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Cultura

Uwe Wittstock advierte contra la rápida muerte de las democracias

THE OBJECTIVE conversa con el crítico alemán, autor de ‘Febrero de 1933’, sobre Europa y las lecciones del pasado

Uwe Wittstock advierte contra la rápida muerte de las democracias

El escritor Uwe Wittstock en el Goethe Institut. | © Preslava Boneva

Uwe Wittstock (Leipzig, 1955) es escritor, crítico literario y antiguo editor cultural de Die Welt y Frankfurter Allgemeine Zeitung. Con una trayectoria marcada por su atención a la literatura del siglo XX y su compromiso con la memoria histórica, Wittstock se adentra en su nuevo libro, Febrero de 1933 (Ladera Norte, 2025), en uno de los momentos más decisivos y oscuros de la historia alemana: el mes en que la República de Weimar colapsó y Hitler consolidó su poder.

A partir de una minuciosa investigación y del seguimiento casi diario de las vidas de escritores como Thomas Mann, Bertolt Brecht o Erich Kästner, el autor reconstruye la cultura, la política y la sociedad y cómo se vieron arrastradas por un cambio irreversible.

En conversación con THE OBJECTIVE, Wittstock habla sobre el proceso de documentación, la responsabilidad moral de los intelectuales y las inquietantes similitudes entre aquel tiempo y el auge de los populismos actuales en Europa.

PREGUNTA.- El libro transmite la sensación de una transformación definitiva, de cómo un sistema democrático se desintegra casi sin que la gente lo note. ¿Cómo explica ese proceso de «normalización del desastre»?

RESPUESTA.- La catástrofe ya había comenzado antes. La crisis económica mundial provocó un alto índice de desempleo. Había hambre en Alemania. Y la catástrofe continuó y se agravó aún más. Pero la gente estaba acostumbrada desde el principio a que hubiera una catástrofe en el país. En ese sentido, no era nada nuevo. Los escritores tuvieron que darse cuenta muy pronto de que debían abandonar el país si no querían acabar en un campo de concentración. Me refiero a los escritores críticos, que ya habían manifestado anteriormente su desacuerdo con Hitler. Eso era nuevo, porque en ese momento se dieron cuenta de que el poder era tan grande que los encarcelaría o los mataría si no se marchaban. Ese era el punto nuevo.

P.- ¿Cómo fue la investigación? ¿Cuántos meses trabajó en el libro y cómo llegó a la decisión de dedicarse precisamente a ese año en concreto?

R.- Tengo la gran suerte de que la Biblioteca Nacional Alemana de Fráncfort colecciona todos los libros. Encontré los volúmenes que necesitaba en un solo lugar. En ese sentido, me resultó fácil recopilar todas las fuentes. Escribí el libro durante la pandemia de la COVID-19. No podía salir de casa. Así se avanza rápidamente con la escritura, por lo que tardé unos dos años. Tenía muchas fotocopias, entre cinco y seis archivadores llenos. De ahí pude sacar todo lo que necesitaba.

P.- ¿Qué lo llevó a elegir precisamente el mes de febrero de 1933 como núcleo de su libro? ¿Hubo un momento o una fuente que lo impulsara a concentrarse en esos días cruciales para la historia alemana?

R.- La cuestión era aún más contemporánea, más actual. En Alemania también hay un partido populista de derecha, la AfD. Hay mucha gente que lo vota, por desgracia, ahora mismo, un 20%. También hay escritores, artistas y gente del teatro que coquetean un poco con las formas de gobierno autoritarias. En los debates siempre he intentado advertir de que, si un antidemócrata llega al gobierno, puede destruir la democracia muy rápidamente. Pero en los debates nunca tuve tiempo de desarrollar realmente este argumento. Y entonces pensé en describirlo en un libro utilizando el ejemplo de la toma del poder de Hitler. Las personas que hoy votan a populistas y extremistas de derecha no saben lo que puede pasar una vez que estos llegan al poder. Muchas cosas cambiarán, incluso en su contra. Y será muy, muy dramático cuando se destruya la democracia. Y eso también ocurre muy rápido. En Alemania fue muy rápido. Por eso quiero advertir a los votantes que no se dejen llevar por los extremistas. Lamentablemente, vivimos en una época en la que los argumentos extremos son muy populares y a menudo prevalecen. Pero es mucho más importante encontrar un buen equilibrio, llegar a compromisos, practicar la tolerancia.

