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Cultura

Brigitte Bardot y los intelectuales

«Marguerite Duras dijo que encarnaba una mujer sin culpabilidad, sin dramatización moral del deseo. No seducía: existía»

Brigitte Bardot y los intelectuales

Brigitte Bardot.

Para Marguerite Duras, Brigitte Bardot no era una actriz, era un acontecimiento. No «interpretaba» un papel: era algo que irrumpía en la cultura casi sin avisar y que representaba una ruptura radical con la mujer anterior. Bardot encarnaba una mujer sin culpabilidad, sin dramatización moral del deseo. No seducía: existía. El deseo no era una estrategia, era un estado natural. Y Dios creó a la mujer fue el punto angular. Duras vio esa película como el momento en el que el cuerpo femenino dejaba de estar codificado por el melodrama, la caída o el castigo. Bardot no pagaba por su libertad. El escándalo no era sexual, era simbólico. Lo insoportable no era que Bardot mostrase el cuerpo, sino que no pidiera permiso, no explicase, no se justificase, no sufriera. La veía como una figura pre-política. Duras subrayaba que Bardot no era feminista ni militante: precisamente por eso resultaba más perturbadora. Su libertad no era discursiva, era bruta, muda, corporal.

Simone de Beauvoir también escribió sobre Brigitte Bardot en el célebre artículo Brigitte Bardot y el síndrome de Lolita (1959). Allí también sostiene que la Bardot no es un personaje ni una actriz en el sentido clásico, sino una figura histórica que encarna una mutación del imaginario femenino.

Para Beauvoir, la Bardot representa a una mujer liberada de la culpabilidad sexual, una sexualidad inmediata, sin coartadas morales ni dramatización trágica, y subraya, como Duras, que el escándalo no proviene de la desnudez, sino de la ausencia de vergüenza y de conflicto interior. Bardot no vive su deseo como caída ni como transgresión consciente: simplemente lo ejerce.

La diferencia es decisiva: mientras Duras insiste en lo mudo, pre-político y corporal de Bardot, Beauvoir la lee desde una conciencia feminista, viendo en ella una figura ambigua, a la vez emancipadora y limitada, porque su libertad permanece inscrita en la juventud, la belleza y la mirada masculina. Aun así, ambas coinciden en lo esencial: Bardot marca una ruptura histórica, no por lo que dice o reivindica, sino porque existe sin explicaciones.

A la luz del pensamiento de Roland Barthes, la Bardot sería vista como figura clave del nuevo mito moderno: un cuerpo naturalizado, solar, sin espesor psicológico, opuesto a la actriz «trágica» o interior. Sería una forma de inocencia construida, un cuerpo que parece escapar a la retórica del alma.

«Para Pasolini, la Bardot inaugura una sexualidad popular que pierde su dimensión sagrada y trágica, convirtiéndose en símbolo de masas»

Edgar Morin, en Les Stars (1957), analiza a la Bardot como la primera estrella plenamente moderna, donde la persona devora al personaje. No hay distancia entre vida, cuerpo y pantalla: Bardot no representa, se expone. Es, para Morin, el paso del star-system clásico a una cultura de la presencia.

Jean-Luc Godard la vio, cuando rodaba con ella en Le Mépris (1963), como un cuerpo absoluto, frontal, sin psicología, casi abstracto. Godard ve en la Bardot la crisis del relato tradicional y del erotismo narrativo: el cuerpo ya no conduce a una historia, interrumpe la historia.

Susan Sontag la mencionó en textos sobre cine y erotismo como ejemplo de una sensualidad antipsicológica, donde el atractivo no nace del conflicto interior, sino de la superficie, anticipando su reflexión sobre la estética del estilo y la presencia.

Y, finalmente, Pasolini veía en B.B. una figura ambigua de la modernidad consumista: a la vez liberación del cuerpo y mercancía. Para Pasolini, la Bardot inaugura una sexualidad popular que pierde su dimensión sagrada y trágica, convirtiéndose en símbolo de masas.

«La película ‘Y Dios creó a la mujer’ mostró un cambio de registro en el deseo femenino»

Como observará el lector, el mundo intelectual se ocupó mucho de ella por diferentes razones, pero qué pensaba la Bardot de sí misma. Cuando estaba a punto de cumplir los 89 años, el semanario Le Point le hizo una entrevista donde el periodista le recordaba lo que simbolizó en los años 60. Ella respondió: «Nunca pensé ni por un instante encarnar el movimiento de liberación de las mujeres. Todo eso lo hice porque me negaba a quedarme tras los barrotes de las convenciones de la época: quería ser yo misma. A pesar de los éxitos que se sucedían en el cine, no todo fue siempre fácil para mí en la vida cotidiana. Mi libertad a veces me costó cara, ¿sabe usted? Fui acosada, insultada, arrastrada por el fango a causa de mi manera de vivir. A menudo me cruzaba en la calle con mujeres que me llamaban puta».

En la misma entrevista la Bardot se expresó sobre la cuestión del sexismo en el cine. En los últimos años, numerosas voces se han alzado, en particular a través del movimiento Me too, para denunciar los comportamientos de ciertas personas en el medio artístico, incluido el séptimo arte. A ese respecto, la Bardot contestó: «A mí no me violaron nunca, nunca. Pero, sí, las chicas consentían… Conocí a algunas que, para conseguir un papel, no le decían que no al productor. Era su problema… Durante los rodajes me encantaba que me tocaran el culo cuando pasaba. Era la especialidad de los maquinistas. Gente muy amable, todos grandes amigos. En los rodajes, el ambiente era libre, familiar».

¿Cómo clasificar una personalidad así? Creo que la que más acertó en su análisis de la Bardot fue Marguerite Duras cuando dijo que encarnaba una mujer sin culpabilidad, sin dramatización moral del deseo. No seducía: existía. El deseo no era una estrategia, era un estado natural. Es lo que vemos en la entrevista de Le Point, y es lo que fue toda su vida. La puedes juzgar, la puedes cancelar, la puedes expulsar de la república de las ideas; eso no la va a hacer menos desconcertante y singular, ni va a conseguir que olvidemos Y Dios creó a la mujer, la película que mostró un cambio de registro en el deseo femenino. Más que un estreno, fue un acontecimiento que allanó el camino de la revolución sexual de los años 60.

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