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Arte

María José Noain Maura: por la igualdad también en el arte

THE OBJECTIVE conversa con la historiadora y arqueóloga, autora de ‘Las mujeres en la historia del arte’

María José Noain Maura: por la igualdad también en el arte

La historiadora y arqueóloga María José Noain Maura. | Amelia Gonzalo

THE OBJECTIVE se reúne con María José Noain Maura, para hablar sobre el libro Las mujeres en la historia del arte (Editorial Principal de los libros). El compendio repasa la creación artística femenina, desde las pinturas rupestres del Paleolítico, hasta las artistas vanguardistas como Frida Kahlo o Tamara de Lempicka, pasando por las retratistas Sofonisba Anguissola, Rosa Bonheur o Maruja Mallo. La historiadora y arqueóloga, nos invita desde esta lectura a redescubrir el talento femenino, desde una perspectiva nueva, más justa e inclusiva. «El libro nos guía en un viaje para conocer la vida, obras y legados de mujeres artistas excepcionales», nos cuenta.

PREGUNTA.- ¿Cuál cree que es el principal aporte de su libro a la historiografía del arte?

RESPUESTA.- La mayoría de las publicaciones sobre este tema ofrecen un esquema cronológico en el que se van presentando a las mujeres artistas a lo largo del tiempo. Creo que mi libro aporta dos novedades importantes sobre este planteamiento: por un lado, escapa del esquema cronológico para plantear capítulos temáticos que invitan a la reflexión sobre distintos aspectos; por otro lado, no analizo solamente el papel de las mujeres artistas sino el rol que ha tenido la mujer a lo largo de la historia del arte tanto como objeto (modelo, musa, estereotipo…) como en el caso de sujeto, como persona creadora. Todo pivota en torno a la pregunta «¿Por qué (parece que) no ha habido mujeres artistas?» que ya formuló, de manera similar, Linda Nochlin en 1971. Todo el libro trata de responder a esa pregunta y creo que ahí radica su interés.  

P.- ¿Por qué cree que sigue siendo necesario visibilizar a las mujeres artistas en pleno siglo XXI?

R.- Porque, aunque se ha avanzado muchísimo desde la investigación, las publicaciones o las instituciones, la certeza de que hubo grandes mujeres artistas, con el mismo talento que sus congéneres masculinos (y que si fueron minoritarias en número se debió a los obstáculos con los que se encontraron), es un discurso que todavía no ha calado en la ciudadanía. Hay que seguir contándolo para que lo interioricemos como algo natural y sabido por todas y todos. Veo el asombro de las personas que leen el libro y se quedan maravilladas al descubrir la obra de mujeres artistas que les resultaban totalmente desconocidas.

«Durante mucho tiempo estuvo mal visto que las mujeres vivieran profesionalmente del arte»

P.- ¿Cuáles fueron las principales barreras históricas que han enfrentado las mujeres artistas?

R.- La más importante de todas fue la barrera de la educación. La mayoría de las pintoras de la edad moderna y del siglo XIX lo fueron porque pudieron formarse en los talleres de sus padres. Tuvieron vetado el acceso a las academias de Bellas Artes y, después, a la formación universitaria hasta tiempos muy recientes. Y una vez pudieron acceder a la educación, también se les restringió el estudio del desnudo. No podían trabajar sobre los grandes géneros artísticos, los que realmente tenían prestigio, como la pintura histórica o mitológica, sin conocer y poder dibujar el cuerpo humano. Además, durante mucho tiempo, estuvo mal visto que las mujeres vivieran profesionalmente del arte, tanto mientras se consideró que esta era una práctica artesanal como cuando ya se empezó a configurar el concepto de genio, momento en el que el talento empezó a considerarse una prerrogativa exclusivamente masculina. Sofonisba Anguissola, que fue pintora en la corte de Felipe II, no podía cobrar por su trabajo ni, por tanto, firmar sus cuadros, porque estaba mal visto que una mujer desempeñara una actividad manual. Por último, hay otros factores que siempre han estado ahí, como la importancia del rol femenino como madre y esposa, es decir, lo que hoy en día llamamos el problema de la conciliación.

P.- ¿Por qué cree que conocemos tanto a las musas femeninas, pero tan poco a las autoras mujeres?

R.- La mujer ha sido eterna protagonista de la historia del arte, en ese papel de musa, que servía para inspirar tanto el modelo de virtud, identificado tradicionalmente con la Virgen María, como el modelo de femme fatale tan característico del siglo XIX, pasando por la erotización del desnudo femenino vinculado con la pintura mitológica. Conocemos a las musas femeninas porque están detrás de todo ese repertorio de pintura en la que la mujer es protagonista. En cambio, apenas conocemos a las autoras por el proceso de invisibilización al que han sido sometidas desde los estudios en historia del arte. Ese desequilibrio es el que denunciaban las Guerrilla Girls ya en la década de los ochenta del pasado siglo. Para ello proponían ir al Metropolitan Museum de Nueva York y contabilizar cuántos desnudos femeninos había en sus paredes para contrastarlo con el número de pintoras.

