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Historias de la historia

Dictadores en fuga: Tachito Somoza

Maduro ha hecho planes para salir de Venezuela. Muchos tiranos han huido cuando su poder se resquebrajaba

Dictadores en fuga: Tachito Somoza

Anastasio Somoza, el Tacho Viejo, con sus hijos Luís y Tachito (con uniforme de cadete norteamericano).

Tachito Somoza era dictador de familia. Las parentelas transmiten genes que te hacen salir rubio o moreno, gordo o delgado, pero los genes de la familia Somoza te hacían salir dictador de Nicaragua. Desde 1937 hasta 1979 los Somoza habían detentado el poder absoluto en Nicaragua, como presidentes de la República o jefes del ejército. El primero de ellos, Anastasio Somoza García, llamado Tacho Viejo, sólo había dejado la poltrona presidencial en 1956 porque un poeta amante de la libertad sacrificó su vida a cambio de dispararle cinco tiros a bocajarro. 

El Tacho Viejo murió en Panamá, donde lo habían llevado para que lo operasen cirujanos norteamericanos, pero la noticia se mantuvo en secreto, con falsos partes médicos que hablaban de «ligera mejoría». Mientras tanto, un Parlamento adicto al régimen proclamaba jefe del estado al presidente del legislativo, que naturalmente era el hijo mayor del Tacho Viejo, Luís Somoza Debayle.

Luís Somoza murió diez años después de muerte natural, si se puede considerar natural fallecer de un ataque al corazón con 44 años. Aunque eso no quiere decir que tuviera un mandato tranquilo, su etapa supuso un desarrollo económico, pero estuvo llena de rebeliones y matanzas para reprimirlas. Sin embargo la continuidad de la dinastía estaba asegurada, porque Papa Somoza había nombrado ya en 1947 a su hijo pequeño, Tachito, de 22 años, jefe de la Guardia Nacional, como se llamaba al ejército nicaragüense.

Anastasio Somoza Debayle, llamado Tachito, era un tipo que llamaba la atención, en primer lugar porque medía 1’90, lo que era raro en la Nicaragua de la época, pero sobre todo porque hablaba muy mal el español, su lengua era el inglés. Lo habían mandado con 10 años a educarse en los Estados Unidos, había comenzado su carrera militar como cadete en la célebre Academia Militar de West Point, y se casó con una norteamericana-aunque prima suya. 

Su esposa gringa, Hope Portocarrero, era una celebrity en Estados Unidos por su intensa vida social, proclamada «una de las mujeres mejor vestidas del mundo» por el International Best Dressed List Hall of Fame. Gracias a los contactos de su esposa, Tachito recibió, nada más empezar su presidencia, su primera distinción internacional, la Orden de San Carlos, otorgada por el príncipe Rainiero de Mónaco. También recibiría condecoraciones de regímenes tan dispares como la República Federal de Alemania o la España franquista, pero mientras le llegaban los reconocimientos del exterior Nicaragua estaba ardiendo en una guerra civil.

Ya no eran rebeliones y motines aislados como los habían padecido su hermano y su padre, las guerrillas del Frente de Liberación Sandinista se fueron convirtiendo en los años 70 en una alternativa de poder, eran capaces de tomar ciudades, donde proclamaban la revolución. Tachito respondía enviando la aviación a bombardear esas ciudades, sin preocuparse de las consecuencias en la población civil. Los Somoza, que eran propietarios de una cuarta parte de las tierras de Nicaragua y habían amasado una de las mayores fortunas de América, se sentían inamovibles en el poder.

Y en esas tuvieron la mala idea de matar a un gringo, que además era periodista.

El inmenso error

Bill Stewart era un reportero estrella de la ABC, la poderosa cadena de televisión norteamericana, líder de los informativos televisados en la época. Tenía 38 años aquel mes de junio de 1979, cuando la guerra llegó a Managua, la capital de Nicaragua. El día 20 de junio se dirigió al frente de su equipo hacia los barrios orientales de Managua, donde se libraban feroces combates entre la guerrilla sandinista y la Guardia Nacional. Bill Stewart iba en la furgoneta de la cadena con su intérprete y un chofer, detrás venía otro coche con el cámara y el técnico de sonido, también norteamericanos.

Un control de la Guardia Nacional los detuvo. Primero se llevaron al intérprete fuera de la vista y un militar lo asesinó a sangre fría. Luego volvieron a por Bill, le hicieron bajar de la furgoneta y tirarse al suelo, donde le dieron patadas. Pero la cosa no quedó ahí. Un militar le puso la punta del cañón detrás de la oreja y le saltó la tapa de los sesos. Todo esto estaba siendo grabado por el equipo de Bill, aunque los soldados no se dieron cuenta y les permitieron irse llevándose el cadáver al Hotel Intercontinental.

