Lorena Pérez-Jácome: «Queremos recuperar la historia y conectarla a través del arte»
«Nos gustan las obras que incomodan, que agitan, que hacen que de pronto veamos un fragmento de la vida de una manera distinta»

Pablo Gómez-Ogando
Collegium inaugurará la exposición Jaque. Poder, tiempo e imagen en estado de juego. La muestra, que dialoga con la Torre de los Ajedreces de la iglesia de San Martín en Arévalo, se podrá visitar desde el 20 de septiembre hasta el 15 de febrero de 2026.
THE OBJECTIVE conversa con Lorena Pérez-Jácome, coleccionista y fundadora de Collegium, para hablar sobre Jaque. Poder, tiempo e imagen en estado de juego. «Jaque representa la continuidad de un camino que venimos construyendo en Arévalo en los últimos años, pero es la primera vez que presentamos una exposición compuesta exclusivamente por obras de nuestra colección», nos cuenta.
PREGUNTA.- ¿Cómo nació la idea de «Jaque» como concepto central de esta exposición?
RESPUESTA.- Desde 2021 llevamos adelante un programa de exposiciones que nos ha permitido aprender, adaptarnos y compartir miradas con otras colecciones y comisarios, tanto locales como internacionales. En esta ocasión pensamos que era momento de mirar con calma y profundidad hacia nuestra colección permanente con dos exposiciones. La primera de ellas es Jaque, varias de esas obras nunca las habíamos podido ver montadas, lo que nos emociona enormemente. Arévalo tiene un horizonte marcado por las iglesias. En la Plaza de la Villa, la Iglesia de San Martín guarda un detalle singular: en una de sus torres aparecen frisos con forma de tablero, por lo que se la conoce como la «Torre de los Ajedreces» (siglos XI y XII). Esa rareza arquitectónica, poco común en el repertorio mudéjar, introduce el ajedrez como un símbolo visual e histórico de gran fuerza. A partir de ahí pensamos Jaque como una propuesta que conecta ese legado local con las obras de nuestra colección, como Doce Muertes (2012) de Wilfredo Prieto. El ajedrez aquí no es solo un juego o una amenaza al rey, sino también una metáfora: la figura del rey como símbolo de poder vulnerable, y el tablero como un espacio para pensar en las estrategias y movimientos que definen nuestro presente. Por eso el título completo es Jaque. Poder, tiempo e imagen en estado de juego.
P.- ¿Cuál fue el criterio para la selección de las obras y los artistas participantes?
R.- Hicimos un ejercicio de investigación enfocado exclusivamente en las obras de la colección, que permiten explorar conceptos como poder, tiempo e imagen en estado de juego. El comisario Aldones Nino realizó un estudio detallado y, a partir de ese diálogo, fueron elegidas piezas que establecen vínculos directos con el eje de la exposición. Como en todas las curadurías desarrolladas por Aldones con la colección, el punto de partida fue un interés común, que luego se va ampliando hacia diferentes conexiones y lecturas posibles.
P.- ¿Qué tipo de diálogo se establece entre las obras y la Torre de los Ajedreces, qué valor simbólico o narrativo tiene para esta exposición?
R.- El diálogo que se establece entre las obras y la llamada Torre de los Ajedreces parte de reconocer su valor simbólico dentro del contexto local. La torre, con sus frisos decorados en forma de tableros, es un elemento único del patrimonio de Arévalo, aunque no existen documentos que expliquen con precisión por qué tiene esa ornamentación ni en qué momento exacto fue construida.
Ese vacío histórico resulta fértil para la curaduría, porque allí donde no hay certezas se abre la posibilidad de imaginar. En Jaque, las obras dialogan con la torre no tanto para dar respuestas definitivas, sino para desplegar nuevas preguntas.
P.- ¿Cómo se ha conformado la colección Lumbreras-Pérez Jácome a lo largo del tiempo y qué criterios o líneas temáticas predominan en su selección de obras?
