenas a muerte tras el conflicto se llegaran a ejecutar solamente –perdón por el adverbio– 15.000, como ha demostrado Miguel Platón trabajando los archivos completos de la jurisdicción militar. La cifra es tremenda, de todos modos, pero piénsese que sólo en Madrid, durante la guerra se asesinó aproximadamente a ese número de personas. Tras la guerra, en Madrid, no llegan a 3.000 las ejecuciones. Cifras cantan. Cierto que no pocos habían huido al extranjero.

P.- ¿Por qué se habla tanto de Guernica y nada de los bombardeos republicanos sobre población civil?

R.- Volvemos a la propaganda izquierdista, sin duda más eficaz y enconada que quienes se relajaron al haber ganado la guerra. Hoy se sabe perfectamente que en Guernica murieron ciento y pico de personas. Pero se sigue machacando con 2.000 o 3.000 de manera tendenciosa, incluso por historiadores de fuste pero interesados. Nadie habla sin embargo del bombardeo de Cabra por los frentepopulistas, por ejemplo, con casi igual número de muertos, y qué decir de los miles de muertos civiles y militares en el asedio a Oviedo. De haberlo hecho este los nacionales, qué cantos al genocidio ovetense se habrían entonado…

P.¿El comunismo necesitó el terror para imponerse en el bando del Frente Popular?

R.- No sólo el comunismo. El anarquismo más aún, debido a la perentoriedad de su paraíso, que solo podía llegar de golpe y tras una buena escabechina. Y los socialistas, ahora tan quejosos de la dictadura, fueron de lo más implacable. El sector socialdemócrata del partido, ya arrinconado antes de la guerra, quedó casi anulado una vez empezado el conflicto. Largo Caballero estaba tácticamente más a la izquierda del PCE. Incluso Stalin le envió una carta, que se conserva, donde le sugirió moderación. Claro que todo ello era con el doble propósito de no asustar demasiado a las pocas clases medias que quedaban y a los países democráticos. Eso sí, la moderación de los partidos comunistas la experimentaron en carne propia los compañeros de viaje que se les habían unido en las agrupaciones populares en los países del Este de Europa tras la Segunda Guerra Mundial.

«La izquierda radical es una religión laica, con sus dogmas, sus santos, sus mártires, sus herejes, y por supuesto sus inquisiciones»

P.¿Por qué contra la Iglesia? Hay algún historiador que asegura que fue por la «opresión de siglos».

R.- Era el enemigo ideológico. Desde la Revolución Francesa. «Voilá l´ennemi», que decía Voltaire. No solo mantenía una riqueza y patrimonio considerables, pese a las desamortizaciones, sino que seguía gobernando a muchas conciencias. La esperanza del paraíso eterno se veía incompatible con la búsqueda del edén inmediato en la tierra que la izquierda prometía. Como Antonio Machado comenta en una carta a Ortega, hacía falta justo un impulso religioso para desbancar a la religión principal. Y así fue. La izquierda radical comunista, socialista o anarquista, es una religión laica, por más que abomine del sustantivo. Con sus dogmas, sus santos, sus mártires, sus herejes, y por supuesto sus inquisiciones. Eso sí, no le diga usted a un progre que tiene un concepto religioso de la política. Nada le irrita más que esa evidente verdad.

P.¿Por qué no hay películas y series sobre la represión en la retaguardia roja pero sí sobre las Trece Rosas?

R.- Por lo mismo que de un tiempo acá solo hay estudios, tesis, tesinas y estudios a favor de la izquierda y la beatífica República. El viento de la propaganda sopla a su favor por el momento. Han cuidado mucho de ese aspecto, de hacer apostolado, por más que nuevamente les enfade esa palabra.

P.¿Quedan por desenterrar asesinados por el bando frentepopulista?

R.- Los sublevados solían enterrar en fosas comunes en cementerios, como se está viendo ahora, lo que está resultando claramente negativo para los patrocinadores de la memoria histórica. Las milicias izquierdistas, sin embargo, dejaban a muchos enterrados en cualquier sitio, por no hablar de los asesinados, torturados y abandonados en el campo, algunos de ellos hasta consumirse sus cuerpos o recuperados al final de la guerra. Y no olvidemos a los arrojados por los milicianos progresistas a pozos de mina o simas, aún sin encontrar.

P.- ¿Su próximo trabajo será profundizar en estos episodios?

R.- No lo sé aún, la verdad. Este recorrido por el horror deja muy impresionado, aunque indigna cuando te encuentras con una corriente gubernativa que quiere, no ya blanquear aquellos hechos, sino falsearlos, negarlos incluso o justificarlos como defensa propia. En fin, el victimismo del agresor. No es nuevo en nuestra historia, ni en nuestro presente, ¿verdad?

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