Un canto de amor a los viñedos de Cariñena
El director Javier Calvo lleva a la pantalla un relato autobiográfico de Antón Castro sobre su experiencia vendimiando en Cariñena

Imagen de la película.
El director Javier Calvo y el escritor y Premio Nacional de Periodismo Cultural 2013, Antón Castro, se conocieron en el programa Sin cobertura, de Aragón Televisión, que duró cuatro temporadas en antena y comenzó a emitirse en 2019, y donde ya se revelaba el interés por reivindicar la ruralidad de Calvo quien, desencantado de su trabajo en el mundo de la publicidad en Barcelona, se había vuelto a su tierra natal, Zaragoza, en aquel momento; Sin cobertura tenía la voluntad de poner de relieve la memoria de las zonas despobladas y la soledad del mundo rural, ofreciendo al tiempo iniciativas que se estaban dando en aquel momento para luchar contra ello. A resultas de aquella amistad incipiente, hace unos seis veranos, Antón Castro le regaló a Javier Calvo su cuaderno de viajes Cariñena (Pregunta ediciones, 2018), donde da cuenta del verano que pasó vendimiando en la zona de los vinos de dicha denominación de origen, en su juventud lejana, allá en los años setenta.
«Lo que me atrajo de ese personaje del libro de Antón es que, cuarenta años después, él sigue siendo bastante parecido. Y es que, de hecho, la gente no cambiamos mucho», declara Javier Calvo en conversación con The Objective. Tanto le fascinó el personaje y le vio tantas posibilidades de desarrollo que, de inmediato, le propuso a Castro la posibilidad de hacer una película. «Me ha gustado mucho tu libro —le dijo a Antón—, es super delicado, me parece que avanza muy bien el personaje en la historia, pero le faltan 300 páginas o una película», le espetó a un Antón Castro estupefacto, que apenas acertó a responder: «¿De verdad? ¿Tú crees que se puede hacer una película?». Confuso y entusiasmado, le dijo «venga, pues haz lo que quieras». «Y eso es lo que hice, hacer lo que quería», confiesa satisfecho Javier Calvo, el director de Cariñena, vino del mar, confirmando que Castro no tuvo ningún tipo de intercesión en la película y le dio libertad total.
Amparado en ese laissez faire, el expublicista zaragozano introdujo en el filme la cuestión política, que no existe en el libro de Antón. «Sin ser una película política, no lo pretendo en ningún momento, sí que el momento histórico era muy importante porque navegaba la transición española a la ve que la transición individual», nos cuenta Calvo. Y se permitió otras licencias, como la de ampliar personajes secundarios (Miguel, por ejemplo, el antagonista de la película, interpretado por Alejandro Bordanove, que apenas aparece en el libro), al tiempo que extendía la duración de la historia (en el relato fidedigno de los hechos, que dura cinco días, Antón Castro ha de abandonar el trabajo en las vides por culpa de una lumbalgia) y se servía de más anécdotas de la vida de Antón que no estaban en su narración al tiempo que hurgaba en sus memorias propias de adolescencia para construir el personaje protagonista, interpretado en la película por Diego Garisa. Cariñena, vino del mar nos cuenta la historia de Antón, un adolescente lleno de dudas, inexperto, y que huye de su Galicia natal (vive en una aldea) huyendo no solo del servicio militar (han de recordar los jóvenes que antes era obligatorio), sino de un destino ya trazado por su padre. Llega a Zaragoza y se integra en un grupo de hippies y objetores de conciencia, donde conoce a Cris, quien luego se le unirá en Cariñena, cuando ambos marchen (primero Antón y luego ella) a vendimiar, en busca de un dinero con el que poder ir tirando. También en Cariñena conocerá a Miguel, un joven mentiroso y entrañable, con quien forjará una inesperada amistad y conocerá también a toda una serie de personajes secundarios, en su mayoría compasivos y generosos, que les ayudarán no solo a encontrar trabajo, sino un techo y a poder salir adelante.