R.- La Colección Adrastus, hoy base de Collegium, desde el inicio tuvo un criterio claro: centrarse en la producción artística del siglo XXI. Todos los artistas que la conforman son creadores cuya obra ha alcanzado visibilidad a partir de los años 2000. Lo que buscamos es hablar de nuestro tiempo, vincularnos al presente para, a través del arte, entenderlo mejor e imaginar junto a los artistas esos futuros que el arte siempre dibuja. No tenemos una línea temática clara. Javier y yo tenemos una regla a la hora de adquirir una pieza: los dos tenemos que estar de acuerdo. Eso, además de hacer la colección más democrática, se ha convertido en un pretexto para empujarnos a hablar de temas abstractos que normalmente no se tocan, y menos en un matrimonio de 21 años. Buscamos crear entre nosotros ese espacio de reflexión que nos enriquece profundamente. Si bien no hay una línea temática, sí es cierto que nos inclinamos hacia obras conceptuales: Javier desde una mirada más poética, y yo desde una mirada más lúdica. Nos gustan las obras que incomodan, que agitan, que hacen que de pronto veamos un fragmento de la vida de una manera distinta.
Desde el principio, la colección fue pensada con la vocación de mostrarse al público, y por eso incluye un número considerable de obras que requieren un contexto espacial amplio para su exhibición, y por ello nos inclinamos hacia piezas que sean «pièce de résistance», piezas que hablen del artista y permitan entenderlo. Intentamos no comprar una sola obra, sino un cuerpo que dé cuenta de su lenguaje. Y en muchos casos nos lanzamos al vacío, en un intento de comprender lo que todavía no alcanzamos a entender, siempre de la mano de quienes ven más allá: los artistas.
P.- ¿Qué papel juega el patrimonio arquitectónico de Arévalo en esta propuesta expositiva y cómo influyó la historia cultural de la ciudad en la curaduría propuesta por Aldones Nino?
R.- Para nosotros el contexto es fundamental. Queremos hablar desde la diáspora y, al mismo tiempo, conectar en todos los sentidos con lo local: con sus paisajes, su historia, su arquitectura y, sobre todo, con su comunidad. Arévalo ha sido una pieza clave en la historia de España: aquí pasó parte de su infancia Isabel de Castilla, la Católica, y también años de juventud San Ignacio de Loyola. En algún momento, musulmanes, judíos y católicos convivieron en armonía. Nosotros queremos recuperar esa historia y conectarla con nuestro presente y con los futuros que podemos imaginar a través del arte.
En ese camino, cada exposición ha sido una forma de acercarnos a la ciudad desde distintos ángulos: la primera estuvo dedicada a la educación y la pedagogía, la segunda a la temporalidad y la memoria, la tercera a los relatos locales y un milagro atribuido a Santa Teresa. Jaque es un capítulo más de esa investigación, donde las torres y la arquitectura mudéjar nos sirven de punto de partida para abrir un abanico de conexiones posibles, entre lo local y lo global, entre pasado, presente y futuro.
P.- Nino habla del ajedrez como una «herramienta poética», ¿qué aspectos simbólicos o emocionales del juego resuenan más en la muestra en relación con las interacciones humanas?
R.- Cuando Aldones habla del ajedrez como herramienta poética se refiere a que, en su investigación, descubrió cómo este juego puede activar conexiones inesperadas. No se trata de contar la historia del ajedrez, sino de mostrar cómo algo que parece un pasatiempo se convierte en una metáfora cultural. El ajedrez refleja sistemas de poder, estrategias y tensiones que también marcan nuestras relaciones humanas. Lo lúdico, lo simbólico y lo político se condensan en el tablero, que aquí funciona como un espejo de nuestras propias vidas, donde se cruzan poder, tiempo, imagen y subjetividad.
P.- La exposición plantea tensiones entre poder, resistencia y conocimiento. ¿Cómo se reflejan estas ideas en las obras expuestas?
R.- Son tensiones que forman parte de la identidad de Collegium y que los artistas hacen visibles desde distintos ángulos.
Un ejemplo es la instalación de Eduardo Basualdo, situada en el corazón de la exposición. No devuelve un reflejo reconocible, sino un juego de percepciones que descoloca. La obra trabaja con la ilusión, con esa idea de magia que no es otra cosa que una forma de mirar el mundo, como la vida misma. Esa experiencia, que pasa de lo cotidiano al extrañamiento, abre preguntas sobre nuestra identidad, nuestra vulnerabilidad y la manera en que enfrentamos el poder y el conocimiento.
