The Objective
Cultura

'Deseo y destino': David Rieff contra el pensamiento 'woke'

El ensayo critica, desde la izquierda, la pulsión censora y el afán de demolición intelectual de la ideología del sigo XXI

‘Deseo y destino’: David Rieff contra el pensamiento ‘woke’

El escritor y analista político estadounidense David Rieff. | Kaloian Santos Cabrera (Ministerio de Cultura de Argentina)

«Contiene escenas explícitas de pesca», advertía una universidad escocesa a los alumnos que tenían en el programa de lecturas El viejo y el mar de Ernst Hemingway. Es lo que en inglés se denomina un trigger warning. Es decir, una advertencia previa sobre algún aspecto potencialmente perturbador del contenido, casi siempre vinculado con temas raciales o sexuales, susceptible de herir la sensibilidad de algunos lectores. Lo de las escenas explícitas de pesca como si fueran escenas gore o porno es tan disparatado e hilarante que parece paródico, pero resulta que no lo es. Es uno de los varios ejemplos reales de trigger warnings universitarios que aporta David Rieff en su ensayo sobre el fenómeno woke Deseo y destino (Taurus). Una pequeña muestra del grado de delirio al que han llegado las conquistas de esta ideología que empezó colonizando los campus estadounidenses y ha acabado marcando la agenda de la batalla cultural.

Aunque no es la primera obra que se publica sobre el tema, el libro de Rieff, hijo de Susan Sontag, es especialmente interesante por varios motivos. En primer lugar, porque está escrito desde posiciones de izquierda, que es el espacio en el que se generó y con el que está vinculado el engendro. Criticar lo woke desde la derecha es como practicar cómodamente el tiro al plato –o al pato, que será más políticamente incorrecto–, pero hacerlo desde la izquierda es un deporte de riesgo y, por lo tanto, tiene más mérito.  

Desde esta perspectiva política ya nos llegó el año pasado el interesante Izquierda no es woke (Debate) de Susan Neiman. Pero a Rieff siempre merece la pena prestarle atención, porque es un ensayista perspicaz y chispeante. Ya lo demostró con Elogio del olvido (Debate, 2017), en el que abordaba el espinoso tema de la memoria histórica y planteaba si en ocasiones no es mejor pasar página y mirar hacia adelante. Un asunto de especial pertinencia en nuestro país, donde la izquierda lleva años utilizando la guerra civil y el franquismo como arma arrojadiza. Y –añadamos– la derecha lleva los mismos años picando en ese anzuelo como una trucha mareada.

La aproximación de Deseo y destino a lo woke se centra en Estados Unidos y lo que Rieff denomina la anglosfera, que es donde ha calado más hondo y además es lo que el autor conoce mejor. Fuera de ahí, habla de oídas, como cuando se le escapa este dislate: «En Europa Occidental y América Latina la alta cultura no es, al menos desde hace un siglo, un monopolio de la izquierda: de Borges a Houellebecq sigue viva una tradición conservadora». Vamos a ver, David Rieff, Borges lleva 40 años muerto y en realidad nunca fue un autor interesado por la política; hay otros escritores latinoamericanos –Octavio Paz, Vargas Llosa y sus herederos– que sí se destacaron por combatir intelectualmente el hegemónico pensamiento marxista. Y en cuanto a Houellebecq, es un puro agent provocateur, hay en Francia un buen puñado de ya viejos «nuevos filósofos» –Finkelkraut, Bernard-Henri Levy…– que representan mucho mejor el pensamiento conservador. Además, en cuanto a que por aquí la alta cultura no es monopolio de la izquierda, no sé de dónde lo saca. Quizá habría que invitarle a la próxima gala de los Goya para que se dé un baño de realidad.

Más allá de este patinazo y de que en algunos momentos el libro parece tirar del reciclado y recosido de artículos, la aproximación de Rieff a lo woke es muy sugestiva, porque estamos ante un ensayista vibrante, capaz de encadenar reflexiones certeras y sentencias demoledoras. Además, en lugar de limitarse a repartir mamporros a cuenta de los excesos del wokismo, trata de entender las motivaciones de esta ideología, cuyas reivindicaciones pueden ser inicialmente loables, como combatir el racismo o el sexismo, pero cuyo sectarismo desemboca en una dogmática cruzada moralizante, incapaz de afrontar la complejidad.

Chatarra intelectual

Se esfuerza el autor en explicar el sentido original de los trigger warnings en las universidades con este ejemplo: una alumna que había sufrido abusos sexuales se sintió incómoda cuando el profesor comentó las detalladas escenas de violaciones de Las Metamorfosis de Ovidio atendiendo solo a los criterios estéticos. Cualquiera con un mínimo de sensibilidad sentirá empatía por esa alumna y entenderá su malestar. El problema es que, de ahí, en una enloquecida espiral timorata, se pasó a la advertencia de que El viejo y el mar contenía «escenas explícitas de pesca».

