Thomas Schütte, un alemán ante la Serenissima
Por primera vez, Schütte ha aceptado mostrar al público un corpus de más de 150 dibujos, esencialmente acuarelas

Pinault Collection.
Venecia, primavera de 2025: la gigantesca caja de madera que protege la figura del Geister dejó de tocar tierra firme y fue embarcada en una mañana de niebla densa. La barcaza con la mole de bronce cruzó el Puente de los Descalzos y enfiló muy lentamente la «S» invertida del Gran Canal hasta llegar a la Fondamenta della Dogana alla Salute. Allí, la escultura fue introducida en el edificio de la antigua aduana y empujada en su cofre con ruedas hasta la sala de la exposición donde debía de encontrarse con el resto de su familia de grandes espíritus, los otros Geister, creados por el escultor Thomas Schütte (Oldenburg, Alemania, 1954).
Estos Tres espíritus gigantes que, como en una batalla ritual, parecen enfrentarse entre ellos en Venecia, forman parte de las cincuenta obras de la Colección Pinault que, junto a otras de la colección de Schütte, conforman la exposición: Genealogías. El título define una creación que se desarrolla en múltiples direcciones a partir de un núcleo original de temas y motivos retomados en un juego de escalas y materiales constantemente renovado. La figura, el rostro y el cuerpo se utilizan aquí como leitmotiv, pues reflejan las exploraciones, desde la década de 1970 hasta la actualidad, de este artista considerado uno de los más extraordinarios e inquietantes inventores de la escultura contemporánea.
Por primera vez, Schütte ha aceptado mostrar al público un corpus de más de 150 dibujos, esencialmente acuarelas, que componen una retrospectiva paralela. Su trabajo sobre papel es menos conocido porque permanece en parte privado, incluso oculto, como si se tratara de un diario íntimo.
Desde las salas, las vistas son sensacionales. De un lado, y a medida que se avanza por la exposición, se va reconociendo la desembocadura del rio San Moisé sobre el Canal Grande, la fachada del Hotel Bauer, el toldo rojo del Harry’s Bar y el imponente perfil del Campanile de San Marcos. En la otra orilla, el Campo del Santissimo Redentore con la fachada blanca y paladiana de su iglesia sobre la orilla de la Giudecca. El diálogo entre el radiante exterior, el agua, las góndolas y las fachadas de los palacios frente a la sobriedad y frialdad del alemán en el interior, golpea al visitante con su contraste magnético.
Si Thomas Schütte retuvo algo en particular de las enseñanzas de Gerhard Richter en la Kunstakademie de Düsseldorf, fue la idea de que un artista debe construir un repertorio. Quizás, por eso, ya desde la primera sala de la exposición, encontramos una selección de su lenguaje artístico. Se trata de un espacio largo y estrecho ocupado por tres monumentales figuras de bronce, una detrás de la otra. Hombre en el viento (Mann im Wind) (2018), son unos colosos que parecen querer moverse, pero tienen los pies atrapados en unos pedestales que los aprisionan. Es una evocación al esfuerzo inútil del movimiento o a la tensión entre el deseo y la imposibilidad, un tema fundamental para Schütte y cuyos primeros ejemplos se remontan a principios de los años 80. Entonces, una mañana de trabajo en la que intentaba sin éxito mantener en pie una estatuilla, decidió coger una caja de clavos y, mientras sostenía la figura dentro, vertió cera hasta estabilizarla, sin embargo sus pies desaparecieron. El alemán no tardó en trasladar este esquema a escala monumental como una oda al fracaso y a la perseverancia.