La película está llena de alusiones y metáforas marinas (y no solo en el título), pues las escenas en las viñas, nos confiesa Calvo, están rodadas con un deslizarse de la cámara que emula un oleaje de secano, tratando de hilvanar la estética real del movimiento de las aguas de las playas gallegas con las que abren la primera parte del film. Hay, asimismo, insinuaciones a la marejada que significa la juventud y al vahído que, por momentos, sufre quien se adentra en la vida adulta, todavía sin las armas adecuadas, aun con la vertiginosa zozobra de la adolescencia. Una frase podría servir de leitmotiv a todo lo dicho (una frase que es, de hecho, una de las pocas frases que Javier Calvo ha conservado de manera literal de la novela de Antón Castro para la película), que escuchamos cuando el personaje de Antón inicia su periplo fuera del hogar, y que dice así: «Me senté en la primera fila del autobús porque me mareaba». Para el director del filme, esa frase (además de ser metáfora marina, de aquel a quien se le dificulta —por carácter y personalidad— la entrada a la bravura de la vida / del mar abierto) es signo de un antihéroe de verdad.
«A mí me gustaba ese personaje porque era una persona que se parecía mucho a mí —confiesa Javier Calvo—. Y se parecía mucho a mis 18 años. Porque yo también era un chaval inseguro, no me sentía a gusto en ningún sitio, sentía que no tenía amigos, las chicas me daban miedo. Y entonces me di cuenta de que eso es bastante universal realmente, que ese momento lo tenemos todos». Con ello, Calvo se permite la licencia de introducir lo autobiográfico, como por ejemplo, Teo, el dueño del bar de Cariñena donde van no solo a buscar trabajo los dos chicos, sino que les irá sirviendo de punto de reunión, está inspirado en su abuelo (el propio bar, de hecho, está inspirado y tiene el mismo nombre que uno que tenía su tío). Y otro personaje secundario del pueblo, Isidro; la forma en cómo muere está inspirada también en su abuelo. Y aparece incluso su propio padre en la película. Vaya, que la cinta está llena de pequeños homenajes privados.
Uno de los temas centrales de la película es la bondad. «Yo estoy un poquito cansado de la tendencia que hay en la literatura, en el cine, en las series, de poner el foco en la parte oscura del ser humano, en las violaciones, en las relaciones tóxicas», cuenta Calvo. Y añade: «Hostia, tío, yo tengo 54 años, me han pasado cosas malas en la vida, y me van a volver a pasar otras peores, seguramente. Por eso, cuando te metes a hacer un proyecto y tu vida va a estar seis años pegado a ese proyecto… no me apetece estar en ese lugar. Porque ese lugar te lo llevas a la mochila todos los días y fluye en tu vida. Y sobre todo también por una cuestión de concepto, porque creo, sinceramente, que hay más gente buena que mala. Y estamos retratando un porcentaje muy pequeño de la población». Con ello, Javier Calvo quiere reivindicar, frente al individualismo hipercapitalista, una serie de conceptos que hoy día parecen olvidados, y no solo la bondad, sino la fraternidad y la amistad. Pero también el sentido de acogida. «Ahora que está en duda eso de cómo acogemos a la gente que viene de fuera, tenemos que pensar que todos hemos sido extranjeros, los españoles hemos sido extranjeros también», afirma.
Cariñena, vino del mar, que fue rodada en dos partes (la primera en otoño de 2023, coincidiendo con la vendimia, y la segunda parte en Galicia, en la primavera/verano de 2024, cuando el tiempo es más benévolo), ha sido un inesperado éxito en Aragón, donde se estrenó hace algo más de tres meses (y sigue milagrosamente en cartelera). Cuenta ya con casi 10 mil espectadores que han pasado por taquilla y ahora se estrena para el resto del territorio nacional. Como curiosidad, contar que la película se estrenó en Cariñena, en la plaza de toros Jesús Aruga, con una capacidad para 800 personas, y a los veinte minutos de proyección cayó una imprevista y mundial tormenta que obligó a paralizar el estreno, que se retomó más tarde en diversas sesiones, ya en el cine, bajo techo, para que todos pudieran verla. En el estreno inaugural en los cines Palafox de Zaragoza consiguieron meter a mil personas (y pagando, nada de invitaciones). Así que la suerte parece echada: «Venimos con los deberes hechos», nos dice Calvo quien, preguntado por los vinos de la región de Cariñena, nos confiesa que «no bebo vino, yo si me tomo una copa de vino me tengo que ir a la cama directamente. Porque hay gente que le pasa esto, como a mí, que no sé qué enzima tiene, que te pone dolor de cabeza. Y a mí me pasa siempre», afirma. En fin, nadie es perfecto, como decía aquel.
