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Cultura

Cómo podemos financiar la cultura en el mundo actual: de Tolstói al blockchain

En el side event de Mundiacult, gestores, organismos, tecnólogos y artistas debatieron sobre financiación cultural

Cómo podemos financiar la cultura en el mundo actual: de Tolstói al blockchain

De izq a derecha: Magdalena Moreno, de IFACCA; Eduard Vicente, gerente general del MACBA; Santiago Herrero de AECID; Ernesto Ottone de la UNESCO y Lorena Larios, de SEGIB. | Pepe Montfort

El Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) se convirtió, durante el último fin de semana de septiembre, en un espacio para reflexionar sobre las urgencias financieras del mundo cultural. Sitio Futuro, side event de Mundiacult 2025, convocó a gestores culturales, organismos multilaterales, tecnólogos, artistas y representantes de gobiernos a enfrentar un tema que lleva décadas orbitando sin parar: cómo financiar la cultura y construir un futuro común entre actores culturales.

El punto de partida fue claro: la cultura representa cerca del 3% del PIB mundial y da empleo al 6% de la población activa, pero sus mecanismos de financiación siguen siendo frágiles, fragmentados y, en muchos casos, precarios y opacos. La metáfora elegida para abrir el debate -“el elefante en la sala”- no era un recurso estilístico: era un diagnóstico compartido por muchos de los invitados.

Eduard Vicente, gerente general del MACBA, lo dijo sin rodeos: “La financiación es un temazo que sufrimos en nuestra carne cuando preparamos cada año los presupuestos. Nunca cabe todo, nunca alcanza”. Su intervención inauguró dos jornadas donde el dinero, y su ausencia, dejó de ser un tabú para convertirse en protagonista.

Ernesto Ottone, subdirector general de Cultura de la UNESCO, recordó que durante el proceso de Mundiacult iniciado en 2022, la financiación ha sido “el gran ausente” en las consultas regionales. “En el cotidiano de las instituciones es lo primero; en las políticas públicas, lo último. Si la cultura no logra incorporarse de lleno en la agenda global posterior a 2030, difícilmente la financiación será relevante. Seguiremos discutiendo lo mismo que hace cuarenta años, rezando en la misma capilla, sin llegar a quienes deciden en economía y finanzas”.

Desde la AECID, Santiago Herrero pidió romper definitivamente el pudor que ha acompañado a la conversación sobre dinero y cultura. “Parece que no es limpio que la cultura y el dinero estén en la misma frase, pero sin recursos será muy difícil sostener proyectos. Es el momento de abrirlo todo: cuánto cuesta una exposición, cuánto cuesta este mismo acto”. Herrero insistió en la necesidad de construir alianzas público-privadas sólidas y transparentes, en las que el sector privado participe desde el diseño de políticas culturales, y no solo al final, cuando se piden fondos.

La idea de cambiar la mirada -de gasto a inversión- atravesó buena parte de las intervenciones. Magdalena Moreno, de IFACCA, habló de “inversión en capital humano, social y financiero” y de la necesidad de marcos regulatorios estables. Lorena Larios, de SEGIB, recordó que en Iberoamérica aún hay países sin planes nacionales de cultura con presupuestos etiquetados: “En pleno siglo XXI, todavía hay que trabajar para que existan fórmulas de planificación que garanticen recursos específicos para cultura”.

Otras miradas para el mundo de la financiación cultural

La mesa sobre arquitecturas de financiamiento fue un despliegue de perspectivas internacionales. Desde Corea del Sur, Hae-Bo Kim, director de asesoría en la Fundación de las Artes y la Cultura de Seúl, propuso replantear el marco conceptual: no medir solo el impacto económico, sino también valores intangibles, emocionales y sociales; construir una “economía política emocional” que permita a la cultura hablar otro lenguaje, más allá del PIB. Juan José Méndez, de Netflix Latinoamérica, mostró cómo la producción audiovisual puede mover indicadores macroeconómicos: la adaptación en Netflix de la novela Cien años de soledad generó 58 millones de dólares para el PIB colombiano y más de 100.000 noches de hotel en su primera temporada. El mensaje era claro: cuando se mide con precisión, la cultura deja de parecer etérea.

Por su parte, en la misma mesa, Daniel Lamarre, CEO de Cirque du Soleil, recordó que el primer espectáculo de la famosa compañía se financió con apoyo público y reivindicó “un acto de balance” entre arte y economía, además de acabar con el uso de la palabra subvención en el mundo de la cultura y reemplazarla por inversión, ya que con cada proyecto artístico o cultural, se generan miles de puestos de trabajo en el sector. Martín Intamousi, asesor cultural del Banco Mundial, apuntó a la informalidad del sector —especialmente entre jóvenes y mujeres— como uno de los grandes agujeros estructurales que las políticas de corto plazo no están resolviendo. Carlos Rafael, director de BID Group, planteó modelos mixtos: “La clave es definir qué debe financiarse con subsidios públicos, qué con capital privado y qué con fórmulas híbridas que generen retorno turístico y social”.

Al caer la tarde, la conversación se desplazó a la relación entre cultura, tecnología y sostenibilidad. Santiago Pérez, desde la innovadora app Hi-G, presentó un modelo basado en blockchain y economía descentralizada que permitiría a comunidades financiar directamente sus eventos sin intermediarios. Raphael Callou, representante de Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), denunció la falta de voluntad política y defendió modelos públicos como el FONCA mexicano, mientras voces del ámbito musical rural pusieron en evidencia la precariedad del sector y la urgencia de hablar de dinero “sin tabúes ni rodeos”. Enrique Vargas, de la Secretaria General Iberoaméricana (SEGIB), cerró el primer día con una advertencia: “Se ha elevado el discurso cultural en la agenda internacional, pero los recursos vienen a la inversa. Es momento de ser imaginativos y de generar herramientas concretas que permitan negociar con fuerza en los espacios multilaterales”.

