Carmen Posadas: «Si alguien me cae mal, lo mato en un libro y me quedo como nueva»
La escritora uruguaya repasa su vida, su obra y una infancia diplomática llena de anécdotas en ‘El rincón de Espe’
Carmen Posadas (Montevideo, 1953) ha convertido una vida marcada por diplomáticos, mudanzas y timideces en una de las trayectorias literarias más singulares del ámbito hispánico. Creció entre Moscú, Buenos Aires, Londres y Madrid, observando el mundo desde la distancia aguda de quien se siente «la fea de una familia de guapos» y descubre, a golpe de diario escondido, que «a mis defectos le debo todo lo que soy». Escritora uruguaya nacionalizada española, Premio Planeta y autora de una obra que mezcla sátira social, ironía anglófila y memoria sentimental, conversa con Esperanza Aguirre en El rincón de Espe con la franqueza de quien ha vivido en casas llenas de micrófonos soviéticos —«de vez en cuando oíamos a los espías»— y recuerda que «la verdadera patria es la infancia». Su voz, entre elegante y traviesa, ilumina el arco completo de una vida que va del pudor adolescente a la libertad creadora de quien mata a sus enemigos «en sus novelas» y se queda, literalmente, «como nueva».
P.- Carmen, muchísimas gracias. No sabes la ilusión que me ha hecho que aceptaras venir a El rincón de Espe. Me ha encantado porque te admiro siempre mucho. Eso es verdad. Y sé que una figura como tú, a los espectadores de este podcast de El Rincón de Espe les va a entusiasmar. Así que, si te parece, yo creo que podrías empezar por decirles qué es lo que te llevó a la literatura.
R.- Bueno, primero tengo que agradecerte, porque hace mucho tiempo que quería venir a estos encuentros tuyos con Espe, y cuando me llamaste me diste una gran alegría. Así que muchas gracias por esta oportunidad. ¿Y qué me llevó a la a la literatura? Bueno, yo siempre le debo todos mis defectos, casi nada a mis virtudes. A mis defectos le debo todo lo que soy.
P.- Eso tiene mucha gracia.
R.- Pero es la pura verdad. Mira, yo era una niña extratímida, de esas que cuando la gente la mira se tira encima de la coca cola y tartamudea. Y era muy patético lo mío. Y además era la fea de una familia de guapos. Porque yo no sé si tú te acuerdas, porque tus padres y mis padres eran muy amigos, y a lo mejor tú recuerdas a mi madre, que era deslumbrante y mi padre también, y mis hermanas son monísimas, rubias de ojos verdes, y cantaban canciones y contaban chistes.
P.- Y tú eres guapísima.
R.- Yo canto como una rana, jamás nadie se ha reído con un chiste mío, y además era la mayor, para más agravio. Entonces yo iba a mi cuarto y escribí un largo y lacrimógeno diario, que es el comienzo de mi vocación. Así que si yo no hubiera sido esa niña tan acomplejada y tan fea, no estaba hablando contigo en este momento.
P.- Fíjate tú. Eso va a interesar muchísimo, porque yo creo que no lo sabía nadie. Y luego a mí me ha interesado mucho saber la cantidad de ciudades en las que has vivido, y que te hayas quedado en Madrid, pues es un honor para los madrileños, porque bueno, naciste en Uruguay.
R.- Sí, sí.
P.- Pero dónde naciste, ¿en Montevideo?
R.- Sí, en Montevideo. Y cuando tenía 12 años a papá lo trasladaron a Madrid, en el año 65. O sea que yo llevo aquí toda la vida. Lo que pasa es que después me fui y volví.
P.- ¿Tus padres estuvieron muchos años aquí destinados? Porque esto debió ser…
R.- Normalmente cuando eres diplomático son 5 años, pero en el caso de papá estuvo 7, que es mucho para para una embajada. Y después lo mandaron a Moscú, y después lo mandaron a Buenos Aires y a Londres. Eso son los cuatro sitios en los que ha estado.
P.- Son buenos destinos, lo han tratado bien.
R.- Sí, no me tocó Uganda o cosas de esas. Y entonces lo que pasó es que cuando mis padres se fueron a Rusia, tenía un novio y me quería casar y mi madre decidió que era mucho más divertido casarse en Moscú que casarse en Madrid.
P.- En el Moscú de entonces.
