Alhucemas, Franco y el Gobierno
En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de personajes polémicos y desmonta mitos con ironía y datos

Ilustración de Alejandra Svriz.
El 8 de septiembre es el centenario del Desembarco de Alhucemas, una operación militar ejemplar, tomada como modelo para Normandía en 1944, que superaba el fracaso de Galípoli en 1915, y que pacificó Marruecos durante décadas. Cualquier gobierno europeo o de Estados Unidos celebraría la fecha y honraría el sacrificio de aquellos hombres que dejaron su vida. Sin embargo, este Ejecutivo ha decidido no hacer nada. Se me ocurren hasta tres motivos para que no lo haga, y los tres son de cobarde.
El primero es que la victoria fue gracias a un dictador, Primo de Rivera, otro que lo quiso ser, Sanjurjo, y uno que lo fue, Franco. Felicitarse por Alhucemas, sería reconocer el genio militar de esos tres hombres, y en ningún caso lo hará este gobierno que ha usado a Franco como gran enemigo virtual para distraer la atención.
El segundo motivo para que no haya celebración oficial por el Desembarco de Alhucemas es que piensan que fue una guerra colonial, y sostener una victoria de España contra los rifeños sería, en su estrecha mente, blanquear el colonialismo. Es conocido que el ministro de cultura es un posmoderno, un woke que considera obligado resignificar museos para hacer justicia con los supuestos oprimidos y pedir perdón por una historia que desconoce o tergiversa.
Y el tercer motivo es que el Desembarco de Alhucemas tuvo el objetivo de consolidar el reino de Marruecos, porque la República del Rif contra la que batalló España no reconocía al sultán alauí. Por tanto, celebrar aquella hazaña sería tanto como afirmar que Marruecos no sería nada sin la protección que dio España a una débil monarquía a la que repudiaban los rifeños, los habitantes del norte del país, esos mismos a los que masacró Mohamed V en 1958 para sofocar su independentismo.
En los últimos tiempos se han publicado tres libros muy interesantes para entender el desembarco de Alhucemas, que son el de Javier García de Gabiola, con La Guerra del Rif (1909-1927). Una historia militar entre legionarios y regulares (Sekotia, 2025); también el de Roberto Muñoz Bolaños, Alhucemas 1925. El desembarco que decidió la Guerra de Marruecos (Desperta Ferro, 2025); y por último, el libro de Juan José Primo Jurado titulado El Desembarco de Alhucemas. La campaña final de la guerra de Marruecos hasta la pacificación (1925-1927) (Almuzara, 2025). Me voy a basar en ellos para este episodio.
La presencia en el norte de África data de la creación de la Diócesis de Hispania en la época romana en el siglo III d.C. Luego, tras la Reconquista, se tomó Melilla, en 1497, a la que siguió la adquisición por las armas de otros puntos para combatir la piratería berberisca. Ceuta se incorporó en 1580, casi un siglo antes de que la dinastía alauí existiera. No obstante, los conflictos eran con los rifeños, como ocurrió con la Guerra de África, entre 1859 y 1860, y la llamada Guerra de Margallo, en 1893, por una incursión rifeña en Melilla. De hecho, el sultán marroquí aceptó castigar a las cabilas que hostigaban a los melillenses y crear una zona neutral. Esto provocó un alzamiento de los rifeños contra Marruecos, que pidió ayuda. La intervención de las potencias europeas no se hizo esperar, y Francia y España, con el beneplácito del Reino Unido se repartieron el norte de África en 1904 bajo el nombre de Protectorado, asunto que se confirmó en la Conferencia de Algeciras. Cinco años después comenzó la guerra del Rif.
El desastre de Annual fue determinante en el proceso bélico. Por cierto, un hecho que muestra cómo somos los españoles es que existe más bibliografía sobre el fracaso en Annual que acerca del éxito en Alhucemas. Eso lo dice todo. Annual tuvo lugar el 21 de julio de 1921. Unos 8.000 españoles fueron asesinados, la mayoría a sangre fría, cortando su cuello y empleando todo tipo de vejaciones. Los rifeños estuvieron matando españoles durante 18 días, en un auténtico genocidio donde se les dejaba morir de sed, o desangrados tras cortarles las orejas, las narices y los testículos. Las fotos fueron publicadas por la prensa. El Gobierno español hizo cuanto pudo para rescatar a los prisioneros. El impacto en la política y en la opinión pública fue enorme. Existían entonces dos posturas: abandonar el Protectorado, es decir, acabar con la protección al rey de Marruecos porque España no ganaba nada allí, o terminar la guerra con una victoria y asegurar la zona española en el norte de África, como Ceuta y Melilla.
