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Cultura

Goya y las guerras de nuestros días

La Fábrica publica ‘Los desastres…’ de Goya en un momento marcado por los conflictos bélicos

Goya y las guerras de nuestros días

'¡Grande hazaña!, con muertos', de la serie 'Desastres de la guerra' de Goya. | Wikimedia Commons

No es lo mismo contemplar Los desastres de la guerra, de Goya, como testimonio de un conflicto remoto que a la luz de las guerras de hoy en día. Con el aluvión de terribles imágenes de Gaza o de Ucrania en la mente, los aguafuertes del artista aragonés adquieren un significado especial. Parecen haber sido creados para denunciar las desgracias del presente y no para la devastación causada por la invasión napoleónica más de dos siglos atrás.

Todas las guerras, si no iguales, sí que son muy parecidas. Al menos, en sus terribles consecuencias. Por eso, lo que reflejó Goya en sus Fatales consequencias de la sangrienta guerra en España con Buonaparte… nos sigue estremeciendo hoy. Su mensaje para el tiempo que le tocó vivir es igualmente válido para el que nos toca vivir a nosotros. De ahí el carácter universal e imperecedero de su arte.

A lo largo de las estampas del libro vemos crueles torturas, horrendas mutilaciones, despiadadas ejecuciones, violaciones salvajes, niños hambrientos, familias que huyen despavorida, destrucción y ruina, muerte y desolación. No sabemos cuál era la intención del pintor –Los Desastres… no llegaron a publicarse hasta muchos años después de su muerte– si exorcizarse él mismo de la pesadilla o abrirnos los ojos a los demás al espanto de la guerra.  

Especialmente oportuna, pues, es la edición que acaba de publicar Editorial la Fábrica de Los desastres de la guerra. Se trata de un volumen muy especial, basado en la edición original de 1863, que incluye un total de 80 obras. «Los aguafuertes se presentan –según explica la editorial creada por el añorado agitador cultural Alberto Anaut– con una calidad de impresión exquisita sobre un papel que se asemeja mucho a la textura de los grabados originales, en un formato y escala similares a los originales».

La edición corre a cargo del director de la editorial, César Martínez-Useros, que ha mantenido la división inicial del libro en tres bloques temáticos: GuerraHambre y Caprichos enfáticos. Los dos primeros hablan por sí mismos. El tercero, los Caprichos enfáticos, se dedica a la crítica social y política de Goya hacia la represión, la intolerancia y la ignorancia que caracterizaron la vuelta al régimen absolutista de Fernando VII.

En una entrevista de la pasada semana, Martínez-Useros explicaba que, a diferencia de otras ediciones, en esta han «intentado evitar en lo posible cualquier intervención a la obra». «Decidimos reproducir los grabados al tamaño original de la plancha o prescindir de ningún texto crítico o introductorio –aclara–, pues nos parece que las frases que Goya incluye debajo de cada grabado son ya sobradamente elocuentes».

Las frases de Goya en sus aguafuertes contienen, a menudo, una enorme carga de profundidad. Todo el mundo recordará «El sueño de la razón produce monstruos», grabada por el pintor en uno de sus Caprichos. En Los desastres de la guerra, los lacónicos pies de imagen del pintor son del tipo «Enterrar y callar», «¡Grande hazaña!, con muertos» o «Murió la verdad».

A propósito de «Murió la Verdad», se atribuye a Esquilo que «la verdad es la primera víctima de las guerras».  En su aguafuerte, Goya muestra el cadáver de una joven vestida de blanco, trasunto de la Verdad. La luz que desprende ilumina a los asistentes a su entierro. A la derecha, la justicia llora su muerte mientras se tapa los ojos. En el centro, un obispo bendice el cuerpo inerte, mientras dos monjes con azada se preparan para enterrarlo. El siguiente grabado de la serie –¿Si resucitará?muestra la misma imagen del cuerpo de la joven, la Verdad, que irradia un resplandor tal que difumina las figuras amenazantes, que siguen ahí acechando. Goya, siempre pesimista, nos deja con la duda. A juzgar por lo que vivimos hoy, la respuesta a su pregunta es que no resucitará. 

Como se ve, el orden de los 80 aguafuertes ofrece una narrativa coherente. Son muchos los casos en que una imagen se completa en la siguiente, como es el caso de las dos mencionadas más arriba sobre la Verdad. El conjunto de esta narrativa se funde en los ojos del espectador, construyendo una sola imagen de desazón y dolor.

Resulta curioso cómo el bombardeo de tantas imágenes sobre las atrocidades de Ucrania y Gaza acaban por endurecernos, por volvernos indolentes e insensibles. Sin embargo, los aguafuertes de Goya de hace dos siglos, por más veces que los veamos, nos siguen estremeciendo

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