R.- En el año 72. Imagínate, en la época de Brezhnev, aquella época soviética dura, ¿no? Y como mi madre era, no se le ponía nada por delante…
«Mi boda en Moscú fue la primera boda ecuménica que se celebró en el mundo»
P.- Desde luego.
R.- No. Pero fíjate que te cuento un poquito aquello de la boda, porque fue como bastante pintoresco. Nosotros llegamos en el mes de agosto y yo me casaba en octubre, entonces había que organizar toda la boda. Lo primero que fue mamá es saber la iglesia católica que había, y no le gustó nada y dijo «Ah, no, mi hija no se puede casar en esta iglesia tan fea, de ninguna manera». Mi papá le dijo «Bueno, es que todas las demás son ortodoxas». «No. Se va a casar una iglesia ortodoxa». Y papá le dijo «Mira, bien. Gente católica se casa en las iglesias católicas y los ortodoxos se casan en las iglesias ortodoxas. Nunca nadie se ha casado una iglesia que no es de su religión». «Ah esto lo arreglo yo». Se fue a hablar con el patriarca de la Iglesia Ortodoxa y no sé que le dijo que tiene que ver hipnotizado o algo por el estilo, pero lo convenció de que si hacía una boda ecuménica iba a ser la primera boda ecuménica que se ha celebrado en el mundo. En efecto, así fue. Y que además, en aquella época, claro, la Iglesia Ortodoxa estaba bastante sometida a los soviéticos, así como los soviéticos no quería que existiera la religión, pues tenía muy preterido al patriarca. Mi mamá lo convenció de que esta boda iba a salir iba a salir en los periódicos del mundo entero, como en efecto, así fue. Pero por ser una boda ecuménica. Y entonces bueno, pues luego todo tipo de aventuras para conseguir que viniera… ¿Te cuento un poquito más?
P.- Sí, claro. Esto a la gente le va a divertir.
R.- Bueno, entonces tenía que arreglar la casa. Yo tenía dos meses para arreglar la casa, que era una ruina porque faltaba pintar….
P.- Ah, porque habíais llegado en agosto destinados por primera vez.
R.- Claro, claro. Y entonces la casa necesitaba pintura, había que acuchillar los suelos, había que cambiar las tapicerías… Había que hacer absolutamente todo. Pero en la Unión Soviética, todo estaba centralizado a través de un organismo que se llama el UPDK.
P.- ¿Y qué era el UPDK?
R.- El UPDK se ocupaba de todos los operarios. Entonces tú no podías llamar a un pintor, tenías que llamar al UPDK. Bueno, llamaba a mi madre desesperada para que vinieran alguien a arreglar la casa. Y no venían, no venían, no venían. Y la secretaria, un momento dado le dijo «Mire, señora, esto sólo se puede arreglar hablando en el comedor». Y mi madre dijo «Explíqueme por qué hablando en el comedor». «Usted siéntese en el comedor y cuente lo que le pasa».
P.- ¿Porque había micrófonos?
R.- Entonces mamá se sentó en el comedor, empezó a decir «No, yo que admiro tanto la Unión Soviética, este gran país que ha puesto el hombre en el espacio. Pero mi hija se casa en tres meses y no consigo que venga ni un pintor, ni un fontanero, ni un carpintero…» Y ahí, al día siguiente estaban todos ahí. Porque esa es la ventaja de tener la casa llena de micrófonos.
«De vez en cuando los micrófonos se invertían y oíamos nosotros a los espías»
P.- Claro, pero había más micrófonos en el comedor.
R.- Claro, eran los más afinados, aparentemente. Pero esta es la parte buena de tener la casa llena de micrófonos. Pero la parte mala es que, como en la Unión Soviética, en aquella época todo funcionaba horrible. Era como vivir en una película de espías, pero no de James Bond, sino Anacleto, agente secreto, porque todo era un desastre. Entonces, de vez en cuando los micrófonos se invertían y oíamos nosotros a los espías. Y tú estabas durmiendo, eran las 3 de la mañana, y de repente sonaba una música trepidante, o un partido de baloncesto, y tenías que golpear la pared y decir: «Por favor, por favor, cállese, que queremos dormir». Esa era la Unión Soviética.
P.- Qué barbaridad, que barbaridad. Esto es un poco como La vida de los otros. La película esta…
R.- Si, ¿te acuerdas? Que es con la Stasi en Alemania. Pero es la misma idea.
P.- Oye. Y bueno, entonces tú viviste también en Moscú y en Buenos Aires.