Lo woke germina en las universidades de élite estadounidenses: es el resultado de la indigestión provocada por el engrudo postestructuralista, deconstruccionista y lacaniano (¡cuánta chatarra intelectual nos han vendido los maîtres à penser franceses!) al mezclarse con el puritanismo atávico de esa sociedad.

Cuando se permitió que los alumnos de las universidades metieran mano en las listas de lecturas (¡contra el canon colonial y heteropatriarcal!) e impusieran los trigger warnings ante cualquier producto cultural susceptible de traumatizar sus quebradizas psiques de cristal, se desencadenó un implacable proceso de demolición intelectual.

Rieff establece un paralelismo entre este movimiento y la Revolución Cultural china. Obviamente, aun con sus dogmatismos adánicos y sus señalamientos, lo woke queda lejos de la barbarie maoísta. Pero ambos tienen un punto en común: otorgar a los jóvenes un poder aniquilador, presuntamente para derribar el mundo viejo y crear uno nuevo y perfecto desde cero. En manos de personas todavía emocionalmente inestables y repletas de inseguridades, esto conduce de forma inexorable al fanatismo.

Nuevos inquisidores

La pulsión censora se desbordó en la anglosfera con la aparición de los llamados sensitivity readers (lectores de sensibilidad, o si me permiten una traducción libre: nuevos inquisidores) que filtran los manuscritos que se van a publicar para alertar de cualquier detalle que pueda ofender a alguna minoría o a algún alma sensible. Expone Rieff el ya famoso caso de Roald Dahl y la edición «purgada» que puso en circulación Puffin (con orgullo patrio podemos afirmar que aquí no se ha traducido, del mismo modo que los sensitivity readers no son comunes en nuestras editoriales).

La operación consistió en introducir cambios como estos: en el original de Matilda, la voraz lectora que es su protagonista devoraba libros de Conrad, Hemingway y Kipling ¡Inmundos colonialistas!, de modo que en la versión corregida los autores que lee han pasado a ser Jane Austen, Hemingway y Steinbeck. Se incorpora así a una mujer y a un rojillo. Aunque si les soy sincero, me sorprende –¡incluso me escandaliza!– que haya sobrevivido Hemingway, macho alfa por excelencia de las letras estadounidenses. Aquí el sensitivity reader no estuvo a la altura inquisitorial.  

Para hacerse una idea del grado de desvarío al que se ha llegado en el mundo editorial anglosajón, es muy recomendable la lectura de That book is dangerous! How Moral Panic, Social Media and the Culture Wars Are Remaking Publishing de Adam Szetela, publicado hace unos meses por la MIT Press y del que de momento no hay traducción española. Se centra sobre todo en la censura woke a la literatura infantil y juvenil y aporta ejemplos espeluznantes.

En la parte final de su ensayo, Rieff carga contra Judith Butler, ideóloga de lo que él denomina con agudeza las «identidades boutique» y heredera de las torsiones y distorsiones de Foucault. Ella y otros pensadores radicales abrieron la caja de Pandora y cuando el debate intelectual pasó de las aulas a los tuits en las redes y las arengas en las calles –para entendernos, cuando descendió de Butler a lumbreras como Irene Montero o Bob Pop– el desaguisado estaba cantado.  

Capitalismo

Considera Rieff que lo woke acaba siendo una ideología que conviene al capitalismo, porque centra sus batallas en asuntos identitarios y deja de lado la lucha de clases. Como buen intelectual de izquierdas, se apunta al cansino mantra de que el capitalismo es el malo de la película, el enemigo a batir. Es un clásico en este ensayismo con sesgo ideológico: el capitalismo es el Hombre del Saco, Godzilla, el Maligno… Aunque, como otros autores de su cuerda, elude aclararnos cuál es el sistema que propugna como alternativa, lo cual sería de agradecer, más que nada porque las alternativas conocidas han resultado ser un fiasco y a veces cosas mucho peores.

Afirma el autor que «los dos elementos más potentes de lo woke son la moralización total y el proyecto de politización total». De hecho, según muchos analistas, el incauto abrazo a lo woke del Partido Demócrata explica en buena medida la victoria de Trump. La batalla cultural woke, sus excesos censores e iconoclastas, su insufrible adanismo, ha acabado produciendo reacciones de una hostilidad visceral. Y se empieza a percibir una oscilación del péndulo hacia el otro extremo. Las pulsiones autoritarias que asoman en el trumpismo –ataques a la prensa, presiones a los humoristas de los late shows, escenificaciones de militarización de las ciudades– dibujan un horizonte inquietante.

¿Lo woke empieza a desinflarse? Lo veremos. La huella –acaso la herida– que ha dejado en la política y la cultura es profunda. Ha supuesto un cambio de paradigma que Rieff sintetiza de este modo: «El paso es radical: de la ‘verdad’ a ‘mi verdad’ y de las vicisitudes del destino a la supremacía del deseo».

Publicidad