La victoria rifeña en Annual sirvió para que Abd el-Krim, al que dedicamos una entrega de Historia Canalla, proclamara la República del Rif, o Confederación de Tribus de la República del Rif, en lo que hoy es el norte de Marruecos, abarcando toda la costa mediterránea hasta el Atlántico. Abd el-Krim inauguró la República del Rif el 18 de septiembre de 1921 con un discurso en el que denunciaba el colonialismo español y francés, y no aceptaba la autoridad del sultán de Marruecos ni de ningún protectorado. Prometió preservar la religión islámica y sus costumbres de las imposiciones extranjeras, convirtió a Axdir en la capital, formó gobierno, constituyó un Consejo de la Resistencia de las Tribus del Rif como una especie de Parlamento, y elaboró una Constitución con cuarenta artículos copiados de constituciones europeas del momento. A día de hoy, el recuerdo de esta República del Rif es un problema para la monarquía marroquí.
En esta situación entra en liza Miguel Primo de Rivera. Había estado en la llamada «Guerra de Margallo» en 1893, y públicamente era partidario de abandonar el protectorado en Marruecos. De hecho, a finales de 1920 fue destituido de la capitanía general de Madrid por esas declaraciones, aunque siguió haciéndolas como senador por Cádiz. En Annual murió su hermano, el teniente coronel Fernando Primo de Rivera, que estaba al mando del Regimiento Alcántara. De esta manera, cuando el 13 de septiembre de 1923, dio un golpe de Estado, todo parecía indicar que la política española respecto al Protectorado sería el abandono. Primo encontró que el Ejército de África consideraba que era necesario acabar la guerra con una victoria. Uno de los principales defensores de esta postura fue Franco, que incluso en la Pascua Militar en Ceuta el 6 de enero de 1924 defendió la legitimidad de la desobediencia al gobierno si las órdenes perjudicaban a España. La mayoría de los oficiales presentes aplaudió y apoyó a Franco. Este incidente aconsejó a Primo de Rivera visitar Marruecos en julio de 1924 para explicar a los militares africanistas la postura del gobierno. El encuentro no fue satisfactorio para ninguno de los dos. Por cierto, no es verdad la anécdota del menú de huevos que la Legión presentó a Primo de Rivera. No obstante, el dictador se encontró muchas reticencias por parte de los oficiales y de la tropa española en el norte de África. Ante las quejas, Primo de Rivera les dirigió la palabra para decir que no tenían el monopolio del patriotismo, y que se debían a la disciplina y la obediencia del Ejército. A pesar de las diferencias, Primo de Rivera mantuvo a Franco al frente de la Legión.
El asunto se torció cuando en la retirada de los españoles del territorio de la República del Rif, Abd-el Krim decidió atacar causando numerosas bajas. Este fue uno de sus errores, ya que el Gobierno español había intentado negociar y estaba dispuesto a dejar en paz a la República del Rif. El otro error fue atacar la zona francesa en abril de 1925, haciendo que España y Francia se unieran contra la República del Rif. La derrota francesa, con tropas senegalesas, fue muy contundente hasta el punto de que sus generales aconsejaron al Gobierno la retirada del territorio. Fue entonces cuando el sultán de Marruecos Muley Yussuf, padre del futuro Mohamed V, pidió a las potencias europeas que acabaran con los rifeños.