R.- Sí, bueno, yo iba mucho de visita cuando papá estaba en Moscú. Era apasionante, porque es que realmente era un mundo tan estrafalario. Y luego estuvo en la Argentina. Coincidió, yo el recuerdo así más vivo que tengo de aquella época coincidió con un momento dado en que la Argentina le declaró la guerra a Chile por unas islas en Beagle. Eso es otra historia rocambolesca, porque estaban peleándose por unas islas que en el estrecho de Miguel, Argentina con Chile y entonces Argentina no se le ocurrió mejor idea que dar esto en arbitraje a la reina de Inglaterra. Inglaterra, que tiene un contencioso con Argentina con el tema de las Malvinas. Obviamente la reina de Inglaterra falló otra vez a favor de los chilenos. Entonces Argentina y Chile —que en aquella época estaban los dos gobiernos militares estaba Videla en Argentina y Pinochet en Chile— se declararon la guerra mutuamente. Nosotros estábamos ahí y es esa sensación de qué va a pasar, qué va a pasar. Me acuerdo que lo primero que se te ocurre es hacer acopio de cosas y entonces, mi madre, no sé por qué, le preocupaba mucho las galletitas y compró una tonelada de galletitas, pero otra señora de la embajada me acuerdo que llenó la bañera de aceite para tener aceite y luego se fue todo por la cañería y lo perdió. Por suerte al final no hubo guerra. Pero ese es el recuerdo que yo tengo.
P.- Oye, Carmen. Y luego una cosa para mí muy importante para cualquier escritor, y sobre todo entonces, es que te dieron el Premio Planeta. Muy pronto. Tú que habías escrito muchas lecturas infantiles, luego alguna novela… ¿Y te lo dieron por?
R.- Por Pequeñas infamias. Era mi segunda novela. Yo antes de eso había escrito, como tú dices, mucho para niños. Luego escribí unos libros que, sobre todo uno, que arruinó por completo mi reputación.
P.- ¿Por qué?
R.- Porque se llamaba El manual del perfecto arribista. A esto fue Juan Antonio Vallejo-Nágera, que tú lo conociste también, me llamó un día y me dijo: «Mira Carmen, es que estoy creando un nuevo sello de Planeta que se llama Temas de hoy, que luego ha sido muy conocido con temas de no ficción. Entonces, a ver si se te ocurre algo divertido de eso que hacen los ingleses, de ‘Cómo casarse con un millonario’, ‘Cómo ser feliz toda la vida’ o algo por el estilo». Y yo en esa época vivía en Londres con mis padres —porque me había separado y me fui a vivir con ellos a Londres— y venía mucho a España.
P.- ¿Te fuiste con tus hijas?
R.- Sí, con mis hijas, claro, claro. Sí, sí. Allá que nos fuimos toda la troupe. Y venía mucho a España y era la época en que España se empezaba a abrir al mundo. España siempre fue un país muy austero y de repente, en los años 80 es el big bang de la bolsa, la gente de repente ya no ve tan mal tener dinero, tener una casa bonita… Era un cambio de mentalidad. Y entonces yo le dije a Juan Antonio: «Bueno, si quieres te hago el manual del perfecto arribista». «¡Ah,qué idea tan buena!».

P.- ¿Se llamó así?
R.- Bueno, ese era el subtítulo. El título era Yupis, jet set, la movida y otras especies. Entonces el enfoque era que si tú querías entrar en el jet set, pues tenías que hacer tal cosa, tal otra, tal otra… Tenías que ir a veranear a no sé dónde tenías que vestirte de esta manera de la otra… Si querías entrar en la clase de Puerta de Hierro, para entendernos, pues lo mismo que es lo que había que hacer, como había que hablar… Si querías entrar en la Movida… Y luego, como acababa de llegar Felipe González al poder, pues los burgueses ilustrados, digamos, ¿no? Bueno, entonces escribí ese libro, que inmediatamente tuvo un éxito enorme, pero yo arruiné mi reputación.
P.- ¿Porque la gente te tomó manía?
R.- Porque acababa de empezar a salir con Mariano. Entre que Mariano era gobernador del Banco de España, tenía 22 años más que yo, yo era sudaca y había escrito un libro que se llamaba El manual del perfecto arribista, ya te puedes imaginar… Pero bueno, así fue la cosa. Y tardé años y años en quitarme la etiqueta de…
P.- ¿Pero eso fue lo que te por lo que te dieron el Planeta?