Tras este prototipo nacerían Hombre sin cara y, después, El buscador, unas series en las que empleó 38 años. En Venecia, la primera sala se cierra con: Mann ohne Gesicht (Hombre sin cara) (2018), una escultura que permitió a Bernard Kastner, su asistente, visualizar hasta qué punto el artista tiene el sentido exacto que le permite determinar cuando una obra está terminada: un día, delante de esta escultura aparentemente concluida, Schütte cogió la radial y, tras dudar unos segundos, le segó la cara con un golpe exacto. A pesar del riesgo, la manera en la que lo hizo, el lugar del corte y la inmediatez de la decisión fueron propias de un genio. El propio Schütte se sorprendió de lo bien que había quedado; no fue necesaria ninguna corrección.

Las paredes de esta sala están decoradas con las luminosas DEKA Fahnen (Banderas DEKA), realizadas por Schütte en 1989 y que no se habían vuelto a ver desde entonces. Estas divisas, que llenan las paredes de cerezas, anclas, notas musicales y limones negros, componen un repertorio simbólico que hay que descifrar. Se repetirán en su obra gráfica y también en las banderas que cuelgan de la sala dedicada a las Frauen, las esculturas femeninas de Schütte. Estas mujeres, únicas en su corpus, representadas en posición horizontal: acostadas, agachadas o sentadas sobre mesas, surgieron a partir de 120 bocetos en cerámica de los cuales decidió ampliar a escala monumental los numerados del 1 al 18. Muchos tienen ecos formales directos a Maillol, Laurens, Moore, Picasso o Matisse. Estas 18 mujeres están deformadas, truncadas o atrofiadas y fueron fundidas en bronce, acero o aluminio y siempre están elevadas sobre una gruesa mesa de acero cuya superficie se oxida con el tiempo, sugiriendo distintas referencias. En Venecia está la Frau número 18 (2008) que, con su rostro reducido a un óvalo, recuerda a Brâncusi. De su pelo, peinado en ondas esquemáticas, lleva prendida una flor.
El recorrido de las salas fue diseñado por Camille Morineau y Jean-Marie Gallais, pero también por el artista y sigue la evolución de ciertos motivos recurrentes en su obra. Schütte trabaja a partir de hilos conductores que aparecieron muy pronto, poniendo de relieve la genealogía de las obras. Trabaja el mismo motivo a todas las escalas, en todos los materiales –plastilina, bronce, aluminio, cerámica o vidrio– y en dos o tres soportes –pintura, grabado o escultura–. La exposición constituye así una retrospectiva temática en la que, en una misma sala, motivos similares dialogan entre sí con obras de décadas distintas y técnicas muy diferentes.
Los Efficiency Men (Hombres de la eficiencia, 2005) son tres figuras de más de dos metros que, colocadas una detrás de la otra en una sala vacía, parecen avanzar hacia el espectador como una fila de pajarracos con las alas desplegadas. Su esqueleto, de más de 2 metros de muelle de acero, está cubierto por mantas industriales. Las aterradoras cabezas de silicona, una amarilla, otra verde y la tercera roja, tienen los ojos hundidos y el gesto amenazante. El conjunto nació en pleno debate sobre los fondos de inversión especulativos en el Parlamento alemán y los Efficiency Men pueden interpretarse como un símbolo mordaz de las fuerzas que gobiernan el mundo siempre dispuestas a robar cuanto encuentran en nombre de la eficiencia.
Los rostros masculinos, que se irán convertiendo en emblemáticos, aparecieron en 1992. Así surgieron los Fratelli (Hermanos) (2012), que parecen conspirar su próximo golpe formando un círculo de cuatro cabezas. Nacieron como pequeñas figuras y después, al ser ampliadas a un formato medio o grande, se transforman radicalmente. De la misma manera, los Criminalli (Criminales) (1992), confirman que el núcleo de esta exposición está constituido por cabezas, unas veces son monumentales, otras caricaturescas, algunas doradas y esmaltadas, pero todas están deformadas por la vida, doblegadas por una fuerza interior e imbuidas de una extraña dignidad. En alguna ocasión, Schütte ha afirmado: «Cuando termino los ojos y la escultura tiene una mirada, entonces está terminada».