«Es muy importante que nos centremos en que nuestras instituciones democráticas sigan siendo fuertes»

P.- Esto puede ocurrir en ambos bandos, siempre que se trate de un extremo, tanto en la derecha como en la izquierda…

R.- Sí, claro. Ambos bandos pueden perder la democracia, por así decirlo. Recientemente estuve en contacto con un periodista de Venezuela. Y él me contó exactamente lo mismo sobre Venezuela después de que el Gobierno de Chávez llegara al poder. Y él también tuvo que abandonar el país. Ahora también está en el exilio, al igual que estos escritores de los que hablo en el libro.

P.- En su prólogo usted sugiere que hay paralelismos entre las amenazas que sufrió la democracia alemana y algunos riesgos actuales (polarización social, uso de decretos de emergencia, redes sociales, etc.). ¿En qué paralelismos le parece que debemos fijarnos hoy con especial atención?

R.- Es una pregunta difícil. No soy político ni historiador. Pero creo que es muy importante que nos centremos en que nuestras instituciones democráticas deben seguir siendo fuertes. También las instituciones de la sociedad civil. Es decir, los sindicatos, el Parlamento Europeo y, en caso de duda, también las iglesias, para que tengan su propio peso y puedan defenderse de los intentos de uniformizarlas. En Alemania, esto se denomina Gleichschaltung.

«Los escritores que vivían entonces en Alemania no sabían qué régimen quería instaurar Hitler. Nuestra responsabilidad ahora es mayor»

P.- Pero, ¿cómo podríamos hacerlo? Es fácil decirlo, pero es complejo llevarlo a la práctica.

R.- Esa es la gran duda que tenemos ahora. ¿Cómo podríamos hacerlo? Uno puede, por ejemplo, afiliarse a los sindicatos. En los debates hay que tener cuidado de hablar siempre con los extremistas, pero elegir los argumentos que conduzcan a una tolerancia y una convivencia razonables. Es muy difícil y muy agotador, pero es necesario. Ese es nuestro trabajo ahora.

El escritor Uwe Wittstock en el Goethe Institut./ © Preslava Boneva

P.- Quizás también implantar el pensamiento crítico en las escuelas…

R.- Sí, eso también es importante, es cierto. Sin duda, son tiempos difíciles, pero los escritores que vivían entonces en Alemania no podían saber en ese momento qué régimen cruel y brutal quería instaurar Hitler. Nunca antes se había visto algo así. No había existido nada parecido en toda la historia del mundo. Pero hoy lo sabemos. Tenemos la ventaja de saber lo que está pasando. Todos podemos ver lo que hizo. Por eso nuestra responsabilidad es mayor que la de la gente de entonces. Porque sabemos lo que puede pasar. El redactor jefe del periódico estadounidense The Atlantic dijo finalmente que Europa es más inteligente que Estados Unidos porque Europa ya ha vivido la experiencia del fascismo. Aquí en Europa sabemos cómo puede acabar eso. Por eso nuestra responsabilidad de impedirlo es hoy tan grande.

P.- También es importante debatir las cosas y no caer en el extremismo.

R.- Sí, la política no es solamente buena o mala, solo blanca o negra, sino que hay muchas vetas grises entre medias y tenemos que hablar de ellas y reevaluarlas una y otra vez. Esa es una tarea importante como ciudadanos de una democracia. Con nuestro voto, asumimos la responsabilidad de la política y, si nos lo ponemos demasiado fácil, la política también se vuelve demasiado fácil y se radicaliza.

P.- Se radicaliza, como por ejemplo el tema de Palestina e Israel…

R.- Israel ha sido atacado y ahora se defiende, pero de forma exagerada. Netanyahu ha sido elegido democráticamente, pero es un criminal de guerra. Siempre hay un lado y otro. Hamás es ahora un ejército derrotado, pero antes eran criminales. Por lo tanto, siempre hay que tener en cuenta ambos lados.

«Entre 1922 y 1938 muchos países tuvieron regímenes dictatoriales. Actualmente estamos viendo un proceso similar»

P.- En Alemania y Europa en general ha aumentado el apoyo electoral a partidos populistas y derechistas. ¿Cree usted que en esos contextos podrían reproducirse dinámicas similares a las de comienzos de los años 1930? ¿Qué factores podrían actuar como amortiguadores?