R.- No, no, no, no. Eso fue un libro anterior. Y después de eso, escribí otros dos o tres libros. Y en un momento dado, la misma editorial en la que publicaba, que es un sello de Planeta, me dijo que por qué no escribía una novela rosa. Y entonces le dije a la editora que se llama Milán abajo. «Bueno, ya quieres que arruinar definitivamente la poca reputación que me queda». Me dijo. «No, no, escríbelo con seudónimo». Entonces eso me pareció muy buena idea porque te quita toda la responsabilidad. Si tú estás escribiendo un libro con seudónimo, puedes escribir cualquier cosa. Y escribí un libro cursilísimo que se llama Una ventana en el ático. La verdad es que me quedó bastante bien.
P.- Yo no lo he leído. Lo voy a comprar inmediatamente.
R.- Pero no me llamo Carmen Posadas. Me llamo Elena Miranda.
P.- ¡Ah! ¿Y eso?
R.- Porque era con seudónimo.
P.- Ya, ya. ¿Pero por qué lo elegiste, Elena y Miranda?
R.- Porque me gustaba. Porque siempre había una actriz que se llamaba Carmen Miranda, que no sé si tú te acuerdas que bailaba chachachá. Iba con una con un aguacate. No, no, no, era una piña enorme puesta en la cabeza. Y a mí me gustaba Carmen Miranda, pero ya estaba el nombre adjudicado, entonces me llamé Beatriz Miranda. Y después, como el libro fue muy bien, decidí escribir otra novela que se llamó Cinco moscas azules y después el Planeta. Y ahí empezó.
P.- ¿Cinco moscas azules de qué va?
R.- Cinco moscas azules es la historia de de un señor que ha sido muy rico y ha estado en todos los lugares más elegantes del mundo, pero está completamente arruinado. Y entonces decide que va a poner fin a sus días como a lo grande. Hay una frase de Oscar Wilde que dice —se le atribuye a él—, él dice: «Yo he muerto como había vivido siempre, muy por encima de mis posibilidades». Y entonces este personaje es igual, siempre ha vivido por encima de sus posibilidades y ahora va a morir. Se va a un hotel carísimo en Marruecos y entonces ahí decide que se va a suicidar. Pero de repente ve a una mujer que le recuerda mucho a su madre y que lo que está ocurriendo alrededor de esta mujer es muy similar a una situación muy injusta que hubo relacionada con su madre. Entonces él dice: «Bueno, como soy un suicida, y los suicidas son completamente impunes y pueden hacer lo que les dé la gana, porque yo me voy a morir de todas maneras», decide hacer justicia con estos personajes y entonces a uno lo mata al otro… Bueno, así la cosa.
«Si alguien me cae mal, lo pongo en un libro y lo mato y me quedo como nueva»
P.- Pero qué maravilla que se te ocurran estas ideas tan originales.
R.- Bueno, sí, con ese libro me divertí mucho e hice algunas venganzas literarias, también.
P.- ¿Venganzas literarias qué son?
R.- Sí, porque yo, por ejemplo, si alguien me cae mal, lo pongo en un libro y lo mato y me quedo como nueva. Entonces no lo hago tan explícitamente. Lo mato y ya me quedo como nueva.
P.- Y te quedas como nueva. Eso está genial. Oye, Carmen, y en el mundo de la literatura en español, ¿a quién admiras más?
R.- ¿De los vivos o de los muertos?
P.- De todo. Vivos y muertos.
R.- De los muertos, yo soy muy galdosiana, muy de Emilia Pardo Bazán porque ha escrito un libro, bueno, que lo tiene ella como protagonista y es extraordinaria, completamente a la altura de de Pérez Galdós. O sea, los dos para mí son los grandes grandes de principios del siglo XX.
P.- ¿Pero ella tenía un affair con Pérez Galdós o con quién?
R.- Con Pérez Galdós y unos cuantos más.
P.- Por eso, por eso te lo pregunto.
R.- Lo cual tiene mucho mérito, porque era muy fea.
P.- Pero gordas les gustaban.
R.- No, no, pero es que era francamente fea. Y yo la admiro muchísimo, porque siendo guapa, cualquier tonta liga ¿verdad? Muy fácil. Pero lo difícil es con ese físico que tenía.
P.- Ella muy lista.