La sala cuatro concentra un porcentaje sustancial de la tensión de la exposición, allí están los United Enemies (Enemigos unidos) (1992): figuras de escala media con poderosísimos rostros prácticamente en estado de prototipo. Fueron modeladas en pasta FIMO y colocadas sobre trípodes hechos con palos de madera que los mantienen en pie. Para darles un cuerpo, sin ocultar sus prótesis, los envolvió en retales, en su mayoría procedentes de su ropa usada, formando túnicas raídas cuyos estampados suelen ser desproporcionados confiriéndoles un aire de mendigos. Las piezas se colocaron sobre tubos de desagüe a modo de pedestales y se cubrieron con fanalales o globos de cristal, como si fueran especímenes de un museo de ciencias naturales.
En estas caras enfatiza los rasgos de la vejez: arrugas, papadas caídas, bolsas bajo los ojos, distorsiones anatómicas o pliegues de la piel: «Con la presión de los dedos formé los rasgos faciales. Si presionaba un punto del cuerpo hueco, la nariz, por ejemplo, salía por el otro… Definí los detalles sujetando la parte posterior de la cabeza con la mano izquierda e iba modelando la cara con un palito de madera», detalla el artista con viveza.
La pandemia mundial de la covid o el creciente poder de dictadores y líderes populistas son acontecimientos que pudieron llevar a Schütte a retomar su serie de esculturas y grabados titulada Old friends (Viejos amigos), añadiendo Revisited (Revisitado). Una revisión que no es nueva para un artista propenso a volver a series y temas antiguos.
Los primeros Old friends, realizados en 1992, se inspiraron en la época que pasó en Roma como residente en la Academia Alemana (Villa Massimo), donde veía por televisión los juicios de la investigación «Mani pulite», durante los cuales, hombres ancianos como Giulio Andreotti o Bettino Craxi mantuvieron su inocencia a pesar de las pruebas de sus delitos. Al mismo tiempo, Schütte descubría la riqueza de los retratos escultóricos romanos antiguos y barrocos. Además, mientras viajaba en autobús o en taxi, o estaba sentado en restaurantes, dibujaba las cabezas que veía.
Durante su viaje a París, a finales de 1993, le llamaron la atención sus similitudes con las esculturas fisonómicas de los siglos XVIII y XIX que vio en la exposición del Grand Palais: L’Âme au Corps (El alma en el cuerpo), sobre todo las Charakterköpfe (Cabezas de carácter) de Franz Xavier Messerschmidt (1736-1783) y las cabezas en arcilla de miembros del Parlamento francés de Honoré Daumier (1808-1879). Bautizó la primera colección de 20 figuras Old friends, pero pronto cambió el título por United enemies (Enemigos unidos).
El artista daría un paso más allá modelando sus obras con unos materiales de colores que les conferirán una dimensión pictórica. Para las cabezas de las marionetas de Old Friends Revisited (Viejos amigos revisitados) utilizó arcilla coloreada, a veces fluorescente, y sus tonos diferentes se iban fundiendo entre ellos.
Schütte ha reconocido con valentía: «Solía dormir hasta las 11 o las 12, pero luego dejé de beber. Se había vuelto peligroso». En 2022, ingresó en una clínica psiquiátrica cerca de Düsseldorf y, durante su recuperación, realizó muchas de las reposadas acuarelas que se exhiben hacia el final de la muestra. Camille Morineau dijo: «Cuando finalmente las colgamos en la Dogana, le costó mucho verlas expuestas. No podía caminar por la sala, solo miraba al suelo… Es muy crítico consigo mismo y eso es lo que le convierte en una buena persona y en un buen artista». Mientras encendía otro cigarrillo, Schütte añadió: «No pasa nada por llorar. Los que no tienen emociones son los que tienen un problema».
Thomas Schütte. Genealogías
Punta della Dogana, Dorsoduro 2, Venecia
Comisarios: Camille Morineau y Jean-Marie Gallais
Hasta el 23 de noviembre