Valerie Miles, directora de la Revista GRANTA en español y Javier Gómez Santander, guionista de La Casa de Papel. | Imagen vía Pepe Montfort / Sitio Futuro

Cómo financiar la cultura en el futuro

La segunda jornada amplió el foco de la financiación hacia el futuro de la cultura. Si el primer día giró en torno a la cooperación internacional y los modelos existentes, el segundo exploró horizontes políticos, tecnológicos y poéticos . La mesa sobre Cultura y cooperación financiera para el desarrollo se centró en los mecanismos para acceder a crédito en sectores percibidos como de “alto riesgo”. Jesús Prieto, de la Entidad de Gestión de Derechos de los Productores Audiovisuales (EGEDA), defendió los instrumentos de reaseguramiento; Emil Rodríguez Garabot, del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), subrayó que “el problema no es solo económico, sino de lenguaje”. María Victoria Alcaraz, directora de Asuntos Internacionales del Ministerio de Cultura de Buenos Aires, habló sonbre la necesidad de profesionalización y creación de estrategias comunicacionales para incidir políticamente; mientras, Félix Lossio representante de Industrias Culturales en Perú, advirtió que “los números por sí solos no generan cambios”. Por último, Santiago Alfaro recordó que los avances más sólidos provienen de modelos mixtos con organización gremial y marcos públicos robustos.

En paralelo, la mesa sobre Libertad creativa y sentido de pertenencia llevó la discusión al terreno ético. El profesor de la Universidad Iberoamericana de México, César Villanueva, recordó que sin paz no hay arte ni democracia cultural y Pablo Gonzalo, de Fundación Telefónica, alertó sobre la “ilusión de libertad” que ofrecen las plataformas digitales, regidas por algoritmos opacos. Además, el artista Pep Torres y la representante del SONAR +D, Antonia Folguera, reclamaron documentos breves y aplicables que aterricen ideas en políticas concretas.

La jornada pasó a un ámbito mayoritariamente creativo y literario durante el espacio Inventarnos a nosotros mismos, protagonizado por Valerie Miles, directora de la Revista Granta en español y Javier Gómez Santander, guionista de La Casa de Papel. Ambos hablaron del tiempo y de cómo la cultura necesita lentitud, archivos vivos, ritmos propios que no se ajustan a la lógica de las plataformas. “La cultura no es inmediata, requiere tiempo y fe, incluso cuando nadie más la tiene”, dijo Miles, evocando el archivo del fallecido escritor, Roberto Bolaño. Gómez Santander añadió: “Los guionistas deben tener el pulso en la calle, o dejas de escribir para la gente”, además, admitió que sus guiones han tenido éxito porque hay una visión sobre las problemáticas de la realidad como la crisis económica de 2008.

A la pregunta sobre cómo financiar la cultura en 2045, la directora y comisaria del MACBA, Elvira Dyangani Ose, planteó museos “radicalmente públicos”, donde la comunidad no sea espectadora, sino coproductora. Sebastián López de Mesa siguió con la explicación de la jornada anterior, al demostrar cómo una app como Hi-G, que se encuentra dentro de un ecosistema blockchain, puede ser una gran herramienta para la monetización directa de creadores musicales, ya que lo ha comprobado en su propia experiencia como DJ y músico. A la par, Carolina Van der Huck, de CAF, propuso un sistema regional de medición homogéneo y políticas fiscales claras y, Manuel Rojo, representante del Festival BIME, defendió la inversión de impacto y la colaboración público-privada. Desde Estados Unidos, la ex asesora en innovación del presidente Obama, Natalia Olson, trazó un paralelismo con la economía verde: “Hace treinta años parecía imposible financiar la sostenibilidad. Hoy es un sector consolidado. Con la cultura pasará lo mismo si usamos la tecnología como aceleradora de transparencia y eficiencia”.

El cierre de las jornadas tuvo un toque íntimo con la traductora mexicana Selma Ansira y el escritor y músico turco Zulfi Livaneli, quienes conversaron sobre el silencio, la lentitud y la amistad como motores de futuro. Ansira defendió la pausa como condición para crear; mientras, Livaneli recordó que “sin silencio no hay música ni literatura” y evocó conciertos compartidos entre turcos y griegos como constatación de que la cultura puede más que la política para tender puentes. Entre traducciones de Tolstói y recuerdos del compositor Mikis Theodorakis, se reformuló una idea clásica: si Dostoyevski escribió que la belleza salvará al mundo, aquí se confirma que la cultura lo hará.

Sitio Futuro trazó un mapa complejo lleno de datos sólidos que demuestran -a pesar de la desafección de muchos- el peso económico de la cultura y cómo, si se generan nuevas políticas fiscales y modelos mixtos para asegurar su sostenibilidad, además del uso tecnología para empoderar a los creadores y la convicción de que la cultura no es un lujo, sino un bien público que genera pertenencia, paz y democracia, es viable y rentable. Entre cifras y utopías, entre blockchain y Los detectives salvajes de Bolaño, Barcelona fue, por dos días, el lugar donde la cultura decidió, por fin, mirar al elefante en la sala.

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