Desde allí el cámara Jack Clark consiguió mandar la grabación a Estados Unidos. La ABC la retransmitió y todo el país quedó horrorizado, incluido el presidente Jimmy Carter, que lo tildó de «acto de barbarie». Intervino la Fuera Aérea norteamericana para evacuar al cadáver de Bill Stewart y a los corresponsales de las distintas cadenas americana, y de la noche a la mañana Estados Unidos, la opinión pública norteamericana, se encontró enfrentada a la dictadura somocista. En aquella ignorada guerra centroamericana llevaban ya 70.000 muertos, pero fue un solo muerto, Bill Stewart, el que cambió su rumbo y le puso final.

Tachito Somoza no era tonto, sabía que habían matado a la gallina de los huevos de oro. Los Somoza no sólo habían perdido al apoyo de Estados Unidos, ahora tenían incluso la hostilidad norteamericana. Aquello se había acabado, y nueve días después del asesinato del periodista Tachito redactó una carta dirigida al Parlamento en la que renunciaba a la presidencia. Quería hacer las cosas formalmente, con cierta dignidad, pero dar ese paso era muy duro, aquella familia no se concebía sin controlar el poder en Nicaragua.

Durante 18 días Tachito llevó la carta de renuncia en el bolsillo, sin decidirse a dar el paso definitivo. Por fin llegó el empujón, el 14 de julio, en formas de nota del secretario de estado norteamericano, Cyrus Vance, presionándole para que renunciase. La OEA (Organización de Estados Americanos) su sumó a las presiones y Tachito presentó finalmente su renuncia el 16 de julio.

Esa noche, entrada ya la madrugada del 17 de julio de 1979, un helicóptero Sikorski sacó de Managua a Tachito Somoza y media docena de sus más íntimos colaboradores. Durante décadas ha existido la leyenda de que Tachito se llevó en su huida los cadáveres de su padre, Tacho Viejo, y su hermano Luís, pero se ha demostrado que los cadáveres siguieron en el cementerio de Managua, entre inmundicias. «Ni se acordaron de los restos del abuelo», afirmaría el hijo mayor de Tachito.

El helicóptero llevó a los fugitivos hasta el Aeropuerto Internacional de Managua, desde donde volaron en un jet a Miami. Miami es la Meca de todos los ricos latinoamericanos y para Tachito era volver a casa, pues consideraba a Estados Unidos su segunda patria, o quizás la primera. Pero esa patria lo rechazó, era un huésped no deseado.

Voló entonces a Bahamas, un paraíso turístico y fiscal para los estadounidenses, donde tuvo que pagar un millón de dólares para que le diesen permiso de entrada, aunque luego también lo echaron. Ya a la desesperada se refugió en Guatemala, aunque eso estaba demasiado cerca de Nicaragua. Finalmente uno de los más antiguos dictadores de Hispanoamérica, el presidente Stroessner de Paraguay, le ofreció su asilo.

Aquí podría terminar esta historia, en un obscuro exilio en un país con el que nadie cuenta para nada, sin embargo, de la misma forma que las dictaduras se apoyaban entre ellas, las fuerzas revolucionarias también tenían sus redes. El grupo argentino de guerrilla urbana ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo), de ideología comunista, había sido desarticulado en la Argentina en 1976. Algunos supervivientes que escaparon a otros países acudieron a Nicaragua para sumarse a la guerra revolucionaria, pero cuando llegaron la guerra había acabado.

¿Qué podían hacer los argentinos para apoyar la Revolución Sandinista? Un ajuste de cuentas. En 1980, cuando Tachito Somoza llevaba un año en Paraguay y había empezado a hacer inversiones con su enorme fortuna, una célula del ERP viajó a Paraguay para llevar a cabo la Operación Reptil. Eran siete personas, incluidas tres mujeres, y montaron la vigilancia de Somoza mediante un falso vendedor de periódicos. El 17 de septiembre el ojeador avisó al comando de fuego de la salida de Tachito Somoza en su limusina Mercedes. Abrieron fuego de armas automáticas que alcanzó su objetivo y detuvo al Mercedes. Entonces remataron la faena disparando un proyectil antitanque con un bazuca, que provocó la explosión e incendio del vehículo. «Sólo quedó el bigote», dirían en Nicaragua.

Dato curioso: el lugar del atentado y muerte de Tachito Somoza se llamaba Avenida del Generalísimo Franco.

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