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Cultura

Vigencia de Rebelión en la granja

Una edición renovada conmemora los 80 años de la aleccionadora fábula política de Orwell

Vigencia de Rebelión en la granja

George Orwell. | Europa Press

Rebelión en la Granja, de George Orwell, ha cumplido este mes de agosto 80 años. La lectura hoy de la satírica fábula contra la deriva del estalinismo sorprende por su vigencia en la actualidad, trasciende el momento en que se escribió, lo que la ha convertido en un clásico. La alegoría, al tratar temas universales, sigue siendo aleccionadora en un mundo como el nuestro, donde el autoritarismo, la corrupción y el abuso de poder parecen vivir un nuevo florecimiento.

Coincidiendo con el aniversario de la novela, y también los 75 años de la muerte de su autor, la editorial Destino ha publicado una edición conmemorativa, con una nueva traducción, a cargo de Javier Calvo, que la obra ya necesitaba después de la añeja versión de Rafael Abella en los años setenta. Además, incluye un prólogo muy ilustrativo del novelista Jesús Carrasco, que sitúa la novela en el contexto actual.

En un artículo publicado la semana pasada en The Guardian, el hijo adoptivo de Orwell,  Richard Blair, definía Rebelión en la granja como «una eterna advertencia contra los líderes políticos que se aprovechan de movimientos potencialmente nobles para sus propios fines egoístas». Y añadía: «mi padre creía que todos los políticos debían ser vigilados con rigor, confrontados con la verdad (cueste lo que cueste) y expulsados cuando anteponen sus intereses a los de su país».

Al leer hoy la fábula orwelliana, hay un asunto evidente, que se impone por su intemporalidad: el poder y su ejercicio autoritario. Ese es el caso del cerdo Napoleón, quien se transforma, apoyado por sus secuaces, de líder liberador en un implacable dictador, que progresivamente va eliminando toda oposición y adaptando las leyes a sus propios intereses, todo ello con vistas a perpetuarse en el poder.

Más sutil, pero igualmente decisivo, es cómo Napoleón y sus lugartenientes van construyendo lo que hoy llamaríamos el relato. El encargado de la delicada tarea es Squealer, también gorrino, como toda la clase dominante. Con la habilidad propia de Goebbels o de uno de los muchos propagandistas de Stalin, va convenciendo a los animales -mayormente a las ovejas- de una realidad paralela. Su labor es moldear la historia según las conveniencias del presente; adaptar los muy nobles principios iniciales de la revolución a las circunstancias actuales; y, sobre todo, convencer al animalaje de que el pasado que recuerdan es fruto de su imaginación cuando no invención de la propaganda enemiga.

La amenaza de un enemigo intimidador -casi siempre inventado- es clave en la propaganda política. Resulta imprescindible que los habitantes de la Granja Animal sientan terror y que necesiten la protección del líder para sentirse a salvo. Lo que comienza siendo la ilusión de un mundo libre de humanos, autogestionado, un paraíso, acaba convirtiéndose en una férrea dictadura vigilada por los temibles perros que componen la guardia de corps del amado líder.  

Ya en Rebelión en la granja estaba presente la obsesión de Orwell con el uso torticero del lenguaje como herramienta de dominación política, interés que cinco años más tarde desarrollaría con amplitud en 1984. Allí se puede leer el célebre mandamiento inicial de la revolución, «Todos los animales son iguales», que con el tiempo se fue redondeando con la oración adversativa «pero algunos son más iguales que otros».

El momento en que Orwell escribe Rebelión en la granja, su crítica a Stalin estaba muy mal vista por las autoridades británicas y el establishment intelectual. De hecho, cuatro editoriales diferentes rechazaron su publicación. En aquel momento, la Unión Soviética era aliada de Gran Bretaña contra Hitler y había un gran temor a enfadar al tirano. Había razones para ello. Según se dijo después, lo que más enfadó a Stalin de la novela fue que su personaje estuviera encarnado por un cerdo. «¡Podían haber elegido cualquier otro animal!», objetó.

El propio autor explicaba estas vicisitudes en un prólogo que no llegó a publicarse hasta 1971, cuando fue encontrado después de años perdido. La editorial Destino lo incluyó en una reedición de 1976 y hoy es un ensayo ya clásico. Basta con leer su escueto título, «Libertad de expresión», para hacerse una idea de su interés. En él, Orwell recoge gran parte de sus ideas más citadas a propósito de la verdad. Y, sobre todo, una que resume las demás y que sigue vigente hoy: «Si la libertad significa algo, es el derecho a decirles a los demás lo que no quieren oír».

El hijo del autor, en el mencionado artículo de The Guardian, definía con precisión la vigencia de la fábula. «Sigue siendo una inspiración inolvidable para quienes luchan por la libertad. En un mundo donde el autoritarismo, el nacionalismo, la xenofobia y la mentira política están en auge, necesitamos más que nunca tener a mano Rebelión en la Granja».

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