R.- Sí, es muy posible que vuelva a suceder. En Europa fue así, entre 1922 y 1938 muchos países tuvieron docenas de regímenes fascistas. O regímenes dictatoriales. Después de la Primera Guerra Mundial, es decir, en 1918 y 1919, todos eran democracias. En Italia comenzó en 1922, ellos inventaron el fascismo. En 1939, aquí en España, la victoria de Franco, que también fue un régimen autoritario. Fueron solo 16 años en los que toda Europa cambió políticamente. Actualmente estamos viendo un proceso similar. Comenzó aproximadamente en el año 2000 y las cosas están cambiando muy rápidamente. Por supuesto, esto puede volver a suceder, es un peligro real. Pero sabemos lo que puede resultar de ello: guerras y dictaduras. No son solo las derechas las que instauran dictaduras, hay que saberlo. En aquel entonces fue la Unión Soviética, que también se convirtió en dictadura en los años 20. También hay populistas de izquierda y regímenes dictatoriales de izquierda.

P.- La cultura siempre está en peligro cuando surge una dictadura. Lo que siempre se hace es expulsar a los escritores que se oponen al régimen, independientemente de si se trata de un régimen de derecha o de izquierda. Por así decirlo, una parte de la literatura y la cultura siempre se encuentran en el centro y quedan desprotegidas cuando surge una dictadura.

R.- Sí. El dictador solo quiere su voz, su opinión. Todos los demás que tienen una opinión diferente tienen que huir. Pero también hay escritores muy extremistas. Piense en Brecht, por ejemplo, que era comunista. También hay escritores muy de derechas: Marinetti en Italia. Los escritores publican su opinión y por eso son grandes adversarios y tienen una gran responsabilidad. Por eso, para mí también era importante contar todo esto. Las cosas son conocidas, lo sabemos todo por los libros de historia, pero esta época ocupa como mucho una página y media o dos en un libro de historia. Mi intención era contar lo que vivió una persona que estuvo allí en esa época, desde su perspectiva, hacerlo lo más vivo y real posible.

«Escritores como Brecht no fueron muy ejemplares. Tampoco Thomas Mann, que reflexionaba sobre Wagner, pero no sobre Hitler»

P.- Febrero de 1933 puede leerse también como una reflexión sobre la responsabilidad moral del escritor. ¿Cree que esa pregunta –qué hacer cuando la libertad peligra– sigue siendo actual para los intelectuales de hoy?

R.- Sí, es muy importante que, al poder expresar públicamente tu opinión, la uses de forma responsable. Esto significa que hay que estar muy bien informado. No se deben expresar los prejuicios ni los juicios precipitados, sino que hay que reflexionar bien y responder con buenos argumentos. Es decir, como un periodista, investigar con precisión y presentar las cosas tal y como fueron. Aunque a veces se tengan otras opiniones. Por supuesto, también es importante que los lectores de los escritores no desconecten su conciencia crítica. Los escritores también cometen errores, los escritores también son a menudo frívolos. Ese es un punto importante, que quizá también se refleja en el libro, porque escritores como Brecht, por ejemplo, no fueron muy ejemplares. Y también Thomas Mann, que reflexionaba sobre Richard Wagner, pero no sobre Adolf Hitler en aquella época. Así que siempre es interesante la opinión que expresan los escritores, pero hay que mantener siempre una distancia crítica.

P.- En el debate público actual hay discusiones sobre la «libertad de expresión», el «discurso del odio», la «cultura de la cancelación» o la autocensura cultural. ¿Cree que el progresivo «apagón» de las voces culturales en 1933 ofrece lecciones relevantes para estos conflictos actuales?

R.- Sin duda, hay lecciones que podemos aprender. Una de ellas es, por ejemplo, que el fascismo se hizo muy fuerte en Europa en la época en que apareció un nuevo medio de comunicación, la radio. Ahora está surgiendo un nuevo medio, Internet, y estamos viendo una evolución similar. Hay que tenerlo en cuenta. Hasta 1933, las voces en Alemania eran muy diversas. Había izquierdistas, comunistas extremistas, extremistas de derecha, liberales… una gran diversidad de opiniones. Pero con la elección de Hitler, la gente no fue empujada al extranjero de forma gradual, sino muy rápidamente. Todos los periódicos tenían que escribir lo que Hitler quería. Y, en ese sentido, de repente solo había una opinión. No fue un proceso paulatino, sino extremo. Debemos esperar que no vuelva a suceder. Hoy en día también escuchamos muchas opiniones diferentes. Cuando leo un periódico de derecha, el mundo se ve diferente a cuando leo un periódico de izquierda.

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