La idea de un gran desembarco para acabar con la guerra del Rif estaba en el gobierno español desde 1913, cuando diseñó un plan el comandante general de Melilla, el general Francisco Gómez Jordana, padre del general Gómez-Jordana Sousa, que fue la mano derecha de Primo de Rivera. El plan se retomó a comienzos de febrero de 1922 por Antonio Maura, que consistía en desembarcar en Alhucemas y terminar con las cabilas rebeldes como medio para poner fin a la guerra. Esto sirvió para que el ministro de la Guerra, Juan de la Cierva armara con artillería la isla de Alhucemas a 800 metros de la playa y que sería importantísima para 1925. Además, compraron al Reino Unido barcazas tipo K para el desembarco, que ya habían sido utilizadas en Galípoli. Sin embargo, la caída del gobierno de Maura paralizó la operación. La represión de los españoles en su retirada del Rif en el verano de 1924, cuando dejaban la llamada «línea Estella», bautizada así porque Primo de Rivera era marqués de Estella, hizo que el dictador español cambiara de opinión respecto a la República del Rif. Si en su día quiso reconocerla, tras los ataques, decidió acabar con ella. Fue así que se retomó el plan de desembarco en Alhucemas en febrero de 1925 siguiendo el diseño del general Gómez-Jordana Sousa. Francia pidió en junio participar en el desembarco. Así, Primo de Rivera y Petain firmaron el 28 de julio de 1925 el plan de operaciones, concluido el 1 de septiembre, consistente en un desembarco en Alhucemas por fuerzas exclusivamente españolas y que el ejército francés lanzaría un ataque simultáneo desde el río Uarga para obligar a los rifeños a luchar en dos frentes.
El día D estaba previsto para el 7 de septiembre de 1925, y la hora H, para las 4 de la mañana. Sin embargo, hubo que retrasarlo por las fuertes corrientes. Para entonces el ejército español era muy diferente al que existía cuatro años atrás cuando tuvo lugar la derrota de Annual. Los objetivos eran obtener una victoria tras dieciséis años de guerra, cobrarse la revancha por Annual y lograr la pacificación para Marruecos y España. El desembarco fue el 8 de septiembre. Franco dirigió ese día la vanguardia de las fuerzas españolas. Por cierto, Franco, que tenía entonces 33 años, fue ascendido a general de brigada, convirtiéndose en el general más joven de los ejércitos europeos. Además, recibió de Francia la orden de la Legión de Honor. Es lógico que el gobierno socialista no quiera saber nada del Desembarco de Alhucemas.
La operación fue un completo éxito con una combinación inédita de fuerzas terrestres, marítimas y aéreas que permitió que en media hora tomaran posiciones. Acabaron tomando Axdir, la capital de la República del Rif, el 2 de octubre. Sanjurjo fue entonces partidario de continuar la guerra hasta la derrota y rendición del líder rifeño. Y así fue. El 8 de mayo de 1926 comenzó una gran batalla por el Rif. El ejército español puso en combate a 40.000 hombres bajo el mando de Sanjurjo y Goded. Los franceses pusieron 80.000 hombres. En total, los aliados sumaban 120.000 soldados frente a los 60.000 de Abd-el Krim que estaban muy bien armados. El 18 de mayo la columna del coronel Pozas ocupó Annual, lo que fue una victoria simbólica. Además, Abd-el Krim fracasó en su ataque a Tetuán el 10 de mayo por la respuesta del general Berenguer y Fusté, jefe de la zona de Ceuta. El 27 de mayo de 1926, Abd-el Krim, junto a su familia y todo el tesoro de la República del Rif, se entregó al ejército francés. No quiso entregarse a España porque temía la represalia por el trato inhumano dado a los prisioneros españoles desde 1921, entre los cuales había mujeres y niños. Francia no quiso convertir a Abd-el Krim en un mártir y prefirió el exilio, así que el 14 de junio de 1926 lo envió a la isla de Reunión, en el Océano Índico, al este de Madagascar.
El 10 de julio de 1927 se rindieron las últimas cabilas de Yebala y Gomara, y Sanjurjo dio por terminada la guerra. Así, el Desembarco de Alhucemas, permitió la pacificación del Protectorado hasta 1956, cuando Marruecos se independizó. Hay que reconocer que España bombardeó el Rif con sustancias propias de la guerra química, como hizo Marruecos en 1958 y 1959, cuando los rifeños se levantaron en armas contra su gobierno y por la independencia. Mohamed V ordenó el e bombardeó del Rif con napalm, fósforo blanco y bombas de fragmentación. Hubo cerca de 10.000 muertos y miles de heridos. El más beneficiado con el Desembarco de Alhucemas fue el reino de Marruecos. Y lo último, en aquella guerra se forjó la generación de militares africanistas que se encontraron en la Guerra Civil española.
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