P.- Es igual de injusto que la falta de nombres femeninos en la historia oficial del arte…

R.- Es una injusticia flagrante, como las que también se han dado en otros campos y disciplinas, como la música, la literatura o la ciencia, y que es necesario revertirla. Siempre se pone el mismo ejemplo, pero es muy sintomático: en la primera edición del referencial libro La historia del Arte de Ernst Gombrich no aparecía mencionada ni una sola mujer, cuando la evidencia de su importancia ya está fuera de toda duda.

P.- ¿Qué le llamó la atención de figuras como Iaia de Cícico o Ende, que aparecen en tu obra?

R.- Por mi formación original como arqueóloga, los capítulos dedicados a la prehistoria o a la antigüedad me han interesado especialmente. A esto se le suma que tradicionalmente la antigüedad y la época medieval se han considerado épocas muy machistas. Esto en gran medida es cierto, especialmente en lo que se refiere a la Grecia antigua. Pero hay que revisarlo, como afortunadamente ya se está haciendo, en otras épocas como la prehistoria, el mundo romano o la Edad Media. En el caso de Roma, donde se ubica a Iaia de Cícico, tiene que ver con que, aunque la mujer romana estaba relegada de la vida política, tenía mayor presencia en otros ámbitos de los que tradicionalmente nos han contado. Y lo mismo ocurre en la Alta Edad Media, época en la que los monasterios femeninos fueron muy importantes y, por tanto, también la labor de sus iluminadoras –caso de Ende–, o en la baja Edad Media en la que las mujeres podían trabajar activamente en los gremios.

«A Artemisia Gentileschi la presentaría como un ejemplo emblemático de la profesionalización de una mujer artista»

P.- ¿Por qué Artemisia Gentileschi es considerada un ejemplo de resiliencia artística?

R.- Fíjate que yo no sé si la consideraría un ejemplo de resiliencia artística, en el sentido de que nos falta información para poder reconstruir cómo vivía ella su práctica artística. A menudo se la considera feminista y creo que con este término podemos caer en el peligro del anacronismo. Yo más bien la presentaría como un ejemplo emblemático de la profesionalización de una mujer artista, que tuvo su propio taller y vivió de su creación, y alcanzó un notable éxito en su época. Pero es cierto que se ha convertido en un emblema y, desde luego, lo merece.

P.- ¿Qué representa Maruja Mallo dentro de la lucha contra el sesgo de género en el arte?

R.- Maruja Mallo fue una mujer extraordinaria, no solo una artista extraordinaria. La prueba es que fue una de las protagonistas del que después Tania Balló clasificó como grupo de «Las Sinsombrero». Supo hacerse un hueco en un mundo de hombres, tanto en España en sus comienzos, como cuando viajó a París, y fue muy admirada por André Breton y otros surrealistas, algo realmente prodigioso porque era un grupo bastante machista. Supo abrirse camino en un mundo de hombres y presentar una trayectoria sólida, honesta y de enorme calidad.

P.- ¿Qué importancia tienen los autorretratos femeninos en la historia del arte?

R.- Me parece un dato muy interesante el hecho de que el primer autorretrato constatado de un artista ejerciendo su trabajo es el de una mujer, Catharina Van Hemessen, ya que autorretratos anteriores, como los más famosos de Durero, huían de esta representación delante de un caballete. A partir de este momento se comprueba que el autorretrato femenino es un género artístico muy practicado y lo encontramos en todas las épocas y en todas las corrientes artísticas. Hay artistas que lo cultivaron prolíficamente, como Elisabeth Vigée LeBrun, la retratista oficial de María Antonieta.

«El cuerpo femenino ha sido apropiado, utilizado, cosificado, estereotipado y erotizado por la mirada masculina»

P.- ¿En qué medida el cuerpo femenino ha sido apropiado por la mirada masculina en el arte?

R.- El cuerpo femenino, especialmente cuando se representa desnudo, ha sido apropiado, utilizado, cosificado, estereotipado y erotizado por la mirada masculina. Creo que la presión que existe todavía hoy en día a la hora juzgar y valorar el cuerpo femenino (sé que también existe sobre el masculino, pero a mí me parece que en muchísima menor medida) viene de ahí, de esta apropiación.

P.- En su libro, también le dedica un espacio al arte rupestre ¿qué evidencias tenemos hoy en día de que las mujeres fueron parte de su creación?

R.- Hay estudios de carácter biológico que, basándose en el índice Manning (establece una distinta proporción entre los dedos índice y anular en las manos de hombres y mujeres), indican que un gran porcentaje de las manos que aparecen en el arte rupestre eran manos femeninas. Pero más allá de poder demostrarlo con evidencias, me parece fundamental cambiar la mirada, acostumbrarnos a dejar de presuponer que el interior de las cuevas del paleolítico fueron decoradas exclusivamente por hombres. 

P.- ¿Cree que la arqueología y la antropología han sido justas en su interpretación del rol de la mujer en la Prehistoria?