R.- La admiro mucho a ella. Y después de los contemporáneos, admiro muchísimo a Luis Landero. Me parece un grande, grande. Y me gustaba mucho Almudena Grandes, por ejemplo.

P.- ¿Y en todos los idiomas?
R.- Y en todos los idiomas. Bueno, yo soy muy anglófila.
P.- Yo también.
R.- Yo sé que en eso coincidimos. Entonces no voy a decir la obviedad de Jane Austen, porque todo el mundo menciona Jane Austen, pero a mí, por ejemplo, me encanta Edith Wharton.
P.- No sé quién es.
R.- Sí, seguro que has visto por lo menos la película; se llama La edad de la inocencia.
P.- Sí, claro. ¿Ella es la autora?
R.- Es la autora. Para mí es mejor que Jane Austen. Es el mismo tipo de autora, el mismo tipo de ambiente. De época es un poquito posterior. Bueno, bastante posterior, pues desde principios de siglo XX, pero la misma clase social, la misma percepción psicológica, la misma ironía, la misma inteligencia. Es brillante, sí.
P.- Pues mira, esa la voy a volver a ver, La edad de la inocencia, porque me gustó muchísimo en su momento.
R.- Sí. Si lees sus novelas, que tiene muchas… Hay una que hizo también una película de títeres que se llama La solterona, que es terrible esa historia. Pero ella escribe con mucho humor.
P.- ¿Cómo se dice La solterona en inglés?
R.- The spinster.
P.- No sabía esa palabra. ¿Y de los clásicos? Quién te ha gustado?
R.- Bueno, Cervantes y Shakespeare. Esos hay que mencionarlos.
«Los niños tienen que leer cosas de su edad. A un niño de 12 años yo le recomendaría ‘La isla del tesoro’ y ‘Tintín’»
P.- A un niño de 12 años, 14 años que está empezando. ¿Qué clásico le dirías que no se perdiera?
R.- Creo que los niños tienen que leer cosas de su edad. Yo me acuerdo, por ejemplo, que en mi época nos decían: «a ver niños, para el jueves La Celestina». Y tú te ibas a casa con aquel libro. No sabías ni por dónde empezar. Es que no era de tu edad. Por supuesto, odiabas a La Celestina. Todo te parece un espanto, y yo creo que es mucho mejor darle a los niños algo que les va a divertir. Entonces a ese niño de 12 años yo les recomendaría La isla del tesoro y Tintín.
P.- Tintín ha sido mi infancia y la de mis hijos. Porque Tintín, la verdad… Y luego ellos les gustaba más Lucky Luke.
R.- Y Astérix.
P.- Y Astérix y todo esto. Pero es verdad. Es verdad. ¿Y qué más te iba a preguntar? ¿La vida en Madrid te gusta más que la vida en ninguna otra ciudad maravillosa del mundo donde has estado?
R.- Bueno, yo, como te digo, soy muy anglófila, pero desde luego prefiero mil veces vivir en Madrid que vivir en Londres, porque pienso que Madrid es el lugar del mundo con mayor calidad de vida en relación a calidad precio, digamos. Osea, para vivir como yo vivo en Madrid, si viviera en Londres tendría que tener cuatro o cinco veces.
P.- A mí de Madrid lo que más me gusta es el clima y la luz. No tiene duda.
R.- Sí, y la gente.
P.- Y la gente, sí, sí, también. Y tienes aquí, no solamente estás tú están casi todas tus hermanas, ¿o no?
R.- Están mis hermanas, estas rubias monísimas de ojos verdes, que tú alguna conoces.
P.- Sí , las conozco a casi todas, yo creo.
R.- Y luego tengo mi hermano. Nosotros somos tres hermanas y por fin llegó el varón.
P.- Igual que nosotras. También tuvimos tres al principio y llegó el varón. Lo que pasa es que al final somos ocho.
R.- Mis padres ahí decidieron plantarse. Y entonces, Gervasio, él es ahora el responsable que lleva el ámbito cultural de El Corte Inglés. O sea, todas las actividades culturales de El Corte Inglés. Y además es escritor también, ha sacado una novela ahora divertidísima que se llama El fracaso de mi éxito.
P.- Es bueno. Es un poco lo que dices tú, que todo se lo debes a tus defectos y nada a tus virtudes.
R.- Sí, porque la vida es así de contradictoria. Muchas veces tus defectos te ayudan. Y a lo mejor, como en el caso que retrata mi hermano en este libro, pues un éxito puede ser un fracaso. O viceversa, un fracaso puede ser un éxito.