P.- ¿Cómo fue el proceso de selección de las obras de artistas como Akram Zaatari, Alicja Kwade o Wilfredo Prieto?
R.- Nos sentimos muy afortunados de contar con obras de artistas que admiramos profundamente como Akram Zaatari, Alicja Kwade y Wilfredo Prieto, porque cada uno aporta una mirada distinta que enriquece la exposición. La instalación The End of Love (2013) de Akram Zaatari, explora cómo los afectos y las relaciones personales se cruzan con dinámicas políticas y sociales, mostrando esa tensión entre lo íntimo y lo colectivo. Alicja Kwade, que ha sido una presencia constante en nuestro programa, cuestiona las leyes de la física y la percepción del espacio, desestabilizando certezas y abriendo nuevas formas de experimentar la realidad. Y Wilfredo Prieto ocupa un lugar central. Su obra Doce Muertes fue uno de los puntos de partida de Jaque: a partir de ella y de la conexión con la Torre de los Ajedreces comenzó a dibujarse el proyecto. Además de su fuerza dentro de la sala, inspiró parte del diseño gráfico y del proyecto de comunicación visual. En conjunto, estas elecciones responden tanto a afinidades artísticas como a la capacidad de cada pieza de abrir diálogos entre patrimonio, contemporaneidad y reflexión crítica.
P.- ¿Cómo dialogan estas piezas con otras exhibiciones anteriores de la colección de Collegium?
R.- Se conectan de manera directa con el recorrido previo de Collegium y con artistas con los que hemos ido tejiendo una relación a lo largo del tiempo. Alicja Kwade, por ejemplo, ha desarrollado un trabajo clave en torno a la percepción, estuvo en Diálogos I con una obra nuestra que incluso se convirtió en la imagen visual de la exposición. En Diálogos II contamos con otra pieza de ella, procedente de la colección de Juan y Patricia Vergez. En Jaque retomamos ese diálogo a través de otra de sus obras, esta vez en el marco de nuestra colección. En cuanto a Wilfredo Prieto, es un artista al que seguimos de cerca desde hace años y cuya obra admiramos profundamente. Ya estuvo presente en nuestra primera exposición, SUSTANCIA SUSTANCIAS, comisariada por Patrick Charpenel, donde presentamos Agua Bendita (2015). Finalmente, presentar ahora la obra de Akram Zaatari en este contexto nos parecía especialmente oportuno: se trata de una pieza de enorme potencia y carga emotiva, que puede establecer un diálogo muy rico con el proyecto expositivo diseñado para Arévalo.
P.- ¿Cómo cree contribuye Jaque a posicionar Arévalo en el mapa del arte contemporáneo?
R.- Jaque representa la continuidad de un camino que venimos construyendo en Arévalo en los últimos años, pero con algo nuevo: es la primera vez que presentamos una exposición compuesta exclusivamente por obras de nuestra colección. En proyectos anteriores dialogamos con piezas de colecciones nacionales e internacionales, y ahora nos parecía el momento de mostrar el núcleo que da origen a todo nuestro trabajo.
P.- Desde su perspectiva, ¿qué valor aporta esta colección privada al contexto cultural español e internacional, y cómo se conecta con la misión de Collegium como institución?
R.- El valor de esta colección en el contexto cultural español e internacional está en su origen. La Colección Adrastus nació con una vocación claramente internacional, mientras Javier y yo vivíamos entre Estados Unidos y México, siguiendo de cerca la agenda global del arte contemporáneo. Desde entonces, cada adquisición ha respondido a un doble impulso: el amor por el arte y la investigación rigurosa. Creemos que por eso puede situarse, junto a otras de gran relevancia, como una aportación sólida al panorama cultural español, siempre en diálogo con lo internacional. Prueba de ello es la presencia de nuestras obras en exposiciones en distintos países en los últimos años. En este sentido, Collegium busca tender puentes entre lo local y lo global. Nuestra misión es conectar el patrimonio y la memoria de Arévalo con las dinámicas del arte contemporáneo internacional, abriendo posibilidades de reflexión y de encuentro. Así, la colección no solo aporta obras de relevancia, sino que encarna una forma de entender el arte como un espacio de conexión entre tiempos, territorios y comunidades. Ese es, en última instancia, el espíritu de Jaque y de todo el proyecto de Collegium.