The Objective
Cultura

‘Fungi ficción’: por qué los hongos son los nuevos extraterrestres en la ciencia

En la versión de 1993 de ‘Super Mario Bros.’, un hongo inteligente controla un reino distópico urbano

‘Fungi ficción’: por qué los hongos son los nuevos extraterrestres en la ciencia

En la película ‘Alien: Covenant’ (2017), los terroríficos neomorfos nacen de esporas mutadas. | Twentieth Century Fox

La imagen de un alienígena con mandíbula retráctil es icónica, pero en varias películas contemporáneas la verdadera amenaza no es una criatura del espacio, sino un organismo híbrido: un hongo parasitario, una red biológica o una fuerza que se extiende silenciosa e impredecible.

En Alien: Covenant (2017), los neomorfos, organismos derivados de los que aparecen en Alien: El octavo pasajero (1979) brotan de esporas mutadas. En la serie Star Trek: Discovery, que se empezó a emitir en 2017, los viajes intergalácticos dependen de una red micelial, formada por filamentos muy delgados de hongos que conecta a las plantas y a los miembros del reino fungi en un ecosistema.

Incluso en la olvidada versión cinematográfica de Super Mario Bros. de 1993, el reino distópico está definido por un hongo inteligente que ha colonizado la ciudad.

Y es que la biología real de los hongos –sus capacidades de parasitar, conectar ecosistemas y adaptarse a entornos extremos– ha inspirado algunas de las metáforas extraterrestres más impactantes del cine y la televisión.

Esporas mutantes

En Alien: Covenant, los protagonistas aterrizan en un planeta aparentemente hospitalario, solo para descubrir un ecosistema mutado, debido a los eventos sucedidos tras Alien: Prometheus (2012). En ese entorno selvático, un organismo desata una oleada de sucesos trágicos para los habitantes de la nave Covenant. Un hongo, similar a los del género Lycoperdon, suelta esporas que, al ser inhaladas por los humanos, desatan un proceso biológico letal que da vida a los neomorfos.

Descripción del hongo causante del desastre producido en Alien: Covenant. (Reddit)

Dichas esporas parecen originarse por contaminación con un fluido negro mutagénico, liberado en la película previa, sugiriendo que algo tan habitual como un hongo inofensivo podría convertirse en un arma biológica devastadora.

Curiosa pero erróneamente, la descripción del hongo que causa todo ese desastre se parece a la de Clostridium tetani, el organismo responsable de la enfermedad del tétanos, que en la realidad es una bacteria, no un hongo.

Diferencias aparte, existen hongos patógenos que puede causar problemas en la salud humana por inhalación, responsables de enfermedades como la aspergilosis o la histoplasmosis.

Redes intergalácticas: Star Trek: Discovery

En Star Trek: Discovery, la nave USS Discovery navega el universo mediante el «motor de esporas», una tecnología que utiliza la red micelial como sustento para el viaje instantáneo. Este sistema conecta galaxias en una vasta red de filamentos vivos, de manera asombrosamente biológica.

El micelio es una autentica red de comunicación que puede extenderse a lo largo de kilómetros. Wikipedia

Inspirada en el libro Mycelium Running (2005) del micólogo Paul Stamets, la serie concibe esta red como el tejido vital de la galaxia.

Aunque pueda parecer difícil de creer o imaginar, el micelio es una estructura existente en la Tierra, el aparato vegetativo de los hongos. Su funcionamiento es similar al de las raíces de los árboles y puede extenderse a kilómetros de distancia, como una autentica red de comunicación entre el organismo y su entorno.

Otra curiosidad que ensalza la importancia de los hongos en la ciencia ficción es que, en esta serie de televisión, el personaje del teniente y astromicólogo inventor del motor de esporas lleva el nombre del propio Paul Stamets, una de las figuras más sobresalientes del mundo de la micología y el estudio de los hongos.

Tal ha sido la contribución de Stamets al conocimiento fúngico que incluso existe una especie nombrada en su honor: Psilocybe stametsii.

Hongos en clave pop: Super Mario Bros.

La película de acción Super Mario Bros. (1993), considerada un fracaso taquillero, introdujo un concepto sorprendentemente visual: el reino distópico de Dinohattan está corrompido por una especie de hongo inteligente.

El antiguo rey, convertido en un ente fúngico, ejerce su control mediante una forma simbiótica que abarca toda la ciudad.

En este caso, esa relación simbiótica entre el hongo y la urbe vuelve a recordarnos fenómenos muy comunes en el desarrollo de los hongos como micorrizas y líquenes: dos estrategias que permiten interrelacionarse de forma simbiótica a los hongos con plantas y con algas respectivamente. Y generando importantes beneficios para todos ellos.

Mientras que las micorrizas, asociación subterránea entre el micelio del hongo y ciertos vegetales, son importantes para que los árboles puedan obtener nutrientes y extender sus raíces en profundidad y longitud, los líquenes pueden colonizar ambientes extremos donde ninguno de los organismos que lo conforman podría existir por sí mismo.

Los líquenes son colonizadores primigenios de entornos yermos como rocas. En estos medios sin apenas nutrientes, solo esta asociación puede sobrevivir: mientras que el alga aporta alimento al hongo gracias a la fotosíntesis (proceso que el hongo no puede realizar), el alga obtiene protección frente a la desecación y obtiene agua gracias a las hifas del hongo, las cuales pueden entrar en cualquier grieta o fisura, por minúscula que sea.

Aunque la película no obtuviera el éxito deseado, podemos ver esa asociación simbiótica entre el hongo y la ciudad, ayudando a los personajes principales, los hermanos Luigi y Mario, a devolver el orden a Dinohattan.

¿Qué nos dicen estos hongos-alienígenas?

Ya sea por su poder de contagio biológico, la habilidad para conectar entornos o transformar lo doméstico, estos relatos nos presentan lo familiar como inquietante.

Los hongos que nos rodean en la vida real poseen el mismo potencial para parasitar, crear redes de comunicación entre ecosistemas y resistir condiciones extremas. Pero cuando la ficción toma esas propiedades biológicas y las magnifica, surge un tipo de extraterrestre plausible, inquietante y, en cierto modo, aterrador.

Estas historias nos invitan a ver la micología con nuevos ojos: no como simple temática ecológica o gastronómica, sino como imaginación vibrante que puede restituir nuestro sentido de lo asombroso.

En cada espora o micelio ficticio hay una oportunidad para comprender mejor nuestra relación con lo no humano y el potencial oculto que yace debajo del suelo y, quizá, más allá del cielo.

The Conversation
Publicidad