P.- Sin duda. Entonces estáis casi todos aquí. Por lo tanto aquí te vas a quedar. Yo no conozco Montevideo, pero debe ser un lugar maravilloso. ¿O no?
R.- Bueno, sí. Lo que pasa es que hay una frase de un escritor, un ruso que yo he descubierto, que él dice: «Se puede volver al lugar del crimen, pero nunca se puede volver al lugar en el que uno ha sido feliz». Entonces yo cuando vuelvo a Uruguay estoy encantada. Además, me siento muy uruguaya, siempre lo digo, y estoy orgullosísima de mi país, pero no está a la altura de las fantasías que yo he creado alrededor de mi infancia, porque yo tuve una infancia muy, muy feliz.
P.- Eso te iba a decir. Tu infancia tuvo que ser feliz con esa madre y ese padre. Tú eras tímida y te considerabas menos guapa que tus hermanas, pero lo era.
R.- No es que me considerara, es que estaba clarísima la cosa.
P.- Y bueno, pero no se puede volver al lugar donde uno ha sido feliz. Eso no quiere decir que en Madrid no hayas sido feliz.
R.- Por supuesto que sí. Pero te quiero decir que muchas veces uno tiende a idealizarlo todo, ¿no? Y sobre todo la infancia, porque como decía Rilke, la verdadera patria es la infancia. Yo tengo mi infancia muy, muy idealizada, y me encanta volver a Uruguay, pero siempre estoy buscando esa infancia perdida. Que muchas veces la encuentro, porque de repente ves un árbol que es el que tú recordabas, o de repente un olor… Los olores son muy evocadores. O una canción. Y entonces eso me encanta.
P.- Pues si quieres decir algo más para nuestros espectadores, algo que te parezca que va a interesar sobre tus nuevos proyectos o sobre qué es lo que más te ha gustado de lo que has escrito, pues este es el momento.
R.- Ay, Dios mío. Pues yo creo que te he contado un montón de cosas que normalmente no cuento.
P.- Eso es lo que más les va a gustar. Bueno, proyectos que tienes ahora mismo.
R.- Sí, bueno, ahora estoy escribiendo una novela muy anglófila, justamente. Pero no te puedo contar.
P.- Aquí donde me ves yo soy Dame Commander del British Empire.
R.- Qué maravilla, qué suerte. ¿Eso te lo dio la reina?

P.- No, me lo dio el embajador en nombre de la reina. Yo era presidenta de la Comunidad. Me lo dieron en la Embajada porque había hecho la enseñanza bilingüe como ministra y luego como presidenta de la Comunidad, de lo cual estoy muy orgullosa, porque me emociona ir a lugares de entornos económicamente muy poco avanzados, donde los niños hablan inglés con un acento fantástico.
R.- Gracias a ti. Que además hemos ido al mismo colegio tú y yo.
P.- ¿Al británico? Sí, claro. Pero tú eres más joven.
R.- Solo un poquito.
P.- Estarías en clase de mi hermana. Yo tengo una hermana a la que llevo un año. Isabel.
R.- No, yo no he coincidido con ninguna de tus hermanas. No, yo soy de 53. ¿Y tú eres del…?
P.- Yo del 52.
R.- Ah, pues entonces tenía que haber coincidido con tu hermana.
P.- Mi hermana también es del 52, si quieres que te diga. Mi madre. Entonces había una cosa que eran las gitanas te leían la mano. Y la gitana se acababa de casar mi madre en el 51. Y le dijo: «En el 52 tendrás dos». Entonces mi madre, cuando yo nací, porque entonces no había ningún tipo de, no te hacían ecografías ni nada de todo eso. Entonces cuando yo nací dijo: «Bueno, esta se ha equivocado». Yo nací el 3 de enero y mi hermana nació el 26 de noviembre.
R.- Qué impresionante.
P.- Nos llevamos 10 meses.
R.- Porque muchas veces se llevan diez meses, pero son de años distintos. Pero del mismo año…
P.- Lo que pasa que es verdad que en el británico le dijeron que en mi clase no la podían poner aunque fuera del 52, y le pusieron la clase siguiente, o sea, no estaría contigo. Lo que pasa que había A, B y C, y no te tocaría. Bueno Carmen, pues muchísimas gracias.
R.- Me ha encantado. Muchísimas gracias a ti.
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