R.- En absoluto, como en todas las demás disciplinas, incluida la historia del arte tal y como venimos comentando, se han construido desde una perspectiva androcéntrica. Se han interpretado los roles de género de la prehistoria desde la mirada contemporánea y eso es muy peligroso. Afortunadamente esto está cambiando desde la arqueología feminista y ya hay bibliografía valiosísima que está modificando estos paradigmas. Este tipo de discurso se ve claramente todavía en muchos museos, en los que muestran recreaciones de la Prehistoria en las que los hombres siempre aparecen en tareas productivas (caza, talla de herramientas de sílex, producción metalúrgica, etc.) y las mujeres en tareas reproductivas (crianza) o similares (curtido de pieles). Es una interpretación muy simplista que ya se está revisando.

P.- Dirige el proyecto Los Viajes de Aspasia, que ofrece cursos, viajes, publicaciones, entre otras actividades sobre arte y arqueología…

R.- Lo inicié en 2019, llevaba 13 años trabajando en un museo arqueológico en el que tenía contrato indefinido. Mi trabajo me gustaba mucho, pero sentí la necesidad de fundar mi propio proyecto desde el que poder continuar con algunas propuestas que ya realizaba desde el museo, como los cursos de arte y arqueología, pero también centrarme en otros formatos novedosos, como el comisariado de exposiciones y, sobre todo, la escritura. Ser autónoma y tomar decisiones sobre mis propios proyectos me ha permitido escribir y publicar, que es una de las labores que más me interesa. Además, para mí es muy valiosa la labor de mediación. Me gusta pensar que, en mi pequeña medida, hago más feliz a la gente ayudándoles a disfrutar de la Historia y del Arte, tal y como lo hago yo. 

«El arte feminista es imprescindible para avanzar en la igualdad, no solo dentro del arte sino en todos los aspectos de la sociedad»

P.- ¿Qué papel tiene la educación pública en la reivindicación del arte creado por mujeres?

R.- Es fundamental. De la misma manera que antes comentaba que la imposibilidad de acceder a la educación fue uno de los principales obstáculos para la profesionalización de las mujeres artistas, creo que la educación es el pilar de todo lo que somos como sociedad, incluyendo la valoración y el aprecio por la cultura, por el arte, y por una mirada inclusiva e igualitaria que proyectemos sobre este. Soy una firme defensora de la educación pública y creo en su poder para desarrollar un pensamiento crítico y transformarnos en una sociedad mejor.

P.- ¿Qué transformaciones deberían implementar los museos para hacer justicia a las mujeres artistas?

R.- Primero, cambiar su política de compra de obras para la colección permanente. Segundo, desarrollar un programa de exposiciones temporales que visibilicen y pongan en primera línea a las mujeres artistas. Pero por encima de estas dos cosas, tienen que cambiar sus discursos, tienen que integrar a las mujeres artistas en la museología, es decir, en la narración, en la forma de estructurar y presentar las colecciones, en los textos y en las cartelas. Afortunadamente, he de decir que creo que es un proceso que ya se ha iniciado y que están llevando a cabo muchos museos, aunque todavía quede un largo camino por recorrer.

P.- ¿Qué opina del arte feminista contemporáneo? ¿Cómo conecta con las artistas del pasado?

R.- El arte feminista contemporáneo me interesa mucho como práctica creativa actual vinculada con el movimiento feminista. También es verdad que sabemos que no hay un feminismo sino muchos feminismos, y que la posición en la que la artista se coloca respecto a su creación puede tener que ver con su identificación con un feminismo en concreto, con el que, personalmente, no necesariamente voy a estar de acuerdo. Pero de la misma manera que creo que el arte es imprescindible en la sociedad, creo que el arte feminista es imprescindible para avanzar en la igualdad, no solo dentro del arte sino en todos los aspectos de la sociedad. Respecto a cómo conecta con las artistas del pasado, el vínculo más evidente es que sin el trabajo de estas pioneras no podríamos estar donde estamos hoy en día, incluso aunque ellas no crearan necesariamente desde el feminismo porque todavía no se había definido como tal.

P.- ¿Qué desafíos quedan por superar para que el arte de mujeres sea reconocido en igualdad?

R.- Para mí el desafío más importante es algo que ya he mencionado con anterioridad: que el discurso cale en toda la sociedad. Si el arte de mujeres es reconocido en condiciones de igualdad en el mundo académico, en los museos y en el ámbito institucional, pero no trasciende a la ciudadanía y no empapa el pensamiento comunitario, el objetivo no se habrá cumplido. Aunque creo que hay que relativizar su uso y su importancia, las redes sociales son un espejo del estado de la igualdad en nuestra sociedad y los ataques indiscriminados y llenos de agresividad que se ven en los comentarios que se hacen en perfiles que trabajan el tema de la igualdad o la inclusión son realmente preocupantes. El auténtico desafío es que nadie se sienta herido, atacado o amenazado por la igualdad y que desaparezca este odio febril ante algo que no es más que un derecho básico de la humanidad.

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